[Periodismo]
EL RETORNO DE "MARCHA
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Por GREGORIO SELSER
MARCHA es un semanario que se publica en Montevideo, Uruguay. Con la sola excepción del célebre "Repertorio Americano" que hasta su muerte publicó en San José de Costa Rica don Joaquín García Monge, posiblemente no exista en Hispanoamérica un caso tan excepcional de perdurabilidad temporal y fidelidad a la causa de sus pueblos. ("Cuadernos Americanos", de México, dirigido por Jesús Silva Herzog, es una revista-libro que aparece cada dos meses y tiene otras características de forma y contenido).

Fundada en 1939 por su actual director, el abogado y periodista Carlos Quijano, Marcha se distinguió desde su número inicial por la claridad de su posición: era aliadófila, antifascista, antiimperialista y militantemente embarcada en una corriente entonces pionera de lo que hoy podría llamarse nacionalismo de izquierda. Estaba dirigida al sector intelectual del pueblo montevideano, lo que de ningún modo excluía al público trabajador o al estudiantil, habida cuenta del alto índice intelectual uruguayo.
Por sus páginas pasaron las firmas más prestigiadas del arte, la cultura, las ciencias, el periodismo mundiales. No se recluyó en un sectarismo de capilla o de política, y si acogió artículos de moderados como Waldo Frank, John Dos Passos, Max Lerner y Jorge Luis Borges, su posición abierta le granjeó honores tales como el de registrar en sus páginas, por voluntad expresa de sus autores, notas de Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Bertrand Russell, Fidel Castro y Ernesto Che Guevara por primera vez impresas. En su colección pueden rastrearse firmas nacionalistas de derecha, socialistas centristas, izquierdistas de todas las gamas y matices, sin excluir las de los partidos comunistas ortodoxos ni de los trotzkistas y anarquistas. También hallaron acogida polémicas aún hoy famosas, como aquella que se suscitó en diciembre de 1961 con el Partido Comunista uruguayo a propósito de la declaración de Fidel Castro asumiéndose como marxista, o más recientemente la que se produjo con relación al "Proyecto Marginalidad", una investigación subvencionada por la Fundación Ford y cuyas características fueron denunciadas como formando parte del espionaje sociológico del tipo del "Proyecto Camelot".
En lo que respecta a la Argentina, la influencia de Marcha se hizo sentir especialmente por su sección cultural y, de ella misma, por la muy apreciada sobre cine, teatro, música y literatura, con nombres que siguen siendo citados entre los conocedores: Arturo Despouey, H. Alsina Thevenet, Hugo Alfaro, Mauricio Müller, Emir Rodríguez Monegal y Angel Rama, entre muchos otros de brillo propio y cuya enumeración sería ociosa. Esa influencia se ejerció en un sector reducido durante las dos presidencias de Perón, debido a las dificultades del ingreso de Marcha al país, derivadas del conflicto político entre ambos países del Plata, y que puso vallas casi infranqueables a la tradicional corriente de intercomunicación rioplatense. (Conviene aclarar que no existía una prohibición taxativa del ingreso de Marcha y que, por el contrario, no tuvimos entonces impedimentos, en nuestro carácter de representantes, para su difusión vía postal). Esa liberalidad no obstante la oposición de Marcha a la política de Perón, se acrecentó desde fines de 1954, y en sus páginas encontraron cabida plumas como las de Ezequiel Martínez Estrada y el ya citado Borges ("La fiesta del monstruo", "Cuento antiperonista" firmado por H. Bustos Domecq, es decir Borges más Adolfo Bioy Casares, se publicó allí por primera vez. Años más tarde —y quien esto escribe es testigo del incidente— Borges rechazó airadamente una invitación a colaborar en un número especial dedicado a la Argentina: alegó que no escribía en "publicaciones' comunistas").
El tiempo fue acrecentando la difusión de Marcha en la Argentina; su ingreso no fue perturbado ni en tiempos de Aramburu ni en los de Frondizi, pese a que sus colaboradores políticos de esta margen del Plata denunciaron —a veces violentamente— a ambos gobernantes. Así, en su número 817, correspondiente al 15 de junio de 1956, siguiente a los días de la fracasada rebelión del general Juan J. Valle, en crónica de primera página titulada "Estas manchas de sangre..." el propio Quijano escribió sin hesitaciones:
"[...] Pero lo que la historia dirá y comprobará irrecusablemente, estamos seguros, es que esta política de ahora, de destrucción y muerte, sólo puede engendrar muerte y destrucción. Y que el destino y la salud escapan al dilema presente: Perón o los 'libertadores'. Así hablamos, con pasión y desorden, porque no queremos, en estos días turbios y tristes, incurrir ni en la complicidad del silencio ni en la complicidad del equívoco que lamenta con puritana piedad los fusilamientos, y busca explicarlos para calmar la 'nunca dormida conciencia', mientras absuelve y aplaude al Gobierno que los ordena".

