Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Chabuca Granda
Déjame que te cante limeña...
Revista Gente y la Actualidad
14.05.1970

GILBERTO LABORDE ESTUVO EN LIMA, EN CASA DE CHABUCA GRANDA, LA EXTRAORDINARIA COMPOSITORA Y POETISA PERUANA AUTORA DE "LA FLOR DE LA CANELA". UN TESTIMONIO VIVO, CALIDO, DE LA PERSONALIDAD DE "DOÑA CHABUCA", QUE QUIERE A BUENOS AIRES COMO UNA PORTEÑA.
"DEJAME QUE TE CANTE LIMEÑA..."
Por GILBERTO LABORDE
Miraflores. "Barrio Norte" de Lima. La residencia solariega da antes y el lujoso edificio de departamentos de ahora. El apellido de rancio linaje y el "nouveau riche" que cambia su moderna colección de soles por el abolengo del "status". .. Aquí no llega la dinámica de la ciudad, ni el bullicio del tránsito apresurado, ni el reflejo de los neones... Calles solitarias, frondosas arboledas y, detrás de las verjas, el sosiego de los parques y jardines. .. Es casi medianoche. Y hay música. Se escucha la sonoridad de una guitarra y la pureza de un coro de voces... Es allí, allí donde se advierte la única casa iluminada, que coincide con las referencias que respondían a la invitación de Jorge Raúl Batallé, el del Grupo Vocal Argentino del Chango Farías Gómez... Allí, en ese segundo piso, vive doña Chabuca Granda, la gran señora peruana de "La Flor de la Canela"...
Un ambiente moderno con ese delicado buen gusto que va del confort al desaliño. .. Un piano, una biblioteca con los libros alineados en desorden, un caballete para dibujo, finos bibelots en las repisas, la imagen de un Cristo suspendida del muro y sobre una mesa tres docenas de pocilios para café de blanca porcelana... Sillones de sobrio tapizado, sillas y
taburetes dispersos y la tenue claridad de un par de lámparas ubicadas en las mesas bajas... ¡Doña Chabuca Granda! La fina sensibilidad de sus maneras. La cálida hospitalidad de su cortesía. Y el rescoldo tibio de una belleza otoñal que aún vive en la palidez aristocrática, en los ojos claros, en el pelo rubio, y en el dibujo noble del mentón y de la boca... Está vestida con sencillez, sin el rebuscado ornamento de los adornos, ni tampoco se detiene en la recepción elaborada... "Siéntese por ahí, porque como usted ve, ya se acabaron las sillas... Así que tendrá que disculparme, porque esta noche no esperaba tantos invitados... Por eso, apenas si puedo ofrecerle un café..."
Así es la casa de Chabuca... Su música, su piano, sus libros, su femenina bohemia, sus amigos... Una casa donde la puerta es apenas un requisito de la arquitectura, pero que está siempre abierta para todos los que estamos allí sentados en cualquier parte, instalados en el piso, o sobre los almohadones informalmente dispersos... Y todos los que estamos allí esa noche somos un poco más de quince personas, que llegaron casi inadvertidamente. Apenas la sobriedad del "¡buenas noches!" sin las presentaciones protocolares, como si nadie quisiera profanar el silencio de los demás. . . Quien prefiere café, se sirve. Quien pretende una copa de Vodka, también.
Ahora, empieza la música. La dulzura de una zamba brota de las voces del Grupo Vocal. La "Zamba de los Yuyos" se hace armonía en la sonoridad de la sala, en la fina elevación de los agudos y en la suave calidez de los graves... Aquí se canta por cantar, en esta intimidad acogedora y apretada en ese vínculo espiritual de la coincidencia tácita que no necesita el preámbulo de las explicaciones complicadas y teóricas... Como dice sentenciosamente Chabuca, "los pueblos se comunican más por el mensaje de sus folklores que por el protocolo de sus diplomáticos. . ." ¿Qué importa que sea zamba argentina? Qué importa que sea el vals peruano? Nada. Es música. Es la savia popular de ese lenguaje sincero del folklore. Por eso, ahora, el Grupo Vocal le da a Chabuca la afectuosa sorpresa de cantar ese último vals que Chabuca compuso... Y ya suena el repiqueteo juguetón de ese "Oiga usté zeñó Manué" en el gran homenaje a la dueña de casa. . . Allí está viviendo Lima, con el perfume de todas sus antiguas tradiciones, con la nostalgia de las flores que ya no perfuman... "Oiga usté zeñó Manué..." Y sigue el repiqueteo acompasado en las voces... Y los ojos de Chabuca se entrecierran como si adormeciera en el éxtasis musical... En esa música que es de ella, en esos finos versos que son de ella... Hay una lágrima que no oculta... Y sobre el final prolongado de las voces y el rasguido póstumo de la guitarra el abrazo y el beso emocionado de la artista. .. "Jamás creí que ustedes podrían ofrecerme la emoción de esta noche... Nunca hasta ahora había encontrado tan hermosa mi canción..." Y Chabuca ya está en trance. Ya le golpea desde adentro la imperiosa necesidad de expresarse, de cantar para ella, de cantar para todos... Necesita entregarse en ese intercambio de los pueblos, como había dicho antes. ... "A usted, señor, a usted que también es argentino. .. Le voy a ofrecer una canción que me robé allá en su tierra. . . Y la voy a cantar como peruana que soy a mi manera, tal vez distinta, pero tal como la siento. .." Es el "Chiquilín de Bachín" que Chabuca siente a su