Vietnam
La paz está lejos; la guerra, demasiado cerca
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Mientras Washington y Hanoi discuten el lugar donde habrán de reunirse, la guerra en Vietnam continúa. La paz se vislumbra porque ambos bandos reciben fuertes presiones.

Desde la noche del 31 de marzo, en que el presidente Johnson anunció la suspensión limitada de bombardeos a Vietnam del Norte, y su posterior aceptación de la contrapropuesta de Hanoi (consistente en reunirse a nivel de embajadores para tratar sobre el cese total de bombardeos, como paso previo indispensable a cualquier negociación de paz), el conflicto de Vietnam ha sido llevado en dos planos: uno diplomático, el otro bélico, estrechamente relacionados entre sí.
Hasta la semana pasada, los "forcejeos" diplomáticos se concentraban monótonamente sobre la elección de la sede en que se realizaría el diálogo previo a las aún hipotéticas negociaciones de paz. En un comienzo, sectores comunistas hablaron de elegir a Moscú, mientras Washington apoyaba la idea de reunirse en Ginebra, sede de la conferencia que puso fin a la guerra francovietnamita en 1954. Hanoi, por su parte, propuso como sede la capital de Camboya, Phnom Penh, o bien la de Polonia, Varsovia. Washington rechazó ambas posibilidades y al nombre de Ginebra agregó los de cuatro capitales asiáticas: Vientiane (Laos), Jakarta (Indonesia), Nueva Delhi (India) y Rangún (Birmania). A criterio de Hanoi, ninguna de estas sedes parecía aceptable: la situación caía en un peligroso estancamiento, mientras las partes en conflicto se acusaban mutuamente de "falta de seriedad" y de "carencia de real voluntad de paz".
Ni Hanoi ni Washington podían dar preeminencia a la Unión Soviética aceptando reunirse en Moscú; los EE. UU. no querrían menoscabar su liderazgo, y Norvietnam no se atrevería a agraviar a China favoreciendo un triunfo diplomático del Kremlin. Por su parte, Hanoi no podía aceptar como sedes a Rangún o Nueva Delhi, pues Birmania y la India (esta última especialmente) se hallan en malas relaciones con el régimen de Mao; ni a Jakarta, capital de un país que ha asumido una posición de anticomunismo militante; ni tampoco a Vientiane, porque Laos es la "ruta" de las fuerzas de Ho Chi Minh y porque hay una lucha civil entre el gobierno central prooccidental y las guerrillas rojas del Pathet Lao. En cuanto a Ginebra, Norvietnam debía necesariamente rechazarla, pues quiere aislar estas conversaciones y tener a los Estados Unidos como único interlocutor. Reniega de nexos que pudieran elevarlas al carácter de negociación de paz.
A su vez, Washington rehusó como sede a Varsovia, capital de un país comunista, por el temor de que su embajador pareciera entonces representar el "bando perdedor", y sufriese un desmedro en su liderazgo; algo similar hubiera ocurrido con Phnom Penh, agravado por el hecho de que los EE. UU. no mantienen lazos diplomáticos con Camboya. El presidente Johnson, sobre todo ahora, no puede aceptar una sede que coloque a su país en posición desfavorable: el plano diplomático se apoya en el plano bélico, y ahora reina otra vez el optimismo en el Estado Mayor estadounidense en Vietnam.
Mientras los norvietnamitas se repliegan, tal vez para contraatacar con más éxito en el futuro y favorecer sus planteos diplomáticos, Washington cede a la tentación de buscar posiciones de fuerza que permitan lograr mejores condiciones en caso de negociar la paz: el optimismo estadounidense se basa en la reconquista de Khesanh (luego abandonada por demasiado riesgosa) y en los favorables encuentros mantenidos con tropas comunistas en estas últimas semanas. Además, está el régimen de Saigón, con sus reclamos, y las exigencias de los aliados de los EE. UU. y sobre todo del gobierno de Sudcorea, ante quien el propio Johnson se ve inducido a "rendir cuentas". Por su parte, Norvietnam está tironeando entre la Unión Soviética, que promete máxima ayuda pero desea la paz, y China, que reclama continuar ¡a lucha hasta el triunfo final.
El mundo se angustia ante las continuas dilaciones. Se vuelve a pensar en París, donde el general De Gaulle, por primera vez en mucho tiempo, ha manifestado amplia simpatía hacia la iniciativa de paz de Johnson; hasta se menciona al más neutral de los neutrales, Pablo VI, que podría ofrecer el Vaticano como lugar de reunión, lo que parece fantástico. Observadores occidentales reprochan a Johnson su repetida promesa de reunirse con Hanoi "en cualquier parte": el presidente estadounidense pecó sin duda al prometer demasiado rápidamente lo que le es tan difícil de cumplir. El prestigio nacional, la opinión del Pentágono y los compromisos con los aliados en guerra llevan a ampliar, otra vez más, la "brecha de credulidad" que aísla a LBJ. Por ahora, la paz está todavía lejos; la guerra, demasiado cerca ...
Revista Siete Días Ilustrados
23.04.1968

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