Allende
Fricciones a lo largo de Chile

A casi dos años de gobierno socialista, la República de Chile vive uno de los momentos más difíciles del período abierto el 4 de setiembre de 1970. Arrecian las críticas de la oposición y partidos de gobierno, o allegados a él manifiestan discrepancias en puntos claves, mientras el presidente Allende trata a toda costa de cerrar filas. El especialista Juan Manuel Francia desarrolla algunos pormenores de la actual situación:
En el sobrio y elegante salón de conferencias anexo al despacho del presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura de Chile (SNA), los estantes de la biblioteca soportan una fotografía que muestra a dos hombres sonrientes: Fidel Castro y Benjamín Matte. El segundo es el titular de la SNA, entidad que agrupa a pequeños y grandes agricultores y ganaderos. La placa, obtenida en Cuba durante el viaje de un mes que, por invitación del primer ministro, hizo Matte a la isla antillana, tiene también una leyenda: "A mi amigo Benjamín Matte; Fidel".
El dirigente agrario aclara, no sin sorprendente orgullo, que todos los meses intercambia correspondencia con su amigo cubano. Sorprendente, sí, porque su discurso de inauguración de la FISA 71 (Feria Internacional de Santiago), en noviembre último, fue la pieza que privó a esa apertura de la presencia del presidente Salvador Allende. El ataque a la política oficial fue violento, y hasta grosero.
Es este hombre, nuevamente, uno de los alfiles más agresivos y eficaces de la partida que la oposición juega con el gobierno socialista chileno. Lo es, no tanto por sus cualidades políticas, sino
porque ataca uno de los flancos más débiles de la estrategia oficialista: el rubro abastecimiento alimentario. El domingo 6 de agosto, por ejemplo, el matutino derechista El Mercurio dedica toda la primera página de una de sus secciones al "desabastecimiento". La extensa nota se titula "Nada"; la argumentación crítica se funda en datos y apreciaciones proporcionados por Matte. Su fuerza reside, precisamente, en la fría objetividad numérica del planteo. En 1969, explica el presidente de la SNA, el abastecimiento de carne fue de 129 mil toneladas; en 1972 no legará a 90 mil. "Esta situación —añade— será mucho más dramática en el segundo semestre de este año, porque el país tendrá sólo 21 días de consumo de carne."
El panorama, verdaderamente serio (según estadísticas oficiales, en el mes de julio último el costo de la vida aumentó en un 4,4 por ciento, lo que hace un total de más del 33 por ciento en lo que va del año), reconoce por lo menos dos raíces. En primer lugar, la reforma agraria, como toda medida que modifica una estructura de producción, provocó —provoca aún— un desajuste que se traduce en merma de resultados concretos. Por el otro lado, la política que rige el criterio de abastecimiento se conjuga mal con la táctica que, se supone, debe practicar un gobierno cuya meta declarada consiste en construir los pilares que permitan a Chile tender un puente hacia el socialismo.
Al término de cada período de veda de carne vacuna, los comercios son abastecidos sin distinción de ubicación geográfica, es decir, sin distinción de clases sociales. Se produce entonces un fenómeno previsible: en los barrios altos —Providencia, Las Condes, Bilbao— cada consumidor adquiere, en uno o dos días, carne para dos semanas, mientras que en las zonas donde la heladera es un anhelo —San Miguel, La Vega— se compra de a medio kilogramo. Allí comienza a funcionar el mercado negro, cuyos canales moderadamente clandestinos llevan la carne desde las barriadas humildes hasta las otras. En síntesis, a dos o tres días del fin de la veda los sectores más desposeídos no encuentran carne en ningún lado. Por lo menos, no la encuentran a precios oficiales.
