Setiembre 15 de 1963
Ben Bella, Presidente

"En el mundo hay un solo Jefe de Estado que no tiene fotografías oficiales: ése soy yo." Aunque ingenuo, fue el argumento electoral que prefirió Ahmed Ben Bella para desmentir  la' vocación dictatorial que le endilgaban sus enemigos del presente, los hermanos del pasado. Una y otra vez lo agitó entre las muchedumbres que  lo ovacionaban sin retaceos en el prólogo de un comido sin sorpresas, donde él era único candidato. El 98 por ciento del sufragio popular respaldó su figura corpulenta, paradójicamente coronada por una cara adolescente. Ese rostro sonrió a destajo el 15 de setiembre de 1963, el día en que Ben Bella fue consagrado primer Presidente de la República Democrática y Popular de Argelia. 
Ya era el líder, pero discutido. Culminaba una tumultuosa carrera política que supo iniciar estruendosamente, disparando unos buenos escopetazos, cuando con otros compañeros atacó, en la primavera de 1949, el edificio del Correo Central de Orán. El asalto recaudó fondos indispensables para nutrir la resistencia contra el ocupante francés y Ben Bella cosechó prestigio entre los patriotas. Casi todos los hermanos que entonces se habían jugado también la vida no compartieron su gran momento. Estaban presos, retirados o en el exilio, acusándolo. La larga guerra de liberación contra la dominación francesa había terminado 15 meses antes, y mientras el pueblo festejaba en las calles, se hacía añicos la sagrada unidad islámica, una de las razones de la victoria.
La historia de ese desencuentro inevitable tiene fecha cierta: el 1º de noviembre de 1954, el Día de Todos los Santos, cuarenta atentados decoraron el desértico mapa del país nord-africano, con la mayoría de su población recostada en una franja fértil del territorio, sobre el mar Mediterráneo. Comenzaba la sublevación de nueve millones de argelinos contra la Francia imperial que agonizaba en Indochina, a miles de kilómetros de allí, en la batalla de Dien Bien Phu. Un millón de colonos europeos venidos de la metrópoli, o leales a ella, prolongaban la civilización francesa a orillas del Sahara. El gobierno del socialista Guy Mollet no estaba dispuesto a ceder a los revoltosos. "Con ellos, la única negociación es la guerra", despreció su Ministro del Interior, también izquierdista, François Mitterrand. Ignoraban que la sublevación no había sido improvisada. Siete meses antes, en marzo, los "nueve históricos" fundaban el CRUA (Comité Revolucionario de Unidad de Acción). Fue una sigla provisoria que cobijó a Hocine Ait Ahmed, Didouche, Ben Boulaid, Ben M'hidi, Mohammed Boudiaf, Belkacem Krim, Ben Bella, Mohammed Khider y Salal Bitat. Luego eligieron otra, definitiva, que maldecirían pronto los franceses: el FLN, Frente de Liberación Nacional.
Antes de un año, se terminaron en París las bravatas y doscientos mil soldados engordaban las guarniciones coloniales en Argelia. Pero no pudieron impedir el crecimiento de la rebelión, ni su magnífica organización político-militar en seis willayas (distritos); más la sección autónoma enhebrada en Argel, la capital, y los grupos que se movían dentro de la misma Francia, "en la panza del lobo".
Ben Bella no participaba de la lucha directa; el FLN lo envió a El Cairo a reclamar la solidaridad árabe. Allí era más útil que en el interior: la policía lo buscaba desde su fuga de la prisión de Blida, el 6 de marzo de 1952, donde cumplía siete años de arresto por el asalto al correo. Pocos conocían su biografía: hijo de un cultivador marroquí, había nacido en Mirna, cerca de Orán, en 1916. Al estallar la Segunda Guerra Mundial se alistó en el ejército francés, que lo halagó con la Medalla Militar y cuatro menciones por su valor en combate. Sus camaradas de armas egipcios también lo decoraron, pero con un seudónimo que BB recordaría con nostalgia; Aminedi, así lo llamaban, no perdió el gusto por la pólvora: de regreso a su país se incorporó a los escasos núcleos de argelinos revolucionarios. Por ese hilo conductor llegó a la reunión de los Nueve Históricos.
