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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ

Los Demócratas Progresistas
con y sin Lisandro de la Torre


En la serie de esquemas de las fuerzas políticas, toca el turno al partido Demócrata Progresista. En la cronología formal, el año 15 señaló su comienzo. Pero hay que establecer su gestación mucho antes: en los propios orígenes de su creador, Lisandro de la Torre. También en este caso, pues, volvamos al 90...

Revista De Frente
octubre 1954

un aporte de
Carlos Enrique Podestá

 


 

El Parque y un Famoso Duelo
Allá estuvo, en efecto, de la Torre: en el cantón del Parque. Y el 91, al dividirse la Unión Cívica, acompañando a Alem en su ortodoxia radical. Y el 93, en Santa Fe, jefe virtual del movimiento y ministro del gobierno fugaz que encabezó Candioti. Algunos años más, y dejaría el tronco, para siempre. Dos episodios cavaron hondo en ese alejamiento. Convención radical del 97. De la Torre apoyó las paralelas acuerdistas con Mitre. La mayoría dijo sí. Pero Yrigoyen disolvió el partido en Buenos Aires, y no hubo acuerdo. De la Torre renunció, altisonante. Vino en seguida el duelo a que retó Yrigoyen. ofendido: a sable, filo, contrafilo y punta. 35 minutos duró el combate, con este saldo: de la Torre fué herido en el cuero cabelludo, la nariz, un antebrazo, una mejilla. No se reconciliaron. El tiempo borró, por cierto, cicatrices. Pero ésa de la mejilla se cubrió con la barba "latorrista"... ¿En qué medida dejó el lance famoso otra profunda huella? La historia anota solamente: ese día, ese duelo, esa herida en un rostro, bifurcaron la senda de dos guiones políticos. Lo demás entra en el campo de la conjetura: ¿Cómo se habrían escrito algunas páginas del radicalismo sin ese duelo, sin esa marca en la mejilla?

Otros Partidos, con Raíz Radical...
Lo real es que Lisandro de la Torre se alejó de la Unión Cívica Radical. "¿Por qué?", le dijo una vez en plena Cámara un radical: Rogelio Araya. Y fué su réplica, incisiva: "Por incompatibilidad con los que no piensan". Exageración polémica, definitoria de su personalidad briosa. Pero con un rescoldo, que él exhibió a lo largo de su vida. Lo dijo en carta abierta: "Radical de ideas, jamás me he apartado de mis orientaciones iniciales". Y en memorable "Página de Historia" afirmaba a Maneco Demaria: "Milito en el partido Demócrata Progresista, precisamente, porque es en el hecho un partido con un programa radical; por esa misma razón estuve en la Liga del Sur".
Sitúanse ya, en la evocación, los pródromos de la "democracia progresista". Fundada en 1908, con ideas reformistas, la Liga del Sur combatió al régimen en Santa Fe, con corolario conocido: intervención, comicios libres, primer triunfo radical. Derrotada también —de la Torre-Casablanca fué su fórmula—, brindó en cambio a su jefe el escenario que más se le adecuaba: diputado al Congreso, éste fué caja resonante de su oratoria tribunicia.

Nace un Partido
Con las postrimerías del 1915 surge el partido Demócrata Progresista. Rosario, cuna de don Lisandro, también debía ser la suya. Fué su mentor y líder. "Acepté —dijo— la presidencia de un partido que recién se formaba, con un programa más democrático que el radical, y no averigüé de dónde venían los demás adherentes". Pero era público y notorio: conservadores, se llamaban. De todos modos, con ellos u otros, quería hacer un movimiento orgánico. No pudo ser. Lo dijo él mismo: "A poco andar, pretendieron imponer su ideología y sus métodos... y los dejé que se fueran sin hacer nada por detenerlos". Poco antes, la agrupación había tenido contornos nacionales. En 1916 fué candidato a presidente; Benito Villanueva, conservador a ultranza, completó el binomio. ¿Antinomia? De la Torre, ya candidato, le escribió a aquél: "Llevo bien en alto mi tradición cívica del Parque y mi tradición radical de los buenos tiempos". ¿Podrían contener odres viejos el viso nuevo? La unidad no llegó a los colegios electorales. Rojas-Serú votaron los conservadores, abiertos ya, en su mayoría, de los demócratas progresistas, cuya fórmula definitiva, Carbó-Yrigoyen, apenas reunió votos. (De la Torre ya había dimitido su candidatura.)

