COMO SOBREVIVIR EN NEW YORK
¿QUIERE UD. ESTAR A "LA ULTIMA"...?
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COMIENCE a bajar por la séptima u octava avenida de Manhattan. Al llegar a la calle octava deténgase y doble a la izquierda. A partir de ese momento no piense. Perciba. Déjese penetrar por el policromo festival que retrocede a medida que sus pasos avanzan
Ha llegado Ud. al barrio Greenwich Village, ex-reducto de pintores, escritores y artistas, ahora desplazados hacia el Este por dos siniestras avalanchas: el turismo y los "hippies".


El turismo ha provocado que el valor de los alquileres subiera a alturas inalcanzables para los habitantes de la bohemia neoyorkina y la concurrencia desde todas partes de USA de jóvenes, enemigos implacables de las convenciones, convencidos de que el estilo de vida americano es una trampa mortal para el hombre, ha eclipsado o sumergido en un constante torbellino humano a los artistas que una vez hicieron famoso el barrio.
Luego de caminar tres cuadras ya está Ud. en el medio de donde pasa lo que pasa. No será necesario que estimule su capacidad de asombro, ésta funcionará, no lo dude, como un reloj; lo que si: quizás en este momento se de cuenta que su capacidad de comprender está bastante deteriorada.
A su alrededor, gente Joven. Preste atención a todo y tenga la seguridad de que nadie le prestará atención a Ud.
Jóvenes en apariencia felices, con aspecto del que su madre seguramente calificaría de desfachatado, cuyas vestimentas parecen producto de un oscuro pacto con la extravagancia. Jóvenes de largas melenas. Sexos Indescifrables a primera vista. Atuendos no identificables con momento histórico alguno. Uniformes militares y sandalias. Vestidas sin talle y enormes carteras de cuero rústico. Diminutas minifaldas de las que cuelgan piernas bien torneadas. Camisas con puntillas y pies descalzos. Barbas en todos los estilos y tamaños. Jóvenes con guitarras, Jóvenes con campanas y cascabeles tintineando a su paso, Jóvenes con el pecho plagado de "botones" con inscripciones ("hagan el amor no la guerra", "fornicad para la libertad", "LSD no LBJ", "Dios está vivo pero no quiere verse envuelto") desparramando su despreocupación por las veredas. Las treinta manzanas que componen el Village han acaparado la atención de los habitantes de N. Y. y los turistas. Su visita es quizás tan o más obligada que cualquiera de los "tours" con que se atosiga a los recién llegados.
Es el "show" más impactante de la ciudad. Sus cafés al paso, sus negocios de antigüedades, sus "discotheques", sus teatros, sus librerías, se aglutinan para hundir al que por primera vez lo visita en un clima de pesada irrealidad.
En la intersección de la calle ocho y Mc Dougall vuelva a doblar a la derecha y se encontrará con la plaza Washington Square. A ella los domingos acuden todos los que quieren trascender de una manera espontánea e informal. La plaza entonces se convierte en un conjunto de corros de cuyos centros parten sones —no siempre afinados o melodiosos— de canciones del folklore americano. Los "hippies" se dejan observar, inmutables a veces, contemplativos otras, siempre prodigando sonrisas, casi siempre abstraídos en no se sabe qué lejano misterio.
Al llegar a la Intersección de las calles Bleecker y Mc Dougall se está en el corazón del barrio. Allí, a una cuadra, en el Café au Gogo, Stan Getz y Astrud Gilberto consagraron en noches inolvidables el casamiento del jazz con el bossa nova; también a un paso, en el teatro The Village Gate, se representa la obra teatral más exitosa de "off-Broadway": MacBird, feroz sátira a la muerte de Kennedy y la administración Johnson; pocos pasos más allá se encuentra en cartel "Blow Up" de Antonioni, cuyas entradas se agotan una semana antes de cada función.
Empuje Ud. a través de la multitud pasando por galerías de arte, escuelas de baile árabes, pizzerías, restaurantes españoles, casas de regalos japonesas, panaderías polacas, eluda las barras juveniles enracimadas en los postes de luz de las esquinas, sortee los borrachos y pordioseros y respire con alivio al notar que cada manzana está patrullada por seis policías.
Cada lugar en el Village es digno de atención pero su mayor atractivo lo constituye la gente. Es muy fácil verse envuelto y dejar de ser espectador en ese enjambre humano que sólo se diferencia de nuestros corsos de carnaval en que dura 365 días por año.
Otro detalle significativo es la poca atención que —salvo la que desparraman los turistas— se prestan unos a otros. Se aceptan y respetan cosas que muchos sudamericanos considerarían insoportables. La intersección de la calle ocho y Charles St. es punto de reunión de homosexuales. Y se cuentan por docenas.
Muchas veces el Village fue tildado de peligroso. Quizás el peligro sea un ingrediente más que ayude a convertirlo en una experiencia apasionante. Aunque es necesario afirmar que no se siente la sensación de tensión o de violencia contenida que flota en el aire de algunos barrios neoyorkinos.
En el centro del barrio su asombro se puede trocar en risa al toparse con un zaguán convertido en bar en el que se venden empanadas y dulce de leche. Su dueño, argentino por supuesto, discurre su nostalgia por la tierra natal con los pocos argentinos que acuden Imantados por el cartel que cuelga: "La Pampa".
