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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ

Música Nacional
Después de la primavera
Oscar Raúl Odoriz

Desde el 2 de abril, en los medios de difusión, tanto oficiales como privados, dejó de escucharse la música foránea (en sus variantes anglosajonas) y se poblaron las ondas de zambas, cuecas, gatos, tangos, chamamés y rock nacional, por un lado y, por otro, de salsas, cumbias, joropos, valsecitos y toda la gama de la música latinoamericana. Desde el punto de vista musical, daba la impresión del nacimiento de una nueva Nación.
¿Este fenómeno continuará luego de la derrota de Puerto Argentino? ¿Habrá sido —para quienes tienen en sus manos la selección musical de los medios masivos— sólo una moda oportunista o, de aquí en más, la música nacional, la música que se identifica y nos identifica con lo que somos, tendrá el lugar de privilegio ?
Intentar una respuesta a estos interrogantes ha requerido una investigación que abarca a los creadores, los industriales vinculados a la producción musical, el organismo que nuclea a los autores y compositores y, finalmente analizar el espectro legal que contribuye o promociona la creación musical nacional.

Revista Búsqueda
agosto 1982

un aporte de
Carlos Enrique Podestá

 


Luis Alberto Spinetta

Machingo

León Gieco

Litto Nebbia

Juan Carlos Baglietto

 

Para Miguel Cantilo, integrante del dúo Pedro y Pablo, intérprete y compositor de rock nacional, la extraordinaria difusión que actualmente se le ha dado a la música rock de carácter nacional "es accidental, indudablemente. Se produjo como consecuencia de una cadena de sucesos que dieron pie a este fenómeno casual del auge del rock. Se tendría que haber dado antes. Por ejemplo, el oyente común de la radio se quejaba del exceso de música mala norteamericana, pero esa queja no encontraba eco. Porque existían intereses mucho mayores que el del oyente, intereses económicos, intereses de grabadoras y de importadoras de música que impedían que la cosa cambiara. Esto es una consecuencia del conflicto bélico. Pero hay algo más importante que el conflicto en sí, y es que Estados Unidos como potencia mundial se haya sacado la máscara que tenía frente a nosotros, una máscara que muchos de nosotros no aceptamos ni compramos. Siempre supimos que era una máscara. Pero mucha gente compraba esa máscara, porque era como de Hollywood, estaba muy bien pintada. El pueblo la compraba; como también las autoridades por una conveniencia económica y otro tipo de conveniencias". También Cantilo opina que la música extranjera que se difundía por los medios masivos no fue sustituida por la música "comercial", tan abundante en castellano, porque "ahí entran a jugar elementos tales como la existencia de programadores responsables dentro de la radio. Gente joven de nuestra camada que está a cargo de la programación y que tiene conciencia de la música que hay que difundir, de la calidad de ciertos trabajos. Ya no es la gente que difundía antes, ahora abren la entrada para la música de rock o la música de folklore de calidad, lo que no estaba en los cálculos de los que abren o cierran las puertas de la difusión. Ellos cortaron un tipo de música, y dejaron el resto en manos de los medios y como allí hay gente que trabaja de corazón, con amor al trabajo y viviendo lo que hacen..." (Pan Caliente, julio de 1982).
Evidentemente, uno de los principales obstáculos es el que cita Cantilo: el de la difusión masiva de la música nacional a través de los medios. Ya en el número anterior de Búsqueda, Amílcar Romero sostenía en su nota "La herencia interrumpida", que desde el 2 de abril "sobre todo los jóvenes, ante el giro violento impuesto por los acontecimientos, pueden haber llegado a pensar con candidez que, como reserva, en el banco de suplentes de la cultura, se guardaba un verdadero y rico arsenal para sacar en el momento oportuno. Pero no ha sido conservación: fue relegamiento".
Javier Martínez, baterista y compositor de Manal, uno de los grupos "históricos" del rock nacional, surgido en la década del '60, afirma: "con respecto al público de esas épocas, ya se había agrandado por la publicidad de boca a boca, por una efervescencia dada por las presentaciones en vivo, pero no por una difusión radial ni por una promoción en la prensa porque todo eso no existía". "Lo que pasa —sostiene el autor de 'No , pibe'— es que nosotros vamos generalmente a contrapelo porque estamos invadidos por una política de difusión que da prioridad a lo extranjero. De un tiempo a esta parte hay más difusión para lo nacional, aunque nunca habíamos tenido todo el lugar..." (Pelo, N° 166/1982).
Desde el ángulo del folklore la posición de Machingo Abalos, integrante y vocero de Los Hermanos Abalos, es similar. Sin dejar de reconocer su gusto por "toda la música de calidad", venga de donde venga, cree que la ausencia de la música nacional en los medios "contribuye de manera decisiva a orientar el gusto del público hacia otras músicas".
Allá en el Santiago del Estero natal —relata— se podían escuchar por radio las grandes orquestas de tango y los buenos conjuntos folklóricos, cuando los jóvenes se reunían en las casas de amigos en torno de una guitarra o a bailar tangos al conjuro de los viejos discos de pasta. De allí nacía una formación del gusto musical ligada estrechamente a las raíces propias. "Los jóvenes de ahora, bailando al compás de la música disco, no tienen tiempo de sentarse a escuchar la música nacional. En mis tiempos de juventud el tango y el folklore se bailaban ávidamente. Hoy, en el caso del tango, ya no se baila porque los nuevos creadores —del estilo de Piazzolla— que hacen una música muy hermosa y de gran riqueza tonal, no hacen tangos bailables y ésta es una música esencialmente para danzar." Tienen también para Machingo una gran importancia la saturación de música extranjera y el no reconocimiento de nuestra raigambre latinoamericana, que lleva a no conocer la inmensa riqueza musical que encierra el continente. Recién en los últimos tiempos se pueden escuchar salsas, joropos, y tantos ritmos latinoamericanos que expresan a través de su estructura musical, hasta qué punto formamos parte de este sector del mundo. En este sentido la opinión de Los Hermanos Abalos refleja la solidez que brindan largos años de estudio sobre las raíces musicales comunes. "América latina tiene toda el mismo acento musical rítmico. Lo más cercano que hace al aire popular de la música latinoamericana es el aire del tres por cuatro; ritmos y contrarritmos juegan ese acento."
Siempre sobre el mismo tema, Juan Carlos Baglietto, autor e intérprete de música contemporánea, de origen rosarino y que cuenta en este momento con una legión de seguidores, afirma que la difusión ocupa un lugar capital en la vigencia musical. Aporta, además, un elemento nuevo: la poca atención que reciben (desde el punto de vista discográfico) muchos valores que, por su importancia musical, ya deberían tener grabado uno o más discos y sin embargo carecen de ese elemento imprescindible para la difusión. Baglietto, en este sentido, reprocha la falencia a las compañías grabadoras.
Finalmente, es importante conocer la opinión de León Gieco, autor e intérprete que ocupa desde hace tiempo la cima de la popularidad en el medio juvenil. Gieco sostiene que "la prensa en general tendría que empezar a preocuparse por este movimiento cultural que está surgiendo —la música progresiva de corriente latinoamericana— y darle difusión. Tenemos que pensar en las generaciones que vienen detrás nuestro. Porque hay toda una generación que estuvo escuchando mucha música importada, y de la peor. Sabemos que hay música importada que es auténtica y que nos gusta, pero tampoco la pasaban por radio. Desde la época de Travolta en adelante hay una generación que sólo estuvo escuchando música disco. Entonces tiene que haber un cambio urgentemente, a través del cual podamos descubrir lo que significa este país, quiénes somos. Porque a veces era como en la canción de Charly (García), que no nos sentíamos de este país y sin embargo somos de aquí". (El Porteño N° 7/1982).

