Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Salvador Allende
Una incógnita que se abre
Revista Gente y la Actualidad
10.09.1970

¿Qué hará Salvador Allende? ¿Convertirá a Chile en otra Cuba? Su triunfo —una victoria estrecha, lograda por la unión de cuatro partidos y dos agrupaciones— modifica el espectro político continental.
GENTE habló con el líder socialista en su mansión santiaguina horas después de conocerse los primeros resultados deja elección. Su programa político, su vida, las expropiaciones de empresas. Del diálogo surge para toda América... una incógnita que se abre.
Por CARLOS BAUDRY y EDUARDO FORTE. (Enviados especiales a Santiago de Chile.)

El domingo último, a las 4 de la tarde, cuando se cerraban los comicios, Salvador Allende Gossen (62 años; casado; tres hijas; dos nietos) dormía la siesta "con guatero" —bolsa de goma con agua caliente— en su elegante mansión del barrio Providencia, un reducto aristocrático de la capital chilena. Se levantó a las 16.30, con excelente humor y sintiéndose ya presidente. Antes de dormir, quizá, miró el retrato de Ernesto "Che" Guevara, que en su biblioteca está junto al de su mujer y al de Dolores Ibarruri, "La Pasionaria", acarició los marfiles chinos —"Me los regaló Mao"—, se solazó con el cuadro de Siqueiros —"Un regalo, también, del propio Siqueiros"— y fumó un habano legítimo, de esos que de vez en cuando le regala su amigo Fidel Castro. Su esposa, Hortensia 'Tencha' Bussi, de quien estuvo a punto de separarse varias veces —es muy mujeriego y lo admite—, velaba su sueño. No era la única: también estaban sus hijas Carmen, socióloga; Beatriz, médica, e Isabel, educadora, además de sus nietos Gonzalo y Carmen Beatriz. La casa, de dos plantas, con un gran jardín al fondo y muchas habitaciones, era un hervidero de personas. Ana María Bussi, secretaria de Allende, montaba guardia junto al teléfono y discriminaba llamados. Dos guardaespaldas tomaban café, y frente a la vivienda, cuatro "pacos" —carabineros, policías santiaguinos— eliminaban todo propósito de molestia. El "Pije" Allende — el apodo equivale a "dandy", a cajetilla— podía dormir tranquilo, a pesar de que algunas encuestas lo daban como tercero en el resultado. Tenía su propia encuesta, que finalmente le daría la razón. Los primeros resultados lo encontraron despierto. "¡Estamos ganando, Chicho!", se alegró Tencha. Chicho puso cara de presidente y recibió al enviado de GENTE en su elegante living, rodeado de su familia.
—Aún no hay un resultado final. Pero si obtiene el triunfo, ¿cuál va a ser su actitud para con la República Argentina?
—Esa pregunta ya me la han formulado. Y me molesta. No veo por qué tiene que cambiar. Tradicionalmente hemos sido amigos, y las diferencias que pueda haber las resolverá un arbitraje. Además, no se olvide que nuestros pueblos han peleado juntos en las guerras de la independencia. Somos amigos por tradición.
—Pero usted es marxista...
—Claro que lo soy. Y haré un gobierno marxista. Usted se olvida que su país se ha caracterizado por la no intervención, por la libre autodeterminación de los pueblos. Ustedes tienen el gobierno
que quieren. Chile elegirá —ya lo eligió y no dudo que ganaremos— el tipo de gobierno que se le dé la gana. Para eso es un pueblo democrático.
—La democracia incluye la libre determinación económica. Y usted ha hablado de expropiaciones.
—No sé por qué se asusta todo el mundo...; en Chile hay 3.500 empresas extranjeras y yo sólo voy a expropiar ochenta... En la campaña contra mi se dijeron cualquier cantidad de calumnias... Que voy a mandar los "cabros" a Cuba o a Rusia, que voy a empezar la educación por los "guaguas" en La Habana, qué sé yo...
