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Zen - Antisemitismo en Rusia
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Zen: Minorías intelectuales asomándose a la iluminación

Esta semana, crecientes grupos de intelectuales repetían anécdotas Zen y devoraban libros plagados de nombres exóticos en un intento (tal vez vano); por aproximarse a "la más exquisita flor del pensamiento oriental": el budismo Zen
Mientras tanto, la casa editora que difundió la primera literatura zenista en Buenos Aires tenía paralizada la actividad debido a la recesión e iniciaba nostálgicos contactos con editoriales de la competencia. Su ubicua y excelente "Colección Asoka'' ("Zen y el Arte de los Arqueros Japonesas", "La Doctrina Suprema", "Introducción al Budismo Zen", etc.) se hallaba en casi pública subasta, a condición de que los presuntos compradores permitieran a Kazuya Sakai y Osvaldo Svanascini seguir dirigiéndola.
Por su parte, el orientalista David Vogelman (autor de trece audiciones sobre el tema, que transmitió Radio Municipal durante los tres últimos meses de 1962) confesaba resignado:
"No he recibido otros comentarios sobre mis charlas, que los que me hicieron personas que ya conocía... Pero pienso que el mensaje ha llegado a los que tenía que llegar... El Zen se vive, no se habla ni se mide en números".
El Zen es una entidad evasiva. En su sentido moderno, comienza a usar este título una corriente religiosa que suele remontarse a un (semilegendario) monje budista indio, Bodhidharma, que habría pasado a Cantón alrededor del año 520 de la era actual. Zen es la transliteración japonesa de una palabra china, a su vez transformación del vocablo sánscrito dhyana (meditación), muy usado por hindúes y budistas. Pero la corriente fundada por Bodhidharma tiene los suficientes acentos personales como para destacarse de todas las demás religiones del planeta y nadie ha logrado ponerse de acuerdo si debe entendérsela como una religión, un misticismo natural, una especie de psicoterapia o una disciplina so pretexto de la cual todo está permitido.
Preguntándoselo a las propias autoridades históricas del Zen, el investigador no sabrá más, sino menos. Zen es para cierto maestro "un kilo y medio de lino". Para otros es respectivamente, "el ciprés que está en el patio", "la mente común y corriente", "el aplauso con una sola mano", "un limpiador seco de excrementos" o "absolutamente nada". La enseñanza de tales maestros siempre ha seguido vías inéditas y extrañísimas, tales como darle una bofetada a quien les interrogaba, apretarle la nariz hasta hacerle desmayar de dolor, soltarle un alarido en la oreja, recitar un poema cualquiera, salir de la habitación con las zapatillas puestas sobre la cabeza o arrojarse encima del interlocutor, voltearlo, hace le una llave de yudo, pisotear su estómago v después ordenarle: "¡Habla, habla'".
Esta es la máscara desconcertante, a la que pertenecen también los famosos koan o problemas sin solución racional, que en Occidente suelen ser desvirtuados al rango de chistes de salón pero que, en realidad, formar uno de los métodos para llevar al adepto a una experiencia muy especial: El satori, iluminación o "despertamiento" (en japonés el acto de llegar a comprender".
Los (reales o supuestos) discípulos de Bodhidharma partieron de una comprobación idéntica a la del pensamiento occidental contemporáneo: El hombre es un ser angustiado. Toda la tradición taoísta que ellos tenían detrás (unida al negativismo budista de Nagarjuna y los Prajña-Paramita) los capacitó para descubrir la raíz de todos los males en el excesivo desarrollo de corte intelectual. Mientras el psicoanálisis —con el que el Zen guarda estrecho paralelismo— se propone hacer conscientes contenidos inconscientes, los zenistas descubrieron la paz "cediendo" el control consciente y dejando que los invadiese la "No Mente", el inconsciente. Un hombre liberado de angustias, tras la súbita eclosión de satori, supera la distancia entre sujeto y objeto, se siente maravillosamente integrado con la Naturaleza y sus actitudes rezuman espontaneidad.