Santa Fe Fué el reducto
Vueltos a su campo los hombres de derecha, en el poder los radicales, el ámbito demócrata progresista se redujo prácticamente a Santa Fe, donde empezó una larga lucha. Sufragios y bancas concretaron su acción, pero no llegaban al gobierno. Lejarza-Molinas, Molinas-Pessan, fueron binomios derrotados. "Fraude, violencia", fué voz tonante de los perdidosos, cuyo elenco principal lucía figuras que conoció el Congreso y el país: Pancho Correa, Molinas, Mario Antelo, Enzo Bordabehere, Enrique Thedy, para citar algunos. (También Gustavo Martínez Zuviría y Alejandro Carrasco, figuras del primer tiempo). En la metrópoli, otros perfiles: Octavio y Tomás Amadeo, Rafael Demaría, Lucio López, los Robirosa, Tedín Uruburu, Ricardo Bello. Y Enrique Loncán, el malogrado. Prolongando su acción en estos días, Juan José Díaz Arana, Julio Noble.
1928. La ola radical, el "plebiscito". Luego, la Causa en crisis. Vientos de fronda en todas partes. En Santa Fe, clamaban los demócratas progresistas: ¡Votos sí, armas no! Ya era tarde: vino el 6 de septiembre.

Ida a Pinas... y Vuelta
A todo esto, de la Torre ya había elegido un camino de ostracismo. Se sentía solo. Y un día —julio del 25— anunció su retiro. Era el "canto del cisne", según dijeron sus rivales. Meses después, se fué a su fundo, en el límite de Córdoba y La Rioja. Fué el "Leñador de Pinas" muchos años. ¿ Volvería ? "Nunca más", había dicho. Pero en política, las palabras no siempre son proféticas. De la Torre volvió...

Después del 30...
Eran los tiempos de Uriburu, su viejo amigo. "Yo no seré presidente definitivo", le había sugerido, ofreciéndole mucho, de este modo. El precio de la media palabra, o la palabra entera, podía ser éste: demolición de la ley Sáenz Peña, del Congreso...
Eso no fué, por cierto. Vetada la fórmula Alvear-Güemes, en la abstención el radicalismo, la oposición tomó otro cauce: la conjunción demócrata-socialista. De la Torre, a su frente, de regreso de Pinas. Tras la "luna de miel" con Uriburu, la absolución de posiciones. El llamado a elecciones. De un lado, Justo. La Alianza, del otro, con su fórmula: de la Torre-Repetto. Otra "luna de miel", esta vez con la Casa del Pueblo. Llegó el comicio del 31. Ya se sabe: triunfó Justo.

Santa Fe y el Senado
Otra vez perdía de la Torre. Pero su partido era, por fin, gobierno en Santa Fe: llegó Molinas al poder; con él, un grupo de hombres, ya aguerridos en el llano. De la Torre y Correa, al Senado. Cuando éste murió —punto de equilibrio, puntal él mismo— fué electo Bordabehere en su reemplazo. Por entonces vivía el líder su etapa culminante. Llegaron debates grandes, y el más dramático, el de las carnes. Era la lucha al monopolio y al imperialismo. Y fué muy acre, apasionada, su controversia con L. Duhau y F. Pinedo, los ministros. '"Fiscal de la Patria", llamaban a Lisandro de la Torre en esos días. Y una tarde—23 de julio de 1935—el drama desembocó en tragedia: la bala de Valdez Cora mató, en pleno recinto, a Enzo Bordabehere. Conmoción, estupor. Al día siguiente, un duelo: Pinedo desafió a de la Torre, reaccionando contra epítetos fuertes. Lance a pistola; ilesos. Clima político y popular tremendo. Después, otra nota vibrante: intervención a Santa Fe. Caía también, de otra manera, otro amigo dilecto del tribuno, Luciano F. Molinas.
Corren ya los días del 36. "Senado de la decadencia", apostrofa de la Torre a sus pares. Sigue porfiando."Demoledor,'' le enrostran. Y él lo acepta: "Demoledor de lo que no merece vivir, me satisface mi sana posición, y algo ha de decir a las conciencias culpables mi voz clamando en el desierto". Y un día, en el año 37, la víspera de Reyes, su renuncia. La aceptan, casi en silencio. Le pregunta alguien por qué se aleja, y él responde: "Porque estaba cansado de todo y de todos...".
El tiempo corre hacia otra crisis. En Santa Fe, los demócratas progresistas han vuelto al llano. De la Torre se engolfa —lo parece— en materias filosóficas. De pronto, en Esmeralda 22, su rincón porteño de 42 años, suena un tiro: Lisandro de la Torre se ha matado. En una de sus cartas póstumas hay esta interpretación de su designio: "He destruido deliberadamente mi archivo, convencido de que he actuado en una época de transición, de muy escasa importancia histórica, destinada a caer pronto en merecido olvido".
Lo demás, ya entra en la historia más reciente. En Santa Fe, sus partidarios rodean a Molinas. La vida nacional sigue su marcha, por caminos distintos. Nuevos mirajes, nuevos hombres. Entran los "latorristas" en la Unión Democrática. Tras la derrota, hay que rehacer las filas. También para ellos vale el consejo de Yrigoyen, después del 30: "Hay que empezar de nuevo". "En eso estamos", suelen decir los jóvenes demócratas progresistas.

 

 

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