Revista Gente y la
Actualidad
19.11.1970 |
TENSIONES RACIALES QUE SE REMONTAN MUY LEJOS EN LA HISTORIA
DE LOS ESTADOS UNIDOS ESTALLAN EN 1970 EN UNA VERDADERA
GUERRA CIVIL. PROMOTORES FUNDAMENTALES DE ESA GUERRA SON LOS
VIOLENTOS PANTERAS NEGRAS, UN GRUPO DE INADAPTADOS NEGROS
QUE DECIDIO ROMPER EL DIALOGO Y OPTAR POR LOS FUSILES.
"Gabriel cuelga en la horca
oro negro en el sol,
cabeza de llamas de la rebelión...
Ya Gabriel es ahora
una espada en el aire...
Sobre la tierra su espíritu va volando,
la canción en la boca
y una espada en la mano."
El poema fue escrito hace ya muchos años por Countee Cullen,
en homenaje al cabecilla de una revuelta de esclavos, uno de
sus hermanos de raza. En aquel tiempo era sólo un homenaje,
un bello puntazo del cuchillo de un artista sobre episodios
de su época. Pero ahora, en 1970, los versos de Cullen se
ven sobre las paredes de los comités de los Panteras Negras
como un sangriento grito de guerra. Dentro del complejo
panorama político-social de los Estados Unidos de América,
la minoría violenta de la población negra constituye un
problema doloroso, quemante. Los negros que han elegido las
armas se ríen ahora de los negros liberales que exigen la
integración. Sus pelos crecen en abanico, ya no son
sometidos a los planchados ni a la gomina. "Lo negro es
hermoso", gritan. Rehúsan todo contacto con los blancos, a
excepción del que provenga del choque armado. Fanáticos,
intransigentes, feroces, los Panteras han desatado la
guerra. Martin Luther King es sólo para ellos el recuerdo de
un blando, de un émulo de Gandhi que marchó con una sonrisa
hacia el fracaso y la muerte.
A partir del asesinato de Malcom X, en 1965, un líder calvo
y vociferante que manejaba a los Musulmanes Negros, un
programa de combate inició su nacimiento. En el Sur, como
contrapartida, tomaron también los fusiles los núcleos
segregacionistas: no estaban dispuestos a soportar la
bofetada, a tolerar los embates de esta suerte de Ku Klux
Klan al revés que lo amenazaban todo. Puritanos, fustigando
a los habitantes de los ghettos que se sumergen en el
alcohol y, la heroína y el delito, llamando a sus filas a
los jóvenes negros que regresan de Vietnam acostumbrados a
matar, llamando "cerdos" a los blancos, parapetándose en
terrazas y balcones, los Panteras no piden ni dan cuartel.
Comenzaron —Siguiendo el programa de Carmichael— a
preconizar la violencia como defensa. Terminaron por sumirla
como elemento de ataque. Los seguidores de King,
inútilmente, intentan convencer a los Panteras de que han
elegido un camino desastroso. Ellos no los oyen. "No estamos
dispuestos a seguir los pasos de un grupo de teólogos que
hacen buenas migas con los blancos en cuanto se les presenta
una oportunidad", declaró hace una semana Big Man, uno de
los conductores del movimiento.
Y mientras la hermosa Ángela Davis, una universitaria
enrolada en las filas de los Panteras Negras, alza sus dedos
en V desde la cárcel —acusada de intentar liberar un
prisionero en un operativo comando que costó la vida a un
juez—, mientras nadie sabe de qué lugar pueden surgir los
plomos, mientras resulta casi imposible prever el final de
la explosión —los portorriqueños y mexicanos residentes
parecen en vías de asumir idéntica actitud y las
posibilidades de finalizar el conflicto en Indochina
aportarán casi con seguridad nuevos fanáticos que saben
manejar fusiles—, el panorama se torna sombrío. Roy Wilkins,
presidente de la Asociación Nacional de Derechos Civiles,
dijo cuatro años atrás: "Es el fanatismo perverso el que ha
originado nuestras lágrimas, quebrado nuestros cuerpos,
estrujado nuestros corazones y robado la vida de nuestros
seres queridos, blancos y negros". Desde entonces mucha
sangre ha serpenteado por las calles norteamericanas y todo
indica que será difícil detener el proceso. Los Panteras
Negras no parecen interesados en las palabras desesperadas
del ex vicepresidente Hubert Humphrey: "El racismo es
racismo; no hay lugar en USA para el racismo, cualquiera sea
su color."
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