Esta es una síntesis de los informes despachados
por los corresponsales y servicios de Panorama:
El Ilyushin
62, matrícula CCCP 8665 de la empresa soviética Aeroflot, pisó el
aeropuerto de Pudahuel a la hora señalada, las 17 del 10 de
noviembre. Se abrió la compuerta y Fidel Castro asomó para ver a
través de un día nublado la silueta de la precordillera, el anticipo
de una gran Sierra Maestra que soñó ver propagada sobre los Andes.
Al pie de la escalerilla se fundió en un abrazo con su amigo
Salvador Allende. A sabiendas, los dos mandatarios posaban para la
historia, que recordará el episodio como el principio del fin del
bloqueo impuesto a Cuba y el comienzo del retorno de la isla al
regazo americano. Luego se entonaron los himnos nacionales y el
comandante Castro saludó a la larga hilera de personalidades que
acudieron a rendirle homenaje de jefe de Estado, incluidos los tres
comandantes de las Fuerzas Armadas. Hizo un aparte con Raúl Silva
Henríquez, cardenal primado de Santiago, quien prometió orar por él
y por su patria, una ofrenda que Fidel agradeció.
Después,
ambos estadistas se encaramaron a un reluciente Ford y estalló el
delirio, la recepción más multitudinaria y entusiasta que conoce la
capital chilena. Tanto, que resultó imposible precisar el número de
la muchedumbre que se agolpó para vivar al visitante. Los diarios
locales hablaron de un millón y una agencia norteamericana llegó a
estimar baja esa cifra. Curiosamente, la agencia cubana Prensa
Latina proporcionó el cálculo menor, 880.000 almas. Otro indicio:
esta gran fiesta santiaguina dejó chica a la que la ciudad brindó al
general-presidente Charles de Gaulle. Para aproximarse a este júbilo
derrochado ante el comandante-primer ministro, hay que remontarse a
tiempos de Ibáñez, cuando llegó el general-presidente Juan Domingo
Perón. Cuatro veces la turba deshizo los cordones de seguridad y
frenó la caravana, haciendo posible cualquier atentado. En la plaza
Mapocho fue el turno de las floristas, que rociaron al premier con
una lluvia de pétalos y recibieron besos de su agasajado.
PRUDENCIA. Finalmente el líder cubano llegó a la
residencia de su embajador, un chalet ubicado en el elegante barrio
Vitacura, donde
se alojó con su guardia. Cerca de las 20 horas las puertas se
abrieron para dejar paso a un enjambre de periodistas y allí
declaró: "Los imperialistas deberían evaluar este encuentro porque
ellos hicieron lo indecible por separar nuestros pueblos". Y sugirió
a los profesionales que envíen en presente a Nixon, una película del
recibimiento. Observación innecesaria, pues la CIA y demás servicios
norteamericanos han tomado la precaución de acumular todas las
imágenes y la información que la Casa Blanca precisa para evaluar
este encuentro que inflige un masivo revés a su política
hemisférica. Al margen de la exaltación de las gestas
revolucionarias de ambos países y de los denuestos al imperialismo
yanqui, Fidel Castro, que desbordó simpatía, humor y destreza,
observó meticulosa prudencia. Omitió toda referencia condenatoria a
los gobiernos latinoamericanos y aceptó explícitamente la validez de
la vía pacífica hacia el socialismo por la que discurre don
Salvador.
EL PUENTE. Era de algún modo un
Castro diferente al que fustigó a dictaduras militares y gobiernos
liberales durante años. Y si tal gesto decepcionó a los castristas locales, los
activos guerrilleros del MIR, los analistas comprendieron
perfectamente los motivos que indujeron al representante de la vía
violenta a cultivar la suavidad diplomática. Es que Fidel está
deseoso de romper el bloqueo, con interés tanto político como
económico. En tal sentido, la preservación de la experiencia
allendista le asegura un puente hacia el continente, y debe saber
que la guerrilla, al intranquilizar a los civilistas militares
trasandinos, puede hacer peligrar el esquema que sostiene a la
Unidad Popular. Ello explica su actitud cara a los asuntos internos
de Chile. En cuanto a Latinoamérica, es probable que influya tanto
alguna sugerencia de su anfitrión como el ablandamiento reciente de
los gobiernos que favorecieron el ingreso de La Habana al grupo de
los 77. El comandante, que conoce de estrategia y dialéctica, tiene
sobrados motivos para imaginar que las contradicciones entre USA y
sus vecinos del sur, cada día más agudas, habrán de ocasionar
virajes que pueden convenir a los intereses de su patria y aun a su
proceso revolucionario. Ello en nada contradice el categórico
rechazo a un eventual ingreso al "Ministerio de Colonias", la OEA.
