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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ


Generación marcada
Decir que la historia influye sobre los hombres es, sencillamente, una estupidez tomada del reino de las obviedades. La generación que tenía 12 años en 1976 y cumplió 18 en 1982 no sólo ha sido condicionada por las circunstancias: la historia (una historia de limitaciones, de guerra y de posguerra) la marcó con signos más fuertes que los normales. Esa generación será distinta, aunque todavía no pueda saberse dónde está su peculiaridad.

Revista Búsqueda
julio 1982

un aporte de
Carlos Enrique Podestá

 

 

Martín Granovsky
Para el Proceso, ésta es la época de las respuestas tímidas y la confesión de los fracasos. Hace seis años, en cambio, una retórica flamante, aunque no nueva, poblaba los discursos. La juventud era vedette:
• "La Junta de Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas se dirige a la juventud de la Patria convocándola a participar, sin retaceos ni preconceptos, en el proceso de reorganización que se ha iniciado. Un proceso donde cada joven vea abiertos todos los caminos y metas, sin otro requisito que su capacidad y su contracción al trabajo fecundo. El fruto de la tarea que emprenden las Fuerzas Armadas estará materializado en un futuro más próspero, más digno, más noble y más justo. Nuestra juventud de hoy será la destinataria y la beneficiaría de ese mañana mejor que construiremos con la colaboración de todos los argentinos." (Del comunicado número 13 del 24 de marzo de 1976)
• "Ellos, los jóvenes, serán los llamados a consolidar la nueva república que será hija de este proceso que han encarado las Fuerzas Armadas a partir del fracaso que el sistema vigente tantos años acarreó al país." (General Ibérico Saint Jean, gobernador de Buenos Aires, 21 de agosto de 1976)
Como nunca se hablaba de plazos (era pecado de leso objetivo) es imposible saber si ya tenemos la dicha enorme de vivir en el mañana mejor. De todos modos, se puede comprobar fácilmente que si algo no estaba previsto en las declaraciones era que el mañana mejor llegaría con el protagonismo juvenil. Los verbos en futuro y un par de palabritas como "destinataria" y "beneficiaría" daban más la idea de receptividad pasiva que de participación. Pero, más tozuda que los planes, la juventud se formó y participó. A su manera. Y a pesar de todo.