Es ésa una de las realidades donde con mayor agudeza insertan sus críticas los grupos más radicalizados del Partido Socialista, Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y también sectores de marxistas independientes, como los editores del mensuario Chile Hoy. Sostienen, con razón, que la solución debe ser política antes que técnica. Postulan la necesidad de racionalizar los productos alimenticios y controlar a los comerciantes por medio de grupos de activistas. (Este último aspecto ya ha comenzado a concretarse a través de las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios - JAP.) Obviamente, ni Allende ni su gabinete ignoran la eficacia inmediata de la variante racionalizadora, pero saben, al mismo tiempo, que utilizarla sería dotar a sus opositores de un arma formidable: en lugar de "marcha de las ollas vacías", los barrios altos y sus expresiones políticas esgrimirían el fantasma cubano. Y no conviene olvidar que en reiteradas oportunidades Allende prometió mantener las diferencias que separan al modelo chileno del de la isla caribeña: no violencia y bajo costo social. Para el gobierno es un verdadero 'cul-de-sac'. No son mucho más brillantes, al menos por ahora, las alternativas que deben afrontar MIR y PS, sobre todo este último, que es partido de gobierno y uno de cuyos afiliados se llama Salvador Allende Gossens.
Sí bien es cierto que la relación en el seno de la Unidad Popular no es tan idílica, como hace dos años —incluso han crecido las fricciones entre la dirección del PS y el presidente de la República, quien parece allegarse más a los criterios del comunismo chileno que a los de su propio partido—, los socialistas, aunque colocados un poco a la izquierda de La Moneda, no están dispuestos a subrayar las grietas que comienza a mostrar el frente internó oficialista. La más notable es la que se abrió luego de la asamblea popular de Concepción, que sigue produciendo secuelas. Allende primero criticó a los partidos de gobierno que habían concurrido —todos menos el PC—, luego lamentó el. tono de algunas respuestas, así como la carencia de otras. Ciertas contestaciones, dijo, evidencian
discrepancias con la política de la Unidad Popular, "lo que es ilógico".
En esa misma oportunidad, el presidente aseguró que en Chile "no habrá golpe de Estado ni guerra civil". Como se sabe, en ningún país del mundo este tipo de afirmaciones presagia nada saludable. Las iras presidenciales parieron otra ronda de críticas mutuas en el comité político de la coalición gubernista. El socialismo, en efecto, sostiene que ante la "escalada momia" es mucho más eficaz la política .del secretario general del PS, senador Carlos Altamirano —quien apunta sólo a la oposición y a las instituciones que ésta controla, a la par que enfatiza la defensa del gobierno, afirmando que "está en juego el interés de la clase obrera"—, que la de Allende, cuya insistencia en condenar todo el proceso que llevó a la reunión de Concepción no parece ser el modo más eficaz de cerrar filas.
El MIR, por su lado, acaba de producir un documento condenatorio de los grupos de ultraizquierda, para quienes Allende es únicamente la encarnación del reformismo contrarrevolucionario, y de la política del PC, a la que acusa de conciliadora. El texto mirista evidencia el deseo de no desdeñar la posibilidad que ese movimiento tiene de convertirse en el director de un proceso de "socialismo querido por las masas". El problema del MIR es que, por lo menos hasta ahora, y a pesar de sus inseguridades, el camino hacia un modelo de socialismo que sea. tal y que al mismo tiempo sea chileno, tiene la impronta de la Unidad Popular.

