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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ

Catedral metropolitana
El soplo de la perseverancia

Sufrió ataques, incendios y siete derrumbes, pero renació de sus escombros. En 1580 era un rancho alzado sobre un pantano. Hoy, casi 400 años después, la Catedral de Buenos Aires mantiene en pie su intimidad histórica

Revista Siete Días Ilustrados
abril 1968

 

 

 

Se tardaron 216 años para construirla, se derrumbó siete veces; fue apedreada, quemada y utilizada como barricada política. Sus paredes guardan tanta historia como la que tiene el país; en 1937 se tenía planeado trasladarla a Las Heras y Coronel Díaz, donde funcionaba la Penitenciaría Nacional; en el 55 estuvo a punto de ser expropiada para trasformarla en Panteón Nacional. Fue el primer edificio argentino que tuvo un reloj despertador, a fines del siglo pasado. Pero mucho antes, desde la fundación de Buenos Aires, tenía en sus fondos un huerto muy particular: el Cementerio Central. Cuando en 1603, después de un derrumbe, se mezclaron las cruces de los muertos, desapareció el camposanto y, al ser construida nuevamente, se le encargó a un preso que hiciera la escultura en bajo relieve que hoy ostenta su frente. Se trata de la Catedral Metropolitana, el más veterano de los edificios que rodean la plaza de Mayo y "la iglesia más fea del país", según la opinión de los arquitectos, "con una fachada que, arquitectónicamente, nada tiene que ver con el resto del edificio". Recientemente, volvieron a abrirse los túneles construidos bajo sus cimientos. Allí, en sótanos perfectamente conservados, descansan los restos de San Martín, Las Heras y Tomás Guido. Dentro de muy pocos días, a 10 metros de la Catedral, comenzará a funcionar la nueva Curia Metropolitana, lujoso edificio que innovará en materia de construcciones religiosas: ya está a punto de inaugurarse una plaza interna para esparcimiento de los sacerdotes que dan misa en la Catedral.
Cada cinco minutos entra alguien para confesarse. Entre cuchicheo y cuchicheo con sus fieles, el padre José Sierra comparte sus 68 años de experiencia con los cronistas de SIETE DÍAS. Nacido en Castilla la Vieja, el padre Sierra no abandona su ceceo español cuando lamenta ser capellán mayor de la Catedral. "No es precisamente el mejor lugar de Buenos Aires —se queja—; la iglesia se inunda siempre de turistas y gente de paso: como si vinieran a hacer una diligencia más, entre los trámites bancarios y alguna horita al sol de plaza de Mayo, un sandwichito y una Coca-Cola. Así no se puede conocer a la gente, guiarla..."
No tan descontento como el padre Sierra, Eugenio Acosta (44 años, vicecapellán mayor de la Catedral) interpreta que "actualmente se le brinda mejor atención a los feligreses: antes se atendía por la mañana, cada misa duraba menos de 15 minutos. Ahora, abrimos diariamente de 15 a 18, y cada misa llega a durar más de una hora..."
El padre Acosta no disimula su alegría cuando habla del nuevo edificio de la Curia: "La finca que ahora ocupa el edificio nuevo, todavía en construcción, fue cedido por el gobierno. Antes lo ocupaba un juzgado. En el tercer piso residirá el arzobispo de Buenos Aires; en los dos primeros y el cuarto, los sacerdotes menores."
UN CURA CADA DOS HABITANTES
José Sierra es categórico: "Por primera vez en la historia de la Catedral, sus párrocos van a vivir correctamente". Tal vez, si se hubiera remontado 388 años atrás, no hubiera pensado lo mismo. Cuando Juan de Garay fundó Buenos Aires, en 1580, había 60 habitantes: 20 curas y 40 civiles (casi todos marineros); funcionaban 3 capillas y, según el divertido historiador inglés de la época de la Independencia, Samuel Haigh, "los curas eran felices en estas tierras; vivían en las mejores casas y comían de lo mejor". Las tres capillas eran la Iglesia Mayor, el Convento de Santo Domingo y el Convento de La Merced. Como siempre, la Catedral fue la más criticada: "Todas las iglesias son feas —escribió Haigh en 1810—, pero la Iglesia Mayor no tiene desperdicio en cuanto a malas artes. Los muros están cubiertos de paja y yuyos sucios... Produce el aspecto de una cárcel... Por suerte, las misas (que se celebran desde el mediodía hasta la aurora) alegran este panorama. Durante los días de fiesta se ha hecho moda entre las damas ir de once a una. Se las ve, entre grupos de negras y mulatas, llevando alfombras de los colores más vivos para arrodillarse, pues el templo carece de escaños..."
LOS SIETE DERRUMBES
La Catedral, que en la impía lengua de Haigh "es el recinto ideal para los romances secretos", o "el lugar donde los caballeros van a contemplar los grandes ojos negros porque son célebres las españolas", era, en 1580, un humilde rancho que se alzaba entre los pajonales pantanosos de la ribera. La primera misa, que celebró el 18 de junio de ese año el fraile Juan Rivadeneira, tuvo como primer oyente a Juan de Garay. Muy conmovido, el conquistador ordenó inmediatamente que "la capilla debía levantarse en tierra más firme", y le destinó el lote número 2, en el geométrico damero que sirvió de trazado a la incipiente población. Días antes de que se construyera un nuevo rancho para la capilla, las aguas del río se habían llevado a la primitiva iglesia.
