Joliot
el tercer Curie que cae sirviendo a la ciencia
por Thomas Lenoir

 




pie de fotos
-La última fotografía de Frédéric Joliot-Curie (sentado en la extrema derecha) fué tomada en la casa de veraneo de los Curie, en Bretaña, y lo muestra en compañía de varios miembros de la familia de Lauzac, uno de sus colaboradores.
-Frédéric e Irène Joliot-Curie observan al medalla de oro de Lavoisier, que les fué entregada en la Sorbona el 21 de octubre de 1954, con motivo de cumplirse el 20 aniversario del descubrimiento de la radio-actividad artificial.
-El gran científico francés sucumbió a los 58 años, en el hospital Saint-Antoine, de París. Los médicos y cirujanos decidieron practicar una operación nueva, que consiste en buscar las venas enfermas en los pacientes que padecen de hipertensión en la zona abdominal. En la foto, Frédéric Joliot aparece en el centro, con su hija Hélène a la izquierda, en las exequias de sus esposa Irène en el año 1956

 

UNA ASISTENTE redacta febrilmente el informe sobre la intervención: "Paciente Joliot - Curie, estado satisfactorio". Palabras que sólo tienen valor en el instante de formularlas y registrarlas. Los hombres de blanco se quitan las máscaras. Se lee la angustia en sus rostros. Acaban de tentar sobre Frédéric Joliot - Curie, premio Nobel de física en 1935, yerno de Pierre y Marie Curie, el atomista francés número uno, una intervención "inventada" en los Estados Unidos por Linton, pero hasta ahora muy poco practicada en Francia.
Dicha operación consiste en abrir los órganos de un paciente aquejado de hipertensión en la región abdominal para buscar allí las venas enfermas. Una posibilidad de éxito, pero ¿entre cuántas?
Dos días antes, el 8 de agosto, Frédéric Joliot-Curie fué internado en ese servicio especializado de cirugía que dirige el profesor Leibovici. Del gran científico sólo quedaba un hombre yaciente, demacrado, debilitado por las hemorragias intestinales que se le habían iniciado unos días antes, mientras se hallaba de vacaciones en la vieja casa familiar de los Curie en L'Arcouest, Bretaña. En "Sorbonne - Plage" (la playa de la Soborna), como dicen los mismos habitantes de ese pueblo de la costa bretona que da al canal de la Mancha.
Transcurren el lunes y el martes. Se confirma que la operación ha tenido buen éxito. El enfermo ha recobrado el conocimiento. Su hijo Pierre y su hija Hélène —esposa del nieto de Paul Langevin, el maestro que, con Marie Curie, le enseñó todo— se turnan en su cabecera. De cuando en cuando, una sombra de tristeza pasa por sus ojos. Fué precisamente en la misma habitación pintada de celeste, donde, hace dos años, Irene Curie, su esposa y colaboradora, falleció víctima de los rayos que había estudiado.
El martes por la noche, de pronto, el rostro exangüe se crispa para traducir un inmenso dolor. Nueva hemorragia. Ahora Joliot entra en coma. Es algo más que una alarma. El porcentaje de úrea alcanza a 2 gramos. La agonía dura hasta el miércoles, a las 17.45. El Centro Nacional de Investigaciones Científicas y la Sorbona llevan ya duelo. Después de Marie, madre de su esposa; después de Irene, su esposa, es el tercer "Curie" que cae al servicio de la ciencia.

