Periodismo
Éxito y decadencia de las historietas

Pasado mañana cumple 35 años la revista semanal El Tony, fundada en 1928 por el dibujante y taquígrafo Ramón Columba, que inauguró en la Argentina la era de las historietas.

Ramón Columba
La publicación alcanzó pronto una inusitada difusión y llegó a vender más de 300.000 ejemplares por número. Además, atrajo a vastos sectores populares que hasta entonces cubrían sólo parcialmente Páginas de Columba, dedicada a caricaturas políticas y Tit-Bis de la vieja Editorial Manuel Láinez, propietaria del matutino El Diario, que incluía nutridos textos y escasas ilustraciones.
Ramón Columba murió en 1959; pe- (nota: tal cual en la crónica) su hermano Claudio Antonio, de 62 años, primitivo secretario de redacción de El Tony, recordó a PRIMERA PLANA algunos detalles de entonces. Según sus palabras, El Tony descubrió un nuevo sistema de publicidad, luego ampliamente difundido: mediante la entrega de determinada cantidad de cupones impresos en la revista, los lectores recibían juguetes: desde pelotas hasta muñecas, desde meccanos hasta triciclos.
La labor de acercamiento hacia la niñez fue complementada con la entrega de vales para asistir a funciones circenses que por su notoriedad (aquellas en que actuaba Frank Brown, por ejemplo) no estaban al alcance de la gente menuda. En una de dichas funciones, el campeón Luis Ángel Firpo fue comisionado para distribuir chocolatines, vestido con impecable traje blanco. Ramón Columba le advirtió que no se acercara a los pequeños, pero Firpo hizo caso omiso. Resultado: en menos de diez minutos el traje del boxeador adquirió un destacado tono oscuro. "Es la primera pelea que pierdo sin poder pegar", comentó.
El producido de la edición inicial de El Tony —que se vendía diez centavos y aparecía los miércoles— se destinó a obras de beneficencia. Poco después, otras publicaciones irrumpían en la Capital y entablaban la competencia.
La gravitación de las revistas de historietas tuvo su máxima expresión en la década 1940-1950. Por esa época, su mercado consumía 120 millones de ejemplares por año, con un total de 40 a 50 títulos de gran circulación. Algunos nombres forman toda una antología de esta moderna expresión gráfica y periodística: desde Figuritas, lanzada por Roque Livieri en 1940, hasta Pif Paf, de la editorial Tor (ambas desaparecidas), pasando por Rayo Rojo, Aventuras e Intervalo.
Esta última —también editada por la empresa Columba— explotó una veta especial dentro del género: daba a conocer obras clásicas de la literatura universal a través de la amenización de la historieta. Dostoievski, Balzac, Pérez Galdós, Shakespeare, Cervantes, Benavente, Manuel Gálvez, pasaron a los cuadros y a los dibujos.
Hacia 1951 comenzó la decadencia de las publicaciones que habían conseguido deleitar a toda una generación. Según Adolfo Pérez Zelaschi, gerente de la Asociación Argentina de Editores de Revistas, tres factores desencadenaron la crisis:
• La aparición de la televisión y su subsiguiente dominio; los seriales vencieron a las historietas de acción, que estaban predominando.
• La invasión extranjera.
• El apogeo de la fotonovela, que desvió la atención del lector hacia la fotografía. Como en el caso de la TV, se operó una batalla que ganó la imagen pura, por encima de los trazos más o menos felices de los dibujantes.
En 1951, el mercado local se vio abastecido por la introducción de las revistas mexicanas de historietas, impresas en mejor papel que el utilizado aquí. Se vendían, en toda América, a unos 10 centavos de dólar, pero en la Argentina su precio osciló entre 6 y 7 centavos. El objetivo era evidente: perforar el frente nacional. Y ello pudo conseguirse, entre otras cosas, porque las autoridades se negaron a imitar el ejemplo de otros países y a proteger sus producciones periodísticas gravando la entrada de ese material.
La situación ha llegado a tal punto que los editores no se animan a confesar algunas cifras actuales de circulación. Se limitan, en cambio, a rememorar con melancolía los 120 millones de ejemplares anuales de 1940-1950, muchos de los cuales viajaban a las naciones vecinas. Hoy, un cálculo aproximado señala que se vende menos de la mitad de esa cifra. También evocan a las 500 personas ocupadas en la actividad, a los cien dibujantes que la complementaban y a ciertas tiradas espectaculares: Patoruzito, 300.000 copias; Rayo Rojo, más de 400.000; Intervalo, 280.000. Juntamente con las revistas humorísticas (Rico Tipo, Patoruzú, Avivato) cubrían el 50 por ciento de la circulación total de las revistas argentinas: hoy, ese índice ha bajado vertiginosamente.
Por otra parte, el cine y la TV las obligó a marcar el paso, a ir de su clave un tanto pacífica rumbo a los temas y situaciones de mayor violencia y sadismo. Inclusive, el cine y la TV les prestaron personajes y prototipos, en un proceso que ha sido similar en las grandes capitales del mundo. Ahora sería vano, como El Tony de hace 35 años, ofrecer a los niños historietas de Carlitos Chaplin como protagonista.
Hoy, sin embargo, aparece medio centenar de revistas —una cantidad similar a la de la belle époque— pero su influencia y su atractivo son diferentes. Los títulos de mayor aceptación: Intervalo, Patoruzito, Rayo Rojo, El Pato Donald, D'Artagnan, Bucaneros, Aventuras del Oeste, Combate, Cheyenne, El Fantasma, Mandrake. Los tres primeros consiguen las ventas máximas y El Tony continúa saliendo, ya sin la trascendencia de sus momentos de esplendor.
PRIMERA PLANA
24 de setiembre de 1963.
 

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