1º DE AGOSTO, 1919: RENUNCIA BELA KUN


Bela Kun y los disturbios de una Budapest hambreada


 

 

En julio de 1937, una reunión del Kominter lleva a Moscú a dos representantes húngaros: Bela Kun y Eugene Barga. De pronto, el camarada ruso Manouilski esgrime una circular: se critica en ella no sólo la conducción de la Tercera Internacional sino, también, la del propio Kominter.
—¿Es tuyo este texto? ¿Eres tú quien lo ha concebido, redactado y hecho distribuir? ¿Es tuyo en realidad?
—Sí —respondió Bela Kun. Su voz, potente y segura como de costumbre, no disimula, según los testigos, un fondo de temor. Hace bien. A pesar de las justificaciones que acumula en su defensa no puede evitar que un sello de la policía clausure esa noche sus habitaciones del Hotel Lux. Nadie sabrá nada, nunca, de la mujer y los dos chicos que la ocupaban. En cuanto a Bela Kun, entonces un señor de cabeza voluminosa, regordete, recién una quincena más tarde se supo que había sido ejecutado la misma noche de la reunión, en Ouman, Ucrania.
Fue una estupenda manera de cerrar la vida de este líder húngaro (de alguna forma hay que llamarlo) a quien la suerte siempre le volvió la espalda. Nació en 1886, pero no iba a existir oficialmente hasta 1914. Se descubre, entonces, que ha sido secretario de la Casa del Pueblo en Tenesvar y que acredita ya una larga militancia en el socialismo húngaro. En 1915 es hecho prisionero por los rusos y, liberado a los dos años por la Revolución, aprovecha la gracia para alistarse en el Ejército Rojo.
Seducido por la ardiente militancia de ese húngaro al que conociera casualmente, Lenín le encarga la dirección del periódico Vöros Ujság (La Gaceta Roja), una tarea que Kun no dejaría al retornar a Budapest. Al contrario, usa el diario para enfrentar al Népzsava, órgano de los socialdemócratas. En febrero de 1919, cambia la tinta por herramientas más concretas y ataca la redacción de Népzsava. Lo encarcelan junto a 41 compañeros.
El conde Károlji gobierna Hungría.
El 19 de marzo, con señales visibles del castigo a que lo sometieron en prisión (durante las escaramuzas de febrero murieron seis guardias; sus compañeros quisieron linchar al responsable), Bela Kun es liberado; dos días más tarde Károlji le entrega el poder. Es la contraseña para un período breve pero increíblemente lleno de represalias, condenas, revolución.
La burguesía, y la nobleza son despojadas de sus bienes; a veces, hasta de su vida o su libertad. El 25 de junio, un golpe (gestado en las aulas de la Academia Militar y en algunos barcos de la Armada) alarma a los partidarios de Bela Kun; el país, a esa altura, soporta el bloqueo de los aliados.
Sin alimentos ni combustibles, Budapest era un buen caldo de cultivo para toda agitación; además, el bloqueo forzaba a Bela Kun a pagar precios desmesurados en el mercado negro checoslovaco por los alimentos. El 14 de julio telegrafió a Clemenceau: "Hungría —le escribió— cumple estrictamente con los pactos del armisticio; los aliados perturban sus fronteras en grosero intento de reimplantar a Károlji".
Al día siguiente, entre las vacilaciones de la entente ("Los Gobiernos burgueses de la entente —protestaría Kun— quieren ahogarnos en un mar de sangre y de calumnias"); el mandatario hace un llamado "a los obreros de todo el mundo: Estamos atravesando —los arenga— un momento de crisis general; sólo la fuerza de las armas puede sostener nuestra dictadura". Falto de apoyo a pesar de todo, rompe con los jefes socialistas húngaros (sin ascendiente sobre el pueblo: "tibios") y proyecta un paro internacional, para el 21 de julio, destinado a voltear "todos los gobiernos burgueses". Su blanco más cercano, Viena, desata el temor y la ira de Francia.
Los aliados se tranquilizaron rápidamente. Wilhelm Boehm, generalísimo de las fuerzas húngaras, rompió con Kun llevándose bagajes y oficiales fogueados; el 18 de julio, sorpresivamente, Kun lo designa Embajador en Viena. A los dos días, solo, enfrenta un alzamiento de la izquierda de su partido; el Alto Mando aliado dispone que el general Franchot D'Esperey comande un ejército de 150 mil hombres rumbo a Budapest.
El 24, el líder solitario canjeaba su renuncia por un pasaporte a la Argentina; al mismo tiempo, se enzarzó en una batalla contra los aliados, cuyo primer paso fue un avance de 15 kilómetros en Szolnok; un día más tarde, su flaco ejército (40.000 hombres) resiste el contraataque rumano y se apodera de tres localidades más. Los partes de guerra levantan el clima en Budapest, pero por poco tiempo. El 26 de julio —mientras la burguesía mira arder sus muebles y enseres, trocados en calefactores, y el archiduque José ruega a los campesinos y obreros, que ocupan su palacio, alimento para los llorosos hijos del Príncipe Apponyi— los aliados prometen comida y calor al pueblo húngaro.
"Si el bloqueo debe ser levantado —apostrofaban—, si la obra de reconstrucción emprendida, todo ello no podrá verificarse con un Gobierno cuya autoridad se basa exclusivamente en el terror." Bela Kun retira su renuncia justo cuando a todos los ataques se añade el de Lenin, quien objeta no sólo su Gobierno sino también su guerra contra Rumania.
El 30 de julio, en la margen izquierda del río Thaiss, esa guerra se define en favor de los rumanos. Bela Kun pide plazo hasta el 5 de agosto.
Cuatro días antes, en una humilde zorra de ferrocarril, llega a la frontera con Austria. Delegados italianos, franceses, norteamericanos, un representante de los aliados y de la misión británica, el mismo Boehm, en la vereda de enfrente y la queja de Kun: "Es la lucha del ratón con el león".
Renunciar a su cargo y sus ideas políticas, impedir los actos de terrorismo, aceptar una comisión aliada que asesore al nuevo Gobierno, fueron las condiciones que aceptó el derrotado, a cambio de alimentos. Ya en Budapest, ahogado por las lágrimas, leyó su renuncia. Se refugió "en Viena junto a Barga, Vago, Pogany, Kakoy.
Julius Beidel lo sucedió en el cargo de Primer Ministro; reunido con los obreros que lo apoyaron hasta el final, Zoltan Ronai, su más ardiente defensor, deploraba el fracaso de la revolución proletaria internacional, la escasa ayuda de Rusia, "la débil idea de su papel histórico que tuvo nuestro proletariado". Sólo habían pasado 133 días desde que Károlji dejara el poder.
PRIMERA PLANA
29 de Julio de 1969