Sin representación en los partidos políticos, los
estudiantes adoptan la violencia para expresar su voluntad
de cambio. Enfrentamiento con los neonazis, que balearon a
uno de sus líderes.
Los protagonistas son tres: Rudi
Dutschke, alias Rudi el Rojo, de 28 años, líder máximo de
los estudiantes izquierdistas de Alemania; su fallido
asesino Joseph Bachman, de 23 años, admirador de Hitler y de
Napoleón; el presunto "instigador moral" del crimen, Axel
Springer, de 55 años, que a través de un holding de
editoriales controla el 25 por ciento de la prensa alemana y
el 78 por ciento de los diarios de Berlín occidental. Estas
tres imágenes se recortan sobre un fondo de manifestaciones
estudiantiles y de cargas policiales, configurando una etapa
crítica en la historia de la Alemania de posguerra. El
jueves 11, Dutschke acababa de salir de la sede de la Liga
de Estudiantes Socialistas Alemanes (SDS) y recorría Berlín
occidental montado en su bicicleta roja, cuando tres balazos
lo hirieron: uno de ellos le interesó el cerebro. La policía
arrinconó en un sótano al autor de los disparos, quien,
después de tomar 20 pastillas de un somnífero, hizo fuego
sobre las fuerzas policiales; en el tiroteo resultó
gravemente herido. Rudi Dutschke y su agresor Joseph
Bachmann fueron a dar al mismo hospital, los dos al borde de
la muerte. A fines de la semana pasada, ambos estaban
francamente recuperados. La que seguía gravemente herida era
la propia Alemania. El primer ministro Kurt Kiesinger así lo
intuyó apenas se produjo el intento criminal, al apresurarse
a enviar un telegrama de solidaridad y simpatía a la mujer
de Dutschke. Las buenas palabras de Kiesinger no
bastaron: de inmediato, nutridos grupos estudiantiles
ganaron la calle en las principales ciudades y especialmente
en Berlín occidental. El Viernes Santo irrumpieron en una
iglesia protestante portando cruces, banderas de Vietnam del
Norte y retratos del "Che" Guevara, e incitaron a los
atónitos fieles a que meditaran sobre el crimen cometido
contra Dutschke. Ponían así en acción la prédica de "Rudi el
Rojo": alertar violentamente las conciencias alemanas
"dormidas"; actuar como un faro "extraparlamentario" capaz
de denunciar los males del país y del mundo: desde la
rigidez autoritaria de los claustros universitarios y los
aumentos indebidos del transporte, hasta la guerra en Asia
del Sudeste y el peligro de la bomba atómica. La protesta
estudiantil se descargó airadamente sobre los diarios de la
cadena Springer, que desde hacía varios meses llevaban a
cabo una virulenta campaña contra "Rudi el Rojo". Los
jóvenes izquierdistas acusaban a Axel Springer de haber
creado el clima propicio para "el primer crimen político de
la Alemania de posguerra", con las diatribas contra Dutschke
pregonadas por sus periódicos, especialmente el
sensacionalista Bild Zeitung. Mientras obstaculizaban por
todos los medios la distribución de los diarios del llamado
"Zar de la prensa alemana", reclamaban insistentemente que
la cadena Springer fuera nacionalizada. Día tras día, Berlín
occidental y otras grandes ciudades presenciaron batallas
campales entre la policía (gases y perros alsacianos) y los
estudiantes (adoquines y bolsas de pintura). Axel
Springer se defendió diciendo que sus diarios atacaban tanto
la extrema izquierda como la extrema derecha. En verdad, el
diario de más valor de la cadena, Die Welt, se inclina cada
vez más a una posición militarista (contra el tratado de no
proliferación nuclear y a favor del rearme) y a una total
intransigencia con respecto a la Alemania comunista,
ignorando los esfuerzos de distensión del gobierno de
Kiesinger. Hace poco, el diario de extrema derecha Deutsche
National-und Soldatenzei-tung felicitaba a Axel Springer por