Cuatro años más tarde se erigió allí mismo la "iglesia parroquial que se destina a la veneración de la Santísima Trinidad". La anterior había sido barrida por un temporal. Pero, en la construcción de la nueva parroquia se emplean maderas y tapias de adobe, que no tardan en venirse abajo. En 1591, el gobernador Hernandarias dispone su reconstrucción, pero siempre utilizando elementos inadecuados. Y nuevamente en 1603, cuando ya gran parte de la iglesia estaba destruida y una tormenta había mezclado las cruces de los muertos que reposaban en el cementerio de los fondos, el mismo Hernandarias dispone construir otra, que duraría hasta 1616, fecha en la que comenzó a desmoronarse hasta su total destrucción.
Una nueva Catedral tuvo mejor suerte: duró hasta el 24 de mayo de 1752. Ese día se volvió a derrumbar estrepitosamente, quedando solamente en pie el frente del edificio. Desde entonces hasta el 25 de marzo de 1796 trabajaron en ella varios ingenieros. Durante 39 años permaneció clausurada y, al inaugurarla, sus constructores descubrieron que no habían erigido las torres que, en el proyecto de obras, figuraban a los costados de la iglesia. En 1822 se levantaron las 12 columnatas que simbolizan los 12 apóstoles.
"Por supuesto, tal como está hoy es una verdadera mescolanza de estilos —dice el arquitecto Eduardo Paz—: el frente es neoclásico, el interior responde a las normas del renacimiento italiano y, por cierto, hay algunos detalles que no tienen escuela, como el piso, construido según el gusto personal de Juan Manuel de Rosas".
LA HISTORIA RECIENTE
Las fricciones político-sociales ocurridas en los últimos tiempos del gobierno de Perón perjudicaron muy especialmente a la vieja Catedral, "Orgía criminal", llamaría meses después el diario "La Prensa" a los acontecimientos que se vivieron durante el anochecer del 12 de junio de 1955 en el templo de Rivadavia y San Martín. Los atentados contra símbolos nacionales y eclesiásticos comenzaron un día antes: el 11 de junio se quemó una bandera argentina en plaza Congreso. Veinticuatro horas después era saqueada la Catedral. El 16, la Congregación Consistorial decretó en Roma la excomunión de Juan Perón por haber "usado la violencia contra personas eclesiásticas" y "osado poner la mano violentamente en ellas". El decreto papal se refería a la expulsión del país de los monseñores Tato y Novoa, acusados de haber "soliviantado a la gente durante la procesión del Corpus", el día 14. "La Prensa" del 13 de noviembre de 1955 acusaría entonces a Perón de haber "detenido y vejado a los obispos, párrocos y sacerdotes, más de uno anciano y achacoso". La indignación del editorialista del matutino respondía también a otro hecho: el incendio de la Curia Metropolitana. "La quemazón neroniana —se dice—, obedecía a un siniestro plan, cumplido con rigurosidad burocrática..."
"La Catedral —recuerda el padre Sierra— se salvó del incendio por obra de un portero, llamado Navarro. El atrio principal se llenó de humo. El muchacho abrió las puertas, retiró inmediatamente lo que pudo y los incendiarios huyeron. Pero no olvidaron la sacristía: fue la más perjudicada por las llamas. Recién hace dos días terminamos de restaurarla". Según el otro sacerdote, Acosta, los gastos que provocó el incendio superaron los 10 millones de pesos, que "donaron los fieles de las familias más prestigiosas."
La historia reciente de la Catedral destaca el alboroto del 1º de mayo del año pasado. El obispo de Buenos Aires, monseñor Antonio Caggiano, daba su acostumbrada Misa de los Trabajadores. El cardenal se disponía a hablar, cuando, abruptamente, el joven ex seminarista Juan García Elorrio (en esos momentos directivo de la combativa revista católica "Tierra Nueva") se acercó al altar, manoteó el micrófono y alcanzó a gritar "¡De cara al pueblo quiero leer esta oración que nos dejó escrita Camilo Torres!" Fue todo lo que pudo decir, pero había bastado su frase para convertir a la Catedral de Buenos Aires, otra vez, en bastión de luchas políticas. Fue en esos momentos de confusión cuando un hombre joven le pegó un puñetazo en el pecho al cardenal Caggiano y le arrancó de las manos al ex seminarista. Según el padre Acosta, "varios feligreses, un sacerdote y nombres de la Curia reconocieron en el agresor a un oficial de la Policía".
SOLO PARA HOMBRES
Cuando el famoso poeta chino Li Tai Po (siglo VIII antes de Cristo) escribía que "un hombre sólo puede entenderse en una comunidad de hombres", se estaba anticipando en muchos años a una práctica religiosa del catolicismo que, en la Argentina, sólo se lleva a cabo los viernes por la tarde en la Catedral Metropolitana: la misa para hombres con exclusión de mujeres. Estas misas, oficiadas por el propio cardenal Caggiano, están dedicadas "al Corazón de Jesús". Concurren semanalmente a ella unos 700 hombres y allí se trata, de manera exclusiva, "la problemática masculina ante Dios y la sociedad".
"Es una misa a la que podrían asistir mujeres —aclara el padre Sierra—, pero ellas nunca vienen, como si adivinaran que, en determinados momentos, los hombres tienen que sentir la profundidad de una sincera relación con sus iguales".
Hoy, a casi 400 años de la primera capilla que se levantó en Buenos Aires sobre un pantano intransitable, después de soportar siete derrumbes y terminada de construir definitivamente en 1796 (216 años después de su fundación), la Catedral de Buenos Aires, convertida en monumento nacional en 1942, guarda para sí una intimidad histórica. Fea y antigua, ha sido elegida muchas veces como símbolo del pasado argentino: en ella se realiza desde 1756 la "misa de dolores y ánimos". La imagen de la Virgen María ("la dolorosa") fue donada por la madre de José de San Martín a la Catedral Metropolitana durante las navidades de ese año. Ese es sólo un símbolo más. Desde mucho antes, desde que Garay pisó América, la vieja iglesia tomó cartas, como un personaje más, en la vida del país. 

