Desde 1936, una dinastía familiar maneja el poder político del país
centroamericano. Tres hombres con el mismo apellido ocuparon allí la
presidencia, sorteando siempre intrigas y sublevaciones
Para
los dos millones de nicaragüenses ya es algo habitual, folklórico.
De allí que la reelección presidencial de Anastasio Somoza Debayle
-Tachito, para sus íntimos- no sorprenda a nadie. Es que ese
apellido se ha convertido, desde 1936, en marca registrada de una
dinastía que, con elecciones o sin ellas, maneja con mano firme los
destinos de ese país centroamericano de apenas 148 mil kilómetros
cuadrados. Por eso, cuando el 1º de septiembre se conocieron los
cómputos electorales, muchos observadores políticos coincidieron en
señalar que, a nivel popular, se descontaba desde mucho tiempo atrás
el holgado triunfo de Somoza: cálculos extraoficiales señalaban que
alrededor del 40 por ciento de los inscriptos en los padrones se
habían abstenido de concurrir al cuarto oscuro; una apatía que
explicaría la abrumadora ventaja de ASD sobre su oponente. El
presidente reelecto, de 48 años, es el tercer Somoza que asume el
Poder Ejecutivo de Nicaragua. Con él se continúa una costumbre
genealógica que, a todas luces, no parece perder vigor. Todo lo
contrario: el hijo de Tachito, de 24 años, ya ha sido promovido al
rango de capitán del Ejército, en mérito a los servicios prestados
durante el terremoto que, en diciembre de 1972, arrasó a la capital,
Managua, dejando un saldo de 26 mil muertos y más de 50 mil heridos.
ANTES Y DESPUES DEL TERREMOTO Para entender el nacimiento de
esta suerte de dinastía republicana conviene retrotraerse a 1910.
Entonces, siendo presidente de Nicaragua Santos Zelaya, el rechazo
de una propuesta norteamericana -USA ofrecía un préstamo de 15
millones de dólares a cambio de obtener tierras para trazar un canal
interoceánico y el control aduanero de esa región- desató la
insurrección militar que destituyó al primer mandatario. Un año más
tarde -luego de las gestiones de José Madriz y Juan J. Estrada-
resultó electo Adolfo Díaz. Durante su presidencia, marinos
norteamericanos desembarcaron en territorio nicaragüense, donde
permanecieron hasta 1925. Díaz cedió a USA tierras para la
instalación de bases militares y otorgó permiso para la construcción
del proyectado canal. Es decir, más de lo solicitado a Zelaya por el
gobierno estadounidense. Frente a esa realidad, César Augusto
Sandino, un mestizo nacionalista, encaró desde la sierra la
resistencia armada al gobierno de Díaz. Fue entonces cuando el
primer Somoza (Anastasio), jefe de la Guardia Nacional, comienza a
adquirir renombre. Este hombre, Tacho, había seguido un curso de
capacitación militar en Nueva York y reunido una singular fortuna
vendiendo automóviles en su país. Encargado de liquidar la
sublevación, en 1934, fue ungido presidente, tras eliminar a
Sandino. Mientras duró su gestión, Somoza se preocupó por
desterrar todo tipo de oposición. Entre sus detractores se hizo
famosa una irónica frase: "Tacho quiere tanto al terruño, que no
vaciló en trasladar "ese amor a los latifundios". Pero fue una
pasión trágica: en 1956, un nicaragüense enardecido lo baleó en su
residencia. De poco sirvió que Dwight Eisenhower, presidente
norteamericano, le enviara a su médico personal, en un bien dotado
avión ambulancia. La muerte del primer Somoza desató una serie de
intrigas que posibilitó a su hijo -Luis- heredar el poder. El
segundo miembro de la dinastía gobernó desde febrero de 1957 hasta
mediados de 1962, año en que renunció para entregar el mando a René
Schick, el vicepresidente, quien falleció en 1966. Entonces, el
pueblo fue convocado a nuevas elecciones, y el 5 de febrero de 1967
resultó elegido Anastasio Somoza (hijo), Tachito, quien,
casualmente, comandaba la Guardia Nacional. Este Somoza presidió
los destinos de Nicaragua hasta 1972. Ese año, "para no herir
susceptibilidades", según se dijo, presentó la renuncia, no sin
antes designar a un triunvirato que lo reemplazaría hasta la
realización de una nueva compulsa electoral. Ese colegiado
-integrado por dos liberales y un conservador- se encargaría de la
administración del Estado, mientras Somoza seguía dirigiendo la
poderosa Guardia Nacional, y un cuerpo de juristas reformaba la
Constitución. El terremoto que destruyó la capital nicaragüense
hace dos años constituyó una suerte de trampolín para las ambiciones
de Tachito: el triunvirato, a partir de esa catástrofe, fue sometido
a un Comité de Emergencia, encabezado por Somoza desde los
cuarteles. Los conservadores, mientras tanto, tradicionales
enemigos del clan, reiteraron hasta el presente su incapacidad
política para oponerse a esta "costumbre". El general Emiliano
Chamorro, principal figura de esa tendencia, intentó vanamente copar
las fuerzas armadas para desplazar a la familia reinante. Más de 15
revoluciones fracasadas le hicieron ver a Chamorro que era más útil
pactar con su ya tradicional enemigo. Esa entente, sin embargo,
sólo logró desprestigiar al conservadorismo. Hace meses, el
autodenominado Grupo de los 27 (un conjunto de fuerzas menores,
unidas para combatir la permanencia de los Somoza en el poder)
desató una campaña encaminada a promover el abstencionismo en la
reciente compulsa electoral. Que el 40 por ciento de los
empadronados no concurriera al comicio demuestra -más que el
acatamiento a ese llamado- el grado de apatía de la ciudadanía
local. En todo caso, también demuestra que, evidentemente, el
oficialismo sigue siendo mayoría en el país. Los resultados del
escrutinio constituyen una dura lección para Chamorro y sus huestes
antes que un real motivo de halago para el reelecto presidente.
Revista Siete Días Ilustrados 16.09.1974
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Uno de los modelos norteamericanos con los que se realizaron
pruebas sobre vuelos supersónicos: ahora compiten con
Francia y Gran Bretaña |
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Anastasio Somoza en 1967
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