Una cosa es anudar lazos diplomáticos y comerciales con los países
latinoamericanos; otra, volver a la institución cumbre de un
panamericanismo que es de suyo incompatible con la revolución
latinoamericana.
DE GALA. Aquellas intenciones se prueban con
frases concretas. La más neta: "Yo no hablo de guerrillas sino en mi
país". En igual dirección se excusó de opinar acerca de los
Tupamaros y, "por las mismas razones", del ERP; afirmando la vía
democrática dijo que si fuera uruguayo y tuviese que votar lo haría
en favor del Frente Amplio y del general Líber Seregni. El jueves
por la noche, antes de asistir a la recepción en La Moneda, debió ir
más lejos, aceptando algunas reglas de un protocolo que,
notoriamente, detesta. Se dice que improvisó un uniforme de gala en
reemplazo de su habitual vestimenta verde oliva. En todo caso, es la
primera vez que se vio al corpulento comandante enfundado en una
casi coqueta casaca abierta en V, con pantalón a rayas, gorra estilo
conserje de gran hotel, camisa blanca, corbata y zapatos negros que
desplazaron a sus gruesas botas de media caña. El propio Fidel
comentó los aprietos en que estuvo, "cuando vi aquello". "Tomé la
corbata y pensé: «Seré capaz de hacer el nudo después de tanto
tiempo?» Entonces di una vuelta, otra vuelta, hice un lazo y quedó,
chico, sorprendentemente quedó."
LA GRAN ILUSION. La línea
externa que ensaya Castro quedó reiterada el sábado, en
Antofagasta, la capital del cobre chileno que se emplaza en pleno
Norte Grande, en medio del desierto. El episodio de mayor
importancia lo protagonizó en la Universidad, donde enfrentó a unos
2 mil muchachos. Contempló los emblemas y escuchó los lemas de las
variadas secciones en que se divide la izquierda chilena y se
expidió: "Muchas banderas distintas; me recuerdan los primeros
tiempos de la revolución cubana". Y luego: "El sectarismo es un gran
mal. Pero no podemos por ello hacernos ilusiones de que va a
desaparecer". Deslizó también una observación acerca de su país que
sin embargo se extiende como una encrucijada para el futuro próximo
de Chile: "Sería cosa de locos proponerse alcanzar los niveles de
las sociedades de consumo. Tenemos que dar educación a todos, salud
a todos, y no podemos dar automóviles a todos". En María Helena,
centro salitrero, el comandante embistió para defender el proceso
desencadenado por Allende, quien pide a los trabajadores incentivar
la producción y contener las reivindicaciones salariales, o sea,
hacer los sacrificios revolucionarios necesarios para despegar con
éxito hacia el socialismo prometido. Pidió Fidel lo mismo que pide
Allende: "Hay que deponer egoísmos y antagonismos para dedicarse a
producir más, porque ahora los nitratos pertenecen a todos los
chilenos, así como el cobre y los textiles". Idéntica recomendación
endilgó a los mineros: "Ahora el cobre es de Chile y de ustedes
depende que sirva para su desarrollo". Y para coronar el respeto a
la experiencia que estudia, sentó los límites de la propia con un
concepto que causó escozor a la ultraizquierda: "La revolución
cubana no es modelo de exportación: se hizo para Cuba, porque era la
única manera de lograr para mi país la independencia total".
AMORES. En suma, Fidel se comportó como un íntimo aliado de
Salvador. Este recibió un apoyo que lo fortalece en su polémica con
los guerrilleros, y aquél, un despliegue de masas que confirma su
prestigio internacional. Pero esta semana Allende consiguió otro
triunfo, menos publicitario, casi apagado por la inusitada
publicidad dedicada a Castro. Tras saludar al compañero presidente,
François Mitterand, líder socialista francés y figura destacada de
la II Internacional, prodigó su aliento: "Veo una experiencia muy
original, ya que se realiza en la síntesis siempre buscada por los
socialistas: de una parte la reforma revolucionaria de las
estructuras económicas y de las fuentes de producción y, de la otra,
un respeto escrupuloso de las libertades democráticas". Desde los
guerrilleros hasta los socialdemócratas extranjeros, que se repudian
mutuamente en sus países, todos los izquierdistas parecen de acuerdo
en que Chile ha despejado un nuevo camino. Por ahora.
