EGIPTO
Sadat-URSS: Ellos no quieren ayudarnos

Tres semanas atrás, el presidente de Egipto, Anwar Sadat, sacudió al mundo anunciando que había ordenado que los miles de militares soviéticos establecidos en suelo egipcio empacaran sus bártulos y retornaran a casa. Desde entonces, Sadat ha insistido en su imposibilidad de denunciar en público las razones que lo llevaron a esa decisión. Pero hablando a puertas cerradas con un pequeño grupo de periodistas de su país, divulgó la dramática historia de su decisión. En la última semana, Newsweek logró, a través de charlas que Arnaud de Borchgrave sostuvo con algunos de los participantes de aquella reunión, reconstruir la declaración de Sadat, que es el texto siguiente:

"No pueden imaginar en qué se ha convertido mi vida desde que soy presidente. No he tenido un solo día tranquilo, en que no estallaran reyertas con los rusos. Jamás he gozado de su confianza. Dicen que soy pronorteamericano y convencieron al anterior vicepresidente egipcio, Aly Sabry, de que yo estaba situando a mi país en la órbita norteamericana. Mi lengua se seca cuando discuto con ellos.
"En mi viaje a Moscú, en marzo de 1971, para solicitarles por primera vez los Mig-23 que necesitamos para enfrentar a los Phantoms otorgados por Estados Unidos a los israelíes, se me informó que, dado el avance de la técnica soviética, era tan complicado manejar estos aparatos que se necesitarían cinco años para entrenar a los pilotos egipcios. Sabía que esto no tenía sentido y que, según mis propios expertos declaraban, en sólo seis meses era factible trasformar a un piloto de Mig-21 en otro de Mig-23. Los rusos dijeron que se podrían cumplir estos planes con pilotos soviéticos, siempre bajo la tutela de un comando ruso. Entonces exclamé que algo semejante era una intromisión inaceptable para la soberanía egipcia.
"No cederían, pero como nosotros precisamos un freno real para los Phantoms, finalmente accedí a condición de que fuera una solución provisional, mientras quedaba pendiente el entrenamiento de nuestros pilotos. Me informaron que los Mig-23 iban a ser enviados a Egipto rápidamente y que el entrenamiento comenzaría de inmediato. Jamás aparecieron. En cambio, trataron de derrocarme con el abortado golpe de Aly Sabry.
"En aquel entonces, el embajador soviético Vinogradov vino a verme y me comunicó que al presidente de la URSS le urgía viajar al Cairo tan pronto como fuera posible. Era urgente, me dijo. Le respondí que no veía razón para semejante visita, pero cuando me afirmó que se relacionaba con nuestro pedido de armas modernas, acepté. Cuando Podgorny estuvo en mayo del año pasado, me ofreció un tratado y me dijo que lo firmara. Era la primera insinuación que recibía sobre un nuevo tratado. Exclamé que esto no era imprescindible. Mas él fue muy insistente y afirmó que no retornaría a Moscú sin el tratado.
PROMESAS, PROMESAS. "Le sugerí que me diera tiempo para estudiarlo y que volviera el 23 de julio de 1971, para el aniversario de la revolución egipcia, ya que ésta podría ser una ocasión más apropiada para firmar tal documento. Por otra parte, la fecha era sólo unas semanas más tarde. Podgorny lanzó un no por toda respuesta. Me dio su solemne palabra de honor de que cuatro días después de su retorno a Moscú, el primer Mig-23 arribaría a Egipto. Por estas razones, decidí firmar el tratado. Pensaba también que todo esto convencería finalmente a los rusos de que yo no era pronorteamericano y que podían tenerme confianza. "Cuatro días, ocho, días, cuatro meses pasaron y nada sucedió. Los rusos sabían que yo había denominado a 1971 el año de la liberación de nuestra tierra ocupada, pero ya resultaba evidente que no nos ayudarían a resolver el problema con los equipos necesarios y que la «no-guerra, no-paz» era el cimiento de la política soviética en el Medio Oriente.