LA PRIMERA "EXPLOSIÓN" ATÓMICA
El 19 de enero de 1939, sin que Francia ni el universo pestañearan siquiera, tres hombres encerrados en un laboratorio del Colegio de Francia, en París, realizaban la primera "explosión" atómica experimental. Fué una explosión minúscula, silenciosa, que sólo pudieron detectar los instrumentos de medición. Bombardeado por una fuente de neutrones, una untadura de óxido de uranio proyectaba partículas desintegradas a una distancia de tres milímetros. Y esas partículas eran las de un cuerpo nuevo, que no había sido introducido en el experimento: bario.
Para Frédéric Joliot - Curie y sus dos colaboradores, Hans Heinrich von Halban y Lew Kowarski, esa proyección de bario a tres milímetros cobraba un significado trastornador. Alcanzado por un neutrón, el núcleo de uranio se dividía en dos núcleos más pequeños, uno de bario y otro de molibdeno, y la ruptura del núcleo de uranio se acompañaba de un desprendimiento enorme de energía, una emisión de neutrones suplementarios.
Esos tres milímetros —signo medible de la energía liberada— abrían para los científicos del Colegio de Francia las perspectivas vertiginosas de la era atómica. Los neutrones suplementarios podían provocar a su vez la ruptura de otros átomos. En el seno de una masa de uranio podía originarse una transmutación en cadenas multiplicadas, una especie de incendio atómico que saltaría formidables cantidades de energía. Se había descubierto la fisión nuclear del uranio, fenómeno clave del dominio por el hombre de la energía atómica.
En enero de 1939, gracias a Frédéric e Irene Joliot - Curie y al grupo de investigadores que habían formado en sus laboratorios del Colegio de Francia y de síntesis atómica de Ivry, Francia llegaba
ampliamente a la cabeza de todos los países en el campo de la investigación atómica fundamental. Nadie le discutía sus adelantos.
Cinco años más tarde, el 28 de agosto de 1944, cuatro hombres parados sobre los techos del Colegio de Francia seguían sin aprensión las evoluciones de los aviones alemanes que, a unas cuadras de distancia, soltaban bombas de 200 kilos sobre los edificios del mercado de vinos. Frédéric Joliot - Curie, joven y animado, indicaba los puntos de impacto de las bombas a tres norteamericanos de semblantes preocupados y de uniforme.
Sobre la manga izquierda de su chaqueta militar lucían un distintivo insólito: un "alfa" blanca atravesada por un rayo rojo. El alfa blanca y el rayo simbolizaban la energía atómica. Los tres hombres pertenecían a la división especial y ultrasecreta de los "cazadores de cerebros", la división "Alsos". Acompañaban a los ejércitos y los precedían cuando podían. Su misión consistía en conservar para los Estados Unidos su ventaja en la fabricación de una bomba atómica, asegurarse de que Alemania no disponía ni estaba a punto de disponer de la bomba, enviar documentos científicos a Norteamérica e "invitar" a los grandes físicos europeos a trasladarse a su país.

¡CUIDADO CON JOLIOT - CURIE!
En cuanto a Joliot - Curie, las oficinas de Washington habían aconsejado una extrema prudencia. Hacía pocos días que se sabía que era miembro del partido Comunista desde 1942.
Pero Joliot-Curie lanzó de pronto una exclamación, y corrió hacia la escalera, gritando: "¡Olvidé la dinamita!". Sobre las mesas de su laboratorio y en los sótanos del Colegio de Francia, se hallaban secándose centenares de cartuchos de dinamita que él mismo había fabricado para los combates callejeros de la liberación de París. También había botellas de cerveza llenas de nafta y provistas de detonantes, las mismas que unos días antes se lanzaban contra los tanques alemanes.
Los tres cazadores de cerebros norteamericanos no comprendían. Frédéric Joliot - Curie, profesor en el Colegio de Francia, premio Nobel de química, inventor de la radioactividad artificial, quien, por sus trabajos sobre la emisión de los neutrones y la reacción en cadena, había descubierto precisamente los datos esenciales de esa bomba atómica que ellos debían proteger, ese Joliot-Curie se divertía fabricando bombas de amotinado y arrojándolas él mismo. Y era miembro del partido Comunista.
Pero tampoco Frédéric Joliot - Curie comprendía. Esperaba todo de la Liberación y, en especial, la reanudación de los contactos científicos con sus amigos, los grandes nombres de la gran época 1930 -1940: Enrico Fermi, Niels Bohr, Einstein, Lise Meitner, Chadwick y Otto Fritsch. Y éstos se le presentaban de pronto bajo los rasgos más cerrados y menos competentes de los espías y sargentos reclutadores de la misión "Alsos".
Durante diez años, la Internacional científica fué para Joliot la más auténtica de las realidades Y los ocho primeros meses del año 1939 —hasta la declaración de guerra— vieron desarrollarse, entre una decena de investigadores y con la publicidad absoluta de sus trabajos, una extraordinaria competencia pacífica en múltiples etapas. Otto Hahn y Fritz Strassmann, en Alemania, llevaron muy lejos el análisis de los productos suministrados por el uranio en el experimento de Fermi. Otto Fritsch y Lise Meitner, refugiados en Escadinavia, dieron la prueba e interpretación física de la explosión nuclear del uranio. Joliot, con Halban y Kowarski, demostró que los neutrones eran capaces de propagar la explosión de átomo a átomo, abrasando así masas ponderables de materia y liberando prodigiosas cantidades de energía. Una semana más tarde, el mismo resultado lograban, en Nueva York, Fermi y Szilard.
La ciencia es pública. Avanza a pasos agigantados. Joliot-Curie cree en el progreso y confía en los hombres. Bastan cinco años para que los científicos se reencuentren encerrados con triple vuelta de llave, guardados por militares en laboratorios gigantescos, y para que el secreto caiga como una chapa de plomo sobre la investigación atómica. En agosto de 1944, forman un conjunto esa investigación, el esfuerzo bélico y el secreto. Dentro de pocos meses dos bombas atómicas estallarán sobre Hiroshima y Nagasaki.