El énfasis está puesto en la realización práctica y supone descartar cuidadosamente toda teoría. Un párrafo ultra - intelectualizado como el anterior sería rechazado con horror por cualquier maestro, ante todo por que no sirve para nada Tratar de explicar sólo confunde las cosas. "Afuera de la enseñanza, aparte de la tradición; no fundado sobre palabras ni letras: apuntado directamente al corazón humano; viendo en la propia naturaleza y consiguiendo el estado de Buda". Esa es la más breve y perfecta definición del método Zen, atribuida a Bodhidharma.
Los medios para arribar a la experiencia liberadora son varios y ellos han determinado la creación de diversas sectas y subsectas dentro del zenismo. En Occidente, gracias especialmente a la difusión de los libros del máximo expositor viviente del Zen —el Daisetsu (título religioso) doctor Teitaro Suzuki— interesó el entrenamiento sobre koans, tal como !o utiliza la secta mayoritaria Rinzai del zenismo nipón. Bajo la vigilancia de un maestro, el adepto se entrega a esfuerzos sobrehumanos para hallarle sentido a cuestiones completamente absurdas. De pronto, se hace la luz, se experimenta una catástrofe psíquica y sobreviene el satori.
Pero aparte de los koans, muchas técnicas artísticas orientales (la caligrafía, la ceremonia del té, el ikebana, la poesía, la arquería, el yudo, la esgrima japonesa) son, a la vez. expresión del Zen y caminos hacía satori. Además, en Japón —donde el Zen arribó al comienzo de la era militarista de Kamakura, fin del siglo XII— el espíritu zenísta inspiró el célebre código moral de los samurai, el Bushido. Por eso, mientras en China, su patria de origen, la doctrina de Bodhirama vive una vida adormecida en el seno de los monasterios (mezclada con prácticas de otras corrientes budistas), el Zen es actualmente uno de los constituyentes básicos del alma y la cultura japonesas.
En la primera década de este siglo un núcleo de zenistas iniciaron exitosos contactos con Occidente. El más conocido de estos misioneros es Suzuki. y aunque el medio elegido por él —los libros, los cursos, las conferencias— contradecía el núcleo mismo de esa doctrina "sin palabras ni letras", ante su inmenso eco, el disgusto de los ortodoxos se acalló. El Zen apasionó a psicólogos de la talla de Karen Horney (viajó a Japón con Suzuki para estudiarlo), Carl Jung (le prologó a Suzuki la "Introducción al Budismo Zen"), Hubert Benoit (autor de la celebrada síntesis entre Zen y psicoanálisis) y recientemente a Erich Fromm, quien dijo que los participantes en un congreso sobre Zen, auspiciado por la universidad de México —todos psicólogos y psiquiatras — "la semana pasada con el doctor Suzuki y sus ideas, tuvieron la influencia más estimulante y refrescante, por decir lo menos".
El Zen fue descubierto a partir de la postguerra por los artistas occidentales y no es casualidad que haya llegado a la Argentina traído por un pintor, el nipoargentino Kazuya Sakai propietario de la biblioteca especializada mejor provista de América Latina. En Buenos Aires, los interesados en Zen se reclutan entre cultores de las artes plásticas (sobre todo informalistas), poetas (como el grupo de "Poesía = Poesía") y núcleos dispersos de amigos. Su influencia se hizo sentir también en intelectuales como el desaparecido Vicente Fatone, Raúl A. Ruy y David Vogelman, revalorándose la obra de un auténtico iluminado ítalo-argentino, el escritor Antonio Porchia.
Felizmente, aquí nadie tomó como pretexto el Zen para excesos (tal fue el error de la Generación Beat norteamericana cuando confundieron esta doctrina con un "todo está permitido").
