Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

Music Hall
Aquella muchacha tan fea

Revista Periscopio
17/02/1970

De acuerdo con cualquier canon (menos el de la musculatura), Barbra Streisand es la más poderosa figura norteamericana del espectáculo en la actualidad. Podría hacerse financiar su próxima película aunque se le ocurriera basar el argumento sobre la Enciclopedia Científica Van Nostrand ("No es una idea tan mala: abrimos en la voz Fotosíntesis, con Barbra en el invernáculo vestida con un jardinero de lame plateado ...").
En este momento se la ve en la pantalla en Hello, Dolly!, en Todd-AO y 70 milímetros; se la escucha en discos 360 Stereo Sound y es disecada por las columnas de chismes con un escalpelo de filosa malignidad. La versión cinematográfica de Funny Girl, su primer vehículo estelar, que le mereció un premio de la Academia, sigue dándose en pleno corazón de Nueva York, en Times Square. En la primavera próxima se distribuirá On a Clear Day You Can See Forever (la versión de otro musical de Broadway), y Barbra filma ahora El búho y la gatita, en Nueva York.
Varios de sus shows para la televisión han sido asombrosos. Sus discos han vendido cerca de 9 millones de ejemplares. La Streisand parece estar en todas partes, y es colosal el volumen de lo que se imprime acerca de lo que dice y hace, y con quién lo hace. Cómo se sirve de su potencial como persona, es una cosa. Cómo utiliza sus cualidades artísticas es, sin embargo, otra, y ésta es la más importante acerca de ella y siempre lo fue, desde que apareció por pernera vez en Broadway hace más de siete años, como Miss Marmelstein en 'I Can Get It for You Wholesale'. Lo que más importa acerca de ella son sus dones, o su arte, o como quiera llamársele; es la forma en que ella consigue que esos dones lleguen tan lejos.

APARECIO EN UNA SILLA
Su entrada en escena como Miss Marmelstein era en una silla giratoria, de escritorio: Yetta Tessye Marmelstein, una desdeñada y extraña criatura de 19 años, que se balanceaba y giraba en su silla preguntándole al público por qué a otras chicas las llamaban en seguida por su primer nombre, y en cambio ella ... "Oh, ¿por qué es siempre Miss Marmelstein?" Barbra eligió esa curiosa forma de ingresar en el escenario porque estaba demasiado asustada de enfrentar a su público de pie y porque suponía que la mayoría de las secretarias se pasaban la vida en una silla. Una gran interpretación es una suma de tales elecciones precisas, justas: teatral, extravagante peto, por encima de todo, verdadera. Entró sobre ruedas en el escenario y entonces ocurrió lo más insólito. Esa vulgar chica de oficina que realmente parecía salida de una oficina, interpretó por sí sola una pequeña comedia musical. Fue heroico, a su manera, y desesperadamente divertido.
La heroína en la que pronto se transformó Barbra tenía una desesperación propia. "Planchaba" en los bailes, sufría el problema judío y el problema afectivo. Nadie me hace proposiciones, cantó para la grabación que festejaba el cuarto de siglo de "Alfileres y Agujas", el show de un sindicato de trabajadores del vestido cuya encantadora partitura era también obra de Harold Rome, el de Wholesale. Era muy parecido al personaje que Rome había creado para el número de Miss Marmelstein, sólo que Barbra arrojó en él nueva furia, una cómica autodestrucción y un ríspido amor propio. "Como el jabón Ivory —ululaba—, soy 99,44 por ciento pura"; y la palabra "pura" sonaba en sus labios a mala palabra.
Ella era su pura invención, nada prefabricado, ninguna semejanza con "estrellitas" vivas o muertas. Era una persona real, con un pasado auténtico, surgida de un lugar verdadero que casualmente era Brooklyn, lo que hacía reír a la gente. Era genuinamente pura ¿pero exactamente pura qué? Su primer papel protagónico, Fanny Brice en Funny Girl (versión original de Broadway), dio una respuesta: pura excentricidad. Era una respuesta tan persuasiva que durante mucho tiempo pareció la única.
