Chile
Se desinfla la amenaza de una victoria comunista el año próximo
Volver al índice
del sitio
El éxito de la democracia cristiana en las últimas elecciones municipales parece indicar que Chile será el primer país latinoamericano en que llegue al poder un presidente de esa tendencia.
Fundado hace un cuarto de siglo —entonces se llamaba Falange— era, más que un partido, un círculo de estudiantes preocupados y ambiciosos. Desde entonces, sus concepciones económicas y sociales —de sello izquierdista— se han definido con vigor creciente. Creció con lentitud hasta 1956, y desde entonces desaforadamente: hoy es el partido de mayor caudal electoral. El electorado encontró en la democracia cristiana el modo de expresar su descontento con el gobierno de Jorge Alessandri y, a la vez, su decisión de no caer en el comunismo.
En la elección presidencial de 1958, la división de la izquierda en tres candidaturas (el radical Luis Bossay, el demócrata cristiano Eduardo Frei y el social - comunista Salvador Allende) permitió la victoria de Alessandri. Fue apoyado por conservadores y liberales, y el radicalismo —entonces el partido más numeroso— lo prefirió a Bossay, que llegaría último. Frei, a su vez, fracasó por una razón muy comprensible: Chile es un país de mentalidad izquierdista, y la perspectiva de que Alessandri llegase al poder con no más del 25 por ciento del electorado, fortaleció, por reacción, la candidatura de Allende, quien fue batido por 30.000 votos apenas, gracias al artificio de una quinta candidatura —la de un tempestuoso cura de aldea— que le arrebató, precisamente, esa cantidad de papeletas.
En los últimos cinco años, los radicales, sincerándose consigo mismos, se han desplazado hacia la derecha; entraron en el gabinete del señor Alessandri —que no hubiera podido mantenerse sin ellos— y forman actualmente, con liberales y conservadores, el llamado Frente Democrático, con vistas a la renovación presidencial de 1964. El candidato de estos sectores será radical, casi seguramente. Pero en el viejo partido de Pedro Aguirre Cerda se libra una compleja pugna interna. La mayoría del Comité Ejecutivo Nacional sigue las inspiraciones del ex presidente Gabriel González Videla, ya convertido en próspero banquero, y aspira a consagrar la candidatura del joven senador Julio Durán. El grupo centrista, llamado "nasserista", apoya al actual ministro de Relaciones Exteriores, Carlos Martínez Sotomayor, quien explotó en su beneficio la reacción nacionalista provocada por las quejas bolivianas acerca del régimen del río Lauca. Sin embargo, en las últimas semanas, Martínez Sotomayor parece batirse en retirada frente a Durán. A la izquierda, el grupo de los "guatemaltecos", animado por el ex ministro de Economía, Alberto Baltra, pretende arrastrar al partido a la oposición, pero adolece de una continua fuga hacia el bloque social-comunista. Recientemente, la diputada Ana Eugenia Ugalde, que tiene fama de ser el mejor parlamentario de Chile, desertó del radicalismo y se pasó al FRAP.
El FRAP (Frente Revolucionario de Acción Popular) simboliza la persistente alianza de socialistas y comunistas: una originalidad de la política
chilena, que sólo hallaba correspondencia, hasta hace poco, en Italia. El emotivo y elegante senador Allende —un médico al que Chile debe algunas iniciativas sociales— fue derrotado dos veces en sus aspiraciones a la presidencia, y ya ha sido proclamado por tercera vez. También integran este frente el PADENA (Partido Democrático Nacional) y otros grupos menores.