El máximo riesgo que corre ahora el zenismo local es el de los snobs, quienes hacen esfuerzos por convertirlo en una moda.

Antisemitismo
Cuando Nikita tiene temores patológicos

"Procuramos comprender a las religiones empleando no sólo nuestra tolerancia sino también nuestro mayor respeto" —dijo Nikita Kruschev en mayo de 1956, al recibir el premio
Lenin de la Paz—. "Únicamente las combatimos cuando son usadas para dañar al hombre". Esa celada declaración de guerra, que él arbitrio de Kruschev podría enderezar contra todos los credos o contra ninguno, acaba de ponerse en funcionamiento. Su destinataria es la castigada colectividad judía de la URSS (tres millones en una población total de 214), todavía no repuesta de las heridas que le había infligido el nazismo.
La ofensiva comenzó con el arresto de Gedalia R. Perchevsky, jefe laico de la comunidad israelita de Leningrado, quien luego de un sumario proceso ha sido condenado a 12 años de prisión por dirigir un supuesto "círculo de espionaje sionista". A siete meses del juicio, el Trud, periódico comercial comunista, dijo que Perchevsky y otros tres líderes judíos de Moscú estaban en contacto con la Central Intelligence Agency y con una red de espías de Europa occidental. Simultáneamente, los jefes laicos del judaísmo en Minsk, Vilnyus, Tashkent, Kiev y Riga fueron deportados, al tiempo que se clausuraban las sinagogas de 17 ciudades soviéticas.
La campaña antisemita en la URSS se maneja con tres argumentaciones básicas: a) los judíos son un vestigio de la sociedad burguesa que prosperó en la época zarista; b) un cordón umbilical "nacionalista" une a los líderes hebreos rusos con los jefes israelíes; y c) la vida de las sinagogas puede desenvolverse gracias al ilegítimo enriquecimiento de los judíos a costa de los trabajadores.
Detrás de estos cargos de deslealtad patriótica, el gobierno de la URSS —según algunos observadores— oculta cierto patológico temor a que los hebreos se conviertan en una quinta columna que socave las estructuras comunistas.
Hasta 1948. el judaísmo podía editar periódicos y libros en yiddish, mantener escuelas y otras instituciones culturales para su colectividad o montar en aquella lengua algunos espectáculos teatrales. Esa benignidad concluyó repentinamente cuando fue fundado el nuevo Estado de Israel. Desde entonces, la URSS sólo hizo algunas insignificantes concesiones a la vida intelectual de los judíos: en los últimos dos años, cinco clásicos de la literatura yiddish fueron reeditados y pudieron integrarse unos pocos elencos teatrales de aficionados. A partir de setiembre último, fue permitida inclusive la publicación mensual de una revista literaria israelita pero en lo que concierne a la religión misma, las trabas han sido mayores: el judaísmo tiene prohibición expresa de organizarse en federación nacional, y eso ha tornado imposible que se construyan nuevas sinagogas o se reparen las antiguas, ya deterioradas. Ninguna Biblia hebrea ha vuelto a editarse desde 1917 y hay formal impedimento para enseñar o aprender el yiddish en los establecimientos escolares privados que magramente logran sobrevivir.
Muchos líderes judíos están interrogándose sobre las razones por las cuales el gobierno de la URSS no permite a su población hebrea emigrar hacia Israel, Estados Unidos u otros territorios occidentales. La más aceptable suposición indica que el gobierno ruso no está dispuesto a afrontar las protestas árabes que sobrevendrían luego de un éxodo masivo hacia Palestina. Algunas comunidades hebreas de Occidente han iniciado cautas gestiones ante la UN para que obtenga de Kruschev un permiso de emigración, siquiera en pequeña escala.
Esas gestiones se han tornado más insistentes en los últimos tres meses, ante la evidencia de que la vida de los judíos en la URSS ha comenzado a tornarse intolerable.
29 de Enero de 1963
Primera Plana

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