CHILE
(II) Dos puntas tiene el camino ¿Quién gana con este
encuentro, Castro o Allende? La pregunta es una de las claves que
los analistas buscan develar. Para acercar respuestas al
interrogante, Panorama elaboró dos interpretaciones.
I La
visita a Chile que Fidel Castro, líder del camino hacia el
socialismo por medio de balas, realiza por invitación de Salvador
Allende, líder del camino hacia el socialismo por medio de votos,
representa para este último un paso tan coherente con su estrategia
global como lo fue su aparente antinomia, el acercamiento a
Alejandro Lanusse. Las razones que empujaron al presidente
trasandino a elegir la Argentina (el encuentro de Salta) para su
primer viaje oficial son discernibles. Allende necesitaba ante todo
desahuciar a los derechistas que prometían aislamiento para Chile
por culpa de su gobierno izquierdista; éste conduciría
inevitablemente a enfriar relaciones con sus 3 vecinos —Argentina,
Perú y Bolivia—, además de enemistarlo con USA, poniendo así ante
grave riesgo la seguridad interna. Fue precisamente la cautela
del interés nacional el valor que fijó la prioridad de las andanzas
alllendistas en la escena exterior. A mediados de año, en Salta, Don
Salvador pudo exhibir su primera carta de triunfo: el certificado de
defunción de las fronteras ideológicas que extendió junto al
teniente general Lanusse. O sea, probó que las ideas de su régimen
no impedían en nada el estrechamiento de lazos con su vecino más
potente. En el mismo horizonte se ubicaban Perú y Bolivia, países
limítrofes que históricamente se enfrentaron a Chile. La segunda
gira (Perú, Ecuador y Colombia) estuvo pues orientada a elevar el
tono de las relaciones con un vecino — Perú— y al mismo tiempo a
consolidar su situación con los socios del Pacto Andino. Si del
periplo resultó excluida Bolivia no fue por deseo de Allende, quien
esperaba cambiar embajadores con La Paz y avanzar en la solución de
las disputas pendientes. La caída del general Juan José Torres, que
con el general Juan Velasco Alvarado y el propio Allende coloreaba
el tríptico nacionalista de izquierda del Pacífico Sur, detuvo tales
aproximaciones. Instalado el derechista coronel Banzer en el Palacio
Quemado, el cuadro ha involucionado y poco podrá hacerse en este
período para mejorar el trato bilateral. En el Perú se cosechó lo
esperado. Las diferencias constitutivas de ambos sistemas en nada
desdibujan ciertas reconocidas similitudes de fondo marcadas por
paralelas tendencias nacionalizadoras, reformistas y de diplomacia
independiente. En cuanto al Pacto Andino, del que Santiago fue
instigador y fundador durante la administración de Eduardo Frei,
importaba desmentir las voces que insinuaban que la presencia de un
Estado socialista se haría a la larga incompatible con la de socios
que se rigen según pautas capitalistas. Ya que para compensar la
estrechez de su mercado interno Chile requiere integrar su
desarrollo a esa escala subregional, meta asimismo de su futuro
exportador, era indispensable para el mandatario demostrar que sus
interlocutores lo aceptan de buen grado. Y así sucedió en Lima,
Quito y Bogotá. La prioridad asignada a tales objetivos postergó
deliberadamente la llegada del premier cubano. Allende pudo invitar
a su amigo y antecesor Castro a la ceremonia de asunción que el 4 de
noviembre de 1970 lo convirtió en el segundo jefe de Estado marxista
de América, y no lo hizo. En varias ocasiones observó que la hora
señalada llegaría cuando conviniese tanto a él como a su colega.
