Pablo Neruda
Embajador
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VEINTITRES AÑOS DESPUES — Alguna vez, en 1948, alguien poetizó: "Si usted nace tonto en Rumania / sigue la carrera de tonto, / si usted es tonto en Avignon / su calidad es conocida / por las viejas piedras de Francia, / por las escuelas y los chicos / irrespetuosos de las granjas. / Pero si usted nace tonto en Chile / pronto lo harán embajador". Ahora, en 1971, esa misma persona deberá abandonar su lujosa, laberíntica casa de Isla Negra, en Chile, plácidamente recostada sobre el Pacífico, para ocupar, precisamente, la embajada chilena en París.
Pablo Neruda, marxista declarado desde 1945, llegó en fugaz visita, rumbo a la capital francesa, a Buenos Aires, donde se alojó modestamente en el Hotel Plaza, habitación 562. Con el título de embajador bajo el brazo, se dirigió el viernes 5 a la vieja casona de México 584, donde representantes de la literatura argentina, congregados bajo el nombre de SADE (Sociedad Argentina de Escritores), celebraron la entrada del poeta coronado por su infaltable gorrita y acompañado por Matilde Urrutia, que ocupa por el momento el tercer lugar en la lista de esposas. La conferencia de prensa se inició luego de la presentación del presidente de la SADE, Ulyses Petit de Murat: "Pablo Neruda, uno de los más grandes poetas del mundo contemporáneo", sintetizó.
Eludiendo el terreno político —por disposición, aunque velada, del vate—, las preguntas divagaron previsiblemente sobre poesía. Atropellándose para ser los primeros en alcanzar la obvia pregunta, varios cronistas corearon al unísono: ¿Cuál es el porvenir de la poesía en un país socialista?
Embajador Neruda: "Chile, en este momento, goza de un gobierno pluripartidista —sentencia—; la poesía tiene todos los caminos".
Alguien lanzó un dardo: "¿Qué puede sucederles a los poetas cuando se cumplan los objetivos y ya no tengan contra quién o qué rebelarse?". Hábil, jocoso, escurridizo, Neruda improvisó la broma: "Tendrán que rebelarse contra ellos mismos". No tan cómodamente vertió su opinión acerca del realismo socialista: "Aunque nunca he entendido muy bien qué es eso, opino que Chile está muy lejos del realismo socialista; sus intelectuales están muy ocupados para pensar en ello". De todas maneras, siguió pontificando, él no cree que el socialismo pueda cambiar mucho las cosas, citando como ejemplo a Cuba, donde los poetas siguen escribiendo como lo hacían antes. "¿Pero la técnica no entraña un peligro para la poesía?", alarmó un interlocutor. "Yo empecé a escribir en una época en que se hablaba mucho de técnica, de automóviles, del futurismo de Marinetti —personalizó—. En cuanto a mí, mi poesía siguió siendo intimista y provinciana. Los poetas pueden cantar o no en ese gran ruido, pero siempre creerán en la intimidad del alma. El mundo exterior me ha influido —admitió—, pero nada me arrebatará mi intimidad, como escribía Walt Whitman: que nada exterior pueda perturbarme." La afirmación se hace poco creíble cuando se comprueba que el autor de la insuperable Residencia en la Tierra recorre el camino inverso de muchos creadores que, como Vinicius de Moráes, abandonan los laureles públicos para rescatar esa intimidad tan preciada.
Un día antes de la conferencia en la adusta SADE, Neruda tuvo tiempo, si no para conceder entrevistas personales, en típica actitud de estrella, sí de visitar el Bar-O-Bar —o Bar Baro—, visita que, a pesar de lo fugaz, le permitió extraer profundas reflexiones acerca de la juventud. Algunas de ellas se refirieron a: mayor alegría y libertad entre los jóvenes; mejor comunicación, un cercano futuro de identificación con el sentido dirigente de la humanidad, de las masas.
Infamablemente, la interrogación apuntó a su opinión sobre Borges. Con mayor condescendencia de la merecida deslizó: "Es uno de los grandes prosistas del idioma; claro que su ideología es completamente equivocada". Mayor admiración despertó en el poeta-embajador la mención de Oliverio Girondo: "El mayor poeta de los argentinos".
Su rígida posición de poeta combatiente de otros tiempos, aliada a una lucidez e inteligencia innegables, lo justifican para hacer una confesión que no muchos izquierdistas admitirían: una legítima admiración por Estados Unidos. "La novela norteamericana constituye uno de los más importantes movimientos que se conocen: Emerson, Melville, Poe, Whitman". Insistió: "No obstante mis ideas, yo puedo volver a Estados Unidos". Es admisible la presunción de que las tareas diplomáticas pueden perturbar la creación poética, pero a los 65 años, el adelgazado, pulcro, elegante y contradictorio poeta enfatizó: "Esa suposición es descabellada". Y con una astuta pirueta verbal, casi indiscutible, concluyó: "Es como suponer que por el hecho de ser embajador voy a dejar de respirar".
CONFIRMADO - 10 de marzo de 1971

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