Revista Siete Días Ilustrados
24 de noviembre de 1969 |
Seis años después del escándalo que costó el
puesto y su buen nombre al ministro británico John Profumo, la
pelirroja Christine Keeler, protagonista del affaire, insiste en
publicar su versión de los hechos: "Que ellos me juzguen".
"Cuando estalló el escándalo era joven e ingenua. Sólo fui un
instrumento en manos de gente rica y poderosa que conocía a la
perfección las estrategias de un mundo en el que yo era extranjera.
Tengo, entonces, el derecho de exponer mi versión de los hechos, de
esperar ser comprendida. Descubriré mis cartas y dejaré a los demás
el trabajo de juzgar lo que era y lo que soy." La amenaza de
Christine Keeler, seis años después de la tormenta, volvió a
encrespar la opinión pública de las islas británicas. El anuncio de
que publicará el libro de sus memorias, la autorización al periódico
News of the World para adelantar trozos de la obra, aventaron toda
esperanza de calma, todo conato de fair play. Políticos y
magistrados, literatos y artistas, periodistas y biempensantes de
todo nivel declamaron su indignación. No había derecho a revivir una
historia ya olvidada, a cebarse nuevamente en un pasado que destruyó
la carrera de un hombre y la vida de otro, que hasta hizo tambalear
a un gobierno conservador.
LA TRISTE HISTORIA
A principios de 1963 comenzaron los relámpagos, en seguida estalló
la tempestad. Envuelta en un proceso por intento de homicidio contra
Lucky Gordon, la Keeler fue rápidamente asociada con el ministro de
Guerra, John Profumo. El 31 de marzo de aquel año el diputado
laborista George Wigg elevó al Parlamento una cuestión de seguridad
nacional. Haba descubierto que un amigo del ministro Profumo, el
doctor Stephen Ward, frecuentaba también a Ivanov, agregado naval de
la embajada soviética, quien a su vez también gozaba de la amistad
de Christine Keeler, a la que conoció en una fiesta organizada por
Ward en la residencia de campo de lord Astor.
La crisis, con altibajos, se prolongó hasta el 5 de junio, día en
que Profumo admitió su culpabilidad. El doctor Ward fue arrestado
bajo el cargo de promover la prostitución y se suicidó en la cárcel.
El informe Denning reveló que Profumo había confesado la verdad al
director general de los servicios británicos de seguridad nacional
(el famoso M de las novelas y films de James Bond, que en realidad
existe).
Según el informe, M no sólo no informó al primer ministro Harold Mac
Millan sino que envió a Profumo, por medio de sir Norman Brook
(entonces secretario de gabinete) el consejo de que extremara sus
precauciones e intentara servirse de Ward y Keeler para forzar el
exilio de Ivanov En la dramática sesión parlamentaria del 10 de
junio, Mac Millan acusó a M de haberlo mantenido en la ignorancia.
Su elocuente discurso salvó a un gobierno que ya todos daban por
perdido.
DE COMO HACER UNA BUENA LETRA
En junio de 1963 Profumo tenía 48 años y su vida y carrera parecían
truncadas. Había sido obligado a presentar su dimisión al ministro
de Defensa; sus colegas en la Cámara de los Comunes lo habían
reconocido culpable de desprestigiar al cuerpo; su nombre fue
borrado de la lista de "consejeros privados" de la reina. Diez meses
después el Custodio de Toynbee Hall, una cooperativa de asistencia
popular en el East End, recibió un llamado telefónico de la marquesa
de Reading: ofrecía la colaboración de un asistente social
voluntario. Con humildad y decisión Profumo detuvo su caída, se
abocó con todas sus energías a la lucha contra la pobreza.
Influyentes amistades lo ayudaron, sin duda, en este desafío. En
pocos años sus colectas sumaron el equivalente de 750 millones de
pesos a los escasos fondos del plan de construcciones para
desamparados.
Trabajando durante todo el día en un viejo edificio, rodeado de
muebles vencidos y paredes descascaradas, o en los barrios bajos y
pobres, en estrecho contacto con los que debe socorrer, Profumo no
gana un solo penny. "No, lo necesita —explican sus amigos—; heredó
medio millón de libras esterlinas hace menos de cuatro años. Lo
único que le importa es tener un trabajo, una responsabilidad. Fue
terrible para él encontrarse de pronto sin su lugar en el mundo, sin
una tarea que lo estimulara".