ALTERNATIVA: PILA O BOMBA
De pronto, el mundo ha cambiado del todo, y en 1945 la situación de Joliot - Curie y la de Francia se iluminan recíprocamente. Francia, que cinco años antes se hallaba a la cabeza de la investigación atómica, está atrasada, y Joliot, el más grande de los atomistas franceses y el igual de los más grandes de otros países, aparece, a los 45 años, algo así como un hombre de otro mundo.
Joliot, por su parte, rebosa de esperanzas y anuncia a los norteamericanos incrédulos que ha de dar a Francia, en un plazo mínimo, una pila atómica. Simplemente, vuelve a tomar las cosas donde las había dejado en 1939.
En efecto, desde entonces, se le ofrecían dos caminos: separar industrialmente, con enormes dificultades, los dos isótopos del uranio, U.238 y U.235, aislar el último, sede favorita del fenómeno de fisión, y fabricar un poderoso explosivo; o domar los neutrones, moderar sus movimientos y ponerlos en un estado en que prefieren dirigirse por sí mismos hacia el isótopo escaso, es decir, crear una máquina fiscalizabie.
La pila o la bomba, tal es la alternativa. Joliot y sus colaboradores no vacilan: porque la primera solución es la más atrayente y elegante para el físico, y porque saben de qué arma destructora podría tratarse. Con un desinterés total, él y sus colegas obsequian su descubrimiento a la Caja Nacional de la Investigación Científica —es decir, a Francia— y la Caja, a su vez, registra solicitudes de patentes en que se describen los principios de las futuras fiscalizaciones energéticas.
Cierto es que Francia está atrasada. En 1942, en los sótanos sin ventanas debajo de las tribunas del estadio universitario, Enrico Fermi construyó la primera pila atómica, y Joliot, en tanto, trabajaba en el Colegio de Francia sobre un ciclotrón que funcionaba mal. Pero siguió dando sus cursos y formó investigadores. En plena guerra estableció las ordenanzas esenciales del Centro Nacional de Investigaciones Científicas, cuya dirección le dará el general de GauIIe inmediatamente después de la liberación de París. 
Según Joliot, todo está listo para que Francia vuelva a ocupar un lugar de honor en el campo de la utilización pacífica de la energía atómica y el primero, quizá, en materia de investigación fundamental. El mundo ha cambiado, pero la militarización de la ciencia quizá no sobrevivirá a la guerra. Por su parte, Joliot ya eligió. Si bien la guerra pudo significar una paralización para Francia y su trabajo científico personal, nacieron fuerzas vivas y jóvenes en el país durante la lucha contra el ocupante nazi, y él mismo se enriqueció y progresó en otro plano que juzga inseparable del primero.

UN HOMBRE REALMENTE FELIZ
En 1945, profesor en el Colegio de Francia, fundador del Frente Nacional en 1941, miembro del partido Comunista desde 1942, flamante director del C.N.I.S. y futuro alto comisario para la energía atómica, Frédéric Joliot-Curie es un hombre realmente feliz. A su juicio pueden convivir el comunismo, el patriotismo, el amor a la ciencia y la libertad del científico. Y se arroja frenéticamente en el trabajo de organización, porque hay grandes cosas para hacer y mil caminos para explorar.
Si Joliot, cargado de honores, se hizo comunista en plena guerra, en los tiempos de máximo peligro, fué sin duda por un conjunto de razones profundas y valederas, pero ante todo por su gusto a lo universal. A Pierre Villon, que fué su compañero de lucha en la clandestinidad y le preguntaba por sus motivos, Joliot contestó: "Si nos detuvieran, para mí podría ser menos grave que para usted. No puedo soportarlo. Y, de todos modos, si han de detenerme y fusilarme, quiero morir comunista".
De tal modo que Joliot, el mismo que en mayo de 1940 había encargado a Halban y Kowarski trasladar a Inglaterra la reserva de agua pesada de Francia, pero que personalmente había decidido quedarse, estaba dispuesto a morir por su patria, pero quería morir comunista. Ignora radicalmente esa idea del científico almacenado y conservado como una mercadería preciada y muy escasa, casi imposible de reemplazar: "Si muero —dice— otros ocuparán mi lugar. No hay nada más rico que el pueblo".
En 1934, Joliot había dado su adhesión a los comités de vigilancia de los intelectuales antifascistas y se había inscripto en el partido Socialista. Durante la guerra de España, presidió una campaña de mitines en contra de la no - intervención y dio su tiempo sin límites. Su esposa Irene —a la que Francia había de tributar, dos años antes que a él, exequias nacionales— era entonces subsecretaria de Estado en el gabinete Blum.
Frédéric Joliot-Curie pertenece a esa raza de intelectuales que creerían faltar al honor de su ciencia si no tomaran parte en el combate político cada vez que la corrupción, la debilidad o la tiranía de los gobiernos parecen amenazar la justicia y la paz.
Francia, en su liberación, necesitó a Joliot - Curie. Fué nombrado en 1946 alto comisario para la energía atómica y se le dio, para construir allí la primera pila atómica francesa, las casamatas del fortín de Chátillon.
Necesitó sólo 15 meses de trabajo constante para realizar y hacer funcionar la primera pila atómica francesa. "Zoé" alcanzó la "condición divergente" el 15 de diciembre de 1948, a las 12.12. De inmediato, Joliot envió al jefe del gobierno el breve mensaje de los atomistas: "Tenemos el placer de anunciarle que hoy, a las 12.12, entró a funcionar la primera pila atómica francesa".
"Ayer, a las 12.12 —comprobaba al día siguiente el "New York Herald Tribune"— dejó de existir el monopolio norteamericano de la energía atómica. " Y esa misma semana, la revista "Tune" publicaba una fotografía de "Zoé" con el epígrafe "La pila comunista francesa".

