Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Cine
Luis Buñuel
Revista Primera Plana
04.12.1962

Buñuel: cáscara de impiedad para cubrir a un místico

Este gigante con ojos adormilados y cara de demonio se llama Luis Buñuel. Va a cumplir 63 años el próximo verano, pero si tuviera toda la edad del mundo no podría ser más subversivo y violento de lo que es ahora.
Mírenlo: desde 1928 se ha negado al reposo, y aun en estos días, a las puertas de la vejez, vive al acecho de Dios para poder plantársele delante y escupirlo en el rostro. Se dice que estalla en los más catastróficos juramentos contra la Eucaristía y la Pasión de Cristo; se dice también que come poco, porque su alimento es la provocación.
Hace un par de años, "L'Osservatore Romano" indicó que su obra era "un ejemplo de impiedad", y con esa inculpación parecía lanzar una severa advertencia contra el jurado de la Oficina Católica en Cannes, que estuvo tentado de premiar "Nazarín" y que no lo hizo sólo porque dos de sus cinco miembros defeccionaron a última hora.
Hay abundantes sospechas de que Buñuel sea un místico. Pero más allá de esa discutible conjetura, casi no quedan dudas de que es un genio, un genio de cuya boca, piel y manos escapan enanos, mendigos, monstruos, santos, figuras que están más arriba o más abajo de la tierra.
Nació un 22 de febrero en la villa de Calanda, Teruel, y sus antecesores han sido nobles aragoneses. "Mis orígenes (familia católica, burguesía española, educación con los jesuitas), el hecho de vivir en esta mitad del mundo, me conducen casi fatalmente a interesarme por las cuestiones de la sociedad burguesa. Mi niñez y mi juventud transcurrieron bajo sus normas y principios mutiladores. Descubrir a Darwin fue para mí un principio de liberación intelectual. Mis posteriores relaciones con los surrealistas y mi absoluta coincidencia con su visión del mundo me empujaron a una lucha por la libertad del hombre, para cuyo logro hay que destruir los pilares de la sociedad burguesa. Y hay que destruirlos en cuanto se han erigido como categorías supremas, como principios inatacables". Esta confesión es la última que haya hecho Buñuel fue publicada hace 3 meses por "La Cultura en México" y es, quizá, la mejor explicación conocida a propósito de su virulencia revolucionaria.

Dalí le da la espalda
A los 18 años se inició en la crítica cinematográfica y colaboró en la fundación de dos cine clubes madrileños. Por entonces estudiaba ciencias biológicas y era asistente del neurólogo Ramón y Cajal: conocer la anatomía humana iba a servirle luego para describir cómo sobre esa anatomía pueden ejercitarse las más falaces crueldades.
En 1924 viajó a París como agregado científico ante la Liga de las Naciones, y a los 6 meses de llegar estaba ya sumergido en el movimiento surrealista. Consumó un paciente aprendizaje junto a Jean Epstein, al que asistió en tres films (el último fue "La caída de la casa Usher"), hasta que en 1928 se sintió a punto para navegar solo. Quería realizar la biografía de un periódico cuyas páginas se iban animando pausadamente, pero Salvador Dalí lo disuadió de emprender esa tarea y lo Alentó a filmar "Un chien andalou" ("Un perro andaluz", 1928). El propio Dalí colaboró en el libreto de esa obra y ejerció la co-dirección de "L'age d'or" (1930), su film más escandaloso. Doce años después, el pintor-íntimo-amigo iba a enviar al Museo de Arte Moderno, en Nueva York, la denuncia de que Buñuel era "un hombre subversivo" y a provocar su despido con esa delación.
Sólo dos películas de Buñuel han sido realizada en tierra española, "Las Hurdes" (1931) y "Viridiana" (1961), y ambas están prohibidas allí. El gobierno republicano calificó a "Las Hurdes" de injuriosa para el país e hizo de su exhibición en el extranjero un problema diplomático. El generalísimo Franco iba a repetir punto por punto ese juego con "Viridiana".

Basta de cine
"Después de «Las Hurdes» me fui a París —cuenta Buñuel—. No quería. hacer más películas. Trabajé para la Paramount en algunos doblajes y luego la Warner me devolvió a España, donde produje cuatro films cuyos títulos he olvidado. Entonces vino la Guerra Civil, y yo creí que el mundo se acababa".
Hay un largo interregno entre el 38 y el 42, durante el cual Buñuel trabaja como jefe de doblaje en el Museo de Arte Moderno, hasta que el incidente con Dalí lo arroja campo afuera. "El episodio me dejó bastante abatido. Yo estaba sin ahorros". Lo salvó del desastre un casi inverosímil llamado de la Inteligencia de USA para que trabajase como locutor en films de la Armada. Luego se marchó a México, "para dedicarme durante un año a mi gran ideal: no hacer nada". El productor Oscar Dancingers le impidió salirse con la suya. En 1948, Buñuel se vio enterrado hasta los huesos en una comedia musical, "Gran Casino", que buscaba el lucimiento personal de Jorge Negrete y Libertad Lamarque. "Los hice cantar todo el tiempo. Aquello parecía un torneo".

