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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
INTERNACIONAL


Lin Yutang
y la importancia de vivir
revista Vea y Lea
enero 1962



 

 

 

EQUIDISTANCIA ENTRE DOS MUNDOS
NACIÓ Lin Yutang en Changchow, provincia de Fukien, cuando corría el año 1895. Perteneciente a una familia de chinos cristianos, desde su primera infancia se vio enfrentado ante la aparente contradicción que constituía la educación recibida de sus padres y la influencia opresiva de la cultura tradicional china, cargada de anacronismos y del peso de miles de años. Indudablemente esta dualidad debía dejar sus huellas profundas en el carácter de Lin Yutang, quien se llama a sí mismo "hijo espiritual de Oriente y Occidente".
Al cumplir los diez años ingresa en un colegio cristiano de Amoy donde realizó sus estudios secundarios. Pasa luego al St John's College de Shangai que constituía el mejor centro para el estudio del inglés de toda China.
La formación de Lin Yutang seguía siendo pues, de neto corte occidental y cristiano dentro del ambiente chino.
Se radicó posteriormente en Pekín, donde fue profesor del colegio Tsiang Hua y ensenó inglés en la Universidad. El periodismo lo contó entre sus colaboradores más entusiastas; actuó en numerosas publicaciones, pero en "China Critic" desarrolló una labor particularmente fecunda, llevando a los lectores de habla inglesa una visión honesta de su patria, destacando ecuánimemente sus errores y virtudes.
Posteriormente, y dueño ya de una vasta cultura tradicional china, realizó estudios en las universidades de Harvard, Jena y Leipzig. De regreso en su país retomó la enseñanza y comenzó seriamente su carrera literaria.
Cuando en 1928 se radicó en los Estados Unidos, su personalidad como escritor era ampliamente conocida. Sus lectores, que se contaban por millones, reclamaban ávidamente cada nuevo titulo y descubrían en las obras del pensador chino la hasta entonces casi desconocida sabiduría oriental.
El espíritu realista del pueblo chino, su practicidad, su suave filosofía tan distinta en su forma a la seriedad casi agobiante de los pensadores occidentales, llega a los lectores de este hemisferio a través de "La importancia de vivir", quizá su libro más conocido. Podríamos decir que la principal virtud de Lin Yutang (reflejada particularmente en esta obra) está dada por su carácter de "pionero" para el conocimiento de China en Occidente.
No por demasiado conocida puede omitirse citar del resto de su obra, ensayos como "Sabiduría de Confucio", "Sabiduría de Laotsé" y "Mi patria y mi pueblo". Sus novelas más conocidas son: "Una hoja en la tormenta", "La familia del barrio chino" y "La oportunidad de Eurídice". Incursionó en el terreno de la biografía y alcanas narraciones breves como "La viuda, la monja y la cortesana". Además de su copiosa bibliografía en inglés, Lin Yutang escribió muchos libros en chino. Trabajó además en la invención de caracteres tipográficos chinos aplicables a una máquina de escribir, labor en la cual invirtió la mayor parte de su dinero.
Vive actualmente en Nueva York con su esposa y tres hijas; una de ellas, Lin Taiyi, heredé la vocación literaria de su padre. En su hogar se amalgaman las normas confucianas y los principios cristianos, a los cuales ha vuelto luego de un largo ciclo de formación espiritual.


