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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE ACÁ

Xul Solar
el primer adelantado
revista Somos
junio 1979

un aporte de Riqui de Ituzaingó

 

Personaje de novela, creador de dos idiomas (la panlengua y el neocriollo), astrólogo por vocación e inventor del piano de triple teclado, Xul Solar fue, como a él le gustaba afirmar "pintor, pero únicamente en esta reencarnación". Definición que no lo encasilla ni mucho menos. Porque si imaginación es sinónimo de vida, él, más que ningún otro, vivió una vida enteramente imaginada.

 

 

Hijo de Schulz Riga, un alemán originario de los Balcanes, Xul nació en San Fernando el 14 de diciembre de 1887 bajo el nombre de Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari. Con sus dos metros de estatura, su aire
de oriental (que se encargaba de acentuar) y su vocación de trashumante, en 1911 embarcó rumbo a Oriente. Para pagarse el pasaje trabajaba de día limpiando la cubierta y de noche como ayudante del cocinero, pelando papas. Un día, guiado por un impulso que él siempre se obstinó en denominar destino, bajó en un puerto del Mediterráneo, del que nunca supo el nombre. Con su bolsa de marinero a cuestas, en la que había una sola camisa y varias docenas de libros, recorrió, a pie o haciendo dedo, Italia, Francia, Alemania e Inglaterra. Pero no sólo deambuló.
Durante su peregrinaje, que duró casi catorce años, encontró al gran amor de su vida: la pintura. Xul Solar comienza su labor (ciclópea, fantasmal, imprevisible) en 1917. De allí en más y hasta 1924, la creación irá acompañada por el buen "vin rouge" e interminables disquisiciones en torno a la naturaleza del arte con Picasso, Modigliani, el poeta Guillaume Apollinaire y su gran compañero de aventuras, Emilio Pettoruti.
En 1924, este Ulises del siglo veinte regresa a Buenos Aires. Se adhiere inmediatamente al grupo Martín Fierro (que encarnaba el espíritu de cambio en la cultura de nuestro país) y dibuja las viñetas para "El lenguaje de los argentinos", libro de un joven poeta martinfierrista que se llamaba Jorge Luis Borges. Ese día nació una amistad, hecha de mutua admiración y largas caminatas por la calle Quintana, que sobrevivió hasta la muerte de Xul, ocurrida el 9 de abril de 1963. Mientras tanto, como quiere la leyenda, nació su obra.
Esta obra, fundadora del arte moderno argentino, halló su consagración definitiva en octubre de 1977. Ese año, el Museo de Arte Moderno de París expuso 61 de sus pinturas. Jacques Lassaigne, director del Museo inscribió su nombre en la historia del arte diciendo que "la obra de Xul Solar, en la pequeñez de su formato, abre el mundo infinito de la imaginería, de la cara invisible de las cosas, del más allá del presente. El descubre las arquitecturas construidas o naturales del país lejano"
Hoy, Xul Solar está nuevamente en Buenos Aires. En la Galería Rubbers veintitrés de sus temperas y acuarelas —valuadas entre 1.500 y 1.800 dólares cada una— conforman el mapa de un continente desconocido. Desde las negras paredes de la Galería (que en esta oportunidad tiene mucho de templo y algo de caverna), miran al espectador máscaras rituales, extrañas ceremonias, laberintos sin salida, dioses soñados y la vida de un hombre. La de Xul Solar, pintor por azar y profeta por destino.
Profeta, por otra parte, que cumplió a rajatabla con las leyes del juego. Porque aún hoy, y a pesar de su exposición consagratoria en el Museo Nacional de Bellas Artes, Xul sigue siendo una voz que clama en el desierto. Ninguno de tantos creadores argentinos se atrevió, hasta el momento, a transitar su camino. En 1979, la imaginación pura sigue siendo un país sin habitantes.
Luis Pazos
Fotos: Guillermo Gruben

 

Xul por Borges

"Conocí a Xul Solar en 1924. O tal vez fue en 1923. Ya no puedo recordarlo con precisión. Lo que sí recuerdo es lo que sentí la primera vez que vi un cuadro suyo. Quise comprarlo inmediatamente. No porque yo fuera coleccionista (era un lujo que no podía permitirme). Sino porque yo 'necesitaba' ese cuadro. Xul me pidió cien pesos. Como no los tenía le prometí que se los pagaría con mi primer sueldo del diario 'Crítica', donde trabajaba. El día que cobré mi desilusión fue enorme. Mi sueldo era de apenas cincuenta pesos. Pero Xul, con el que ya éramos muy amigos, me lo rebajó y yo me llevé el cuadro a casa. El otro recuerdo que tengo de Xul (hablo de recuerdos personales) son las largas caminatas que hacíamos desde su casa en la calle Laprida hasta Quintana. Pero, según creo, no es esto lo que importa al hablar de Xul. Me parece que lo importante es señalar que fue un hombre con raras virtudes. Pienso que nació en un país demasiado tímido para su capacidad de inventiva. Pienso también que los años de oscuridad en los que vivió no se deben a su fracaso como artista sino a nuestro fracaso para comprender su arte. La última vez que lo vi fue en la Biblioteca Nacional. Yo estaba dando una clase de sajón a mis alumnos y Xul, que había venido a visitarme, en medio de mi perorata me corrigió la entonación. El no sabía sajón pero sí sabía que yo me había equivocado. Creo que era un intuitivo genial. Uno de los tres hombres que en mi vida sentí que eran realmente geniales."

 

 

 

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