Ahora vive alejado de la ciudad, en una villa de las afueras, con su
mujer, la ex actriz Valerie Hobson, su hijo David de 13 años y el
hijastro Mark, de 17. Desecha toda forma de publicidad personal y,
sin embargo, toda Inglaterra conoce el éxito de su labor
asistencial. Hace algunos meses el primer ministro Harold Wilson
visitó Toynbee Hall. En medio del paseo a las instalaciones, que
cumplía rodeado y seguido por una muchedumbre solícita, se detuvo,
se desprendió imprevistamente de su séquito hasta enfrentar a
Profumo, apartado entre un grupo de asistentes, y le estrechó
calurosamente la mano. Dos días a la semana el ex ministro se dirige
a la cárcel psiquiátrica de Grendon, en Buckinghamshire, de cuyo
comité directivo fue recientemente nombrado miembro honorario. Es el
primer cargo público desde su renuncia de hace seis años. Hace dos
meses se adhirió a New Horizon, un movimiento liderado por lord
Longford (su ardiente defensor en Times), para la rehabilitación de
drogadictos.
LA OTRA VERSION
Tras los iniciales llamados al orden recibidos por la Keeler al
trascender la noticia de sus planes, las altas esferas se lanzaron a
la polémica, dos semanas después, cuando aparecieron las primeras
notas en el News, un diario de tirada millonaria, bastante
escandaloso.
Fue entonces cuando el gigantesco y pulido Times se transformó en
tribuna para ambos bandos y difundió incidentes como éste: el
cardenal Heenan, jefe espiritual de los católicos ingleses, se negó
a entregar un artículo prometido al News, alegando que "Sería
impropio colaborar junto a la Keeler". En seguida, tres
personalidades del mundo cinematográfico se precipitaron, desde el
correo de los lectores de Times, a emitir su condena. Una carta
firmada por un grupo de ingleses notables contiene tres acusaciones
a la Keeler y al News of the World: exhumar periodísticamente un
pasado siniestro; revivir hechos que envuelven a personajes aún
existentes y, especialmente, al ex ministro conservador John
Profumo, "que ya sufrió física y mentalmente por esta historia, que
ya pagó sus errores y reconquistó la estima y la fe de sus
conciudadanos".
Veinticuatro horas después de publicado este conmovedor alegato, el
Times entregó a sus lectores los resultados de una entrevista con
lord Longford, líder de la Cámara de los Lores. Luego de recordar la
óptima labor desarrollada por Profumo en beneficio de la comunidad
del East End londinense, Longford declaró: "Se ha ganado una
reputación en el campo de la asistencia social. Afirmo que se ha
rescatado a sí mismo, en los últimos años, y es desagradable pensar
que ciertas viejas y ya enterradas historias sean publicadas.
Afortunadamente, cualquiera que conozca a Profumo se negará a
reabrir cicatrices".
En efecto, hasta los antiguos adversarios políticos se han unido en
la defensa del ex ministro, se han ocupado de reconocer ampliamente
sus buenas acciones.
Pero en un editorial que precedió a la publicación de las memorias
de Christine Keeler, el News of the World previene a los
escandalizados. Comienza recordando que las notas sólo forman parte
de un libro que será publicado próximamente; admite, por otra parte,
que Profumo puede ser "perdonado" por su debilidad y por haber
ocultado a sus colegas de entonces y al primer ministro Mac Millan,
la naturaleza de sus relaciones con la Keeler. Pero sostiene que los
hechos de que ambos fueron protagonistas no pueden ser olvidados.
"Recordemos que, en profundidad, no sólo un ministro sino un
gobierno entero fue víctima de aquellos sucesos".
A pesar de que las dos primeras entregas de un folletín que prometía
ser explosivo han desilusionado bastante a los ingleses, muchos se
preguntan aún qué pudo inducir a Christine a semejante resurrección.
Nadie cree demasiado en las razones que ofreció. En 1963 ya había
publicado un extenso, detallado memorial con sus propias versiones
(en el mismo periódico). Por otra parte, el informe Denning, de
1964, era bastante exhaustivo con respecto a los detalles más
secretos y escabrosos del affaire Profumo.