Los cabros —adolescentes— y los guaguas —niños—, raramente, están con Allende. Aunque no se sabe muy bien por qué. Al día siguiente, por la avenida Bernardo O'Higgins, a la cual los chilenos conocen por "La Alameda", habría una manifestación de "cabros". Es la cuarta vez que Allende pretende la presidencia. Con él se rompió la veracidad de la máxima que dice que la tercera es la vencida. Su campaña presidencial según algunos "momios" alesandristas, fue financiada desde detrás de la Cortina de Hierro. Los allendistas, a su vez, contraatacan: "Las empresas norteamericanas dieron 250.000 dólares para que "La Señora" pudiera hacer su campana". El mote califica al soltero empedernido que es don Jorge Alessandri. Antes, la prensa opositora lo llamaba "La señorita", pero cuando los "momios" protestaron decidieron otorgarle otro estado civil. Célibe invicto —no se le conoce ningún pololeo (romance)—, Alessandri prefiere que lo llamen "El paleta", sinónimo de tipo derecho, macanudo.
—¿Usted es amigo de Castro?
—Si, claro...
—¿Vendrá Fidel Castro el 3 de noviembre cuando usted asuma el poder?
—Y...; todavía no he nombrado jefe de protocolo.
—En su programa, usted afirma que mantendrá relaciones comerciales con todos los países del mundo, incluso con los que no pertenecen al mundo occidental.
—Y claro. Comerciaremos con todos los pueblos del mundo que estén dispuestos a hacerlo con nosotros. Y tendremos relaciones culturales y diplomáticas. Pero no se interprete mal. Con todos. Mi gobierno será chileno. El marxismo no significa que vaya a convertirme en satélite de nadie. Haremos un gobierno nacionalista. La mayor parte de los bienes de producción están en manos del capital extranjero, que se ha llevado mucho más que lo que invirtió. Son divisas que se van para no volver. Remediaremos eso.
—¿No cree que hasta el 3 de noviembre se pueden producir éxodos de capitales?
—El presidente Frei es un patriota y tomará medidas para evitarlo, pienso.
—¿No teme un planteo por parte de los militares de su país?
—Los militares chilenos respetarán la voluntad popular. Lo han hecho siempre.
Junto a Allende —saco fumoir azul, pantalón gris, pañuelo— están sus hijas y su esposa.
—Señora, ¿cómo es el doctor Allende?
—Muy sabroso —interrumpe él.
Médico desde los 26 años, los opositores lo acusan de haber practicado sólo autopsias. "Es que no me daban trabajo y me desempeñe como legista", se defiende.
—Y —dice Hortensia Bussi— muy bueno... muy buen hombre, muy deportista. Es muy buen nadador, y muy buen jinete.
—Soy el mejor jinete de Chile. Imagínese que he cabalgado por más de treinta años en el potro del socialismo y todavía sigo arriba...
Sus hijas opinan lo mismo. Carmen, que ve una mirada de duda, corre a buscar una fotografía donde se lo ve a caballo. La calle está de acuerdo con esas informaciones: "Es un gallo bárbaro, hombre —dicen—. Y muy accesible y jovial. Le gustan las cosas rectas y respeta a todos. Y mucho, las mujeres. Tiene mucho éxito con ellas, a pesar de que a veces es antipático. Le gusta vivir bien." —concluyen—. No aclaran, sin embargo, que también le gusta beber, que es masón, integrante de la Gran Logia Chilena, y que oculta que alguna vez tomó la comunión. Contradictoriamente, sin embargo, anda en buenas relaciones con la Iglesia, y el cardenal Raúl Silva Enríquez es su amigo. Eso a pesar de que Salvador Allende es un duelista, aunque no asiduo. Durante la campaña para las elecciones de 1952, se batió a pistola con Raúl Rettig, por un quítame de allá esas pajas. "Mataron dos palomas", se burlan los "momios". "Y hoy Rettig es adherente de Allende".
