Un grave problema pastoral. Uno de los problemas que dañan más
seriamente la convivencia ciudadana en el país vasco y que afecta
igualmente a la buena marcha de nuestra iglesia diocesana, es el,
así llamado, problema vasco. ¿En qué consiste dicho problema,?
Reduciéndolo a lo esencial, puede expresarse de esta manera:
mientras unos grupos de ciudadanos, aunque con matices distintos,
afirman la existencia de una opresión del pueblo vasco y exigen el
reconocimiento práctico de sus derechos, otros grupos rechazan
indignados esta acusación y proclaman que todo intento de modificar
la situación establecida constituye un grave atentado contra el
orden social. Este problema, dentro de ciertos límites, entra
dentro del campo de la misión evangelizadora de la iglesia
diocesana. Así lo ha recordado recientemente el Papa Pablo VI:
"La Iglesia católica toma muy en serio los derechos de las personas
y de los pueblos, e igualmente las condiciones de libertad, de
dignidad, de igualdad étnica, de justicia, de responsabilidad, que
requieren para su pleno desarrollo". (ECCLESIA. 22 de julio de 1972,
p. 15). Por esta razón, queremos hoy ofrecer a todos los
ciudadanos, particularmente a los creyentes que desean sinceramente
inspirar su conducta en el Evangelio, unos criterios cristianos que
sirvan para una doble finalidad. Para lograr una mayor fidelidad del
pueblo de Dios en Vizcaya al plan Salvador de Cristo sobre nuestra
sociedad. — Para contribuir a la creación de una convivencia
ciudadana basada sobre la justicia, el amor, la verdad y la
libertad. El cristianismo mensaje de salvación para los pueblos.
La Iglesia de Cristo es un signo visible y eficaz de salvación para
todos los hombres. Pero la persona humana nace en un pueblo, recibe
de él la lengua, la cultura, las tradiciones, en una palabra, su
rostro espiritual. Las personas hacen a los pueblos; pero, a la vez,
los pueblos modelan, en gran parte, a las personas. Cada pueblo es
una muestra del poder inagotable de creación del espíritu humano.
Por eso la salvación, en cuanto liberación integral de la persona
humana, es inseparable de la liberación del pueblo al que la persona
pertenece. Porque los pueblos son una parte constitutiva de las
personas que los forman. Una persona separada de su pueblo es como
un árbol al que se han cortado sus raíces originarias. La
dimensión social y política de la salvación cristiana afecta no sólo
a las personas, sino también a los grupos étnicos y a los diversos
pueblos, en cuanto que son la expresión colectiva de una comunidad
de personas humanas. Así se explica que la Iglesia de Cristo,
llamada a proclamar y a hacer presente la salvación en medio del
mundo, anuncie y exija la liberación de los pueblos oprimidos.
"Reafirmamos —dicen los obispos en el Sínodo de 1971— el derecho de
los pueblos a conservar la propia identidad", (Sínodo de los
Obispos, 1971. p. 60, Editorial Sígueme). Y el Papa Juan XXIII,
en su Encíclica. "La paz en la tierra", concretaba en contenido de
este derecho: "Hay que afirmar claramente que todo cuanto se haga
para reprimir la vitalidad de las minorías étnicas viola gravemente
los deberes de la justicia. Responde por el contrario y
plenamente a lo que la justicia demanda, que los gobernantes se
consagren a promover con eficacia los valores humanos de dichas
minorías, especialmente en lo tocante a su lengua, cultura,
tradiciones". (Nros. 95 - 96). En ocasiones, los pueblos, o mejor
dicho, las clases dirigentes de los pueblos, que deciden sus
destinos, pueden ceder a la tentación de sacrificarlas
características y valores peculiares del propio país a las ventajas
que reporta el simple crecimiento económico. Tal decisión,
inspirada en el cálculo y el provecho de unas clases dominantes,
merece una clara desaprobación "Rico o pobre, cada país posee una
civilización recibida de sus mayores instituciones exigidas por la
vida terrena y manifestaciones superiores (artísticas, intelectuales
y religiosas) de la vida del espíritu. Mientras que estas contengan
verdaderos valores humanos, sería un grave error sacrificarlos (a
intereses materiales). Un pueblo que lo permitiera perdería con
ello lo mejor de si mismo y sacrificaría para vivir sus razones de
vivir. La enseñanza de Cristo vale también para los pueblos: ¿de
qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? (Mt.
16 - 26)" (Pablo VI: Encíclica "El progreso de los pueblos", N* 40),
El derecho de los pueblos a conservar su identidad incluye también
la facultad de estar dotados de una organización socio-política que
protesta y promueva su justa libertad y su personalidad colectiva.