Los planes
Tal como ocurrió en buena parte de las áreas de gobierno, no hubo un proyecto explícito en relación con la juventud. Todo consistió en adaptar las estrategias concretas al eje de la política global, que no era otra que la que se desprendía de la aplicación del programa de Martínez de Hoz. La juventud debió padecer campañas en favor de la apatía, y la frivolidad, y soportó el miedo.
La propaganda oficial, que privilegiaba los aspectos individuales de la vida juvenil —estudiar, trabajar, y sobre todo prepararse—, coincidía sospechosamente con uno de los teóricos de la Comisión Trilateral, Samuel Hungtinton, quien había escrito en La crisis de la democracia que "la vigencia efectiva de un sistema político democrático requiere normalmente algunos grados de apatía y falta de compromiso por parte de algunos individuos o grupos".
A caballo (o en moto, mejor dicho) de la marea importada, a algunos sectores de la clase media se los quiso orientar hacia un consumismo que devorara tanto productos superfluos como vagos refritos locales de teorías extranjeras, al estilo de cierto ecologismo antiindustrial muy en boga en Mundo.
Para las limitaciones, obviamente, no hubo que crear ideología. En este punto la política económica fue más eficaz que cualquier diagrama de acción psicológica.
Pero la clave de las restricciones a la participación política de la juventud fue, sin duda, el miedo que se instaló en la época de la llamada guerra sucia. Era el tiempo de las sirenas inciertas y los atentados a sangre fría. Una noche, por ejemplo, la cama del jefe de Policía voló por el aire, y junto con la cama y con el general Cardozo voló, también, la racionalidad: la bomba había sido colocada por una adolescente de 18 años. De destinataria de un mañana mejor, la juventud se convirtió en depositaria de la sospecha.
"Muchos jóvenes fueron reprimidos violentamente a pesar de que no tenían ningún contacto con los grupos subversivos", le explicaron a Búsqueda Martin Aguirre, Humberto Schiavoni y Javier Vernengo, dirigentes de la juventud del Movimiento de Integración y Desarrollo. Y eso tuvo consecuencias graves: "La guerra sucia produjo entonces autolimitaciones en la actividad política. El estigma de subversivo no era patrimonio exclusivo de los terroristas. Se sospechaba de los jóvenes, y la sospecha podía llevar a la represión". Aparentemente los efectos fueron menos nocivos para la mente de los trabajadores que para las cabezas de la clase media, según supone Germán Abdala, dirigente de una agrupación de estatales. "En general se produjo la pérdida del trabajo, la frustración a nivel de participación política y la sensación de que pensar era ilegal, pero creo que fue en los sectores medios donde caló más hondo el sentimiento de impotencia y frustración que llevó a buscar 'salidas' individuales", arriesgó.
Distinciones al margen, lo cierto es que las organizaciones políticas juveniles desaparecieron o redujeron la intensidad de su militancia ya en la época de José López Rega, cuando la represión al montonerismo sobrepasó, en muchos casos, el propio objeto de castigo y se extendió por igual a peronistas no comprometidos con el terrorismo y aun a figuras extrajusticialistas.
Entretanto, por televisión la Argentina caminaba, mientras los argentinos de carne y hueso debían quedarse parados, como admirando la garbosa marcha de un país ajeno.

A su manera
Pero no todos cumplieron con esa ley no escrita. Muchos fueron varias veces a pie a Lujan, en peregrinaciones monumentales donde además de la devoción cristiana se ponía de manifiesto un síntoma de vacío político. La Iglesia —y esto lo reconocen hoy los dirigentes de los partidos— se convirtió así en un verdadero canal de participación, que fue, según Gustavo Mangischi, integrante de la Comisión Nacional Prioridad Juventud del Episcopado, una de las cosas que frenaron al indiferentismo. "Las limitaciones en la expresión en lo político —señaló Mangischi— hicieron que la juventud buscara otras vías. Digamos que, con limitaciones, los jóvenes han buscado expresarse de otra manera, para escaparle a la apatía y al individualismo. Y la Iglesia fue uno de esos cauces no políticos."
También el movimiento de rock nacional se reveló como un formidable factor de atracción de contingentes juveniles. Gabriel Senanes, músico y autor de 4 x 4 = Rock (uno de los escasos libros sobre el tema) combinó la interpretación artística con la social. "Más allá de la valoración estética que merezca cada músico —dijo Senanes—, es innegable que el rock, en toda su amplia y desprejuiciada gama de estilos y formas, refleja con mayor fidelidad la vida juvenil urbana que otros géneros. Su inconformismo, la presencia de elementos de identificación interpares, como la jerga, indumentaria, actitudes ideológicas, medios de difusión propios, señalan un punto de convergencia para una franja generacional. El rock, además de revelar que la música
constituye una necesidad en la vida cotidiana de quizás la mayor parte de la juventud argentina, permite una legalidad propia para un sector generacional ávido de protagonismo."
En los sindicatos, semiparalizados por la intervención a la mayoría de las organizaciones gremiales, se registraron experiencias jugosas. "No desapareció —dijo Abdala— la confianza en las entidades sindicales. En el '77 el gobierno militar trató de implementar la resolución 385/77, sobre desafiliación masiva, con el fin de pulverizar los sindicatos, pero tuvo que frenar el proceso porque, por reacción, nuevas capas se afiliaban. Y se afiliaba gente joven que no sabía siquiera para qué sirve un sindicato. Claro que la propia situación se encargaba de explicárselo: deterioro del salario, imposibilidad de conseguir trabajo, necesidad de integrar las legiones de trabajadores golondrinas...".
En los partidos, predominaron las condiciones duras. Las juventudes casi tuvieron que recomenzar desde cero. Algunas, las más nuevas, prácticamente debieron encerrarse para reconstituir sus cuadros dirigentes y fortalecer su identidad política. "Le metimos con todo a las conferencias, por ejemplo de historia posterior a 1890, y dinamizamos los grupos de estudio", cuenta Martín Andicoechea, de la Juventud del Partido Intransigente. Andicoechea, estudiante de Ciencias Económicas, vivió en carne propia la brecha que había —que hay— entre los jóvenes viejos (más de 25) y los jóvenes jóvenes (de 20 para abajo). "Un día en mi Facultad la profesora da doctrina de facto. Yo, un viejo, me opongo, diciéndole, con la Constitución en la mano, que lo que ella hacía era justificar lo injustificable, que la doctrina de facto violaba la Constitución. A la salida de la clase una docena de compañeros de curso, de más o menos 18 años, me acompañaron hasta la esquina, como para que no me pasara nada. Los pibes no leen la Constitución, y si la leen no la asocian con la realidad."
En las universidades la prohibición de los centros y la instalación de puestos de seguridad dentro de las facultades marcó el tono de la política hacia los estudiantes. Los secundarios sufrieron menos; sencillamente, tenían menos, y, en consecuencia, la amputación no se notó tanto.