LA LUCHA CONTRA EL SECRETO
Después de Chátillon, Joliot-Curie hizo ejecutar bajo su dirección los planos de Saclay, segundo centro de investigaciones atómicas de Francia. Pero el optimismo de 1945 había desaparecido. El combate de Joliot por la paz, por la independencia de Francia en el campo de la energía atómica, por la solidaridad científica, seguía siendo el mismo combate pacífico. Apenas cuatro años después de la Liberación, esa hermosa armonía se desintegra. Los soles de las explosiones atómicas experimentales iluminan la más fantástica carrera de armamentos. El secreto reina como dueño absoluto del mundo científico. En su puesto de alto comisario para la energía atómica, Joliot es el blanco de ataques diarios.
Para él como para todos sus colegas, de Robert Oppenheimer a Francis Perrin, actual alto comisario para la energía atómica en Francia, hasta la noción del secreto científico es una trágica desviación de la ciencia.
Frédéric Joliot - Curie se convierte en lo que los norteamericanos llaman un "security risk", un riesgo contra la seguridad. El entonces presidente Truman acaba de anunciar que los rusos poseen la bomba atómica. El mundo se entera de pronto que científicos atomistas ingleses, como Fuchs, han comunicado los secretos de la bomba a los agentes soviéticos. Meses más tarde, Pontecorvo se traslada a la Unión Soviética. Ya no puede tolerarse la presencia de un comunista a la cabeza de los laboratorios atómicos de un país dirigente del bloque occidental. Georges Bidault firma su destitución el 28 de abril de 1950.
Sin embargo, Frédéric Joliot-Curie siguió ocupando las dos cátedras de física nuclear en el Colegio de Francia y la Sorbona (la última desde la muerte de su esposa Irene, en 1956). Dirigía un conjunto de laboratorios que agrupa a cerca de 300 personas, entre las cuales más de 60 son doctores en ciencias exactas. Pero tenía que solicitar una autorización y mostrar una cédula de identidad paga entrar en Chátillon y, más tarde, en Saclay...

EL ULTIMO MANUSCRITO
En la casa familiar de L'Arcouest, sobre el escritorio de las vacaciones, quedó un manuscrito terminado. Antes de partir en ambulancia hacia París, Frédéric Joliot - Curie puso el punto final del curso sobre radioactividad que había de dar en la Sorbona durante el año lectivo 1958 -1959.
En una sala del hospital parisiense de Saint - Antoine, donde falleció Frédéric Joliot - Curie el 13 de agosto, un areópago de médicos y cirujanos mantuvo una última reunión en torno al "caso Joliot", estableciéndose así la causa médica del mal: "hipertensión en el sistema de las venas del estómago, debida a una molestia circulatoria en la región del hígado". Se trata de una enfermedad muy difundida y sin relación alguna con la leucemia o el cáncer de los radiólogos, causas directas o indirectas de la muerte de Marie e Irene Curie. Pero también es cierto que el contacto permanente con los rayos había deteriorado el estado general del enfermo y disminuido su resistencia al terrible "shock" operatorio que fué necesario imponerle para tratar de salvarlo.
revista Vea y Lea
04/09/1958