Esta última circunstancia no es rara: La Unión Popular, que lo llevó al poder, es la agrupación del Socialismo —partido de Allende— con los partidos Comunista, Radical, Movimiento de Acción Popular (MAPU), Social Demócrata e Independientes, todo un espectro ideológico que se unió "contra la derecha".
La derecha, por su parte, todavía no se repuso del golpe. Don Jorge Alessandri durante la noche del viernes se refugió en su finca de Malloco. Radomiro Tomic, el candidato democristiano vencido, viajó a la isla de Juan Fernández, arrepentido quizá de haber hecho su campaña contra la derecha. Los santiaguinos, por su parte, muestran muchas y variadas actitudes, que van desde la alegría —"¡Ganó el pueblo!"— al desprecio —"Con el triunfo de los marxistas las calles están llenas de rotos ensoberbecidos"— pasando por el miedo: "Me parece que voy a irme a trabajar a la Argentina; pronto aquí no se va a poder vivir. Y cuando venga Fidel Castro, el 3 de noviembre, va a arder Troya". Para pacificar el ambiente, quizá, alterado un tanto por los tanques que la noche de la elección rodearon el palacio presidencial de La Moneda, Jorge Alessandri dio a publicidad un documento en que pide tranquilidad y que se entregue el poder a quien obtuvo la primera mayoría. La obtenida por Allende es, sin duda, mínima: apenas 39.000 votos más que Alessandri sobre un electorado de casi tres millones de sufragantes. Esa circunstancia quizá pueda hacer peligrar el cumplimiento de su programa.
—Pero yo propondré algunas enmiendas: no tiene sentido que tengamos dos cámaras de legisladores; con una, basta. Y si en la cámara se oponen a los proyectos de mi programa haremos plebiscitos y consultaremos al pueblo. Cada vez que sea necesario. Y el pueblo dirá sí o no. Cuando se cumplan los seis años de mi gobierno me sucederá un hombre de izquierda. Si así no ocurre, eso significará que no hemos cumplido con lo prometido y nos iremos con las velas apagadas —se defiende.
Es agudo, más para atacar que para defenderse, cualidad que ya tenía su padre y que le ha servido de mucho en los debates parlamentarios. Es agudo hasta ser ofensivo, a veces.
—Doctor Allende, ¿cómo conoció a su esposa?
Se sorprende: sólo espera preguntas de tono político, para poder hacer más proselitismo. Achica aún más sus ojos de zorro, se pasa la mano por el bigote canoso y por fin responde.
—La noche del terremoto de Chillán. La encontré con un amigo que me la presentó.
—Y se enamoró de mis ojos — añade Hortensia Bussi.
La preferida de una casa que comparte con cinco mujeres es Isabel, por una de esas razones que no requieren razón. Después, quizá, la sigue su sobrina Ana María, afectos que olvida muchas veces, enfrascado en lecturas —es un gran lector— o en campañas políticas en las cuales ha pasado la mayor parte de su vida. Viajó mucho; de esos viajes conserva recuerdos y amistades: Ho-Chi-Minh era una de ellas. Es político nato: "El colmo de un político —dice— es posar de apolítico". La política le ha dado, aún antes de ahora, muchas satisfacciones. Cuando habla de mejorar las condiciones de vida del pueblo chileno admite que él vive bien, "como un senador". Es que, esencialmente, quizá sea un oligarca populista más que un hombre de pueblo. Algo parecido pensamos cuando, apenas llegados a Santiago, en vísperas de la elección, le preguntamos a un taxista cuál de los tres candidatos, en su opinión, obtendría la mayoría en las urnas: "Todos —nos dijo—. Ellos siempre ganan; el único que puede perder es el pueblo". Un pueblo que está desconcertado, que tiene —o va a tener— el primer gobierno marxista de América latina; una democracia que, por serlo, se puso en la alternativa de devorarse a sí misma.

