Kennedy en la ladera: Hay que trepar, aunque la
cumbre tal vez no exista
John F.
Kennedy es el mejor y más consciente critico de su gobierno.
"Si bien en la isla persiste el peligro, en Cuba se ha
eliminado una amenaza mortal", dijo la semana pasada,
leyendo ante el Congreso su mensaje anual sobre el estado de
la Unión. ''La mera ausencia de la guerra no es la paz",
continuó. "La simple ausencia de una declinación económica
no es expansión".
Habiendo cumplido dos años de gobierno, sentencia: "Esta es
la ladera de la montaña, no la cumbre." Todo el mensaje
insiste en que es preciso seguir trepando por esa ladera,
aunque la cumbre tal vez no exista.
¿Inflación? En
este momento, "cuando no hay crisis militar alguna que
socave nuestros recursos" y "cuando el dólar impone renovado
respeto", se trata de dar un salto para acabar con ese 5 %
de desocupación permanente que sirve de argumento para
presionar en favor de la semana de 35 horas de trabajo (lo
que aumentaría el costo de cada hora en un 14 %). Para dar
ese salto, la economía norteamericana necesita, por algunos
años, a juicio de Kennedy y sus colaboradores, un
presupuesto desequilibrado. El mensaje propone una
reducción de impuestos cifrada en 13.500 millones de dólares
(11.000 para los contribuyentes individuales y el resto para
las corporaciones), pero no una reducción equivalente de los
gastos fiscales. Aquella rebaja se hará en tres años, y
debería promover una reactivación económica tal que,
mediante la reforma tributaria, se podría recuperar la
cuarta parte de esa suma. Pero el presupuesto continuará
desnivelado hasta 1965, al menos. "Esta es la manera más
segura y razonable de lograr con el tiempo un presupuesto
equilibrado en una economía equilibrada, y con ocupación
plena". Ese considerable aumento de poder adquisitivo
"estimulará la iniciativa y la disposición de asumir riesgos
— del que depende nuestro sistema de libre empresa—
propiciando más inversiones, un aumento en la producción y
la ocupación, ayudará al logro de dos millones de nuevos
empleos que necesitamos cada año, y reforzará el principio
norteamericano de mayor remuneración por mayor esfuerzo".
La primera reacción del Congreso fue reticente. La
desgravación a los contribuyentes individuales beneficiará
políticamente al partido demócrata en los comicios de 1964.
Los grandes intereses esperaban una desgravación más
importante a las corporaciones. Algunos expresaron
satisfacción por el hecho de que el gobierno no haya
recurrido, para reactivar la economía, a un incremento
notable de los gastos federales. Pero, de todos modos, se
expresa corrientemente un agudo temor a la inflación.
No habrá victoria "Nuestra patria no puede permitirse
el ser materialmente rica, pero espiritualmente pobre", ha
dicho Kennedy. Su programa social, referido a la salud y la
cultura, con asistencia especial a los jóvenes y a los
ancianos, será neutralizado financieramente, en parte, por
una reducción en su "costo presupuestal". El presidente
afirmó que en los dos últimos años se han mantenido
inalteradas "las fronteras de la libertad", que EE.UU.
"reafirmó su superioridad científica y militar" global (en
el espacio cósmico se han redoblado los esfuerzos "para
tomar la delantera en el futuro"), y no sólo aceptó el
cambio social y el cambio de poder internacional sino que ha
demostrado ser más resistente que el adversario. Unos 50
países adquirieron recientemente su independencia, y ninguno
de ellos cayó en poder del comunismo. Pero, además, "está
claro que las fuerzas de la diversidad se hallan activas
dentro del campo comunista, a pesar de la disciplina férrea,
de la regimentación, del dogmatismo rígido... Se comprueba
que Marx estaba equivocado, ya que son las cerradas
sociedades comunistas, no las sociedades libres y abiertas,
las que llevan dentro de sí las semillas de la
desintegración interior". El presidente analizó, en
particular, la desavenencia chino-soviética. "Una
dislocación no es una fractura", previno. "El desacuerdo se
refiere a los medios, no a los fines: una controversia sobre
el mejor medio de sepultar al mundo libre no constituye
motivo de regocijo para Occidente". Pero "si todas estas
tendencias y acontecimientos pueden persuadir a la URSS de
que se oriente hacia soluciones de paz, hagámosle saber que
las naciones libres todas irán con ella". "Si reconocen (los
jefes del Kremlin) que existe mayor seguridad en aceptar la
inspección (de sus bases atómicas y balísticas) que en
permitir que nuevas naciones (China, evidentemente, y tal
vez Europa) dominen las negras artes de la guerra nuclear...
en ese caso, el campo de entendimiento podrá, sin duda,
ensancharse". "No consideramos al desarme como un sueño
irrealizable". En todo caso, EE. UU. no aspira a la victoria
como nación o como sistema de gobierno, porque "el mundo
moderno es muy pequeño, sus armas son muy destructivas ..
para demandar otra clase de victoria". A lo que aspira es a
la paz y a la competencia fecunda.