Por SERGIO MORERO
Fotos FORTE - VEA Y LEA
SI DE ALGUIEN se puede decir que ha enlazado en el mundo de las letras las líneas filosóficas del pensamiento Oriental y Occidental, no habría muchas dudas entonces en identificar a Lin Yutang, escritor chino que si bien físicamente no se diferencia en forma notoria del tipo clásico de su raza, su fisonomía en cambio encierra una particularidad espiritual e intelectual, suma de su origen y formación.
Lin Yutang hizo sus primeros estudios en Amoy y Pekín donde asimiló las viejas filosofías confucianistas y laotsianas, para completar luego ese aporte con la adquisición del acervo cultural del otro hemisferio.
Acaba de visitar la Argentina por segunda vez, permaneciendo en el país alrededor de una semana, para partir luego rumbo a Montevideo, última etapa de su gira por Sudamérica.
—En realidad —explicó— mi viaje a Buenos Aires forma parte de un "tournée" por Latinoamérica para dar una serie de conferencias. Comenzó en Perú, donde fui invitado por la Universidad de San Marcos. Mis deseos de volver a la Argentina eran enormes pues en mi anterior visita, en octubre de 1959, sólo permanecí aquí 48 horas.
A su arribo de Chile, el escritor se dirigió casi inmediatamente a Mar del Plata. Allí, quienes permanentemente lo rodearon pudieron integrar en un todo humano su faceta literaria, su simpatía y su personalidad de hombre corriente.
Por cierto que ningún pensador moderno tiene menos apariencia de filósofo que Lin Yutang, a quien se lo puede confundir con un turista más. Munido de sus implementos de pesca —su hobby predilecto— frecuentó el mar, y en solo una mañana ("En siete horas", puntualizó él) logró cobrar más de 40 pejerreyes, algunos besugos y anchoas.
Fue en Mar del Plata donde por primera vez entró a un casino de juego, y como a todo iniciado le sonrió la suerte: cuando llevaba ganados 42.000 pesos, su esposa, que creyó que "eso era suficiente", debió sacarlo de un brazo.
Posteriormente Lin Yutang donó esa suma al Centro de Rehabilitación del Niño Lisiado (CERENIL).
Afable y gesticulador, en dependencias del hotel donde se alojaba protagonizó un episodio muy curioso. Mientras conversaba con amigos se le salió uno de sus mocasines, al que, inhibido, trató de rescatar con el pie. Finalmente, ante la inutilidad de la búsqueda, se excusó ante sus interlocutores y se agachó a recogerlo.
Exceptuando una conferencia en el Hotel Provincial e informales reuniones de prensa, su permanencia en Mar del Plata puede conceptuársela como "estada de placer".

LA FILOSOFÍA DEL "YIN-YANG"
De regreso a Buenos Aires, en cambio, desarrolló una actividad muy intensa. Participó en recepciones auspiciadas por la Embajada China, firmó autógrafos en una librería de la calle Florida, conversó con autoridades de la Sociedad Argentina de Escritores y mantuvo una entrevista con el presidente de la Nación, en la Casa de Gobierno. Al cabo de la misma declaró: "El doctor Frondizi es una persona vivaz e inteligente, a quien no se le puede llevar de un lado para otro".
Más de un millar de personas asistió a la sala Casacuberta del Teatro Municipal General San Martín, para escuchar sus conceptos sobre la filosofía del Bien y del Mal. En realidad, el auditorio encontró sólo a la persona amable y al humorista fino. Lin Yutang soslayó el tema anunciado, abordando diversos tópicos en forma general sin llegar a profundizar nunca ni a concretar ninguno de ellos. No es arriesgado decir que el filósofo defraudó a buena parte de su público.
Explicó una vez más hasta qué punto el chino odia toda lógica, siendo su captación de la verdad netamente intuitiva. "Por eso —aclaró— los chinos no han podido desarrollar jamás una ciencia natural". Reiteró que en contraposición con los conceptos cartesianos, en la filosofía del Bien y del Mal (Yin-Yang) aquellos se alternan en ciclos sucesivos como elementos de una misma verdad, recorriendo el camino hacia la Perfección. Ejemplificó dicha teoría con esta sentencia: "El verano comienza en el corazón mismo del invierno".
Lin Yutang habló siempre acompañándose con gráficos ademanes y esgrimiendo su gran pipa, que no abandonó nunca, llegando a crear la ilusión de que en ella se prolongaba su mano derecha. Sus ojos, no exentos de vivacidad, permanecieron casi siempre entrecerrados, dando a su rostro un matiz de profunda meditación. Durante su conferencia planteó graves interrogantes, varios de los cuales no explicó satisfactoriamente, respondiendo a otros con sorprendente soltura: adjudicó a Freud la justificación científica del concepto del pecado original.
Fue muy eficaz la labor del intérprete que asistió a Lin Yutang, señor Emilio Stevanovitch, quien supo transmitir al auditorio las ideas expresadas y sugeridas por el disertante, con rara exactitud.