"Cuando se es más joven —explicó Barbra, lenta y prudentemente, en una larga discusión sobre su trabajo, desarrollada durante una noche no muy lejana— no se tiene más que la imaginación como cantera, de modo que lo que ocurre es que trasciende la realidad y casi produce su propio arte." En ese momento estaba hablando de su labor como estudiante de arte dramático, a los 16 o 17 años. (Según una amiga que la conoció entonces, Streisand era la única de la clase que hacía preguntas, que no era pasiva, que no se sentía atemorizada por el profesor o el tema.) "A medida que uno envejece —concluyó Barbra—, la realidad se instala."
Sean cuales fueren sus carencias como pieza coherente de teatro, Funny Girl utilizó astutamente a su estrella. La coreografía le dio ocasión de ser un payaso sublime en el número de la Hermosa novia, en el cual Fanny, rodeada por esbeltas beldades, cantaba dulcemente que ella era "el hermoso reflejo del afecto de su amado", lo que habría sido perfecto si la muchacha no hubiera estado más que visiblemente embarazada. El libreto de Isobel Lennart le dio una fachada estrafalaria y un espíritu romántico, apasionado. La partitura, de Jule Styne y Bob Merrill, le ofrendó dos baladas notables; People y The Music that Makes Me Dance. Pero lo más astuto de todo fue que la partitura tenía un número de apertura cantado no por Fanny sino por sus amigos y vecinos, que directamente exploraba el problema del éxito, el sexo y la chica hogareña. Si una chica no es linda ("Si los accesorios de una chica no son más grandes que dos lentejas....").
En su propio número inicial, Fanny/ Barbra cantaba —nostálgicamente, cómicamente— que ella era la mayor estrella, aunque nadie lo sabía. Cuando la versión cinematográfica de Funny Girl apareció, en 1968, casi todo el mundo lo sabía ya. Mejor dicho, sabía con algo más que un ligero escepticismo que se suponía que ella era la más grande. Pero Barbra nunca había hecho una película, y las cámaras son notorias reveladoras de fraudes. Las cámaras revelaron, en Funny Girl, a una artista aún más dotada de lo que se suponía. El autor de esta nota (Joseph Morgenstern) se recuerda preocupándose por el uso de superlativos en su crítica del film. ¿Se pondría en ridículo si la declaraba la más cabal, original y divertida interpretación jamás vista en una comedia musical? Finalmente decidió que, simplemente, era la mejor; y entonces ¿por qué no decirlo?

EL VENTRILOCUO Y SU MUÑECO
Pero ¿qué significaban esos superlativos? ¿Qué hacía que ella fuera tan buena? Una excelente pregunta para formular y una muy difícil para responder, desde que lo único que Barbra no hacía era quedarse lo bastante quieta como para que los clasificadores inmediatamente le pusieran un rótulo. Manejaba su propio material étnico con la misma soltura en la comedia que en la parodia, más un poco de tomarse el pelo a sí misma cuando se le antojaba ser a la vez el muñeco y el ventrílocuo. Si al cantar su voz era cálida, romántica, al hablar sonaba improbable y divertida. Sus transiciones de un humor a otro eran instantáneas y brillantes. En la escena que conduce a Don't Rain on My Parade, se ponía las manos en las orejas, sacudía la cabeza y decía: "No me lo digan", mientras sus compañeras de las Folies trataban de convencerla de que su hombre, Nicky Arnstein, era un canalla. De pronto, sin aviso, estaba metida en su canción, repitiendo: "No me lo digan" con un No explosivo que la arrastraba hasta el intervalo.
Su energía parecía sin límites, su sentido del humor casi infalible. Y al final de un film que carecía de su propio final dramático —un pobre Nicky de cartón vuelve a Fanny, pero su matrimonio ya no tiene destino—, Barbra cantaba 'Mi hombre'. Exigió que el sonido se grabara en vivo, un riesgo artístico que la mayoría de las estrellas del cine no se atreverían a correr. Se vistió de negro sobre fondo negro, para que nada se viera de ella sino dos manos y una cara, más una voz. Comenzó menuda, herida, toda transida de lágrimas. Antes del final del primer coro, sin embargo, su "funny girl" tomó la decisión de cantar hasta volver a la vida. Su voz brotaba desafiante, un espíritu que se había perdido y encontrado en el espacio de unos pocos compases; y puesto que el espectador había pagado su entrada, podía ahora elegir entre dejarse arrastrar por el puro y nada vergonzante sentimiento de la situación, o por el virtuosismo de una actriz a la que se veía adorable, femenina y vulnerable al tiempo que estaba arrojando una balada con la fuerza de un lanzador de disco.