Subida al cielo
La mejor y la peor obra de Buñuel está casi íntegramente concentrada entre 1950 y 1961, entre "Los olvidados" y "Nazarín". "Los olvidados", según el propio realizador, "es un film de lucha social. Yo venia de observar cosas que me habían conmovido y quise trasplantarlas a la pantalla, pero siempre con esa especie de amor que tengo por lo instintivo y lo irracional. Lo raro es que me atrae esa región de lo desconocido y aún no he logrado saber por qué". El film obtuvo un premio en Cannes y es una antología del mejor Buñuel. Sus protagonistas, un grupo de chicos, apedrean a un ciego o se babosean de placer cuando uno de ellos muere; el responso para el difunto son dos palabras, "Uno menos", y a esas crueldades el realizador agrega un degüello de pollos y la descripción de una madre que se regocija cuando su hijo es encerrado en una cárcel-granja.
Dos años después, el viejo rebelde hará "Él" (1953) su obra más sádica. Los protagonistas eran Delia Garcés y Arturo de Córdova, y en la más violenta de sus escenas, éste atravesaba los ojos de su mujer con una aguja. Buñuel ha explicado por qué lo hizo: "Me decía, ¿qué debe tomar el personaje? ¿Un revólver, un cuchillo, una silla? Terminé por elegir un objeto más inquietante".
Pero quizá en "La vida criminal de Archibaldo de la Cruz" (que también es conocida como "Ensayo de un crimen", 1955), la ferocidad de Buñuel alcance su mayor carga lírica. El protagonista es un frustrado asesino de mujeres que acaba incinerando en un horno la efigie (tamaño natural) de su víctima.
Todo este período mexicano es una suerte de subida al cielo para el realizador, si por subida al cielo se entiende un descenso hasta los más trágicos estertores del alma humana. En esos diez años hay un cúmulo de obras apresuradamente hechas en 4 semanas, por el puro placer de estar activo. Muchas son calamitosas, pero ni es una sola de ellas, Buñuel ha dejado de deslizar alguna revelación de sí mismo. Así, "Susana la perversa" (1951) fue un experimento de comedia masoquista, "La hija del engaño" y "Don Quintín el amargao" (1951), un ejercicio de autodestrucción; "Subida al cielo" (1952), un intento para no expresar absolutamente nada; "Las aventuras de Robinson Crusoe" y "Abismos de pasión", un esfuerzo por mostrar al hombre en lucha contra la naturaleza o en lucha contra el amor.

Lavorare non stanca
Rara vez, Buñuel ha empleado más de un mes para terminar sus films. Ese lapso no es inusual en México, pero es increíblemente escaso si se lo compara con los resultados obtenidos y con las siete semanas promedio que consumen los realizadores de otras cinematografías. "Filmo muy rápido, pero también estoy constantemente automutilándome —ha dicho—. Demasiado gracioso. Fuera. Demasiado tierno. Fuera. Es cierto que no busco complacer al público, pero tampoco caigo en la autocomplacencia ni en el autoconsentimiento. Tengo un gran horror por los lugares comunes".
Ha realizado 22 films en los últimos 14 años, y los espectadores están todavía preguntándose ¿cuál es esa roca, ese fondo de nosotras mismos que Buñuel agrede para que ante su obra sintamos el peso de una brutalidad tan aterradora? Ocurre que, al hablar del sadismo que destilan los films de Buñuel, no caemos en la cuenta de que es nuestro sadismo el que se nos muestra. Este genio español ha dicho que quiere "liberar al hombre de sus cadenas", hacerle entender que "la moral burguesa es lo verdaderamente inmoral".
Su más ambicioso proyecto es "filmar la vida de Cristo siguiendo fielmente los Evangelios, sin cambiar una coma, sin hacer concesiones en pro ni en contra. Creo que eso producirá una película de terrible violencia. No hay necesidad de inventar nada: todo está allí, y depende de cómo interpretemos los actos de los hombres".
En estos tres últimos años, ha recibido por "Nazarín" y "Viridiana" las dos mayores distinciones que concede el Festival de Cannes. "Nazarín" quedó relegado a exhibiciones de cine club en la Argentina, porque sus distribuidores supusieron que iba a fracasar ruidosamente si se lo proyectaba en circuitos comerciales. El éxito de "Viridiana" parece haberlos decidido a exhumar toda la obra de Buñuel —incluida "Nazarín"— porque el público parece día a día más ávido por entrar en contacto con ella. Es que, de pronto, ha visto en los films de este hombre el más pavoroso rostro de la crueldad y ya no quiere dejar de mirarlo; como si la crueldad fuera, para este mundo y estos días, el Dios que el gran Buñuel vitupera y escupe. Y la cara de Dios —de cualquier Dios— es tan cegadora que, como decía Dante, "nadie querría nunca separarse de ella".

 

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