Qué es una asamblea popular
Chile es, en la presente coyuntura histórica, uno de los laboratorios políticos más fértiles del mundo. Su experiencia inédita, relativa a la conquista del gobierno por una coalición de fuerzas socialistas, cristianas y laicas, a través de la vía electoral, y cuyo resultado fue ratificado por un Parlamento burgués, es motivo de renovadas interpretaciones. Los nuevos planteos que surgen en el laboratorio chileno tienen necesariamente que ser confrontados con la realidad para deducir, en la práctica, si ayudan a profundizar el proceso revolucionario o si, por el contrario, lo traban y distorsionan.
Eso puede servir para el análisis de la Asamblea Popular instalada en la provincia de Concepción, a partir del 27 de julio pasado. La iniciativa pertinente no surgió, como muchos creen, del criticado Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), sino del Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), cuyos dirigentes se proclaman ahora marxistas leninistas, a pesar de su reciente separación del tronco de la Democracia Cristiana. La convocatoria fue suscripta por la Central Única de Trabajadores a nivel provincial, por el Consejo Distrital Campesino y por los estudiantes secundarios del distrito. De inmediato recibió la adhesión efectiva del MAPU y de los demás partidos de la Unidad Popular, con excepción del Partido Comunista.
Como objetivos iniciales, la asamblea señalaba la necesidad de desconocer la autoridad del Parlamento burgués que ratificó a Allende y su representatividad con respecto al proletariado. En el acto inaugural se rindió homenaje a la Revolución Cubana y se reiteró que el Parlamento era el tapón del proceso revolucionario. De manera simultánea brotaron los teóricos que explicaban la aparición de la Asamblea. Así, Theotonio Dos Santos señalaba "que las formas de poder popular que están naciendo en Chile no constituyen aún un poder paralelo (dual) al Estado burgués", pero que la tarea a cumplirse residía en "combinar el poder naciente con la posibilidad de formar una mayoría parlamentaria que permitirá en el futuro legalizar ese poder, en la medida en que se hayan desarrollado desde las bases y se haya afirmado por la propia fuerza de las masas". Pío García anotaba que al impulsar en Santiago una asamblea provincial obrero-campesina, se trataba de "imponer la realización del Programa (de la Unidad Popular), superando la vía burocrático-reaccionaria, propia del Estado burgués, dando lugar a la vía democrático-revolucionaria".
Quienes no aprobaron la asamblea trajeron a colación lo ocurrido recientemente con la asamblea popular de Bolivia, donde Guillermo Lora, jefe del Partido Obrero Revolucionario, sostenía que ese organismo había nacido desde un principio como un poder dual y con hegemonía obrera. Es decir, que los soviets bolivianos eran mucho más avanzados que los soviets rusos, ya que en tanto en Rusia ganaron la hegemonía a lo largo de muchos años, en Bolivia aparecieron desde un comienzo como un poder dual. Ese poder sólo estaba en los comunicados y no en la realidad de la correlación de fuerzas con sus enemigos, cuyo poderío se ignoraba permanentemente. Lora cometió también el error de propiciar el ingreso a la Asamblea del Movimiento Nacionalista Revolucionario, cuyo jefe es Víctor Paz Estenssoro. Ese partido tenía la mayoría de delegados en la Asamblea, además de ser calificado por toda la izquierda como la principal carta de sus enemigos.
Cuando Theotonio Dos Santos y Pío García hablan con tanta soltura del Estado burgués chileno, se tendría la impresión de que no existen diferencias entre un Estado capitalista desarrollado, como Inglaterra o Francia, y los regímenes existentes en algunos países latinoamericanos donde el Estado es un fenómeno en vías de consolidación y donde la contradicción fundamental (nación oprimida contra nación opresora) subordina, transitoriamente, los antagonismos de clase internos. Trotsky, en sus Lecciones de Octubre, recordaba que "los soviets de diputados obreros surgieron como una forma natural a un cierto nivel de la lucha de clases" y prevenía a los jóvenes partidos comunistas de Europa del error que consistiría en adoptar un concepto fetichista de aquéllos. A criterio del presidente Salvador Allende, la aparición de asambleas populares no obedece a un proceso social auténtico y, en consecuencia, constituye un fenómeno que sirve a los enemigos de éste.
Sin embargo, lo que la argumentación política del PC no señala es que aun cuando la idea de las asambleas no parece ser correcta, ella surge a raíz de una creciente preocupación de las masas por la paralización del proceso a nivel de participación del pueblo. La Unidad Popular es un ente poderoso, pero en la práctica sólo sirve para distribuir las cuotas sectarias de los cargos públicos. De esta manera, la falta de debate político origina, por ejemplo, que el campesinado chileno se halle confundido por la aplicación de tres líneas de política agraria simultáneamente trazadas por el MAPU, el PC y el Partido Socialista, las cuales no guardan correlación entre sí.
Es verdad —como anotó Allende— que las asambleas populares podrían desviar al pueblo de su objetivo inmediato más importante: conquistarla mayoría parlamentaria en las elecciones de 1973. No obstante, problemas como el planteado serán susceptibles de presentarse una y otra vez en tanto Allende y la Unidad Popular no abran la esclusa que permita a las masas ser ellas mismas las que construyan la sociedad del mañana.
Andrés Solís Rada
Revista Panorama 
17 de agosto de1972

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Asunción de Allende en 1970

 

 

 


 

 

 

 

 

 

Bases gubernistas en Valparaiso

 

 

 

 

 

 

 

 

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