SOY MUCHAS COSAS
Se hablaba de la tipificación de los actores. Los públicos italianos no tuvieron interés en apreciar la soberbia labor de Marcello Mastroianni en 'Los compañeros': querían a su galán romántico, y no a un sindicalista del ayer.
Los públicos norteamericanos permanecieron indiferentes ante la refinada prestación de Cary Grant en 'Un desolado corazón', el film de Clifford Odets acerca de un infortunado cockney.
"Supongo que el público no quiso comprar esas interpretaciones porque sólo quiere lo que puede entender", dijo Barbra con inseguridad y sin ningún regocijo ante esas perspectivas. "Pero yo tampoco puedo comprar eso —agregó—. Siempre pienso que si algo es realmente bueno y está bien hecho, eso es lo que el público tiene que comprar. Quiero decir que anhelo interpretar toda clase de papeles distintos, desde prostitutas hasta ingenuas, desde tilingas hasta inteligentes, toda clase de mujeres. Porque yo misma tengo en mí todas esas capacidades. Soy un poco tonta, soy muy viva. Soy muchas cosas. Lo que quiero es usar esas cosas, expresarlas. Es bastante divertido porque yo aparezco en esos grandes films y sin embargo soy una curiosidad... una excéntrica. Quiero decir que no soy Doris Day ni Julie Andrews. Eso es lo raro. No sé cómo estoy metida en esto. De veras."
Streisand desconfía de la prensa pero confía en el público. "El público es el mejor juez de cualquier cosa. No se le puede mentir. Quiero decir, esto es algo que yo descubrí... no, no lo descubrí... pero después de casi dos años en el escenario uno aprende eso. Al menor indicio de falsedad, el público se aparta, se repliega. La verdad los acerca. Lo que quiero decir es que en un momento pesado, que se arrastra, van a toser. Cuando están atrapados, no tosen. No saben por qué, no pueden intelectualizarlo, pero saben si está bien o mal. Individualmente podrán ser unos asnos, pero en conjunto son... lo más inteligente que hay."
De todos los chismes que se chismorrean sobre Streisand, el más desconcertante es su reputación de difícil para trabajar con ella. La gente dice que tiene la costumbre de dirigir a sus directores. La gente dice esto a menudo sobre las estrellas. El poder es un tema fascinante y a la gente le gusta pensar sobre la realización de films en términos de poder y nada más, como una épica batalla entre egomaníacos: de un lado, el director, con breeches, polainas, fusta, monóculo y malevolencia; del otro lado, la estrella, alborotando con el estado de su maquillaje y negándose terminantemente a filmar su escena en la cárcel a menos que le permitan usar el Toisón de Oro. Nunca se sabe la verdad de estas cosas. La relación director-actor es única, e íntima. Sólo se pueden aventurar hipótesis, basadas sobre el resultado final del film.
El director de Funny Girl fue William Wyler, un hombre de vasta experiencia y de probada artesanía. Antes de éste, hizo unos 40 films; Barbra, ninguno. Ella, por su parte, había creado el papel de la protagonista, representándolo 798 veces en Broadway y en Londres, y sabía más acerca de él, instintivamente e intelectualmente, que nadie en el mundo. Existían todas las razones para que estos dos artistas, con un equipo auxiliar, cooperasen en la realización del film; y existen todas las razones, basadas sobre el feliz resultado final, para creer que cooperaron. No sin ira o dolor, seguramente, puesto que estrellas y directores están ambos arriesgando mucho en tan elaboradas producciones, pero tampoco sin un propósito.
Lo concreto es que si Barbra dirigió a Gene Kelly, su director en Hello, Dolly! debió haber hecho un trabajo mejor. No hay ninguna evidencia de que él, ni ninguna otra persona, haya dirigido este film tan grande y pesado como un dinosaurio. Está ahí porque está ahí, una impresionante obra industrial en la cual todos iban a trabajar disciplinadamente cada mañana y retomaban en el punto en que habían dejado el día anterior. El famoso número de la entrada de Dolly al restaurante, con la canción que da título al musical, resulta en el cine —con todo su esplendor material— tan sólo un himno a su intérprete, una delicia verla, una casamentera madura encarnada por una muchacha sexy con un deslumbrante vestido dorado. La muchacha es humana, la producción no lo es.