Los militares
En cuanto al Gobierno de Frondizi, no hubo prácticamente semana alguna en que faltara la nota de crónica adversa o el comentario acerbo de sus actitudes y actuaciones.
Y sin embargo jamás se impidió su ingreso ni se trabó la actuación de sus corresponsales. Uno de ellos, quien esto escribe, fue arrestado —aunque, es cierto, por solo veinticuatro horas— el día mismo del derrocamiento de Frondizi. Otro, Rogelio García Lupo, que recopiló en "La rebelión de los generales" buena parte de sus crónicas publicadas en Marcha, tuvo su primera edición del libro confiscada por orden del "guidismo", que luego extendió su persecución al propio semanario.
Pasó la minipresidencia de Guido y fue durante el Gobierno de su sucesor, Arturo U. Illia, que se resolvió autorizar de nuevo el ingreso de Marcha a la Argentina. Supimos entonces cuántas trabas se opusieron a esa medida, cuántas presiones ejerció otra vez la SIDE para impedirla. El remoquete "comunista" fue nuevamente esgrimido como razón de Estado, en momentos en que en la Argentina el Partido Comunista recobraba la legalidad y difundía sin traba alguna sus publicaciones. Era evidente la subsistencia de una razón personal, si es que así podría denominársela, entre los militares y Marcha. Ni García Lupo ni los colaboradores de Marcha pertenecen al PC o a formas similares que pudieran calificarse como adscriptas a esa corriente ideológica. Lo que de modo alguno significa que, llegado el caso, Marcha se abstenga de publicar documentos claves en la historia contemporánea, tales como el discurso de Kruschev ante el XX Congreso del PC de la URSS (que inició el proceso a Stalin), o los correspondientes a la revolución cultural china o escritos o discursos del Che Guevara, Fidel Castro y el propio Mao. Con el mismo criterio periodístico con que se publicaron artículos de Perón o reportajes a Perón, o el texto inédito — cuando aún lo era— del "Pacto Perón-Frondizi" de febrero de 1958.
De ahí que sea perfectamente natural, y hasta previsible, que entre los primeros garrotazos que descargó el onganiato contra la cultura, las ciencias y las artes, Marcha figurara entre los golpeados. En la noche del 27 al 28 de junio de 1966 fue derrocado Illia. En las horas siguientes asumió el poder Onganía y fueron disueltos todos los partidos políticos (menos el de la CGT colaboracionista), el Congreso, la Suprema Corte de Justicia, etc. El 20 de julio, a raíz de una caricatura de Landrú, Tía Vicenta fue calladamente liquidada. El dictador no toleraba bromas sobre su vera efigie, lo único perfectamente identificable hasta ese momento como personal, puesto que los célebres comunicados 150 y 200 o el famoso discurso de West Point ni eran obra suya ni, además, le merecieron respeto alguno, puesto que el mero hecho de aceptar en carácter de dictador lo que había prometido rechazar como comandante en jefe del Ejército lo descalificaban como hombre de principios estables.
La "noche de los bastones largos" (el 29 de julio) estaba siendo minuciosamente preparada por los generales Eduardo Señorans y Mario Fonseca, y para su perpetración se necesitaba algo más que la "complicidad del silencio" o la "complicidad del equívoco". La prudente autocensura del periodismo local daba muestras de ambas complicidades tácitas y previas, no así la actitud crítica de Marcha. De modo pues que, con fecha 26 de julio de 1966, desde el mismo centro operador que ya en 1962 había dispuesto que Marcha fuese prohibida en el país, se ordenó el veto discriminatorio que puso otra vez el acento mentiroso y falaz del justificativo, en su presunta condición de "publicación comunista", un veto que quedó automáticamente eliminado al asumir el Gobierno Héctor J. Cámpora.
Aquel 26 de julio de 1966 iba a ser memorable por otra circunstancia: en Nueva York, al término de un banquete ofrecido por la Pan American Society, el ex embajador en la Argentina Spruille Braden anunciaba que el plan económico delineado por Álvaro Alsogaray —presente en el ágape— iba a rectificar "el largo período de estupideces cometidas por Perón y algunos de sus sucesores", y se congratulaba del cuartelazo del 28 de junio, "lo mejor que podía haberle ocurrido a la Argentina desde hace mucho tiempo".
El ejemplar de Marcha correspondiente a la semana de la prohibición, por rara casualidad contenía un extenso texto de Perón sobre la Presidencia de Onganía en el que formulaba sus cautas esperanzas, artículo que sólo años más tarde iba a ser conocido en la Argentina.
Exactamente tres años más tarde, en julio de 1969, Marcha se permitía el privilegio de devolver las atenciones del onganiato, publicando Cuadernos de Marcha, "Otro Mayo argentino" número 27), noventa y seis nutridísimas páginas acerca del Cordobazo, que por miles ingresaron clandestinamente a la Argentina y se agotaron en pocas horas. Fue el primer libro que se publicó sobre los acontecimientos que, ya en ese momento, se advertían como el requiescat in pace de eso que llamaban "revolución argentina".
REDACCION
julio 1973

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