Sofía Loren luchó, de 1949 a 1955, por convertirse en
estrella de cine. Dos años después, en 1957, inició otra
lucha que todavía no ha terminado: convertirse en un ser
humano, alejar los dardos de la opinión pública. Desde
entonces, sus dos enemigos encarnizados son la Iglesia y la
Justicia de Italia. La semana pasada, un nuevo conflicto
envolvió a Sofía Loren, una nueva batalla de esa guerra de
papeles y adjetivos la colocó en el centro de las noticias.
La hermana de la actriz, María, de 24 años, está casada con
un hijo de Benito Mussolini. Días atrás bautizaron a
Alejandra, su primera descendiente. Sofía Loren actuó como
madrina; fue padrino el doctor Hugo Cardone, y administró el
sacramento un renombrado sacerdote Jesuita: Virginio
Rotondi. Las aguas se encresparon enseguida. Monseñor
Giovanni Battista Guzzetti, de la universidad católica de
Milán, envió una carta abierta a Rotondi: "Sofía Loren es
una pecadora pública y jamás debió permitírsele que
actuara como madrina", protestó el prelado. La radio del
Vaticano hizo circular, de inmediato, un aviso del vicariato
de Roma donde explicaba que no se había solicitado la
dispensa para que la Loren fuera madrina y que, de todas
maneras, le hubiera sido negada. Ciertas versiones
llegaron a asegurar que Sofía Loren sólo estuvo presente en
la ceremonia religiosa y no firmó el libro de asientos del
templo. Sin embargo, un diario publicó declaraciones de la
diva según las cuales habría actuado como madrina. "La
Iglesia tiene razón —comentó Sofía Loren—. Pero desde el
punto de vista humano, hay mucho que discutir".
El
retrato de Dorian Gray El acontecimiento replantea una
debatida situación judicial y eclesiástica. Pero replantea,
también, un caso poco común en los mecanismos del "show
business". Sofía Loren es otro arquetipo de la vedette
contemporánea, el instrumento de un juego de oferta y de
demanda que el cine implantó con una voracidad abrumadora.
Desde Mary Pickford hasta ahora, la historia se repite, pero
se repite con variantes singulares. Como Marilyn Monroe,
como Brigitte Bardot, la Loren salió del anonimato y
desembocó en un universo da fulgor y celebridad sostenido
por millones de espectadores y un aparato periodístico que
termina por accionar solo, porque esas figuras son su
alimento. Marilyn Monroe. Brigitte Bardot no resistieron
el alud de la fama. Marilyn no resistió, siquiera, el de la
propia vida. Quedó vencida en un dormitorio, con una mano
sobre el teléfono y un tubo de somníferos al lado. No
había ningún motivo valedero para que Sofía Loren hiciera lo
contrario. Salvo uno: Sofía Loren trazó una dura frontera
entre su profesión y su existencia, se desdobló en dos
personas movidas, una por el cerebro, otra por el espíritu.
Como en "El retrato de Dorian Gray", dejó que su figura, la
que le sirve de divisa, quedara fijada en un cuadro de
celuloide. Ella, siguió viviendo por su cuenta y de la misma
manera que lo hubiera hecho si aún continuara en el
villorrio napolitano donde pasó la infancia. El éxito
operó ese desdoblamiento; proveyó a una Sofía Loren de los
mas rutinarios tics de vedette: manías, caprichos, frases
almibaradas para la publicidad, sonrisas. Proveyó a la otra
de una coraza detrás de la cual defender su intimidad, sus
virtudes, sus defectos. Sólo así se comprende que una mujer
pueda excitar con su cuerpo, en la pantalla de un cine, y
amar en la vida ordinaria con la intensidad y la fidelidad
de una muchacha de pueblo. Sofía Loren es, todavía, una
muchacha de pueblo. Es, todavía, Sofía Scicolone, la
exuberante aldeana a la que hubiera descripto Jean-Jacques
Rousseau. Basta con ver sus películas: cuando interpreta a
cualquiera de esas muchachas de pueblo, consigue —en el
drama o la comedia— un impacto. Ocurre que Loren es un
personaje y no una actriz, un prototipo y no una creadora de
prototipos.
