"La religión está en decadencia. El Concilio Ecuménico servirá para
unir las distintas Iglesias y de esta manera crear una fuerza capaz
de combatir al comunismo." Este "slogan", bastante popularizado,
acaba de sufrir un impacto mortal. Los conceptos más llamativos de
la nueva encíclica Pacem in Terris (Paz en la Tierra) permiten
hablar de una posición de "apertura política" de la Iglesia, que, de
ser atendida, podría llegar a variar la fisonomía del mundo actual,
dando perfiles definidos a los insinuados ensayos de convivencia
pacífica. Mil quinientas palabras expresadas en un lenguaje claro
y directo, despojado de terminología piadosa, como acostumbra a
hacerlo Juan XXIII, crearán, sin dudas, nuevas polémicas en los
sectores ultraconservadores que ya lo apodan "el Papa rojo". La
Encíclica está dirigida "a todos los hombres de buena voluntad",
rompiendo de esta manera con el encabezamiento habitual dedicado "A
los obispos, sacerdotes y fieles". La aparición de la Encíclica
en todos los periódicos exime de su reproducción literal. En cambio,
interesa destacar los aspectos más fundamentales, atendiendo también
a las primeras opiniones recogidas.
El hombre
"El hombre de posguerra quedará más cambiado que el mapa de Europa",
decía Pío XII, previendo los inconvenientes para llegar a un
ordenamiento del mundo cuando sus componentes tuvieran que volver a
convivir. A
Juan XXIII le toca ahora resolver frontalmente lo que Pío XII sólo
llegó a enunciar. "Las guerras mundiales no son más que proyecciones
de los conflictos librados en el interior de los seres humanos",
dice Fulton Sheen, agregando: "Lo que hace que la bomba atómica
resulte peligrosa no es la energía que contiene, sino el hombre que
la usa"... "En tiempos más felices, los filósofos discutían
problemas del hombre. Ahora analizan al hombre como problema". En
esto, precisamente, se lo ve comprometido a Juan XXIII, y el Papa no
elude compromisos. La Encíclica insiste permanentemente en la
persona, habla de "un orden fundado en la verdad, la justicia, el
amor y la libertad". Llama la atención la inclusión de la palabra
"libertad", cuando tradicionalmente la Iglesia sólo hablaba de
"verdad, justicia y amor". Rompe el prejuicio de dividir a los
hombres en "buenos y malos", haciendo notar que "no se confundirá el
error con los que yerran", y pide "el encuentro de aquéllos con los
católicos en los diversos sectores del orden temporal".
Finalmente, reconoce que el hombre y sus doctrinas están sujetos,
interferidos e influidos por el momento histórico, y pide buscar
coincidencias con los otros grupos, cuando las circunstancias lo
permiten.
La paz No pocos panfletistas
liberales se preocuparon hasta no hace mucho por colocar a la
Iglesia Católica como "provocadora de guerras". Recientemente, en la
legislatura de Italia, un político de viejo cuño aburría a sus
colegas con un discurso lleno de lugares comunes referidos al tema.
Para terminar con el tedio, un diputado democristiano lo interrumpió
diciéndole: "Ahora tenemos pensado crear un regimiento de obispos a
caballo".
La nueva Encíclica está llevada en esencia a buscar la paz de los
pueblos. Como en muchos otros casos, ratifica, en menos términos,
conceptos vertidos en documentos anteriores. Independencia de las
naciones, desarme, persecución racial, minorías étnicas, etcétera,
fueron temas predilectos de Pío XII (discurso del 24-12-1939, entre
otros). También Benedicto XV dictó una Encíclica sobre la paz,
llamada Beatisimi Apostolum Principis (1-11-1914). Pío XI ofreció su
vida para que la guerra de 1939 no se produjera. Con ello agregó un
misterio más al mundo religioso: sólo fue atendida la primera parte
de su petición. "Las grandes verdades han sido dichas, pero como
nadie las escucha, hay que repetirlas eternamente", escribió Paul
Valery.
