CON SU SALUD QUEBRANTADA, CASI NO SE MUESTRA EN PUBLICO
RITA HAYWORTH: EL OCASO DE LA DIOSA
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A los 56 años, quien fuera la mayor luminaria cinematográfica de la década del 40, se ha impuesto un retiro cargado de sospechas.
Al parecer, la heroína de "Gilda" se halla aquejada por una enfermedad incurable


De tres "diosas del amor" descubiertas y perfeccionadas por el star-system de Hollywood, sólo una sobrevive: Rita Hayworth. Las dos restantes, Jean Harlow y Marilyn Monroe, desaparecieron en plena juventud y en el momento más brillante de sus carreras. La popularidad de Rita comenzó a declinar a mediados de la década del cincuenta, en la que continuó interpretando películas menores hasta entrar en una especie de retiro voluntario. Ahora, a los 56 años recién cumplidos, se sabe que desde el mes de agosto -en que ingresó al departamento de Neurocirugía del Hospital Central de Atlanta (Georgia)- su salud se ha quebrantado peligrosamente. No se tiene aún una versión fidedigna sobre la enfermedad que la aqueja; en un primer momento se habló de un tumor cerebral maligno, pero su presencia en el casamiento de Liza Minnelli y Jack Haley, el mes pasado, echó por tierra los pronósticos más agoreros. Se la vio entrar radiante al viejo restaurante Ciros de Sunset Strip, en Hollywood, donde se ofrecía la recepción, luciendo su melena cobriza y una boa de plumas como en los mejores tiempos. Desde ese día, sin embargo, no se la volvió a ver en público.
Aún alejada de las cámaras, el mito de RH se nutre constantemente por la adoración de sus seguidores locales e internacionales. No hace mucho tiempo, Susana Giménez declaró que su idolatría por la Hayworth la había llevado a copiarla ante el espejo (cuando tenía diez años) y que sus shockeadoras ondulaciones de melena y curvas eran el resultado de ese aprendizaje. También el escritor Manuel Puig le aportó su cuota de inmortalidad fijándola en el momento cumbre de su carrera -la artera Doña Sol de Sangre y Arena-, en su primera novela: La traición de Rita Hayworth.

AMOR Y PAMPAS
A fines de la Primera Guerra Mundial, exactamente el 17 de octubre de 1918, una corista de las Folies de Ziegfield -la briosa irlandesa Volga Hayworth- y el bailarín español Eduardo Cansino festejaban, en Brooklyn, el nacimiento de su hija Margarita Carmen. Producto de una mezcla profesional y explosiva, Rita aprendió a bailar antes que a caminar. Muy pronto el trío comenzó a efectuar giras por todo el país hasta que el vagabundeo terminó en Hollywood, en 1928, donde Cansino decidió abrir una academia de baile. Fue allí donde Margarita perfeccionó su arte y atrapó a su primer millonario, el industrial Edward Judson.
El matrimonio se realizó en 1936; Judson tenía veinte años más que la novia y fue el artífice de sus primeros trabajos para el cine. En realidad, la carrera de Rita empezó con un engendro sentimental que data de 1935, Under the pampas moon (Bajo la luna de las pampas). El film resultó execrable, pero la belleza de la muchacha entusiasmó a los productores. Cuando en 1941 Ann Sheridan rechazó uno de los papeles protagónicos de ¡Ay, qué rubia!, la Hayworth encontró su gran oportunidad. Era una comedia en la que seducía a James Cagney y a Jack Carson; para entonces ya había teñido de cobrizo su hermoso pelo castaño oscuro. Esa lujuriante melena y unas piernas tentadoras fueron las ventajas más explotadas por la publicidad en su carrera de mujer fatal: la Vamp de los años cuarenta había nacido.
Los cinco años subsiguientes la llevarían a la fama, mientras en su vida privada se producían algunos cambios: divorciada de Judson en 1943, vivió luego una flamígera, breve pasión con Víctor Mature y terminó casándose con Orson Welles. Su hija mayor, Rebecca, nació en 1944, el mismo año del estreno de Cover Girl (Las modelos), un éxito en el que bailó y cantó (doblada) con Gene Kelly. Ser la partenaire de Kelly no la inhibió porque ya había probado sus habilidades junto a Fred Astaire en Bailando nace el amor, adaptación musical de la comedia argentina Los martes, orquídeas. Rita, nacida para el cine bajo la luna de unas pampas made in Hollywood, quedaría definitivamente ligada a una Argentina artificial. Los memoriosos recordarán los paisajes tropicales de una Buenos Aires inventada en Bailando nace el amor, o la macarrónica ambientación porteña de Gilda (1946), película en la que Rita festejaba un carnaval trajeada de gaucho look. La película tuvo un éxito sin precedentes e inició un estilo, el de la mujer de lujo del cine de postguerra, enamorada de un "duro" (Glenn Ford) que, en un momento culminante, no duda en sacudirle una espectacular cachetada en pago de su traición. Todo un tango, pero en inglés.

DIOSA CON PRINCIPE
"Orson es un genio del cine, pero un fracaso como marido", declaró RH en 1947, tras divorciarse de Welles, quien la había dirigido en un fracaso comercial llamado La dama de Shangai. Para reponerse del colapso sentimental, la diva viajó a Cannes donde conoció al príncipe Ali Khan, una suerte de monarca sin corona de la Costa Azul. Como en las novelas rosas el enamoramiento fue mutuo, inmediato y fulminante. Se casaron en Vallauris en mayo de 1949, entre guirnaldas de orquídeas, al borde de una piscina perfumada con litros de extracto francés. Las columnistas de la café-society todavía comentaban los pormenores de la fiesta cuando, siete meses más tarde, nacía en Suiza la segunda hija de la estrella: Yasmine. "Entre Ali y yo hubo amor, sinceridad y también distancia -dijo ella, en Nevada, al consumar su tercer divorcio, en 1953-. Teníamos vidas difíciles y de lo más dispares. Pero lo quería y lo recordaré siempre."
De allí en adelante, la Hayworth se dedicó a filmar películas de escasa relevancia -con la excepción de Mesas separadas (1958)-, sin abandonar la búsqueda de una pareja ideal. Su cuarto matrimonio fue con el cantante Dick Haymes, quien al parecer sólo buscaba recuperar la popularidad y el status que había perdido. La unión duró tres años. Finalmente, en 1958, se casó con James Hill, quien ofició de marido y productor de sus películas hasta su separación en 1961. Aparentemente, sesenta películas, cinco maridos, dos hijas, y el nombre de su personaje más famoso -Gilda- pintado sobre la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima no fueron garantía de felicidad para la estrella. Ella es la primera en reconocerlo: "En 1969 comencé upa nueva carrera, modesta, muy diferente a la anterior. Sólo espero tener ánimo y salud para llevarla a cabo". Un desiderátum que ahora parece resultarle esquivo a la otoñal, inolvidable diosa hollywoodense del amor.
Siete Días Ilustrados
21.10.1974

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Rita Hayworth
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