Los escalones de la consagración André
Malraux, con un poco de ironía, señaló que la actriz es
capaz de encarnar un gran número de papeles diferentes; pero
que la estrella es capaz de hacer nacer un gran número de
argumentos convergentes. Es una definición que parece
escrita para Sofía Loren. Su progreso, desde las monótonas
tiras de la fotonovela hasta las marquesinas más rutilantes,
no fue en principio —Marilyn Monroe, Brigitte Bardot— una
operación de talento, sino el menos lírico y más mecánico
lanzamiento de un producto comercial. En cierto momento
de su vida, Sofía Loren encuentra a Carlo Ponti, y el
producto comercial empieza a transformarse en artículo
suntuario. Ponti corona su carrera de "pin up", de
rústica vampiresa de provincia, con pelo en las axilas y
desparpajo en las maneras. Hasta aquí, excepto por la
altura, era difícil diferenciarla, por ejemplo, de su más
fuerte contrincante: la insípida Gina Lollobrigida. Ponti
sabe que el reino de las "pin up" es efímero y hace que su
estrella suba los escalones que conducen a la consagración,
que llevan del erotismo inofensivo a la pulcritud y el
misterio del cine, el único arte dispuesto a ser falso,
débil, inconsistente. A partir de 1957, Sofía Loren salta
los escalones. No es casual que Hollywood la ayude y ayude a
Ponti en esa delicada empresa. Ni es casual que la "f" de
Sofía se transforme en "ph". En 1957, también, Sofía Loren
decide desdoblarse ante el éxito que tenía delante, casi al
alcance de la mano. Una forma de hacerlo era darse cuenta
que estaba enamorada de Carlo Ponti. Una forma de
consolidarlo, era casarse con él, unirse a él. Fue el 17
de octubre de 1957, en Ciudad Juárez, México. El matrimonio
despertó, pronto, a los magistrados italianas. En los
primeros tiempos, las suspicacias arreciaron y calcularon
que Sofía Loren había concertado una simple alianza
industrial. Es lo que todos debían pensar, tal vez, al saber
que una estrella de 23 años, se casaba con un importante
productor de cine, de 46. En 1958, se insinuó la posibilidad
de una ruptura, desencadenada por un presunto "affaire"
Sofía Loren - Cary Grant. Ella dijo entonces: "Soy una
mujer italiana, napolitana y católica. No me separaré de mi
marido". Han pasado ya 7 años. Sólo el amor puede amortiguar
la inquietud que rodea a Sofía Loren y a Ponti. Sólo el amor
puede hacer que una muchacha de pueblo, empinada en la
gloria, acepte arrostrar las críticas y las diatribas, estar
fuera de la ley.
AI revés de las divas ¿Pecadora
pública? En todo caso, una pecadora consciente, o sea una
dueña de su pecado. Ahora bien: ¿cuál es su pecado? En vez
de repartirse entre los fáciles idilios, se dedica a un
hombre. Sofía Loren es de las pocas actrices de fama sin
"flirts", inventados o auténticos. Cuando empezaba su
carrera, declaró: "He puesto mi corazón en una botella. Lo
dejaré ahí hasta alcanzar el triunfo". Y, años después: "Me
casaré por amor. Pero esto no será fácil; tengo un
temperamento ferozmente celoso. Y por eso no quiero un buen
mozo, quiero un hombre interesante". Al revés de las
divas, Sofía Loren —1,72 de alto, 62 kilos, 96-58-98—
alcanzó el triunfo y desdeñó los "flirts"; por fin, encontró
en Cario Ponti al hombre "interesante". Para conservar ese
amor, no ha vacilado en enfrentar a toda una sociedad. Le
hubiera resultado menos complejo, más cinematográfico,
adular a esa sociedad, la misma que quizá suspira ante
sus películas. Prefirió el camino opuesto, la tierna rutina
de un hogar burgués, la facultad de no acallar los
sentimientos. "Lo importante —ha comentado— es cómo se
siente uno en la vida, y yo siento que Carlo es mi marido.