Expansión
comercial Pero, entre tanto, los gastos de defensa no
pueden disminuir sustancialmente: el nuevo presupuesto
militar insumirá también unos 50.000 millones de dólares, de
los cuales 15.000 millones serán dedicados al "sistema de
armas nucleares", tanto como los gastos de defensa de todos
los aliados europeos juntos. Las recientes diferencias entre
los aliados se explican porque EE.UU. entiende que sus
socios deben compartir mejor las cargas. En todo caso, "son
diferencias sinceras entre asociados sinceros", y subsiste
"un acuerdo básico en los asuntos fundamentales". Tampoco
podrá haber desmayos en la ayuda al extranjero y
particularmente en lo que concierne a la Alianza para el
Progreso. "No es lógico que gastemos 50.000 millones de
dólares al año para impedir su avance militar (el del
comunismo), y nos neguemos a gastar, principalmente en
productos norteamericanos, menos de una décima parte de esa
suma para ayudar a otras naciones a afianzar su
Independencia...". Pero la principal contribución de EE.UU.
al desarrollo de América latina, por ejemplo, consistirá en
un comercio equitativo. "Nada de cuanto hagamos por ayudar a
los países en proceso de desarrollo los ayudaría tanto como
una floreciente economía (norteamericana) compradora de
materias primas." Kennedy puso en guardia contra el posible
proteccionismo del Mercada Común Europeo y anunció que hará
uso de la autoridad que le fue conferida por el Congreso
"para estimular la expansión comercial" en el mundo entero.
Un problema desalentador, en esta materia, es el de los
excedentes norteamericanos: ya valen más de 16.000 millones
de dólares (7.500 los excedentes agrícolas y 8.500 los
artículos de valor estratégico). "Debemos continuar los
subsidios a los agricultores, pero no deberíamos crear más
excedentes agrícolas...". "Deberíamos tener facultades (el
ejecutivo) para disponer del excedente (en materiales
estratégicos) en forma que no provoque trastornos en el
mercado". Pide una autorización análoga a la de la ley 480,
que permitió disminuir los excedentes agrícolas. ______
Berlín
Nuevo esfuerzo ruso para declararla "ciudad libre"
Un oscuro funcionario de la cancillería de Pekín —el
primer ministro Chou En-lai no aceptó la invitación— fue
encargado de responder al ataque verbal que, sin duda,
lanzaría Nikita Kruschev desde Berlín-Este, durante la
inauguración del congreso comunista alemán. Wu Shiu-cuan,
sobre quien recaían todas las miradas, adoptó, durante el
discurso del jefe soviético, un aire que, si no se tratara
de un chino, sería inteligente calificar de "enigmático".
Aplaudió al principio y al final, pero no manifestó la menor
emoción en los pasajes que aplaudía toda la concurrencia:
los que se referían a la disidencia ideológica entre las dos
potencias comunistas. El discurso de Wu fue deliberadamente
opaco.
Kruschev pareció eludir el enfrentamiento definitivo que
algunos vaticinaban. Prefiere,, sin duda, que la polémica se
siga librando a través de los macizos editoriales de
"Pravda" y "Diario del Pueblo", que a menudo ocupan las tres
cuartas partes de una edición. Sus adversarios chinos han
llegado a acusarle de "querer restablecer el capitalismo en
Rusia, traicionando la revolución de octubre".
Aparentemente, no ha querido seguirlos en ese terreno.
Ante los dirigentes comunistas de setenta naciones, Kruschev
advirtió secamente a los chinos que deben aceptar la
disciplina del movimiento, y rechazó la propuesta de reunir
una nueva conferencia interna. "Primero hay que detener la
polémica en la prensa". Su argumento fue lapidario: "Los
Estados Unidos tienen 40.000 bombas atómicas. ¿Qué ocurriría
si alguien dejara caer todas estas bombas sobre la
humanidad? Sucumbirían entre 700 y 800 millones de personas,
y muchos países desaparecerían. Yo no quiero asustar a
nadie, me limito a citar hechos. ¿Triunfaría el socialismo
en una guerra termonuclear? No. Ustedes no pueden construir
el socialismo en un territorio atómicamente infectado".
Esto no significa que la URSS pueda abandonar la defensa de
"los intereses de la clase trabajadora" de todo el mundo, ni
desinteresarse de "las luchas de liberación". En ese
sentido, posee "una nueva bomba de 100 megatones, que no
podría ser empleada en Europa", porque destruiría también a
los países comunistas, pero que debe inspirar respeto a USA.
Más tarde, visitando el muro de Berlín, levantado por Walter
Ulbricht hace 17 meses, dijo a los periodistas: "Antes de mi
muerte alcanzaré a ver el derrumbe del capitalismo, y lo
saludaré con un hurra. Aplaudiré cuando suceda, pero no
pelearemos para establecer el socialismo en ningún país. Es
asunto de ellos. Nuestras simpatías y nuestro apoyo para
quienes entierren al capitalismo".
Otra propuesta
Kruschev, durante su estada en Berlín, entró en contacto con
el burgomaestre del sector occidental y con "ciertos
círculos del gobierno de Bonn". Brandt no pudo aceptar
oficialmente la entrevista, por oposición de sus ministros
demócratacristianos; pero, de todos modos, la conversación
se habría realizado. Se presume que de esta conversación
puede salir una nueva fórmula para revisar el estatuto de
Berlín. Erich Mende, jefe del partido liberal de la
R.F.A., declaró que la prensa soviética "seguirá
exteriormente dando pruebas de una extremada intransigencia,
mientras, por otro lado, sus conversaciones diplomáticas con
USA pueden estar en un punto mucho más avanzado de lo que
surge del discurso de Kruschev". En círculos oficiales de
Washington y Londres se expresa cierta disposición a
"negociar con la URSS la posibilidad de una participación de
la ONU en el problema de Berlín". En su discurso, Kruschev
insistió en su propuesta de convertir a Berlín-Oeste en
"ciudad libre", con una concesión más: los 11.000 soldados
occidentales podrían permanecer allí, aún después de firmado
el tratado de paz alemán. Bastaría con que enarbolaran la
bandera de la ONU. Las potencias occidentales estiman, sin
embargo, que sus derechos derivan de la victoria sobre el
nazismo y de los acuerdos de Potsdam, de modo que no pueden
ser transferidos. Revista Primera Plana 22.01.1963
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