Pero el News pagó el equivalente de treinta millones de pesos por
los derechos de publicación, y el libro reportará a la Keeler otros
sesenta millones. Según ella misma reconoce en la primera entrega de
sus memorias, "siempre tuve mucha necesidad de dinero, nunca
conseguí bastante". En todo caso, es difícil que sus motivos se
basen en lo que un imaginativo periodista británico llamó "la
necesidad de disipar la monotonía de estos últimos años". En
realidad, parece difícil creer que ella haya tenido tiempo para
aburrirse. Después de haber cumplido su condena de nueve meses de
prisión por falso testimonio durante el proceso de Aloisius —Lucky—
Gordon (entonces fue cuando estalló el escándalo Profumo), Christine
trabajó en un film oportunista basado en aquellas experiencias.
Cumplía un pequeño papel, mientras Yvonne Buckingham la representaba
en el rol protagónico.
En octubre de 1964 los diarios reprodujeron la noticia de su intento
de suicidio: había sido internada de urgencia tras ingerir grandes
dosis de somníferos. Exactamente un año después se casó con James
Levermore, un mecánico a quien conocía desde la adolescencia. Con el
volvió a vivir a la casa de su madre y su padrino, en el barrio de
Finchampstead. El matrimonio duró dos meses y medio, adornados de
ruidosas peleas, sobre todo por motivos económicos. Se separaron en
enero del 66, antes de nacer el pequeño Jimmy, quien ya cumplió tres
años. Desde entonces su vida pública parece haber entrado en una
etapa menos frenética. Ella atribuye todo el mérito a una eminencia
gris, un amigo de 32 años que colaboró estrechamente durante los
siete meses que demoró la confección de su libro.
La otra protagonista del sonado affaire se calmó mucho más
rápidamente. Mandy Rice-Davis, después de su fallido compromiso con
el barón Pierre Cervello, equilibró su vida casándose con Rafi
Shaul, un ex piloto y ahora hombre de negocios israelí, con el que
vive en Tel Aviv, junto a su hija Dana. Rebautizándose Miriam, la
señora Shaul canta y baila en carísimos night clubs de Israel. Hace
poco visitó Londres, presentando una colección de audaces trajes de
baño.
Mandy Rice-Davis conserva, a los 24 años, toda la agresividad de su
belleza. Christine Keeler, a los 27, no es sino un pálido recuerdo
de la hermosa muchacha que llevó a hombres y gobierno a una crisis
violenta. El pelo rojo es ahora negro, hay arrugas (finas pero
visibles) en la amplia frente. Se mueve y camina como ralentada. Es
más elegante pero menos atractiva.
David Bailey, el fotógrafo que impuso a Jean Shrimpton (la modelo
mejor pagada después de Twiggy), la encuentra "magníficamente
fotogénica", y la incluyó en un ambicioso estudio fotográfico:
"Londres en los años sesenta". Ahora, cuando los ojos, la cara y el
cuerpo todo perdieron la agresividad de hace seis años; ahora que un
aire de serenidad la aleja de la imagen de "diosa del vicio y la
corrupción" que los periódicos británicos le endilgaban durante el
proceso, ha decidido volver a sumergirse en el escándalo y la
polémica. Se arriesga de nuevo a ser insultada y perseguida por el
solo hecho de publicar sus memorias. Aunque en rigor, ¿qué puede
agregar a lo que ya todos saben? Hoy, el escándalo Profumo parece no
guardar misterio alguno.
Sin embargo, la Keeler concluye una carta enviada al Times con un
dardo certero: "¿Por qué tanta gente importante quiere negarme un
derecho tan elemental como el de hablar de mi propia vida? Aquellos
que se interesan por problemas de asistencia social podrían
encontrar en mis memorias una valiosa ayuda. Numerosas muchachas que
llegan a Londres para ganarse la vida serían mejor aconsejadas que
yo —ironiza— si las atendiera un solícito y bien informado asistente
social".
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Christine Keeler
Profumo y su esposa Valerie |
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Christine Keeler
Mandy Rice-Davis |
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