En vísperas de un viaje del presidente Betancourt a los
Estados Unidos, una fuerza sediciosa —la misma que,
recientemente, para llamar la atención sobre su lucha, había
robado y después devuelto cinco telas que figuraban en una
exposición de pintura francesa— se apoderó de un carguero de
la Compañía Venezolana de Navegación. El objetivo era
idéntico: demostrar la existencia de elementos civiles y
militares en rebeldía contra el primer gobierno
constitucional de Venezuela que, según parece, terminará su
mandato. El "Anzoátegui", de 5.112 toneladas —que se
dirigía a Houston, en los Estados Unidos— se hallaba a unas
400 millas de La Guaira cuando empezó la operación, en la
que intervinieron ocho polizones y un oficial de la nave. Se
trata del segundo piloto Wilmar Medina Rojas, hermano del
jefe de Marina que el año pasado encabezó la sublevación de
Carúpano. El capitán, Oscar Pereira, fue privado de
libertad, y la tripulación obedeció las órdenes de Medina y
su grupo de polizones. La noticia del secuestro en alta
mar fue conocida unos instantes después de trasmitido por
televisión un discurso de Rómulo Betancourt, pronunciado con
motivo del cuarto aniversario de su gobierno. En esta
alocución, el presidente había confirmado su intención de
viajar a Washington el 18 de febrero, a pesar de la campaña
terrorista que azota al país. Una carta llegada a las
redacciones de los diarios atribuía la responsabilidad de
ese acto subversivo a las FALN (Fuerzas Armadas de
Liberación Nacional). Ese mismo día, se registraban en
Caracas nuevos atentados. Uno de ellos causó heridas al
coronel José Antonio González, quien, como procurador de una
corte militar de justicia, hizo condenar recientemente a
varias decenas de comunistas.
Asilo en Brasil Los
secuestradores del "Anzoátegui" siguieron el ejemplo del
capitán Galvao y la ruta del "Santa María". Bordearon las
costas de Venezuela y de las tres Guayanas para fondear en
aguas brasileñas, frente a Recife. Protegido por nubes
bajas, pudo navegar dos días con sus noches sin ser
avistado, mientras lo buscaban los aviones navales de
Venezuela y de los Estados Unidos, a cuyo gobierno se
solicitó cooperación. Sus mensajes de radio aludían a un
"acto patriótico" y a "los crímenes de la dictadura de
Betancourt". No pudieron ser interceptados en aguas
internacionales por naves de su país; en cuanto a la flota
norteamericana, en caso de intervenir, habría servido a los
fines de propaganda y agitación que perseguían las FALN. Un
avión Neptuno (de la marina de USA), que sobrevoló el barco
varias veces, no pudo inducir a los piratas a cambiar de
rumbo. En la mañana del lunes 18, Medina, por medio de un
mensaje cablegráfico a Río, señalaba su posición a las
autoridades brasileñas y solicitaba asilo político para él y
sus compañeros. Ese mismo día, el presidente Betancourt
hacía escala en San Juan de Puerto Rico, para entrevistarse
al día siguiente con Kennedy.
Audacia de las FALN
Es indudable que los círculos oficiales de Washington están
preocupados por la creciente audacia y frecuencia de las
acciones de las FALN. La opinión corriente es que el
gobierno del señor Betancourt puede ser presentado como
ejemplo de una democracia liberal y progresista. Es
desconcertante, para muchos comentaristas de la prensa
norteamericana, que este gobierno haya suscitado en cuatro
años el descontento de un sector apreciable de la opinión,
de tal modo que el pequeño partido comunista pudo romper su
aislamiento y vincularse a otras fuerzas políticas de
indiscutible gravitación. Lo más asombroso es que si bien
las fuerzas armadas continúan apoyando al gobierno
constitucional, es considerable el número de oficiales que
prefieren tomar las armas contra él sin preocuparse por la
circunstancia de que así aparecen, de hecho, como aliados
del comunismo. Existe una versión simplista: la extrema
derecha y la extrema izquierda se han unido contra el
gobierno, que éste representa el exacto término medio. No se
puede negar que ello, en parte, es verdad. Pero quedaría por
explicar por qué es verdad esa alianza tan ilógica. Si
bien las garantías constitucionales han estado suspendidas
casi constantemente en estos cuatro años, y el partido
oficial, Acción Democrática, vive de los recursos oficiales,
es absurdo pretender que el actual gobierno venezolano es
una dictadura, en el sentido en que lo era la de Marcos
Pérez Jiménez. Y aunque el país atraviesa una penosa
situación económica, por causas que escapan al control del
gobierno, se han llevado a cabo algunas reformas sociales,
manifiestamente apreciadas por el pueblo venezolano. Así,
por ejemplo, el Instituto Agrario Nacional ha distribuido
tierras —un millón y medio de hectáreas— a más de cincuenta
mil familias. Sin embargo, la mayoría parlamentaria se
opone al presidente Betancourt, como resultado de varias
escisiones sufridas por el partido de Acción Democrática.
Esas escisiones, presumiblemente, reflejan mudanzas de la
opinión pública. Grandes sectores de ella están
decepcionados: en 1958, cuando Betancourt llegó al gobierno,
habían concebido esperanzas no proporcionadas a la realidad
económica del país. Desde entonces, junto a los nostálgicos
del régimen depuesto, aparecen los utopistas del
"fidelismo". A un político tan experimentado como el
señor Betancourt no se le oculta que es difícil la
cooperación política entra sectores de tan diversa
ideología. No se puede imaginar que unos jefes militares
jueguen la suerte de su país a una revolución comunista, ni
los comunistas (latinoamericanos son suficientemente
razonables para aproximarse con simpatía a las fuerzas
armadas.
El miraje del Caribe La explicación
correcta es, por lo tanto, menos sencilla. Si los partidos
de izquierda explotan el descontento social, es una
insatisfacción nacional lo que embarga el ánimo de los
militares venezolanos. Y aunque la mayoría de ellos mantiene
su intransigencia frente al comunismo, otros, que no
encuentran otras fuerzas civiles capaces de ganar la calle
para formar la atmósfera propicia a un pronunciamiento
castrense, aceptan la colaboración con Gustavo Machado —un
comunista intelectual, a quien consideran, tal vez,
inofensivo— y con Domingo Alberto Rangel, un "fidelista"
exaltado que, probablemente, cuando llegue a la edad madura,
evolucionará como el propio Betancourt. La izquierda no
puede apartar sus ojos de cierto alucinante miraje del
Caribe, y algunos militares quieren, confusamente, une
transformación de su país en el sentido de sus ideales
patrióticos. Están de acuerdo contra el gobierno
contemporizador del señor Betancourt. Pero no coinciden
sobre lo que quieren, y si lograran derrocar al gobierno
constitucional se verían peligrosamente enfrentados. El
hecho es que culpar a Pérez Jiménez y a Fidel Castro por el
terrorismo urbano y las guerrillas campesinas, por las
sublevaciones militares y la mayoría adversa en el
parlamento, no es sino una manera cómoda de explicar la
frustración de las fuerzas armadas y la impaciencia que
reina en las clases populares. 26 de febrero de 1963
Página 13 - PRIMERA PLANA
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Aprovechando las insuficiencias de la Marina de Guerra
venezolana, un grupo de polizones secuestró un carguero |
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