Es raro que a una excéntrica se le pueda decir que se la ve joven y sexy. A Barbra se la ve hermosa dentro y fuera de la pantalla, tanto que uno llega a preguntarse qué le pasó y cuándo. ¿Estuvo tomando píldoras de la fealdad para Funny Girl y después dejó de tomarlas? La contestación, claro, es que su publicidad y su material de trabajo, en los primeros años de su carrera, insistían en que ella era un bicho raro, y eso es lo que la gente vio. Hasta en las más clownescas secuencias de Funny Girl se la veía hermosa, pero la publicidad seguía repitiendo "casera, fea, desahuciada", y uno lo creía. En discos, ya cantaba 'Amado, vuelve a mí', con estupenda sexualidad, cinco años antes de que Funny Girl llegara al cine, y entonaba sus lentas, sensuales versiones de Happy Days Are Here Again y ¿Quién le teme al lobo feroz?, seis meses antes. La fuente principal de este equívoco está en que Barbra comenzó su carrera en Broadway como una solterona, y tan sólo después se rejuveneció.

CONFIAR EN EL INSTINTO
¿Qué clase de actriz es Barbra? ¿Dónde residen sus fuerzas? "Elliott (el marido de la Streisand, Elliott Gould) una vez llevó a su bisabuela a verme, que tenía como 85 años, y ella después le comentó que yo le gustaba porque era natural, 'so natchel'. Y eso me gustó. Pienso que mi mayor virtud es mi instinto. Simplemente, me duele cuando escucho algo así como un parlamento mal leído. Es como la música. Quiero decir, actuar es como la música. Porque yo creo en el ritmo, ¿sabe? Todo está tan dominado por nuestras pulsaciones, por nuestra respiración, que cuando se va contra ciertos ritmos es desagradable, es antinatural, a menos que utilicemos la disonancia."
En este momento estaba haciendo muecas y molesta consigo misma. "No soy articulada y no soy elocuente. Todo lo que dije me suena a tontería. Pero la verdad es que yo leo un guión y de inmediato escucho y veo lo que la gente está haciendo, y se me ocurre algo y siempre confío en mi primer impulso.
También soy muy perezosa, de modo que no me preocupo mucho más".
Cuando llegue su primer fracaso, ¿cómo le gustaría a ella que fuese? "Uno muy grande —gesticula—. Así puedo volver a todos los honores."
¿Y qué hay de otros estilos de actuación? No se siente cercana a los actores "que todo lo tienen calculado: saben exactamente dónde van las inflexiones, cuál es la palabra clave de la oración, conocen los objetivos y todas esas cosas. Me conmuevo más cuando lo veo a Marión Brando, cuando me siento incapaz de definir sus procesos, cuando simplemente contemplo una vida, una mente, una personalidad. Brando es más fuerte que cualquiera de los personajes que interpreta. Hay diferencia entre preconcebir todo y controlarlo, y lo que resulta ligeramente fuera de control".
Se habló de trabajos específicos y se estuvo de acuerdo acerca de la versatilidad de Jeanne Moreau en Jules et Jim, tan distinta de un segundo al otro y, sin embargo, de una unidad perfecta. Barbra se explayó con entusiasmo : "Cualquier cosa funciona cuando uno tiene una convicción. Se puede ser totalmente distinto, o cambiar el humor de lo serio a la comedia, y si uno cree en lo que está haciendo, todo el mundo lo va a seguir. Sin embargo, la más mínima sombra de duda y ya se pierde a los adeptos, ¿sabe? Uno, sencillamente, tiene que hacerlo. Es brutal, ¿sabe? Quiero decir, la fuerza de la voluntad, la fuerza de la convicción. No sé qué es convicción. No sé si es azul o colorada. Es tan intangible, ¿Y qué operación química se produce y se transmite cuando se duda? Una hilacha de duda, y todo el mundo se pone... dubitativo. Y la mayoría de la gente se limita a seguir. Necesitan que uno esté seguro. A lo mejor les desagrada la seguridad de uno, pero la necesitan. Se caerían a pedazos si no fuera así".