Los industriales
Mario Kaminsky, principal directivo de Microfón, compañía grabadora que dedica el 90 por ciento de su potencial a la música nacional, encuentra promisorio lo sucedido a partir del 2 de abril en los medios de comunicación con respecto a la música. No obstante ello explica que la situación del sector discográfico es desastrosa en razón de la situación económica del país. Las empresas grabadoras vienen atravesando una crisis comenzada hace 18 meses, que las ha llevado a que ahora cuenten con el 30 por ciento del mercado de ventas de discos existente en enero de 1980 (medido en unidades). Sin embargo, julio se presenta como promisorio, con un repunte que, por el momento, no puede plantearse como de largo aliento, hasta ver su continuidad en agosto y setiembre. Para Kaminsky, también productor de la película La discoteca del amor —dirigida por Aristarain y en la que se planteaba en tono de comedia un problema que resulta gravísimo para la industria, como es el de las grabaciones piratas de cassettes—, debería existir en el país una legislación promocional de la música nacional similar a la que rige en Brasil. "El boom de la música brasileña en todo el mundo, descontando su innegable talento y belleza —explica el industrial—, se apoya en una legislación promocional que permite a toda persona que produce un disco de música nacional, descargar absolutamente todos los costos que le insumiera el mismo, en su liquidación de réditos. De esta manera siempre es mejor negocio producir música nacional que extranjera. Son más importantes las medidas de fomento, tipo Brasil, que las compulsivas existentes en nuestro país. Además, este tipo de medidas permite a la industria experimentar; lanzar al mercado diez o doce discos de los cuales uno o dos son aceptados y el resto resultan fracasos económicos. Si no hay posibilidades de experimentar, de probar nuevos valores, los industriales se refugian en lo seguro. Editan los discos que son una garantía, caso Atahualpa Yupanqui, o los Hermanos Cuestas (ambos de su grabadora), y no intentan promover a nuevos valores temiendo el fracaso y las pérdidas que el mismo implica". Abundando sobre el tema de la legislación que favorece la producción, Kaminsky menciona que uno de los problemas graves de la industria discográfica a nivel mundial, es el representado por la piratería y la copia privada, que ha reducido el mercado, en los últimos diez años, en un 50 por ciento. Para dar un principio de solución a este tema, cita legislaciones extranjeras en donde se grava el cassette virgen (que está demostrado que se utiliza en más de un 90 por ciento para grabar música en forma privada o pirata), o como en Alemania en donde el impuesto lo sufren los aparatos grabadores. En torno de estos dos temas, el ente que agrupa a los productores discográficos, CAPIF, ha iniciado gestiones en ámbitos oficiales a fin de encontrar una solución.
En cuanto al tema del negocio de la explotación de discos importados y de música extranjera, el titular de Microfón afirma que el negocio de introducción de discos no puede achacársele a las empresas discográficas multinacionales, las cuales también se vieron perjudicadas por el fenómeno, ya que la entrada de esas placas en el mercado argentino corrió por cuenta de comerciantes importadores que no pertenecen al ramo y, en lo referente a la explotación de música extranjera, sostiene que la misma ha pasado a ser prohibitiva para las empresas discográficas (por el alto costo de los royalties), salvo que las mismas sean filiales de multinacionales que se compran a sí mismas. En este caso, el giro de dinero al exterior en concepto de royalties (en general muy inflados), permite que las filiales locales puedan no tener utilidades; las utilidades, en efecto, se registran en las casas matrices vía sobrefacturación.

