Los griegos imaginaron que podría haber seres en la Luna.
Desde que surgió o se entrevió la posibilidad de que
existieran otros mundos habitados, comenzaron las
especulaciones sobre la vida extraterrestre. Una pregunta se
impone a lo largo de los años: ¿el hombre está solo en el
Universo? El doctor Barney M. Oliver, de 46 años, acaba
de presentar en la convención internacional del Institute of
Radio Engineers, una proposición según la cual la
electromecánica daría respuesta a aquella pregunta.
Durante este siglo desapareció, prácticamente, la
probabilidad de que haya seres inteligentes dentro del sistema solar; creció, en cambio, enormemente con respecto a
otros sistemas. Pero éstos se hallan a tan remotas
distancias que lo más sensato es colegir que nunca podrá
establecerse comunicación física directa con sus presuntos
habitantes. La estrella más cercana es Alfa Centauro,
situada a cuatro años-luz. En contraste, el diámetro de todo
el sistema solar es sólo de 1/1.000 años-luz. Y las naves
espaciales jamás desarrollarán velocidades mayores que una
fracción de la velocidad de la luz.
Ondas
electromagnéticas Si bien parece seguro que el
hombre inspeccionará con instrumentos o aún personalmente
los planetas del sistema solar en las próximas décadas, la
exploración de las otras miles de estrellas que nos rodean
resulta un hecho casi imposible. Todo indica que la mayor
aproximación será la comunicación mediante ondas
electromagnéticas. El problema de las comunicaciones
interestelares se divide en tres aspectos principales: •
¿Cómo enviar señales a través de tan inmensas distancias?
• ¿Cómo llamar la atención de la o las otras presuntas
razas? • ¿Cómo intercambiar información inteligibles con
civilizaciones totalmente ajenas? B. M. Oliver concluye
que lo más apropiado para solucionar el primero y el segundo
problema es utilizar microondas, ya que con ellas se evitan
las interferencias de los "ruidos cósmicos" y se alcanza una
apreciable distancia de 100 años-luz. Se lograría, así, una
sólida probabilidad de trasmitir a algún lugar en el que
haya recepción, pues se abarcaría todo el mundo cósmico
existente en una esfera con centro en la Tierra y el radio
que puede recorrer la luz en 100 años. De producirse la
captación, la respuesta vendría entre 20 y 200 años después.
Se considera que la mejor longitud de onda es la
correspondiente a la línea de frecuencia del hidrógeno (1420
Mc, 21 cm) ya que los radioastrónomos están continuamente
escuchando en tal frecuencia; los de otros planetas, si
existen, se estima que harían lo mismo. Todo esto —según
Oliver— llevaría a la posibilidad de emitir mensajes, hasta
recibir la contestación. Sería necesario comenzar con series
repetidas que constituirían una especie de curso de
instrucción: datos y pormenores sobre nuestra civilización,
ciencia, costumbres. La o las demás razas podrían responder
con otros mensajes: quizá en uro de ellos indiquen más
eficientes medios de comunicación.
Imágenes
pictóricas Oliver parte, entonces, de una
suposición fundamental: que esa o esas razas tienen ojos.
"La vista es un sentido tan importante que resulta difícil
imaginar cualquier desarrollo tecnológico en una raza que no
lo posea". De allí que el autor calcule que las señales
iniciales de la comunicación estelar serán pictóricas. Los
presuntos habitantes de los demás planetas quizá se decidan,
también, por mensajes pictóricos. Si se envía un mensaje
compuesto por ceros y unos, por ejemplo, exactamente 1.271
ceros y unos, será recibido por las otras razas y
decodificado partiendo de que 1.271 es el producto de dos
números primos: 31 y 41. Así, se obtendría un gráfico como
el que se reproduce en esta página. Las imágenes
centrales indican que somos una raza bípeda, erecta, de
reproducción sexual. A la derecha de la figura hay una
especie de escala que, multiplicada por la longitud de onda
a la que se trasmite, informa sobre nuestras tallas. El
círculo de la izquierda y los puntos que hay encima y debajo
de él, son indicaciones del sistema solar a que
pertenecemos. Los diagramas de la parte superior describen
las estructuras de los átomos de oxígeno, hidrógeno y
carbono, con los que se trata de mostrar los basamentos de
nuestra estructura material, los carbohidratos. En el dibujo
central, por encima de las imágenes, se busca marcar la
existencia de océanos y vida marina. Sin embargo, el
mismo Oliver piensa que este mensaje deja mucho que desear.
Lo toma como una imagen inaugural y señala que no está
agotada la cantidad de información a enviar con ese número
de signos. Hay cuestiones más importantes todavía: saber
hasta qué punto pueden entender a los terráqueos es una de
ellas. ¿Significarán algo las figuras humanas
representadas en el mensaje para seres de una civilización
cuya reproducción es asexual y no conocen ni quizá,
imaginaron la sexualidad? ¿Significará algo la línea que
quiere representar el océano?
Largas cartas y
ruidos Es vasto lo que debe estudiarse en esta
materia. Aunque todo parece indicar que los mensajes deben
asentarse, especialmente, sobre los conceptos básicos de
número y las estructuras íntimas de los átomos, ya que se
tiene la certeza de que estas últimas permanecen
inalterables en el mundo cósmico. Tal vez al indagar lo suficiente alrededor
de estos mensajes, los hombres de ciencia tengan la sorpresa
de comprobar que lo que consideraban "ruidos cósmicos" gran
largas cartas que desde hace miles de años venían siendo
transmitidas, infructuosamente, desde otros planetas. 5
de Febrero de 1963 PRIMERA PLANA - Página 48
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