Tampoco Barbra es tan libre todavía como ella desearía serlo, en sus interpretaciones sus ensayos son a veces mejores que las tomas. Todavía se preocupa de su apariencia, y se preocupa de preocuparse por eso. Todo actor, hombre o mujer, es por definición un narcisista. El truco está en aceptar esta preocupación con el propio cuerpo y ponerla en el lugar que le corresponde (la inquietud y el cuerpo, ambos). Barbra piensa de ella misma, sobre todo, como tipa actriz instintiva, sus instintos son realmente fenomenales.
No obstante, de pronto puede distraerse para atender a detalles irrelevantes: si en tal escena debe o no mascar chicle, o algo así, o el arcano simbolismo de algún traje. Y esta confusión es compensada por el hecho de que los detalles irrelevantes pueden ser críticos, a su manera. Barbra tiene un extraordinario sentido de cómo la ropa puede definir al personaje, y una actriz a quien le preocupa cómo mascar chicle en un momento particular puede, en realidad, tratar de liberarse de algo que le molesta para hacer la escena principal sin estar pensando en eso.
La filmografía completa de Streisand abarca hasta ahora tres elaboradas comedias musicales: Funny Girl, Hello, Dolly! y On a Clear Day You Can See Forever, ésta última dirigida por Vincente Minnelli. Barbra y los musicales se han beneficiado mutuamente. Pero ahora ella siente una ambivalencia acerca de su canto. Parecería querer sugerir que ya no desea hacer más comedias de ese género; no más espectáculos enormes y chatos, de esos con los fondos en primer plano. Ella sabe que hay formas menos rígidas y predecibles de hacer cine hoy en día, y le gustaría participar de la diversión. Aunque First Artists, la flamante empresa cinematográfica que formó hace seis meses con Sidney Poitier y Paul Newman no ha anunciado todavía ni una sola producción, y los métodos de Barbra para buscar material nuevo son insólitos.

PARA ADULTOS SOLAMENTE
Mientras tanto, está felizmente contratada para El búho y la gatita (y muy bien pagada). Interpreta a una aventurera ("soy actriz y modelo ..."), Doris, lanzada contra Félix, un seudo-intelectual, representado por George Segal en esta versión de la pieza de Bill Manhoff que tuvo tanto éxito en Broadway y en Europa. Ni Barbra, ni el director, Herbert Ross, ni persona alguna conectada con el film, lo ofrecería como ejemplo de vanguardia. Es una comedia romántica y su propósito es hacer reír. Pero representa, sí, un paso significativo en la carrera de la Streisand.
Es un film hecho en escala modesta, realizado a presión extremadamente baja en varios lugares de Nueva York y principalmente en un sórdido estudio de Manhattan, en el West Side. Sus personajes y diálogos tienen alguna base en la realidad (aunque no necesariamente en el naturalismo). No es un musical, aunque Barbra tararea algo. Hay escenas de cuasidesnudo total y por eso, para gran satisfacción y orgullo de la actriz, el film ha sido declarado "para adultos solamente".
Barbra hasta disfruta de las escenas vestidas. Se siente cómoda consigo misma en este film. Dice que cada vez se vuelve más perezosa en su trabajo, pero lo que quiere decir es que cada vez es menos compulsiva acerca de detalles sin importancia. Notoriamente morosa en el pasado, es ahora un ejemplo de puntualidad. Respeta a su director y a su galán y se complace en creer, con fundamento, que este respeto es mutuo.
Le gusta trabajar en Nueva York, donde el equipo habla como ella y después de la jornada se puede ir a su departamento, donde la espera su hijo de 3 años, Jason. Hace poco, filmando una tarde en Central Park, se la veía lindísima, con un tapado marrón y blanco imitación lince, y botas blancas. Ella y Segal filmaban una escena en la cual él la tira al suelo y la humilla hasta hacerla llorar. La escena era difícil por varias razones. Hacía un frío atroz; un recipiente con carbones encendidos colgaba de la cámara Panavisión para mantenerla templada, pero no había carbón para los actores, quienes debían luchar de manera que pareciese espontánea y libre, a la vez que observaban cuidadosamente sus marcas para estar en foco. En fin, Barbra debía llorar en el momento en que la cámara se acercaba para su primer plano.