haber comenzado a defender, en Die Welt y los otros diarios
de su cadena, las mismas ideas que el órgano neonazi apoyaba
desde hacía ya años... De todos modos, aunque sus enemigos
no sean sólo jóvenes revoltosos sino también grandes diarios
y grupos políticos importantes, Axel Springer es demasiado
poderoso como para ser seriamente inquietado. Los que sí se
inquietaban eran los miembros del gobierno de Kiesinger: la
semana pasada, sólo habían atinado a aumentar las penas y
las precauciones represivas contra la juventud revoltosa, lo
que a lo sumo es un freno, pero no un remedio. La figura
central del proceso es el herido Rudi Dutschke. Su Liga de
Estudiantes Socialistas apenas nuclea tres mil miembros; la
influencia de Rudi, en cambio, rebasa esos estrechos
márgenes y se ejerce sobre todo Un sector juvenil, aún
minoritario, pero cada día más extenso. Sin embargo, los
comunistas de Europa oriental desdeñan a Dutschke; los
líderes de la juventud polaca acaban de afirmar que Rudi es
"un hippie americano revisionista -trotskista -maoísta"...
Es cierto que la ideología de Dutschke (quien se
autodenomina cristiano, revolucionario y marxista, y que ha
usado el apodo de Ernesto Guevara —Che— como nombre para su
hijo) es confusa, pero su palabra y su presencia son un imán
poderoso. Por su parte, el fallido asesino Joseph
Bachmann (pintor de brocha gorda de Munich, a menudo
desocupado; un delirante con ganas de hacerse ver, dueño de
un hosco carácter de "lobo solitario". . . exactamente como
Hitler en su juventud) configura un "caso-límite". Bachman
representa a cierto sector juvenil, minoritario, que expresa
su repudio "por la prosperidad conservadora y la comodidad
conformista" de la Alemania creada por sus mayores,
erigiendo en "mito glorioso" los brutales triunfos del
Tercer Reich. Si los jóvenes neonazis se recluían en
general entre sectores escasamente. preparados en lo
intelectual y resentidos por sus ambiciones incumplidas, los
adeptos de Rudi Dutschke son casi siempre universitarios de
alta burguesía o de clase media acomodada, que se codean en
su revuelta con famosos dramaturgos como Peter Weiss o
filósofos de nota como Ernst Bloch. Entre los jóvenes
arrestados durante las manifestaciones se encontraba Peter
Brandt el hijo mayor de Willy Brandt, ministro de Relaciones
Exteriores de Alemania Federal y líder del partido
Social-Demócrata, coaligado con la democracia cristiana en
el gobierno. La presencia de Peter Brandt es todo un
símbolo; también lo son las palabras que pronunció al ser
liberado (mientras su padre hacía urgentes llamamientos a la
cordura): "Las manifestaciones continuarán; más aún, se
acrecentarán". Lo dramático de la insurrección juvenil no
es poner en cuestión un statu quo por ahora sólidamente
asentado en una Alemania rica que quiere poner una lápida de
olvido sobre Hitler, los crímenes nazis y las guerras de
conquista, para "tener buena conciencia y engordar en paz",
como dice Dutschke. Lo dramático es el corte profundo y casi
irreversible que separa a la joven generación de sus
mayores. La voluntad de cambio de la juventud no encuentra
expresión en los partidos existentes y se vuelca en
extremismos caóticos. Ya hubo dos muertos: un fotógrafo
alemán y un estudiante. Reprimir a los agitadores no basta,
pero el gobierno de Kiesinger no puede proponer otra
alternativa que colme la brecha generacional, cada vez más
honda, que socava los cimientos mismos de la sociedad
alemana. Revista Siete Días Ilustrados 23.04.1968
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Berlín bajo piedras y agua: más de 3.500manifestantes chocan
con la policía el tercer día de sus manifestaciones
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