Religión
El arzobispo de los trabajadores será, en adelante, Pablo VI
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La unanimidad en la opinión pública no parece patrimonio de nuestra época; sin embargo, a la unánime admiración por Juan XXIII siguió la unánime aspiración de que el cardenal Giovanni Batista Montini fuera su sucesor.
Como sucedió con el cardenal Pacelli, nuevamente se dio el caso de que fuera elegido el nombre más mencionado como posible candidato; esta vez no hubo sorpresas.
La candidatura de Montini ya había sido mencionada cuando se debió elegir al sucesor de Pío XII; incluso se asegura que el entonces cardenal Roncalli era "montinista". Pero es obvio que por entonces los ánimos no estaban todavía preparados para recibir como jefe de la Iglesia Católica a un cardenal que siempre se había caracterizado por su "autonomía de pensamiento".

Oportuna elección
Los hechos parecen confirmar la oportunidad de la elección de Montini: a un Pío XII aristócrata e intelectual sigue un Juan XXIII, campesino y "bueno"; Montini aparece como la síntesis de sus predecesores: clase media, intelectual, piadoso y popular.
Por otra parte, la designación de Montini parece significar una garantía en cuanto a la continuación del Concilio Vaticano II y a la política de "apertura" iniciada por Juan XXIII. La experiencia diplomática de Montini y su cargo en la Secretaría de Estado le permitieron tomar contacto con las Iglesias de todo el mundo, ofreciéndole una cosmovisión del mundo cristiano que resultaba una condición ineludible para quien debía reemplazar a Juan XXIII.

Hombre de vanguardia
El hasta ahora cardenal Montini elige como nombre el de "Pablo"; esta elección resulta sintomática, si se tiene en cuenta que en su momento San Pablo significó, precisamente, lo que en una terminología moderna podría calificarse de "ala izquierda de la Iglesia".
La mentalidad del que fuera hasta ahora arzobispo de Milán, llamado por sus admiradores "el arzobispo de los trabajadores", se encuentra reflejada en pensamientos como éste: "Es al sacerdote al que le toca moverse, no al pueblo; es inútil que el sacerdote haga sonar sus campanas: ninguno las escucha. Es necesario que él entienda las sirenas que llegan de las fábricas, el templo de la técnica, donde vive y palpita el mundo moderno; les toca a ellos volver a ser misioneros, si quieren que el cristianismo vuelva a ser el fermento vivo de la civilización.
Frases así inquietan a los "conservadores" compañeros con quienes alternó en la Santa Sede. Muchos se sentían aludidos cuando Montini les repetía que "no basta conservar el patrimonio recibido de nuestros mayores, es necesario reavivarlo".
Cuando muere el cardenal Maglione (1944), Pío XII decide no llenar el cargo de Secretario de Estado; en cambio lo nombra pro-secretario a monseñor Montini, junto con el "conservador" monseñor Tardini. Diez años duró el "encierro" de Montini en el Vaticano, donde a todas luces se vio comprimido por la personalidad absorbente de Pío XII.
En 1953 los diarios anuncian que Montini renunciaba a ser cardenal. Sobre el particular corren algunas versiones: se dice que no estaba en la intención del Vaticano el que Montini llegará a cardenal, de allí que "se le ofreciera" el serlo. Como era de esperar, Montini pronunció el "ego non sum dignus", que al día siguiente aparecía en todos los diarios.
Situaciones como éstas, hasta el momento anecdóticas, hacen que ahora los observadores más conspicuos se pregunten: ¿Qué actitud tomará Pablo VI con toda la corte que hasta él momento dominó en la Santa Sede?
Revisa Primera Plana
25.06.1963

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