Cine
LA MUERTE DE RICHARD BURTON
Por JORGE ABELARDO RAMOS
Volver al índice
del sitio

El director del film "El asesinato de Trotsky" no supo emplear el poder de síntesis cinematográfico para explicar que el crimen de Coyoacán había sido planeado en Moscú. Losey dudó hasta último momento en la elección del verdadero protagonista de la Historia: no supo si era Trotsky o su asesino. Ni explica qué hacía en México el revolucionario ruso.

EL fracaso del film 'El Asesinato de Trotsky' reside en que Losey ha dudado hasta el final sobre quién es verdaderamente el protagonista de la historia que narra: si Trotsky o Mercader. Resulta un verdadero infortunio artístico que se le haya escapado a un director de talento la oportunidad de trazar el cuadro de un gran drama histórico.
Una de las virtudes esenciales del arte cinematográfico es su prodigioso poder de síntesis. Ese poder no fue empleado por Losey para explicar al inocente espectador que el crimen de Coyoacán se había organizado en Moscú. Losey tenía recursos para reunir la información básica para determinar que los móviles del asesinato no debían ser buscados en el alma de Mercader, sino en el dictador georgiano. Esta decisión fluía de numerosos asesinatos anteriores, que Losey ignora en su film y que son conocidos en la Historia contemporánea como los Procesos de Moscú. Dichas farsas judiciales se realizaron entre 1936 y 1939 y condujeron a los patios de ejecución de la GPU (policía política soviética) a todos los miembros del antiguo Politburó de Lenin, a los fundadores del Estado soviético, a los organizadores y comandantes del Ejército Rojo, a la plana mayor de la economía, la industria, la "intelligentsia" científica y la estructura del viejo partido bolchevique.
Aunque el espectador se revuelva en la butaca, inquieto por la sensación de que, además de las relaciones amorosas en un cuarto de hotel entre el asesino y una joven, existen causas más profundas y trascendentes para preparar un asesinato, en cuyo prólogo intervienen pintores de murales, "camaradas" de un partido no determinado, manifestaciones "populares" en las calles y agentes más o menos misteriosos, Losey no lo dice. La película es un fracaso porque el espectador ignora, y Losey no dice, lo siguiente:
1) Stalin inspiró, organizó y vigiló cada etapa de la ejecución del crimen. Hay bibliografía abrumadora y testigos aún vivos.
2) El pintor de murales que aparece en el film es David Alfaro Siqueiros. Fue designado para encabezar el grupo que atacó la casa de Trotsky el 24 de mayo de 1940,
por decisión del jefe de la operación en suelo mexicano.
3) El general Leónidas Eitingon (conocido dos años antes, en la Guerra Civil Española, bajo el nombre de general Kotov) era de los servicios de ejecución de la GPU. Este individuo actuaba bajo las órdenes del responsable del atentado, residente en Moscú, en la plaza Derzhinsky.
4) El coronel Serebiransky recibía órdenes de Laurent Beria, Comisario del Interior de la URSS y representante de Stalin.
5) El general Eitingon tenía una amiga, que luego fue célebre: la hermosa aventurera española (nacida en Cuba) Caridad Mercader, veterana agente de la GPU en Europa. Era la madre de un joven militante comunista español llamado Jaime Ramón Mercader del Río Hernández, asesino de Trotsky.
No se requería mucha literatura verbal ni excesivo celuloide para contar al público que ese inverosímil anciano cuidador de conejos y de huertas que aparece con el nombre de Trotsky había sido el presidente de los Soviets en la primera Revolución Rusa de 1905, a los 25 años de edad; que había organizado y dirigido la insurrección de Octubre en 1917; que junto a Lenin fue el más autorizado jefe del partido bolchevique en el poder; que había realizado en pocos meses la tarea napoleónica de extraer de la nada un ejército proletario de 5 millones de hombres que enfrentaron victoriosamente a la Europa burguesa, coaligada contra la andrajosa y orgullosa República
Revolucionaria sobre 14 frentes, a lo largo de cuatro años de una guerra civil que concluyó estableciendo con cimientos de hierro la soberanía socialista. Ese hombre había entrado en conflicto con el poder burocrático del arribismo soviético aún en vida de Lenin; y Lenin había alertado contra el peligro del stalinismo naciente. Contra los jacobinos de 1917 se elevaba el espectro de los Thermidorianos de 1925. Esa lucha fue decidida por el inmenso atraso ruso, por la pérdida de miles de combatientes bolcheviques en los frentes de la guerra civil y por el agotamiento de un partido que había cambiado el curso de la Historia.