INTIMIDADES
- La Catedral actual, construida al estilo de los templos romanos, tiene cinco naves con capillas laterales. Uno de los elementos más antiguos es el retablo mayor, construido en palo santo por el ebanista Isidro Lorea en 1805.
- Es la única iglesia porteña con dos pulpitos, en razón de que, como en las antiguas catedrales, se cantaba el Evangelio del día en el del costado derecho, y la Epístola en el del izquierdo. También, desde ellos, dos sacerdotes se trenzaban en arduas reyertas verbales, cuando se realizaban debates públicos sobre temas teológicos.
- Bajo sus bóvedas se guardan los trofeos militares tomados a los ingleses en 1806 y 1807; a los españoles durante las guerras de la Independencia, y a los brasileños durante 1826 y 1827. 
- La capilla más notable del templo es la consagrada al Santísimo Sacramento, donde se construyó un altar con exuberante basamento de mármol y columnas de granito al estilo barroco. Las pinturas interiores pertenecen a Francisco Parisi y hay también obras de Rubens y de Gagliardo, quien en el Vaticano retocó las obras de Rafael.
- La araña central perteneció a Napoleón III.
- En dependencias sin acceso al público descansan, celosamente vigilados, otros objetos de arte: una cajonera de cedro hecha por indios misioneros en épocas de la conquista; una pila bautismal de piedra del siglo XVIII y un atril de quebracho del siglo pasado.

 

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