manera, como peruana que es, así «tal como ella lo dijo... La música de Astor y los versos de Ferrer pasan por el tamiz de su sensibilidad peruana que al cabo es la sensibilidad del artista que hay en Chabuca... No está Buenos Aires, no está la esquina de Sarmiento y Montevideo, ni el mantel sumario de las mesas de Bachin... Pero está la ternura de la voz pequeña y sentida de Chabuca... Está la emoción equilibrada de su talento que acaricia a ese mismo chiquilín que también es de Lima, que también es del mundo. Y Chabuca quiere seguir denunciando todos los robos que cometió en Buenos Aires. . . Quiere seguir cantando todo aquello que sintió en nuestra tierra.. . Y en la guitarra genial de Lucho González arrancan los compases de la "Zamba para no morir", de Lima Quintana. .. Y los versos en la garganta dulce de Chabuca. . . "No me importa la muerte ritual..." Y la zamba se prolonga en la soledad de la noche peruana. . . "Los pueblos se comunican más por su folklore que por el protocolo de los diplomáticos. .." Misterioso sortilegio de la música. .. Ni Astor, ni Ferrer, ni Lima Quintana, sabían que esa noche, a muchos kilómetros de Buenos Aires, en la silenciosa intimidad de su casa peruana, Chabuca los recordaba en sus canciones...
Pero, de pronto surge la peruana que vive adentro... De pronto Chabuca quiere ser de su tierra, de esa tierra que le golpea en el ritmo de la sangre, en el contoneo de las caderas, en el chasquido de los dedos... Ahora ella cantará su "Oiga usté zeñó Manué. . ." Lo cantará con la guitarra embrujada de Lucho González... Lo cantará con todo el sabor que alienta en su sensibilidad, con la esencia pura que le marcó su origen... Es la música y son los versos que están metidos en su vida, en su arte. . . Y aunque la afonía la traiciona en los agudos, el mensaje denuncia toda su pureza, todo su talento... Chabuca canta en la embriaguez de lo que siente, de lo que no puede contener, de lo que le ordena el grito insobornable de su sensibilidad que no admite trampas, ni adornos superfluos, ni alardes graciosos... Es la verdad del sincero, es la grandeza de lo pequeño...
Y mientras se entrega en su homenaje a Alfonsina Storni, no queda otra alternativa que someterse a su arte, a la calidez de su arte... Hace muchos años, allá por el cuarenta y tantos, en el viejo teatro Politeama, asistí a un recital de aquel incomparable cantante que fue Tito Schipa... Recuerdo que en el programa figuraban en primer lugar arias de óperas, luego en la segunda parte, finas canciones de cámara... Y en la tercera parte, como cierre de la velada, música popular italiana... Y recuerdo que a despecho de la depurada voz de Schipa, el artista no lograba conseguir ni en la primera, ni en la segunda parte de su entrega, ese punto abstracto que establece "el climax" ideal entre el intérprete y la platea... Pero, como un milagro en el primer cascabeleo de su "canzoneta meridional", en los largos doloridos de la encendida pasión napolitana, fue germinando ese abstracto... Y fue creciendo hasta instalarse en la sala, hasta entonces indiferente, un misterioso y elocuente silencio...
Así fue la noche en lo de Chabuca Granda. . . Así era la seducción de sus canciones... Llegar, llegar al alma de la gente. Establecer ese "abstracto" que somete, que domestica, que deleita, que junta... "¿Ha estudiado usted música, señora?" —le pregunté con curiosidad— "No..." —me respondió con una sonrisa... "Nunca estudié nada... Apenas si conozco algunos pocos acordes. .. Pero gracias al genio de Lucho, puedo llevar al pentagrama todas las melodías que se me ocurren..."
—¿Y cuándo comenzó a escribir versos?...
—Recién a los treinta años... Hasta entonces nunca se me había ocurrido nada...
Lo miré a Jorge Batallé con extrañeza... Chabuca Granda no sabe música y recién comenzó a escribir los versos de sus canciones a los treinta años, como aquel "Déjame que te cante limeña, déjame que te cante..." O aquel otro de "Fina estampa caballero, fina estampa.. ." O este de "Oiga usté zeñó Manué"...
Son ya las tres de la mañana. .. Algunos de los visitantes desaparecieron sin decir ni siquiera ¡Buenas noches! Tal vez para no interrumpir la noche de Chabuca. . . Ahora, las voces puras del Grupo Vocal traen los versos de una canción de Atahualpa... ¿Y dónde estará Atahualpa ahora? —me pregunto yo... Pero está aquí, en esta pequeña sala, está en su música, en su arte... "Soy peón de la estancia vieja, partido de Magdalena..." canta en el grave Jorge Batallé.
En la casa de Chabuca, aquí en "La Flor de la Canela" se hace este tipo de diplomacia. .. Se canta. Y si usted va un día a Lima y quiere conocerla, no se anuncie. .. Lleve una canción y cántela. Chabuca se Lo agradecerá con otra...
Por las calles de Miraflores, entre las frondosas arboledas y las sombras de los frentes casi ocultos, sin darme cuenta voy tarareando aquello de "Oiga usté zeñó Manué... la, la, la. .."
En la ventana de la habitación de Chabuca, todavía se advierte el resplandor de las lámparas...

Revista Gente y la actualidad
14/05/1970

 

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