Frei o Tomic
Entre los tres partidos de derecha y los tres de izquierda, la democracia cristiana funciona como bisagra. Ya antes de las elecciones municipales, ejercía fuerte atracción sobre ambos frentes. Mariano Puga, el presidente del partido Liberal (ex embajador en Washington), cuyas relaciones con Alessandri no son cordiales, piensa —y ésa sería también la impresión de algunos funcionarios del gobierno Kennedy— que Chile no soportaría un segundo gobierno de derecha, y la juventud liberal amenaza con votar por el candidato demócrata cristiano. La juventud conservadora muestra síntomas coincidentes. En la otra banda, PADENA —cuyos miembros provienen en parte de viejas agrupaciones fascistas, y otros son comunistas encubiertos— parece inclinarse también a romper el FRAP.
Solicitados por unos y otros, los demócratas cristianos han visto agudizarse, en su seno, la rivalidad entre Eduardo Frei, que representa una tendencia democrática pura, y Radomiro Tomic, más próximo a una línea nacional-popular. En los últimos meses, suponiendo que el FRAP resistirá mejor la división y que el FD no conseguirá elegir candidato único, Tomic se distanció de los comunistas con el fin de ser él quien encabece la coalición que ha de batir a Allende. Pero hasta ahora es Frei, de los dos, quien cuenta con más voluntades en los partidos de derecha.

Política comunista
La del 7 de abril ha sido la última consulta popular antes de la campaña
presidencial, y toda la opinión la consideró un "test" decisivo, si bien las elecciones de regidores están influidas por preferencias de carácter humano y local, que favorecen a los candidatos pragmáticos, tradicionalistas, antes que a los partidos con ideología definida. Por otra parte, el cuerpo electoral pasó, desde 1958, de 1.600.000 a 2.700.000 individuos (los analfabetos no votan, lo cual suscita la constante protesta de la izquierda). Se trataba de averiguar cómo votarían los jóvenes y, sobre todo, las mujeres, que se han inscripto últimamente en número muy superior al de los hombres.
Deduciendo el 30 por ciento de abstención normal, la derecha, se atribuía casi un millón de votos: un 50 por ciento de los que se emitieran. Alcanzó el 44 por ciento, que significa buena elección. El FRAP, que esperaba llegar a 750.000 votos, sólo obtuvo 580 mil (28 por ciento), lo que representa también una elección bastante buena, aunque esta cifra hay que dividirla entre varios partidos. Pero la sorpresa fue la votación demócrata-cristiana, que atrajo, evidentemente, a la mayor parte de las 500.000 mujeres inscriptas en los últimos años. Las otras fuerzas le calculaban de 300 a 400.000 votos, pero llegó a 450.000 —más de lo que esperaban sus propios dirigentes— convirtiéndose en el partido más votado y relegando a radicales y a liberales a la segunda y tercera posición.
La izquierda chilena es excepcionalmente "dura" en la tribuna pública y mantiene un férreo control sobre los sindicatos, especialmente en algunas zonas bien demarcadas; pero es, además, tanto o más "política" que los partidos democráticos. En realidad, la posibilidad de que Allende triunfase en setiembre de 1964 sobre otras dos candidaturas que se dividieran la votación antimarxista, no residía sino en una hábil campaña de alarma realizada por la derecha. Los socialistas y comunistas lo han comprendido así y se disponen a maniobrar con la mayor finura.
Una reciente entrevista de Allende con el presidente Alessandri —quien\en ha vuelto resentido de su viaje a Washington— trajo a la memoria de todos los chilenos una gestión análoga, llevada a cabo en los últimos meses de la presidencia anterior, cuando Ibáñez, irritado contra los partidos tradicionales, estimuló desde el poder el crecimiento de la izquierda. También se ha observado que entre Alessandri y los comunistas existe una especie de "modus vivendi": el gobierno sigue neutral frente a Cuba, invita al j Mariscal Tito, aplaza toda legislación anticomunista; a cambio de ello, el senador Luis Corvalán no sólo atempera las huelgas, a pesar del vertiginoso crecimiento del costo de la vida, sino que previene al socialismo contra las ínfulas "golpistas" de su jefe, Raúl Ampuero, y "El Siglo", diario comunista, trata siempre al presidente en términos comedidos.
Allende no se siente seguro del apoyo comunista. En realidad, si Corvalán no temiera que Ampuero denuncie una "traición" al FRAP, con la esperanza de atraerse el electorado comunista (unos 200.000 votos), ya habría entablado negociaciones con Tomic.
PRIMERA PLANA
16 de abril de 1963

Ir Arriba

 

Duran y Allende
Frei