UNA GRAN PELÍCULA PARA UNA GRAN HISTORIA
A pesar de que fue en la Embajada China donde se suscitó el más vivo diálogo entre Lin Yutang y los periodistas, el escritor fue acosado por intelectuales, admiradores y curiosos allí donde su presencia fue advertida. De las preguntas que se le formularon, se extraen aquí las que más exactamente ayudan a definirlo como discutido pensador de nuestro tiempo.
—¿Cree usted en la coexistencia pacífica entre Oriente y Occidente?
—No. Mientras el bloque comunista no abandone su intención de dominio del mundo a cualquier precio, la coexistencia pacífica será una utopía. Problemas como el de Berlín y el desarme sólo se podrán considerar seriamente cuando las grandes potencias se sienten a la mesa de conferencias con genuino espíritu conciliatorio.
—¿Estuvo últimamente en Quemoy?
—Visité Formosa por última vez en 1958. Quemoy es una gran historia que merece una gran película.
(Conviene agregar aquí la información recogida por intermedio de una persona allegada el escritor: Lin Yutang gira la mayor parte del dinero que obtiene por la venta de sus libros al pueblo de Formosa.)
—¿Cree que el desarrollo de la tecnología va en desmedro de la formación humanística de los pueblos y, en consecuencia, que el hombre de la era tecnológica es menos feliz que sus antecesores?
—El progreso tecnológico no puede ni debe interferir en la formación humanística de la sociedad. La tecnología nos brinda la luz, el avión, el aire acondicionado, la televisión. En una palabra, todo lo que se llama confort. Pero el hombre necesita también de muchas cosas que escapan a la técnica. Los artefactos terminan por esclavizar a quienes deben servir.
Lin Yutang hizo a menudo largas disquisiciones sobre el mismo tema; en líneas generales consideró sumamente pernicioso el sistema que lleva al hombre a depender de un empleo, aunque éste sea bien remunerado. Textualmente expresó: "El hombre que posee un puesto de periódicos o un quiosco de cigarrillos puede ser más feliz, por la independencia que le proporciona su manera de ganarse la vida, que un alto empresario, por ejemplo". Puntualizó que el fenómeno de masificación es fácilmente observable en la Unión Soviética, donde el estado es un formidable capitalista. Obligado a precisar el concepto, más de una vez debió manifestar que efectos similares se producían en los Estados Unidos, "donde los obreros y empleados adquieren toda clase de confort a plazos, inhibiéndolos para cualquier manifestación de rebeldía".

«¿FAULKNER?: NO ME GUSTA"
—¿Qué autor norteamericano prefiere?
—Sinclair Lewis... y Hemingway, pero no como filósofo sino como técnico. No he leído a Faulkner. En general, no me gustan los autores que manejan personajes psicopáticos. Es más fácil hablar de ellos que de un hombre normal.
—¿En qué país de raza blanca encontró mayor comprensión para con el espíritu chino?
—Aunque parezca paradójico, en Alemania. También en Francia, aunque los franceses todavía vivan en el siglo XVIII y piensen demasiado en la gloria de su país.
—¿Qué opina del argentino?
—Es impuntual y toma todo por el lado fácil, lo que no está en conflicto con una progresista vida industrial. Es muy parecido al tipo latino del Sur de Europa, que a pesar de la guerra no perdió la voluntad de trabajar y crear.
—¿Por qué vive en Nueva York?
—Tengo allí muchos amigos, pero no me gusta el subte ni las calles sin árboles. En Nueva York no hay cafés en las veredas, como en París. La gente almuerza en media hora porque debe volver a la oficina y, mientras comen, hay otros a su lado esperando para poder hacerlo. Las personas que se toman más de media hora para almorzar no son consideradas importantes.
Respecto de su próximo libro adelantó que se trata de una novela, a la cual todavía no ha puesto título. Su última obra, "La peonía roja", se conocerá este mes en la Argentina.

LIN YUTANG EN SU HOGAR
El escritor chino, que tiene 67 años, está casado desde hace cuarenta y dos y tiene tres hijas. Viajó con su esposa, para quien tuvo palabras de reconocida gratitud: "Ella no se hace notar en los momentos en que trabajo e intuye exactamente cuándo debe dejarme en paz". Sin embargo suele leerle sus manuscritos que ella juzga lacónicamente y hasta con severidad. "A veces me reprocha que hablo demasiado".
Lin Yutang reconoce que los momentos más felices los pasa en la quietud de su hogar, escuchando a Bach, Beethoven o Mozart (sus preferidos) mientras fuma plácidamente su pipa.
Admite que su odio por los perros es definitivo y que sus flores predilectas son las orquídeas y los crisantemos. "Los chinos —dice— en lugar de clasificar las plantas nos regocijamos con el perfume de sus flores".
El escritor deja al cronista la visión que su milenario pueblo tiene sobre los hechos y las cosas inherentes al hombre y a la sociedad modernos. A través de su punto de vista (rara fusión de la cultura de dos hemisferios) los problemas del mundo adquieren explicación por medio de la dialéctica fresca y tangible de las cosas simples.
Cuando el cronista extiende su mano, que Lin Yutang aprieta calurosamente, aquél recuerda cuál es el concepto que el filósofo tiene de esta ceremonia: "El apretón de manos es una costumbre antihigiénica e inactual que no tengo más remedio que aceptar con resignación".

 

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