Aun la producción más modesta puede aplastar a un actor. El sol de la tarde se estaba yendo y aquí estaba ella, con los ojos secos. Llora y el mundo te sonreirá. Pero Barbra no podía llorar y no podía olvidar que, pocas horas después, debía aparecer en la premiére de Hello, Dolly! en el Rivoli de Broadway. Se devanaba los sesos en busca de un truco que le permitiera llorar. Por fin lo encontró, asegura: pensó en cuán culpable se sentiría si tuviera que ir a la premiére de otro film sin haber trabajado bien en el que estaba haciendo. Puede no ser verdad pero la historia es buena. El hecho es que la cámara funcionó, las lágrimas fluyeron, la toma fue hecha y la muchacha se fue a su casa. Sonriendo.
"No puedo decirle cuán maravillosa estuvo —informó Ross, un hombre alto que habla suavemente y que conoce a Barbra desde que él hizo la puesta de los números musicales de 'I Can Get It for You Wholesale'—. Parecería que estoy diciendo lugares comunes, pero es tan generosa ... tratando de hacerlo a mi manera o a la manera de Segal. Ella siente que no todo el mundo la quiere, pero que es una de nosotros." Mencionó una escena en la que Barbra está en la cama con Segal y se quita el corpiño: "No fue fácil para ella al principio, estaba llena de inhibiciones como qué pensará mi mamá y cosas por el estilo. Pero cuando lo hizo la primera vez, el resto fue fácil, aunque le costó mucho".
Ross dirigió a Peter O'Toole en Adiós, Mr. Chips, y afirma que O'Toole y Barbra son los mejores intérpretes con los que ha trabajado. "Ella no tiene la técnica de Peter, un actor altamente disciplinado, altamente entrenado. Ella procede por elecciones intuitivas, y acierta. Pero ambos se parecen en algo: nunca están desprevenidos. Siempre saben quiénes son y qué están haciendo. Podrá haber áreas de una escena en las que ella se siente un poco quisquillosa, y a veces se queda atascada en una minucia, una pavada,
pero en lo esencial es siempre muy clara." Antes de hacer este película, confiesa Ross, no habría sabido qué responder acerca del futuro de Barbra: "Pero ahora pienso que su gama es increíble. Ella es precisamente aquello de que se trata cuando se actúa: es. Cuanto más ponga a prueba la extensión de sus dones, más se extenderán éstos".
Lo más temible del estrellato, super-estrellato o como se llame la posición que Barbra ocupa ahora, es que inhibe el crecimiento. El esquema histórico es simple: una estrella tiene éxito, repite el éxito, modifica la repetición ligeramente pero no mucho, y termina aprisionada en una parodia de sí misma.
Lo más promisorio en el caso de Barbra es que a lo mejor este esquema no le es aplicable. Parece genuinamente ansiosa de poner a prueba y extender su gama, de crecer en muchas direcciones. Si es verdad que tan sólo ahora está empezando a liberarse como actriz, entonces lo mejor está aún por venir.
Parecería haber una innegable lógica en lo que ella hace en estos momentos: abandonar esas fachendosas comedias musicales mientras todavía está a tiempo. Los estudios están desmoronándose y sus directivos, en el frenesí de la autoconservación, arrojan todas las culpas sobre las producciones de abultado presupuesto. Las verdaderas culpables, sin embargo, son las malas producciones de abultado presupuesto. Funny Girl hizo una fortuna para sus productores, a pesar del costo inicial. Gracias a la presencia de Streisand, hasta Hello, Dolly! tiene una chance de recuperar los 25 millones de dólares invertidos en ella, aunque la lógica de semejante presupuesto sea indefinible, claro. A juzgar por las fotografías, On A Clear Day You Can See Forever ha requerido el rescate de una reina en ropas y en sueldos, pero no hay razón para creer que el rescate no será recobrado.
Pero es de esperar que Barbra haga una cantidad de films menores que la dejen libre para explorar carácter, realidad, la más sutil textura de la vida. También se espera que sea capaz de pensar en grande y cantar en grande y trabajar en grande otra vez, si lo desea. Sería muy lindo verla inyectar nueva vida al género musical y encontrar nuevas maneras de utilizar la música en los films, cualquier film. Cuando una muchacha puede cantar 'Donde quiera cuelgo mi sombrero, es mi hogar' como ella lo hace, su voz debería ser libre de salir de la jaula a voluntad.
JOSEPH MORGENSTERN
Copyright Newsweek, 1970.
PERISCOPIO Nº 22 • 17/02/70

 

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