DE MEMORIA
11 de marzo de 1938: Hitler anexa a Austria
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Hitler: Sólo necesito dar una orden y de la noche a la mañana todos esos espantapájaros de la frontera habrán desaparecido. ¿O cree usted, por ventura, que me pueden detener siquiera por media hora? Quién sabe, quizás caiga sobre Viena como tormenta de primavera. Entonces tendrán ustedes algunas experiencias interesantes. De buen grado le ahorraría esto que va a costar muchas vidas a los habitantes de Austria. ¡A las tropas seguirán las S. A. y la Legión! Nadie podrá impedir las venganzas, ni siquiera yo.
Schuschnigg: Comprendo que usted puede entrar en Austria. No estamos solos en el mundo y ello probablemente significará la guerra.
Hitler: ¡No hay nadie en el mundo que pueda obstaculizar mis decisiones! ¿Italia, herr Schuschnigg? La situación con Mussolini es clara: con Italia nos hallamos en los términos más íntimos posibles. ¿Inglaterra? No levantará un dedo por Austria... ¿Y Francia? Hace dos años, cuando entramos en Renania con un puñado de batallones... en ese momento, sí, yo arriesgaba mucho. Si Francia hubiese marchado entonces sobre Renania, tendríamos que haber emprendido la retirada... ¡Pero ahora es demasiado tarde para que París pueda hacer algo!
El 12 de febrero de 1938, ocho días después de haber asumido el comando supremo de las fuerzas armadas germanas, Hitler había decidido lanzarse sobre Austria con la excusa de destruir las defensas levantadas en el límite con Alemania. Esa tarde, en Berchtesgaden, el canciller austríaco Herr von Schuschnigg —según recordó en sus memorias "Ein Requiem in Rol-Weiss-Rot" y en los documentos del juicio de Nuremberg— tuvo que inclinarse ante el ultimátum redactado por Papen y Ribbentrop, que exigían el nombramiento del nazi Seyss-Inquart como ministro de Seguridad en el gabinete de Viena, amnistía general para todos los nazis austríacos detenidos por el asesinato del canciller Dollfus, en julio de 1934, e incorporación del Partido Nazi Austríaco al Frente Patriótico auspiciado por el gobierno.
Hitler tenía dos razones para absorber a Austria: esa cabecera de puente le abriría las puertas de Checoslovaquia y, posteriormente, los portales más amplios de Europa sudoriental. Desde el asesinato de Dollfus, cometido por la sección austríaca del Partido Nazi, el III Reich no cesó de promover subversiones en el gobierno independiente de Viena mediante intrigas, fuerza y dinero, y Papen había seguido escrupulosamente las instrucciones del Füehrer de mantener cordiales relaciones para intentar el reconocimiento oficial del Partido Nazi Austríaco que crecía a medida que Hitler cosechaba éxitos en los cuatro confines de Europa.
Pero en los primeros meses de 1938 se estaban produciendo cambios decisivos en las alianzas y valores europeos: la línea Sigfrido colocó frente a Francia una barrera de acero y cemento que, al parecer, demandaría enormes sacrificios a los soldados franceses que pretendieran atravesarla. La puerta de Occidente estaba cerrada, y Mussolini había sido empujado al sistema alemán por sanciones tan ineficaces que sólo habían servido para encolerizarlo sin disminuir su poder: "Los hombres se vengan de los daños pequeños pero no de los daños graves", había reflexionado el Duce recreando una frase de Maquiavelo.
A las 5.30 de la madrugada del sábado 11 de marzo, casi un mes después de su entrevista con Hitler, Schuschnigg fue sobresaltado por una llamada telefónica que anunciaba: "Hace una hora se cerró la frontera alemana en Salzburgo, se retiraron los funcionarios de la aduana alemana y se cortaron las comunicaciones telefónicas". El próximo mensaje que llegó a la cancillería austríaca era de su cónsul en Múnich: "El ejército alemán fue movilizado. Su destino es Austria..." Seyss-Inquart había pedido la urgente convocatoria de un plebiscito que colocaría en el gobierno al Partido Nazi legalizado. Un ultimátum, para apresurar el proceso, pretendía la renuncia del canciller y la designación de Seyss-Inquart en un plazo de dos horas como condición para impedir la operación Otto.
En la noche del sábado 12, la procesión de antorchas del Partido Nazi, preparada para recibir a los conquistadores, sólo pudo pasear en andas a tres soldados bávaros que llegaron por tren: los tanques Panzer se habían atorado en el camino de Linz a Viena y sólo en las primeras horas del domingo 12 pudieron llegar a la capital austríaca, donde Hitler había montado una fastuosa 'mise en scéne' para celebrar el Anschhtg (anexión), la primera columna de un imperio que se desmoronaría siete años después.
Pág. 34 - 10 de marzo de 1971 - CONFIRMADO

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Anexión de Austria
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