Siempre desde el ángulo de la diplomacia de La Moneda, el móvil de
esta jugada es trasparente: consagrar la amistad con el campo
socialista, en el que espera colocar su huerto la Unidad Popular
(UP). Por lo demás, ambos países, que reanudaron su intercambio en
tiempos de Frei a despecho del bloqueo patrocinado por USA, pueden
ventajosamente ampliar su comercio. Pero la nota distintiva de
este acontecimiento consiste en que cumple un papel destacado en la
política interna. Hace . añicos la machacona campaña conservadora
que gastó millones (de escudos, de papel, de tinta) en explicar que
Allende terminará trasfigurado en otro Castro y que Castro es un
monstruo al que el pueblo detesta. La excepcional bienvenida que los
chilenos ofrendaron al monstruo indica que la campaña no ha surtido
efecto, y por supuesto, fortalece a la UP. Comprueba también que no
son profetas en su tierra los hombres que como el senador radical
(ala derecha) Laemmerman anunciaron: "La visita de Fidel Castro no
es simpática para Chile". En este embarazo no se encuentra la
Democracia Cristiana, que optó por inteligente variante: declarar
grato al recién venido en homenaje a la larga tradición hospitalaria
nacional. A siniestra el apoyo es directo, como Don Salvador se
encargó de señalar. La mera presencia de Fidel, que no se movía de
su patria desde hace 8 años, le otorga un espaldarazo en pleno plexo
izquierdista, donde la ultraizquierda polemiza con la UP. La
circunstancia en que llega el premier añade relieve a su ademán:
hace unas semanas La Moneda dio orden a los uniformados de reprimir
tomas ilegales de tierras y sitios descargados por los guerrilleros
del MIR, es decir, los castristas chilenos. Un provisorio
análisis en lo que concierne a este sector insinúa que Allende,
merced a su invitado, acaso logrará atenuar el debate promovido por
los miristas, aunque el movimiento no ceja en su tesis, reiterada el
8 de noviembre: "Seguimos pensando que se están llevando a cabo
concesiones que los trabajadores y los revolucionarios deben
combatir para unir así a la izquierda para avanzar y juntos golpear
al enemigo fundamental". Hasta qué punto el cubano está resuelto
a bendecir explícitamente a la vía chilena y a su pacífico
conductor, y a desalentar a los castristas vernáculos, es incógnita
que podría despejarse en la Universidad de Concepción, foco mirista,
cuando dicte una clase magistral. Es improbable que los violentos
activistas enmudezcan; allí mismo el joven líder Nelson Gutiérrez
espetó meses atrás sus ideas ante Allende y escuchó luego la réplica
presidencial. Pablo Piacentini
II Con la visita de
Fidel Castro a Chile empieza a resquebrajarse un muro menos
comentado que el de Berlín. Ese muro no lo alzaron los cubanos:
lo padecieron. Durante doce años ningún cubano pudo viajar
legalmente a Latinoamérica, ningún barco latinoamericano entró en
sus puertos ni los suyos en los del resto del continente. Se
cortaron las relaciones diplomáticas, se bloqueó el comercio, se
secuestraron sus publicaciones y sus películas. Nadie pudo
asistirlos en sus calamidades naturales: huracanes, inundaciones; ni
en sus calamidades provocadas: la invasión, la escasez. A Cuba no se
podía mandar un remedio, una carta por las vías normales. Quien
deseara ver lo que pasaba allí debía dar un rodeo larguísimo, por
Moscú o por Praga, por Terranova. Allá faltaron a veces cosas
elementales: zapatos, hojitas de afeitar, dentífrico. Aunque en el
resto de América latina hubiera industriales agobiados por crisis de
superproducción, no podían exportar a Cuba. Todo sucedía como si los
8 millones de cubanos fueran la causa de los males que padecen 250
millones de latinoamericanos. Porque Cuba fomentaba la rebeldía,
veinte países —un continente— rompieron con ella. ¿Se acabó acaso la
rebeldía guerrillera? Sin embargo algunas cancillerías sugieren que
ya es hora de que Cuba vuelva a las conferencias panamericanas.
¿Pretenderán quizás que Cuba apague la rebelión? Sería tan ilusorio
como el punto de partida: imaginar que la gente puede rebelarse por
mero consumo de ideología. La exclusión de Cuba de la comunidad
latinoamericana no logró, por lo tanto, los objetivos buscados. El
recibimiento excepcional que centenares de miles de chilenos acaban
de dar a Fidel Castro es la primera demostración. Para observarlo no
es preciso compartir las ideas o la política interna del gobierno
cubano, sino el sentimiento más generalizado y profundo de repudio a
la injerencia norteamericana en los destinos de América latina.