La unidad política no se identifica con la uniformidad. El Estado ha
de estar al servicio de las personas y de los pueblos y ha de
respetar sinceramente el pluralismo social y cultural existente en
un país. No es función de la Iglesia, sino de los ciudadanos,
fijar la fórmula técnica que permita coordinar los derechos y
deberes de los diversos pueblos en el marco del Estado o de las
organizaciones políticas internacionales. Desde el punto de vista
moral, la Iglesia únicamente afirma el principio de que, para que
esa fórmula sea justa y asegure una convivencia pacífica, ha de ser
el resultado de un diálogo cívico sincero y no el fruto de una
imposición de los grupos más fuertes sobre los más débiles. La
liberación de los pueblos y su desarrollo solidario dentro de la
familia humana es también una exigencia de la universalidad o
catolicidad del cristianismo. El cristianismo no se identifica con
una cultura o civilización determinada, sino que ha de arraigar en
todas ellas, revelando el sentido último de todo valor humano
verdadero. "la iglesia, para poder ofrecer a todos el misterio de
la salvación y la vida traída por Dios, debe insertarse en todos los
pueblos —con lazos estables de vida cultural— con el mismo afecto
con que Cristo se unió por su Encarnación a las determinadas
condiciones sociales y culturales de los hombres con quienes
convivió" (Decreto conciliar Ad Gentes, N 10). Por esta razón la
Iglesia cometería un atropello contra la dignidad de un pueblo y
sería infiel a su misión, si pretendiera anunciarle el Evangelio
utilizando unas expresiones culturales ajenas a su modo de ser.
Por el contrario, "para que los fieles puedan tener fructuosamente
testimonio de Cristo... siéntanse miembros del grupo humano en el
que viven y tomen parte en su vida cultural y social...
familiarícense con sus tradiciones nacionales y religiosas,
descubran con gozo las semillas de la Palabra que en ellas se
contienen" (Decreto Ad Gentes. N 11). Amistad y colaboración
entre los pueblos. Finalmente, la salvación cristiana, en cuanto
reconciliación y construcción. aunque imperfecta, en la tierra, de
la familia de Dios, reclama la amistad y colaboración entre los
pueblos dentro del mutuo respeto. Un pueblo que se cerrara sobre
sí mismo y no practicara el intercambio con culturas y tradiciones
distintas de la suya, provocaría el empobrecimiento humano de sus
miembros. Pero existe el recelo instintivo de los pueblos pequeños
ante las llamadas, de suyo justas, al universalismo, y la
preocupación preferente que les impulsa a proteger su propia
personalidad. "La Iglesia declara —decía Pablo VI a los
descendientes de los antiguos pobladores de Oceanía— que vosotros,
como las demás minorías étnicas, tenéis todos los derechos humanos y
civiles, iguales en todo a los de la mayoría; así como también
tenéis ciertos deberes y obligaciones Por el bien común, esto
requiere que vuestras actividades se armonicen en un espíritu de
fraternidad y de colaboración, para ventaja de la sociedad a la que
pertenecéis. A este respecto, sin embargo, debe quedar claro —y Nos
queremos subrayarlo— que el bien común no debe servir nunca de
pretexto legal para dañar los valores positivos de vuestro modo
particular de vida. La misma sociedad se enriquece con la presencia
de diferentes elementos culturales y étnicos" (Ecclesiat 12 de
diciembre de 1970). Aplicaciones a nuestra situación concreta. El
pueblo vasco tiene unas características propias de tipo cultural y
espiritual, entre las que se destaca su lengua milenaria. Esos
rasgos peculiares dan al pueblo vasco una personalidad específica,
dentro del conjunto de pueblos que constituyen el estado español
actual. El pueblo vasco, lo mismo que los demás pueblos del
estado español, tiene derecho de conservar su propia identidad,
cultivando y desarrollando su patrimonio espiritual, sin perjuicio
de un saludable intercambio con los pueblos circunvecinos, dentro de
una organización sociopolítica que reconozca su justa libertad.
Sin embargo, en las actuales circunstancias, el pueblo vasco
tropieza con serios obstáculos para poder disfrutar de este derecho.
El uso de la lengua vasca, tanto en la enseñanza, en sus distintos
niveles, como en los medios de comunicación (prensa, radio, TV) está
sometido a notorias restricciones. Las diversas manifestaciones
culturales se hallan también sometidas a un discriminado control.
La Iglesia, para anunciar y hacer presente la salvación de Cristo,
en esta situación concreta de la diócesis, tiene que exhortar y
estimular para que se modifiquen convenientemente, conforme a los
principios indicados en los documentos pontificios y conciliares,
las situaciones en nuestro pueblo. Pero la Iglesia ha de comenzar
por llevar a la práctica en su vida interna lo que aconseja
instaurar en la vida civil. Esto supone ajustar su acción pastoral y
educativa a las características propias de la población que ha de
evangelizar y formar en la fe. Concluimos haciendo nuestras las
palabras del último Sínodo de los Obispos: "La misión de predicar
el Evangelio en el tiempo presente requiere que nos empeñemos en la
liberación integral del hombre, ya desde ahora, en su existencia
terrena... Pero sabemos que nuestras denuncias en tanto podrán
obtener asentimiento en cuanto sean coherentes con nuestra vida y se
manifiesten en una acción constante" (Sínodo de los Obispos, p. 74).
Revista Redacción abril de 1974
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Monseñor Añoveros
Con sus parientes en Madrid
En compañía de monseñor Ubieta comenta con un periodista su
decisión de dar a conocer la homilía que tanto irritó al
gobierno franquista
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El obispo durante un oficio religioso privado
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