Lo que diga la ley no tiene valor". Una explicación
lateral de esta frase es que Sofía Loren haya visto en Ponti
al padre que no tuvo, al hombre que podía concentrar el
afecto y el apoyo que faltaban en su vida. Sofía Scicolone,
nacida en Roma el 20 de septiembre de 1934, llevada luego a
Pozzuoli, aldea de pescadores situada a 7 kilómetros de
Nápoles, conoció una infancia acongojada: su padre huyó de
la casa. La madre —igual que el personaje que Anna
Magnani interpretaba en "Bellísima", de Visconti— toma el
mando de ese hogar y resuelve que el porvenir de su hija
Sofía está en el cine. Ella misma soñaba con el cine: la
habían elegido, en un concurso, la "Greta Garbo italiana".
Sin embargo, sólo arañó brevísimos papeles en un par de
películas. En una, aparece junto a su hija. Luego la
insta a presentarse en certámenes de belleza. Así, Sofía es
"Princesa del Mar", en Nápoles, en 1949, y poco después, en
Roma, "Miss Elegancia". El paso siguiente consiste en
cambiar el apellido y transformarse en vedette de las
fotonovelas que publica la revista "Sogno".
Nariz
larga y boca grande Sofía Lazzaro no cesa de merodear los
sets de Cinecittá; de 1949 a 1951 interviene en 5 films;
hace 3, en 1952 ; 5, en 1953; 7, en 1954. Ya comienza a
destacarse con su nuevo apellido: Loren. Sus atributos
físicos la imponen (en 1962. los caricaturistas de los
Estados Unidos la eligieron como la mujer más bella del
mundo, seguida de Brigitte Bardot, Grace Kelly y Jacqueline
Kennedy. Tiene la nariz larga y la boca grande, pero su
cuerpo es un proyectil de sexo y desprejuicio; vocinglera y
salvaje, vence con la insolencia de su hermosura. En
algunos films de la época, su "partenaire" es Marcello
Mastroianni, otro aspirante a la gloria. Hoy, Sofía Loren
gana un millón de dólares por película y Mastroianni, apenas
doscientos mil. El actor ha ironizado: "Se trata de una
cuestión de encanto. Después de todo, senos son senos".
En 1954, el papel de "pizzaiuola" que hace para un "sketch"
de "El oro de Nápoles", significa el espaldarazo. Es el
papel de la pueblerina picante y gritona que le valdrá los
mejores éxitos. En 1956 inicia su colaboración en Hollywood
("Orgullo y pasión"), que seguirá hasta 1959. en los sitios
más diversos: Grecia, Libia, España, Nueva York y,
paradójicamente, Nápoles. En 1960, con "Dos mujeres",
produce un inesperado gran trabajo dramático. Hasta ahora,
no ha vuelto a repetirlo, a pesar de la inflada mampostería
de "El Cid". Por su labor en "Dos mujeres" recibe uno de los
premios más codiciados: el Oscar a la mejor actriz de 1961.
A esta altura, los senos importan menos, y Ponti le digita
roles más altos y efectivos. Acaba de terminar "Los
secuestrados de Altona", sobre argumento de Jean-Paul Sartre
y con dirección de Vittorio de Sica. Es su film número 44,
en una lista que incluye realizadores como Stanley Kramer,
Carol Reed, George Cukor, Sidney Lumet, Anthony Asquith, y
actores como Cary Grant, John Wayne, Anthony Perkins,
William Holden, Anthony Quinn, Clark Gable. El corazón de
Sofía Loren hace rato salió de la botella donde estaba
guardado. Para la justicia italiana, fue primero la esposa
de un bígamo; anulado en septiembre de 1962 el matrimonio
mexicano, es ahora una mera concubina. Podrían tocarle,
según las leyes de su país, dos años de prisión. Son los
molestos precios que pagó, paga y pagará por tener su propio
retrato de Dorian Gray. A raíz del reciente conflicto con
el Vaticano, Sofía Loren profirió un lamento: "Desde hace
tiempo, por una cosa u otra, me han colocado entre el clavo
y el martillo". Parece demasiado calvario para una muchacha
de pueblo a quien le gustan los langostinos fritos, los
tallarines, los helados de frambuesa y dormir sin almohada.
Para una estrella que sabe dónde concluye la ficción y dónde
empieza la dolorosa realidad. Página 41 . PRIMERA PLANA
29 de Enero de 1963
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