Y a media cuadra, el restaurante "El Gaucho" ayuda con cuentagotas a dar una dosis de atmósfera argentina. No se sienta frustrado al descubrir que los chorizos que se sirven son preparados al estilo italiano (con cebolla y sabor indescifrable).
La moda se hace presente en una explosión al estilo "mod": "Village Squire" y "Casual Aire" proponen corbatas anchas como servilletas, camisas floreadas de cuellos gigantescos, sacos descendientes directos de añejos levitones, cinturones con hebillas que recuerdan los arneses de los carros, todo esto cargado, mezclado, inundando agresivamente la visual.
«Las mujeres encuentran en Paraphernalia un lugar donde su imaginación y fantasía se ve varias veces superada. Chicas en minifaldas bailando en las vidrieras, música tipo "jerk" a todo volumen dentro del local, vendedoras que
cortan la respiración y vestidos y accesorios delirantes. Las "discotheques" se suceden como baldosas. Aunque las más "en onda" no están en el Village, siempre es posible sumergirse en el ruido de "The Dom" en el Village este, zanjear los traumas en "The Freudian Slip".
Sino puede elegirse entre un "meeting" en el cual gente joven relata sus experiencias sexuales en detalle, un recital poético en el centro folklórico, música "Viet Rock" en el café La Mama, una conferencia del Dr. Tim Lear y (padre del LSD) en la "Liga para el Descubrimiento Espiritual" o una disertación sobre la fe AERU, nueva religión humanista-pacifista.
El movimiento intelectual del barrio está definidamente influenciado por las religiones orientales (el zen-budismo, el taoismo) y las drogas (especialmente el LSD).
Diariamente es posible asistir a conferencia donde jóvenes tratan de contar sus viajes alucinógenos, o donde místicos yogas trasmiten efluvios de su filosofía. De la revolución sexual ya nadie habla y el alcohol y los psiquiatras se consideran gérmenes de generaciones ya perimidas .Aunque autores como Allan Watts traten de demostrar la existencia de un paralelo entre las filosofías orientales y la terapia psicoanalítica.
La influencia de estas dos corrientes es notoria. Los locales y ropa "psicodélica" tratan de imitar en formas y colores los efectos del LSD; los libros, publicaciones, afiches, recitales, trasmiten insistentemente el lenguaje de los estupefacientes.
Y el misterio y la sugestión de las culturas orientales se vive en muchos lugares. Negocios que importan telas de Madrás, pipas para opio, quemadores de incienso enormes fotos de inescrutables yogas colgando de las paredes de librerías, personajes que recorren las calles enfundados en atuendos que parecen una combinación del Far West con Mahatma Gandhi, son síntomas inequívocos de la existencia de muchas cabezas vueltas hacia el Este.
Instrumentos musicales esotéricos son redescubiertos. Los complejos sitares hindúes ya se "importan, su precio oscila entre 100 y 150 dólares, y su auge va "in crescendo". Lo mismo sucede con enigmáticos tamboriles, especies de "tablas". Quizás la permanencia de uno de los Beatles durante un año en la India, aprendiendo a tocar el sitar con uno de sus mayores cultores, y la aparición del "long-play" Sargent Peppers, del mismo conjunto donde se utilizan una serie de instrumentos casi pre-diluvianos, haya influido en el panorama.
Todo esto contribuye a que el Village en buena parte se mueva en una atmósfera exaltada de revelaciones místicas y trances extáticos.
La relación entre el LSD y las relaciones orientales, se explica, según los adictos a ambas, en función de que el ácido lisérgico es considerado por muchos de sus adictos una experiencia religiosa o mística. Una especie de método químico de llegar al "nirvana".
En el Village funcionan dos diarios locales, "The Village Volee" (La Voz del Village) y "The Other" ("El Otro").
Si las actividades propuestas no han logrado vencer su aburrimiento, le aconsejamos sumergirse en la página de avisos clasificados de "The Other" y pasear su asombro por avisos como los siguientes:
-BUSCADO: hombre, 25-40, alto, sexy, inteligente, orgulloso, ni "hippie" ni anticuado, ni jefe ni esclavo. Soy femenina, 27, rubia, inteligente, orgullosa, sexy y creativa. 477-5321.
-JOVEN de la India enseña a chicas no inhibidas refinados aspectos del KAMA-SUTRA el Arte Indio de Amar. Llamar Dr. Rau 960-3223. Dejar mensaje si no estoy.
-MEXICO, CALIFORNIA ORAT1S! Doctor de 28 años educado en Yale, entrenado en Boston, buen mozo, amante de la diversión, elegante, maneja Corvette convertible a México City, Acapulco, etc. y también a San Francisco, en una última aventura hedonístíca, antes de ser enviado por el gobierno de EE.UU. a enfrentar una posible muerte en el lejano este. Busca chica inteligente, "swinging", maravillosa, para hacer el viaje completo, todos los gastos pagos. Enviar datos y fotografía a S. M.S., Apt. 1, 65 Dana St., Cambridge, Mass.
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(Tomados del ejemplar Nº 15, del 1-15 de julio, pág. 23).
Revista Extra
mayo 1967

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