El punto crucial La "Mater et Magistra", la visita
a Juan XXIII de Alexei Adjubei (yerno de Kruschev), su silencio ante
la alianza política italiana entre democristianos y socialistas, le
han valido que se lo llame "el Papa rojo". Nuevos acontecimientos
se suman: según la revista Time, "El cardenal Agustín Bea (que está
recorriendo los Estados Unidos) llegó con una misión diplomática
privada del Papa. En Washington, a través de intermediarios no
oficiales, Bea hará conocer a la Casa Blanca el razonamiento que
apoya la sorprendente buena voluntad del Papa para negociar con el
comunismo, y quizá explique los nuevos pasos diplomáticos que se
darán en el futuro". Según la misma revista, el cardenal Bea, antes
de iniciar su gira, hizo el siguiente comentario a un amigo, en
Roma: "Los Estados Unidos están enojados ahora; temo que pronto
estarán más enojados". La publicación es del pasado 5 de abril;
la Encíclica se dio a conocer seis días después. Todo hace suponer
que el cardenal Bea estaba haciendo alusión a un párrafo
"revolucionario" de la Pacem in Terris que dice así: "No se puede
identificar las falsas doctrinas filosóficas sobre la naturaleza, el
origen y el destino del universo y del hombre, con los movimientos
históricos de finalidades económicas, culturales y políticas, aun
cuando tales movimientos hayan sido originados por aquellas
doctrinas e inspirados en las mismas, ya que las doctrinas, una vez
elaboradas o definidas, quedan siempre iguales, mientras los
movimientos, actuando sobre situaciones históricas que
incesantemente evolucionan, no pueden dejar de sufrir su influjo.
Puede, por tanto, suceder que un acercamiento o un encuentro de
orden práctico que ayer pudo considerarse como inoportuno y no
fecundo, hoy ya no lo sea o lo pueda no ser en el mañana. Sin
embargo, el decidir si tal momento ya ha llegado es un problema que
puede resolverse solamente con la virtud de la prudencia. Por eso
tal decisión toca sobre todo a quienes viven y actúan en los
sectores específicos de la convivencia en los que tales problemas se
plantean, de acuerdo siempre con los principios de derecho natural,
con la doctrina social de la Iglesia y bajo las directivas de la
autoridad eclesiástica". La Encíclica no hace mención expresa de
ninguna doctrina, ni exclusiones. De allí que lo expresado en el
aludido párrafo se pueda aplicar perfectamente al problema comunista
y, circunstancialmente, adquiere gran significado para la política
italiana. En esta última, como se recordará, el problema
principal que tuvo Amintore Fanfani para poder llegar a la coalición
del partido Demócrata Cristiano con el socialismo fue precisamente
la oposición de la fracción "derechista", existente dentro de su
partido, inocultablemente apoyada por las mentalidades más
conservadoras de la curia romana, encabezadas por el cardenal
Ottaviani. Cuando el problema de la coalición comenzó a agitarse,
el pueblo se preguntaba: "¿A quién debemos oír? ¿A Fanfani o a la
jerarquía?". Se esperó entonces la palabra oficial del Vaticano,
pero ésta no se dejó oír. En estos momentos, la Encíclica viene a
precisar dos cosas que aclaran el interrogante: •Los movimientos
que surgen de una doctrina están afectados por los hechos históricos
en los que participa, y por lo tanto, no pueden considerarse un
producto exclusivo de esa doctrina de la cual derivan. •En cuanto
a la colaboración con dichos movimientos, "toca decidir, sobre todo,
a quienes viven y actúan en los sectores de la convivencia". En una
palabra: toca decidir a los políticos y a los estadistas (¿Fanfani?
¿Kennedy?). En círculos católicos argentinos, al leer la nueva
Encíclica y conocer los comentarios de la prensa universal respecto
a la posibilidad de diálogo y convivencia con el comunismo, se hizo
el siguiente comentario: "¿Cuál es la posición auténticamente
cristiana que se debe adoptar con el justicialismo?". Página 33 •
PRIMERA PLANA 16 de abril de 1963
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"La Foto de la Semana" es, este martes, una radio foto
especialmente cedida a PRIMERA PLANA por una de las
principales agencias periodísticas internacionales: A
despecho de las visibles imperfecciones técnicas, esta
imagen registra el instante —miércoles 10 a las 8 de la
mañana, hora de Roma— de producirse una de las noticias más
importantes de nuestro tiempo. Con destino a una humanidad
neurotizada por el peligro y la tensión, el Papa Juan XXIII
entrega lo que ha de ser, tal vez, el documento más sereno,
más cuerdo, producido en este siglo: la Encíclica "Pacem in
Terris", que el conductor de quinientos millones de
católicos no ha querido —por primera vez en la historia de
la Iglesia— limitar a su grey. (Ver información en página
31.) |
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