Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


En busca de un nuevo sistema interamericano
Revista Confirmado
14.05.1965

"Hay que dejar que las pasiones se calmen para pensar en reestructurar la OEA", expresó un diplomático mexicano a un colega argentino, para justificar la postergación de la Conferencia Interamericana Extraordinaria que debía reunirse el próximo 20 de mayo en Río de Janeiro. En plena crisis dominicana, la proyectada reunión sólo hubiera contribuido a debilitar aún más la endeble estructura del actual sistema interamericano.
Después de estallar la guerra civil en la República Dominicana, y luego de la aplicación de la llamada Doctrina Johnson, es evidente que el organismo que surgió en 1948 de la IX Conferencia Internacional de Estados Americanos sufre una crisis de consecuencias que podrían serle fatales. Sin embargo, no es ésta precisamente la opinión que predominaba esta semana entre los observadores y diplomáticos que frecuentan la sede de la OEA en Washington. La lucha fratricida dominicana y la decisión unilateral que tomó el presidente Johnson habrían servido para demostrar que la OEA, con todos sus grandes defectos, es el único instrumento capaz de velar por la paz interna y externa de este hemisferio. Intentar resolver los conflictos al margen de ella, significaría una situación definitivamente caótica.
No todos los políticos norteamericanos han aprobado la táctica del hecho consumado que el presidente Johnson ha aplicado en el caso de la República Dominicana. Un hombre del prestigio del senador Robert Kennedy no ha vacilado en ser la primera figura destacada en criticar a Johnson. El hermano del presidente asesinado, ex secretario de Justicia, sostiene que Estados Unidos debía consultar a la OEA antes de enviar tropas a la República Dominicana. También ha recordado que el presidente Kennedy obtuvo la cooperación de la OEA en la acción que obligó a la Unión Soviética a retirar los cohetes nucleares instalados en Cuba, cuando se produjo la crisis de 1962.
El senador Kennedy ha subrayado igualmente que "el mal uso del poderío norteamericano" ha colocado en una difícil posición a los gobiernos latinoamericanos que venían prestando su apoyo a la política general de Estados Unidos. Su conclusión terminante es que Washington hubiera obtenido los mismos objetivos en Santo Domingo, de haber consultado previamente a la OEA.
La opinión del hermano e íntimo colaborador del presidente Kennedy es muy importante en este caso: se supone que fue uno de los principales responsables de la expedición que los exiliados cubanos lanzaron en abril de 1961 contra la isla de Cuba; y que finalizó con el desastre de Puerto Girón. Ahora, al formular su crítica a la política dominicana de Johnson, el propio Robert F. Kennedy ha reconocido: "No creo que nuestra actuación fuera muy buena en Puerto Girón".
En medio de esta crisis dominicana, y crisis de la OEA, comienza un proceso crítico en Colombia, donde la situación ha empeorado considerablemente en los últimos días. Quizá muy pronto, los países latinoamericanos deberán pronunciarse sobre algún nuevo conflicto. Y deberán hacerlo teniendo en cuenta, seguramente, que al margen de la OEA existe la llamada Doctrina Johnson. De acuerdo con dicho sistema, resulta drástica la declaración del secretario norteamericano de Defensa, Robert McNamara, quien, previendo "situaciones inestables" ha dicho: "Desde el punto de vista militar estamos preparados para hacer frente a tales contingencias si se presentan". Y, por su parte, el presidente Johnson sostiene que "las facciones americanas no pueden ni deben permitir, ni lo permitirán, el establecimiento de otro gobierno comunista", en América.
El caso dominicano ha demostrado que sin recurrir a la OEA, la crisis interamericana se precipita. Con sus infantes de Marina y paracaidistas, Estados Unidos puede evitar una guerra civil, pero no restablecer la democracia. Washington debió rectificarse y dejar que sea una comisión de la OEA la que intervenga, sentando en torno de una mesa de conferencias a los representantes de los bandos en pugna, para buscar una solución.
Se ignora cuándo se reunirán los cancilleres americanos en Río de Janeiro. Tendrá que ser forzosamente después de la liquidación de la crisis dominicana. Algunos observadores entienden que no podrá ser antes de que transcurran 30 días; otros fijan el plazo de 90 días. El caso es que si del drama de Santo Domingo surgen las bases para una nueva concepción del sistema interamericano, habrá que esperar la evacuación de las fuerzas militares norteamericanas de la isla del Caribe, o bien su reemplazo por contingentes interamericanos. Con la postergación de la Conferencia de Río se ha buscado evitar que los debates en dicha reunión giraran en torno del empleo que Johnson ha hecho de los infantes de Marina como instrumento de política inter americana.
La gran crisis de la OEA seguirá mientras no se introduzca en ella la serie de medidas que se piden para convertirla en un sistema eficaz y dinámico, dispuesto a tomar prontas decisiones políticas, militares y económicas que permitan resolver los problemas planteados. Hoy se entiende que la OEA necesita disponer de una fuerza militar pacificadora para llevar a cabo ciertas misiones similares a las realizadas por las Naciones Unidas en el Congo y en Chipre. La cuestión ha sido planteada por Dean Rusk, quien no figuró entre los asesores de Johnson partidarios del envío unilateral de fuerzas militares a la República Dominicana. El secretario de Estado sostiene que la OEA debe considerar el establecimiento de una fuerza militar permanente y un mecanismo capaz de hacer frente sin pérdida de tiempo a cualquier futura crisis como la que se planteó.
Aparentemente, USA busca ahora una solución urgente a la crisis dominicana. Luego de demostrar sus simpatías al bando del general Wessin, un enviado especial de la Casa Blanca ha establecido contacto con el coronel Caamaño. Betancourt, Figueres y Muñoz Marin, los tres grandes amigos del ex presidente Bosch, no cesan en sus intentos de mediación. El mismo Johnson, según creen varios observadores, ha entrado igualmente en el camino de la rectificación y en ese sentido interpretan las palabras que pronunció el martes por la noche cuando afirmó: "Buscaremos entendimiento con todas las naciones, y comprensión con todos los pueblos".
Un arreglo en la cuestión dominicana no significará que la gran crisis que sufre la OEA se haya superado. Esta es una apreciación unánime, de igual manera que se sigue opinando que hoy más que nunca es necesario emprender reformas urgentes para convertir el actual sistema interamericano en el instrumento que garantice la paz y la convivencia en este hemisferio.
La cuestión dominicana no ha salido del ámbito interamericano. Se ha debatido el tema en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con una enérgica acusación del delegado de la Unión Soviética. Mao Tse-tung ha hecho un inflamado llamamiento a los dominicanos para que resistan a los norteamericanos. Pero tanto Moscú como Pekín no salen del terreno de la polémica verbal. Quien parece querer ir más lejos, el presidente Charles de Gaulle, se ha limitado a ordenar, a su embajador en Santo Domingo que mantenga contacto con los dos bandos y de momento ha dejado sin respuesta los tres telegramas; que el coronel Caamaño le ha cursado solicitando el reconocimiento de Francia. Diplomáticamente, la cuestión dominicana quizás, no llegue a tener un alcance mundial.

 

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