Si algún espaldarazo necesitaba, los franceses se encargaron de ayudarlo. El 22 de octubre de 1966, en un acto de piratería que no escandalizó al mundo occidental, se consumó el secuestro del avión en que viajaban —de Marruecos a Túnez— Ben Bella, Ait Ahmed, Boudiaf y Khider. El propio Ministro de la Defensa de Francia, Max Lacheraf, suministró la bendición oficial al golpe.
1958 marcó el fin de la Cuarta República francesa. Y la guerra argelina el epitafio de una lápida que depositaron, el 15 de marzo, los generales ultras que lanzaron el grito Algérie française! desde la colonia. El alarido derribó al gobierno y catapultó, al poder al viejo general Charles André Joseph Marie de Gaulle, que resultó un involuntario aliado del enemigo. El 19 de setiembre, el FLN ratificaba su voluntad de seguir la guerra al crear el Gobierno Provisional de la República de Argelia. Un moderado dirigente, Fehrat Abbas, resultó elegido Primer Ministro; Ben Bella recibió el honorífico cargo de Vicepresidente.
La independencia no tardaría en hacerse realidad; pero la hora de la victoria también planteaba un problema menos glorioso, más real: quién sería el dueño del poder. Allí estalló la unidad, eslabonada durante años por la guerra de liberación. Tras las alambradas fronteras, en Túnez y Marruecos, aguardaban las unidades blindadas y de infantería del Ejército Nacional y Popular, bajo el mando del irascible coronel Houari Boumedienne y su Estado Mayor. Los roces con el Gobierno Provisional y su titular, Ben Khedda, llagaron las relaciones entre políticos y militares hasta la exasperación. Los jefes de las willayas 3 y 4, que habían llevado el peso de la guerra, sustentaron otro sector de importancia, que optó, para su desgracia, por Ben Khedda. El 18 de marzo de 1962, firmaban en Evián-les-Bains los acuerdos de la independencia.
Al día siguiente se proclamó el fin de las hostilidades y se llamó para el 1º de julio a plebiscito, una formalidad que los argelinos apoyaron votando abrumadoramente por la independencia. Ben Bella y sus compañeros abandonaron la cárcel no bien se firmaron los acuerdos. Sin dudar un instante, Aminedi defendió al coronel Boumedienne, el hombre que tenía los tanques y las tropas, y necesitaba a un político. Entre marzo y julio, los argelinos aguardaron, mientras la OAS (Organisation de l'Armée Secréte) se dedicaba a "hacer el árabe" en una inútil provocación que obligara a la réplica del FLN y a la intervención del ejército francés. La caza de 'melones' (árabes) no fue magra: 20.000 murieron asesinados por ametralladoras, bombas de plástico y bazookas, cuando no linchados. Pero sus 9 millones de compatriotas fueron suficientes para ganar el referéndum.
Ya independiente, el país contempló asombrado una anarquía política que amenazaba continuar el baño de sangre, esta vez entre hermanos (el trato que se dan los militantes del FLN). Ben Bella se instaló en Tlemcen; Ben Khedda esperó en Argel. Sellada la alianza del coronel Boumedienne, el ex presidiario de cárceles francesas marchó sobre la capital. Cuarenta días después de lograda la independencia, Argelia tuvo su cuota de guerra civil: un millar de muertos fue el saldo de la breve batalla. Ben Bella recibió el título de Primer Ministro; un año después lo cambió por el de Presidente, y aniquiló a quienes se le oponían. Hasta que sólo le quedaron dos apoyos: su popularidad y el coronel Boumedienne. El 19 de junio de 1965 el coronel demostró que pesaban más las bayonetas; desde entonces, Ben Bella reside en una ignota prisión y su antiguo aliado ejerce el cargo que tanto le costó conseguir.
3 de setiembre de 1968
PRIMERA PLANA
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Ben Bella, una pasión argelina

 

 

 

 

 

 

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