"Volví a Moscú en octubre. Podgorny, el hombre que me había dado su solemne palabra de honor, estaba enfermo, según me informaron. Quedé solo con el premier Kosygin, pero el secretario general Brezhnev se nos agregó el último día. Procuramos entonces otro acuerdo y me prometieron que se alcanzaría hacia el fin de año. Noviembre pasó y nada, excepto un vuelo a la India vía Egipto en el cual algunos equipos rusos habían sido alistados para los indios a causa de su guerra con el Paquistán, un país respaldado por los norteamericanos. Esto demostró que cuando los rusos quieren lanzar sus fuerzas contra un país en conflicto, no los arredra necesariamente el hecho de que los Estados Unidos apoyen a la nación enemiga. El 11 de diciembre informé a los rusos que anhelaba visitar Moscú antes del fin de 1971. No respondieron hasta el 27 del mismo mes, y sugirieron un encuentro para el mes de febrero. Les contesté que mi paciencia se había agotado, pero que por una cuestión de amistad esperaría.
"Fui a la URSS dos veces más, en febrero y luego en abril, justo antes de la reunión cumbre con Nixon. Quería asegurarme de que no llegarían a un acuerdo con los norteamericanos acerca de las restricciones referentes al envío de armas, antes de que Israel evacuara nuestro país. De otro modo, Israel tendría más poder militar, mientras que los árabes quedarían rezagados.
SIN RESPUESTA. "Más promesas vacías y quebrantadas. Decidí entonces que había llegado el tiempo para esclarecer nuestras relaciones de una vez por todas. El 1º de junio envié a Brezhnev un cuestionario de 7 puntos, dando por sentado que la futura política de Egipto se basaría sobre sus respuestas. Yo quería saber —definitivamente— si ellos estaban pensando proveer del armamento que habíamos solicitado tantas veces y que reiteradamente habían prometido. De manera accidental, nunca los rusos habían tenido más de cuatro Mig-23 en Egipto (no se trata del escuadrón 25-Plane, según se informó frecuentemente). Quería que ellos me deletrearan, en un lenguaje claro, cuál era su política en esta parte del mundo. El 15 de junio aún no había respuesta; por lo tanto, escribí una carta repitiendo las mismas 7 preguntas.
"El 7 de julio fui informado de que Vinogradov quería verme. Hafez Ismail [asesor de política exterior de Sadat] y otro asistente estaban presentes cuando el embajador entró en el salón. Declaró que había recibido respuesta de Moscú. Estaba en árabe y por eso le pedí al asistente que la leyera. Me incliné y sostuve mi cabeza mientras escuchaba. La primera página era un recuerdo de las amistosas relaciones que habían imperado entre El Cairo y Moscú. La segunda página consistía en un ataque contra Mohammed Hassanein Heikal [el poderoso director de Al Ahram y confidente de Sadat], sindicándolo como el responsable del deterioro de estas buenas relaciones. La tercera página continuaba el ataque contra Heikal. Luego nada. Silencio. Levanté la cabeza y dije: «¿Y qué sucedió con mis respuestas?». Vinogradov, visiblemente molesto, contestó que eso era todo lo que había recibido de Moscú.
RUIDO Y FURIA. "Me enojé mucho e inmediatamente impartí órdenes frente a Vinogradov: 1) Todos los consejeros soviéticos que actuaban en el ejército egipcio tenían que marcharse dentro de los diez días posteriores al 17 de julio; 2) Todas las instalaciones militares soviéticas pasaban a ser controladas por los egipcios; 3) Todo el equipo soviético tenía que ser vendido a Egipto o retirado del país; 4) Cualquier negociación futura entre Egipto y la URSS se conversaría en El Cairo y no en otra parte.
"Vinogradov partió hacia Moscú inmediatamente. La próxima noticia que tuve fue la llegada del presidente sirio Assad desde Moscú. Me preguntó entonces cómo podía haber hecho semejante cosa, cuando él había firmado justamente un acuerdo a largo plazo con la URSS por 700 millones de dólares en armas. Le contesté que no se preocupara y que hiciera lo que le parezca mejor para Siria,
"Luego fui informado de que los rusos pretendían que una delegación egipcia de alto nivel fuera a Moscú para explicar los motivos de mi decisión. En ese momento fue cuando decidí enviar al primer ministro Sidky con la misión de hacer una última tentativa para obtener los Mig-23. Pero para ese entonces era inútil. Ustedes conocen el resto de la historia."
PANORAMA, AGOSTO 17, 1972

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Kosygin, Sabry y Sadat, en El Cairo en 1972
Kosygin, Sabry y Sadat, en El Cairo en 1972

 


 

 

 

 

 

 

Sadat con su ministro de Defensa, M. Sadek
Sadat con su ministro de Defensa, M. Sadek

 

 

 

 

 

 

 

 

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