Qué hacía en México
Nadie pretenderá que un film cuente todo esto; pero es preciso al menos dotar al espectador de un puñado de referencias verbales y visuales antes de introducirlo en el círculo infernal del último día. Pocas escenas habrían sido suficientes para explicar que Trotsky estaba en México porque había sido expulsado de la URSS por Stalin; que a partir de 1930 el mundo había sido para el gran revolucionario "un planeta sin visado". Cincuenta y cinco países habían rehusado el derecho de asilo, incluidos los países poseedores de colonias que, como Inglaterra y Francia, habían hecho de la "democracia" una industria turística y un producto exportable. O como aquellas monarquías socialistas nórdicas que, para citar el caso de Noruega, prefirieron salvar su comercio de arenques con la Unión Soviética a preservar el principio de asilo, razón por la cual, después de acoger a Trotsky, lo aprisionaron bajo la presión de la diplomacia stalinista. Sólo México le abrió sus puertas. El General Cárdenas prorrogó con su decisión unos pocos años más la vida de Trotsky y le brindó un refugio en el suelo latinoamericano. La revolución agraria mexicana pasaba por un período de avance y fueron lazos fructuosos los que se establecieron entre el jefe del Octubre Rojo y la revolución nacional de la América bolivariana.
Losey no explica ni con una palabra el exilio de Trotsky y el significado del México en revolución. Todo el drama ha sido reducido a una multitud de pequeñas escenas, verídicas sin duda, pero inexplicables por sí mismas si se omite el significado general de la decadencia de la Revolución Rusa.
La estructura secreta del atentado, sus principales actores, sus agentes, los medios técnicos, la vida personal de cada uno de ellos, cuenta hoy con una espectacular bibliografía. Los sectores de la "izquierda" tradicional, aun los llamados "trotskystas", ignoran esta literatura, como en general ignoran casi todo lo que hay que saber en política. Ignorar, para las micro-sectas izquierdistas, es su modo espontáneo de actuar.
El film de Losey no ayudará a desvanecer la bruma. Pocos años después del crimen de Coyacán, el ex comandante del Quinto Regimiento en la Guerra Civil Española, Enrique Castro Delgado, vivía refugiado en Moscú. En su triste habitación del Hotel Lux conversaba un día con una amiga española, vieja y decepcionada. Era Caridad Mercader, la madre del asesino. Según refiere Castro Delgado en sus memorias publicadas en México en 1959, Caridad Mercader le mostró dos condecoraciones que lucía en su pecho. Una de ellas confería el honor de Héroe de la Unión Soviética. La otra simbolizaba la Orden de Lenin. Ambas le habían sido entregadas personalmente por Stalin, en presencia de Beria.
—"¿Ve usted esto?... Es la recompensa por el asesinato de Trotsky... Ramón, el condenado de la prisión de Lecumberri, es nada menos aquí que un Héroe de la Unión Soviética; y yo, su madre, que lo he empujado a ese crimen, yo no soy ni más ni menos que la titular de la Orden de Lenin... Las gentes que lo saben nos envidian, pero son muchos los que ignoran el precio elevado de estas dos mierdas. .. Sí, pues el asesino de Trotsky es mi hijo Ramón, que en nombre de los intereses sagrados de la Revolución y del socialismo yo he empujado a ese crimen; y yo... yo no soy más que un objeto digno de horror". Así habló Caridad en aquel frío invierno de Moscú de 1944, al veterano español de la guerra civil. Digno epílogo de la tragedia que Losey podría haber filmado, en lugar de reducirlo todo a la muerte cinematográfica del actor Richard Burton.
[Copyright Redacción, 1973]
Revista REDACCION
junio 1973

Ir Arriba

 

LEÓN TROTSKYÇ
León Trotsky