A pesar de todo
La propaganda frívola, las duras condiciones de vida y el miedo marcaron a la juventud. Y tal vez hayan marcado con más fuerza a los que vieron pasar durante el Proceso su adolescencia y su primera juventud, esa etapa que va de los 12 a los 18 años, a la que los psicólogos consideran clave en la formación de la personalidad definitiva. A partir del 2 de abril la guerra fue otra marca. Nadie en el país olvidará el conflicto de las Malvinas, pero quienes tienen 18 años, menos, aun a pesar de la coexistencia de dos Argentinas, la oficial y la real. Para muestra basta un Clarín:
• En la página 12 del 22 de junio, un cronista contaba, desde Comodoro Rivadavia, que los veteranos que iban llegando desde las Malvinas tenían "una expresión distinta de la que tenían cuando salieron, una expresión distinta a la de los demás jóvenes de 18 años que conocemos. (Los veteranos son) más maduros, más tristes, algunos como permanentemente distraídos".
• En la página 4, se informaba sobre las fundamentales razones que impidieron la designación de dos civiles a la Presidencia. El doctor Rafael Martínez Raymonda fue cuestionado porque se lo consideró "laico'', a lo que el titular del Partido Demócrata Progresista atinó a responder que había sido "ex alumno de los Hermanos Maristas". A Jorge Aguado, el otro civil, no se lo descartó por su falta de representatividad política ni por su gestión al frente del Gobierno de Buenos Aires. No. El ex dirigente ruralista no podrá llegar a la primera magistratura por una razón de más peso: es divorciado.
A pesar de todo (y tal vez, también, porque si no se casó, cualquier joven tiene todavía la posibilidad de no divorciarse), los sectores juveniles insisten en buscar esos célebres canales de participación, es decir, según las expresiones del demócrata cristiano Juan Luis Varela, "la capacidad de influir en las decisiones que se tomen en la comunidad en la que el joven vive".
"Los hechos de los últimos tres meses —precisó Abdala— demuestran que sin organización política precisa la juventud se sumó, de todos modos, a la participación activa. No hubo un sólo establecimiento escolar, una sola esquina donde se juntaran jóvenes y no se discutiera de antiimperialismo y de anticolonialismo. Y esto no lo aprendieron los jóvenes en la escuela ni en los medios masivos: es el resultado del protagonismo de un pueblo."
Para el intransigente Andicoechea, después del 2 de abril el PI se ha ahorrado años de esclarecimiento sobre lo que su partido denomina prédica antiimperialista. "Las Malvinas —dijo— les permitieron a los que fueron a morir, o a los que tienen amigos que fueran a morir, visualizar objetivamente la actitud de los Estados Unidos."
Según Federico Storani (ex presidente de la Federación Universitaria Argentina y ex secretario de organización de la Juventud Radical) "ahora hay que crear en la juventud la conciencia de que, como en política el apolítico no existe, y el indiferente apoya lo que viene de arriba, se debe participar. ¿Para qué? Para que los jóvenes tengan trabajo, una educación digna, acceso a la cultura superior, una vida familiar constituida sobre la base de un núcleo estable y no apremiado por la situación económica, un trabajo estable y bien remunerado y una vivienda decente".
Participación y mejora de las condiciones de vida parecen ser los objetivos de mayor fuerza convocante de acuerdo con la opinión de los partidos cuyo accionar está permitido, en un arco que va desde la Multipartidaria hasta la punta izquierda representada por el comunismo tradicional.
En esa posición mayoritaria hay una certeza: para 1984 habrá seis millones de jóvenes (de 27 para abajo) que votarán por primera vez. Entre ellos, los marcados. Y quien no pueda conseguir sus votos, no ganará. 
Colaboración en las entrevistas: Marisa Rombolá