Cuba, guste o no, encarna ese sentimiento. El desbloqueo
impulsado por Salvador Allende tendrá en la isla efectos
psicológicos y políticos, más que económicos. Chile no puede proveer
el petróleo que Cuba recibe de la Unión Soviética, los tractores que
compra en Italia, los pesqueros que trae de España, las plantas
industriales que adquiere en Inglaterra y Francia, países que
resultaron más "hermanos —o menos tontos— que América latina. Puede,
sí, colocar algunos renglones de su industria liviana. Pero el viaje
de Fidel Castro a Chile hará sentir a cada cubano que en definitiva
tuvieron razón, aunque el precio de la razón haya sido tan elevado.
La lección que se desprende no es sólo para |el presidente Nixon,
como dijo Fidel Castro. La apertura chilena, su probable corolario
peruano, demuestran que una política exterior independiente es
inseparable de una política interna independiente y que, dentro de
diversos modelos, ése es el camino del resto de América latina.
A La Habana me voy Entre los puentes que comunicarán a Cuba
con el continente se cuenta el delineado por la empresa aérea
chilena para unir Santiago y La Habana. Tal idea, que seguramente no
agradó a los circuitos norteamericanos, fue torpedeada cuando el
Eximbank, siguiendo instrucciones de la Casa Blanca, negó al
gobierno de Allende créditos para adquirir 3 Boeing. Acerca de este
entredicho, Panorama entrevistó en Santiago al vicepresidente
ejecutivo de LAN Chile, Rodolfo Ortega: Panorama. —¿Cuál es el
estado de las gestiones para adquirir los Boeing? Rodolfo Ortega.
—Es pública la demora del Eximbank en relación al crédito de 26,5
millones de dólares que solicitamos a fin de adquirir dos Boeing 707
y uno 727. Pero para entender el problema en su conjunto, convendrá
recordar que las fábricas hacen versiones distintas de las mismas
máquinas, según los pedidos y las necesidades de las compañías.
Nuestra primera compra consistió en un reactor del tipo que utiliza
Lufthansa y hemos standardizado los siguientes a la misma versión.
Hoy contamos con dos Boeing 707, cantidad que no justifica montar
una infraestructura propia de mantenimiento, por lo cual seguimos en
combinación con los alemanes. Ella estaría justificada a partir de 4
aparatos. Para integrar nuestros equipos, entonces, también estamos
en conversaciones con grupos privados de USA, Canadá y Europa con
bastante expectativa de concretar el crédito. —En caso de verse
LAN obligada a comprar máquinas en la URSS, ¿cuáles serán las
ventajas y desventajas? —Las ventajas de la rápida y conveniente
obtención de un financiamiento que en principio ya está conversado.
Las desventajas, todas las inherentes a cualquier cambio de equipo
de vuelo por adiestramiento y para establecer una red de manutención
que implica una gran inversión inicial. Tales problemas de
adaptación no surgen porque se trate de máquinas soviéticas, sino
que son comunes a cualquier cambio de esa naturaleza. —¿A qué se
debe que LAN no habilitó aún la línea Santiago-La Habana? —Ello
depende de la disponibilidad del material aéreo. Tenemos igualmente
el proyecto de llegar a Australia. Pero quiero aclarar que aquella
ruta es en realidad la del Atlántico Medio, que en la actualidad
atienden Iberia, Air France y Lufthansa. Dentro de esa área, la ruta
que planeamos contempla diversas ventajas: 1) Ofrecemos la única
conexión en tránsito con La Habana que aún no existe, pues las demás
son terminales. La nuestra unirá Santiago, Lima, La Habana, Madrid y
Frankfurt; 2) captaremos el muy creciente tráfico latinoamericano
hacia y desde Cuba y también un servicio entre la isla y Europa, que
tiene bastante demanda; 3) Por lo tanto, estamos iniciando una ruta
que ha sido proyectada basándose primeramente en la factibilidad
comercial y que será además un vínculo de trasporte entre Chile y
Cuba. PANORAMA, NOVIEMBRE 16, 1971
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