La legislación
El tema de la difusión y promoción de la música argentina es tratado específicamente en varios decretos. La promoción vía reducción impositiva es pobre y no cumple, por ejemplo, con lo mencionado con respecto al Brasil, en donde el productor de música nacional puede descargar en su liquidación de réditos el total de los gastos que le insumiera la producción. El margen permitido en la Argentina es muy pobre y no impulsa realmente a quienes pueden arriesgar sus capitales, a hacerlo. Otra medida de promoción está dada por la existencia de premios anuales a composiciones de autores nacionales, pero su exiguo monto, al igual que en el caso de la pintura o la literatura, no moviliza a nadie. Por otra parte en la legislación no se plantea la obligatoriedad de la difusión de las obras premiadas; sólo se las recomienda.
Los decretos que exigen la difusión obligatoria de un cupo de música nacional, por su parte, no prevén formas de control efectivo, por lo que en general no se cumplen. Por ejemplo, y para mencionar dos casos en los que cualquier lector puede tener experiencia directa, ¿quién recuerda haber escuchado en locales de música un cincuenta por ciento de temas de origen nacional? O, tomando el ejemplo de la radiofonía o televisión, ¿quién puede sostener seriamente que el 75 por ciento de la música que se trasmite es nacional? Y, sin embargo, la legislación lo establece así en ambos casos. Lo que sucede es que el organismo de contralor, el Comfer (Comité Federal de Radiodifusión), no cuenta o no tiene interés en contar con los mecanismos necesarios para hacer cumplir esta legislación por lo que la misma queda en el papel.
Una manera de control podría hacerse, por ejemplo, a través de las planillas de Sadaic (Sociedad Argentina de Autores y Compositores), en las que se registra toda la música que se difunde, a los efectos del pago de los derechos correspondientes. Pero sucede que Sadaic es un organismo privado, no oficial, que por convenios con todos los países del mundo (convenios de reciprocidad) percibe los derechos correspondientes a los autores y compositores extranjeros y sería considerado desleal que se planteara el contralor de tales medidas que perjudican, precisamente, a los extranjeros.
Por otra parte, la legislación referida a radios y televisión no fija horarios de difusión, por lo que es posible ubicar la música nacional en aquellos en los que existe un menor porcentaje de audiencia.
¿Hay un complot organizado contra la música nacional?
Uno de los elementos esenciales para debilitar a un pueblo que resiste los intentos de penetración, es quitarle su cultura y, en este caso particular, quitarle su canto, su música, su particular manera de contar su relación con la tierra y con los otros hombres a través de melodías y canciones. Es una manera de robarle el pasado y, de esa forma, troncharle las raíces que hacen posible que se reconozca como grupo particular en el contexto de otros grupos.
La música de por sí no cambia la realidad, pero contribuye a consolidar vivencias comunes y a recordar los orígenes nacionales. La defensa de la música nacional, entonces, no nace de un nazionalismo ultramontano ni de un rechazo a los valores culturales de otros pueblos. Surge de la necesidad de afirmar los propios.

 

 

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