El mosaico político
Durante el gobierno anterior la relación entre las juventudes de los partidos políticos dependió, en muchos casos, de las cambiantes tácticas de la Juventud Peronista. Algunas franjas de la JP intentaban que los vínculos con otras fuerzas jugaran como elementos de presión dentro de las disputas internas del justicialismo. A medida que las relaciones se alejaban de puntos concretos (como las marchas contra el golpe de Pinochet en 1973) los puntos de contacto se volatilizaban.
Con el lopezrreguismo (y, luego, con el Proceso), la vieja estructura de la JP se eclipsó. Las demás juventudes tuvieron que buscar caminos nuevos. En términos fríos, había desaparecido una dificultad la absolutización, por parte de la JP, de la interna peronista como clave política—, pero se había agregado otra: dialogar con el peronismo sería, en el plano juvenil, un problema de difícil solución. ¿Con qué peronismo llegar a acuerdos? ¿Cómo hacer para que una simple conversación no significara la participación en la lucha doméstica? Además, en condiciones de veda política, ¿cuál era la forma de saber qué sector del peronismo era el más representativo?
Entre 1976 y 1978 prácticamente no hubo actividad común. Las juventudes se reorganizaban, enfrascándose en el estudio de la línea a adoptar. La vuelta de los militantes a los partidos fue un proceso muy lento y, sobre todo, cauto. Desde 1978 menudearon las conversaciones y los documentos conjuntos. Los firmantes permanentes eran los jóvenes de la Intransigencia Peronista (el sector que entre los adultos lidera Vicente Saadi), la Juventud Intransigente, la Juventud Demócrata Cristiana (sobre todo a través del sector Humanismo y Liberación), la Federación Juvenil Comunista (correlato juvenil del PC), la Juventud del Partido Socialista Popular y la Juventud Socialista Unificada. De acuerdo con el momento y con el tipo de texto acordado llegaban a participar también dirigentes católicos y cristianos no católicos, líderes sindicales, la Junta Coordinadora Nacional de la Juventud Radical y la Juventud del Movimiento de Integración y Desarrollo. Las razones de la presencia o la ausencia eran distintas. Mientras que los radicales siguieron, en líneas generales, la posición de la UCR de no participar en iniciativas entre los partidos, por lo menos hasta la formación de la Multipartidaria, los midistas disienten con el resto de las juventudes en la elección del método de trabajo. Prefieren extender el debate ("discusión programática", en sus palabras) a las movilizaciones y los actos masivos (en sus palabras, "agitacionismo").

 

 

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