ESTO TAMBIEN FUE
Desenfadados hasta la exageración, los chilenos no titubean en agredirse con bromas que se parecen mucho a la falta de respeto, cuando de elecciones se trata. Así, los partidarios de Alessandri son "momios", porque "tienen vendas en la cabeza y el cerebro ya está muerto hace siglos". Los democristianos son agredidos a través de sus figuras: de la esposa del presidente Frei, a quien consideran muy fea, se dice que "se maquilla con productos de Helena Frankenstein". Los allendistas no se salvan. Como su líder es elegante, la oposición hace alusión a la falta de medios de quienes lo votan. "Los «rotos» eligieron a un «pije» (persona muy atildada) como presidente", señalan la contradicción.

El hombre, desnudo, con un cartel con la foto de Alessandri, corría por la calle Moneda, una arteria céntrica, a los gritos de "¡Esto me pasa por gil!". No era un loco: simplemente pagaba una apuesta. Es que la mayor parte de las apuestas políticas son de esa característica. La fuente situada frente al palacio presidencial se llenó de bañistas —pagadores de apuestas— la noche del viernes. Y lo jugado en dinero, es fama, supera los cincuenta millones de pesos argentinos. De los nuevos.

Este año, Chile soportó la mayor cantidad de huelgas de su historia se calculan (no hay cifras exactas) en 1.500. El escudo, que nació en paridad con el dólar, se cotiza ahora a 20 unidades por dólar. La inflación lo devora. Y las medidas que va a tomar Allende —según dice— no harán nada para detenerla. Al contrario —opinan los entendidos— se agravará.

Los diarios toman partido abiertamente. No se practica el objetivismo. Y desde agresiones que aquí serían consideradas injuriosas, hasta palabras desterradas del lenguaje culto, se pueden ver en ellos. En los de la izquierda. La derecha aún conserva la mesura. Pero una mesura que comparada con nuestro periodismo tiene color amarillo.

El hecho de que el presidente Frei sea muy querido por toda la población, sin discriminación partidaria —algunos afirman que en las elecciones del 76 va a ganar— no lo elimina de las bromas. Frei tiene una nariz grande. "Y está triste ahora. Quién sabe si va a poder pagar a la cuadrilla de deshollinadores que le limpia la nariz", se burlan. Pero los mismos que se burlan de él le tributaron una ovación —superior a la de cualquier candidato— cuando fue a votar a la estación Mapocho. "Es un caballero y un gran hombre", dicen.

"¿Don Chicho? ¡No, qué va a hacer un gobierno comunista! ¿Sabe la fortuna que tiene?", dice la calle. Los bienes de Salvador Chicho Allende se calculan en 150 millones de pesos argentinos. Sus gustos son refinados y tiene el guardarropas de un dandy. Es una contradicción difundida: Pablo Neruda, el poeta, notoriamente marxista, es dueño de tres mansiones. Una forma de izquierdismo muy sui generis. Desde luego, no hay que caer en la ingenuidad de pensar que marxismo es sinónimo de pobreza, pero no deja de sorprender.

Las familias de los candidatos fueron un factor importante en la elección. Los democristianos exaltaban el hecho de que Radomiro Tomic —"El yugoslavo" o "Blablamiro"— tenga nueve hijos. "Este sí que es hombre", decían. Los alessandristas, irónicamente, vinculaban el hecho a la inflación que devora al escudo chileno, moneda que nació para ser fuerte y se debilitó. La soltería de Alessandri fue un factor negativo, aunque influyó en el caudal de votos que obtuvo su prestigio de hombre honrado y mesurado. La de Allende fue un factor en contra: dos de sus hijas están separadas de sus maridos y él mismo tuvo tormentas matrimoniales. Pero ganó.

 

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Salvador Allende
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Salvador Allende junto a su esposa "Tencha" y su hija Isabel
Salvador Allende
Con Radomiro Tomic, candidato democristiano

 


 

Salvador Allende
Allende y su esposa
Frei
Vota el presidente Frei

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