Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

El Camp
por Susan Sontag

Revista Periscopio
11/XI/1969

Nacida en 1933 y autora —-entre otras cosas— de dos novelas (Le Bienfaisseur, 1963, y Death Kit, 1967), Susan Sontag es considerada una de las figuras más inquietantes de la nueva literatura norteamericana. Su último ensayo sobre Vietnam no ha hecho sino ratificar ese juicio. Que tiene como punto de partida el cuestionamiento de todo tipo de idea cristalizada y santificada. Sus irritantes y saludables ensayos sobre el teatro de Weiss en relación al de Artaud o el desmenuzamiento de la cinematografía de Bresson, Resnais y Godard hasta la verificación de los sentidos de la "imaginación pornográfica" revelan que ésa es su constante fundamental. También cuando se sumerge en la narrativa de William Burroughs o en los momentos en que se dedica a impugnar las interpretaciones escolásticas (en reemplazo de una lectura que atienda primeramente al texto mismo).
En cuanto a este trabajo, no hace sino culminar esa elección y esa tendencia: ¿qué es el 'camp' en esencia? Un estilo de inversión: es lo que viene a insinuarnos Susan Sontag; quienes impugnan el código oficial y que pretenden poner cabeza abajo los valores establecidos de mal o bien. Es el gusto condenado por el estatucúo.
Solamente cabría preguntar si el camp como oblicua impugnación es vivido como cuestionamiento total o parcial del "establecimiento" y si ese gusto —hoy heterodoxo, marginado o desdeñado-— se propone como "gusto instaurado" después de un proceso de cambio. O si, solamente, en su inversión y agresiones actuales esboza, por un lado, la historicidad y precariedad de la estética y los valores vigentes, y por el otro, la posibilidad no de una estética normativa sino de una estética abierta.

A.J.C.

EL CAMP
por
Susan Sontag

Pero además de la seriedad (trágica y cómica) de la alta cultura y sus personajes, debemos tener en cuenta otras formas de sensibilidad creadora. Desvalorizar todo lo que uno pueda hacer o sentir con "respeto" hacia el estilo de la "alta cultura"' es desvalorizarse como ser humano.
¿Acaso no existen formas serias que llevan la marca de la angustia, la crueldad y el desvarío? Aquí sí aceptamos una disparidad entre intención y resultado. Me refiero tanto a un estilo de vida cuanto a un estilo de arte; pero tomemos ejemplos en el campo del arte. Pensemos en Bosch. Sade, Rimbaud, Jarry, Kafka, Artaud; pensemos en las obras más importantes del siglo XX, cuyo objetivo no es producir armonía sino ensanchar el medio de expresión e introducir los temas más violentos e irresolubles. Esta forma de sensibilidad insiste también en que la "obra" en el sentido tradicional (en el arte como en la vida) no existe. Sólo existen fragmentos . . . Obviamente se aplican aquí patrones diferentes a los de la "alta cultura". Algo es bueno no porque esté perfectamente realizado, sino porque revela otra clase de verdad sobre la situación humana, otra experiencia sobre lo que es ser humano, resumiendo: otra sensibilidad válida.
El camp ocupa el tercer lugar entre las formas importantes de sensibilidad creadora: es la sensibilidad de la seriedad fracasada, de la teatralización de la experiencia. El camp rechaza tanto las armonías de la seriedad tradicional como los riesgos de la total identificación con intensos estados del sentimiento.
La primera sensibilidad, la de la "alta cultura", es básicamente moral. La segunda, sensibilidad de los estados extremos de sentimiento, que inspira gran parte del arte de vanguardia contemporáneo, se afirma en una tensión entre la pasión moral y la estética. La tercera, el camp, es del todo estética.
Camp es la experiencia estética coherente del mundo. Encarna la victoria del "estilo" sobre el "contenido", de la "estética" sobre la "moral", de la ironía sobre la tragedia.
Camp y tragedia son antitéticas. Puede encontrarse en el camp una visión seria de todo lo que haga al compromiso del artista y, con frecuencia, "pathos". La crueldad es también una de las tonalidades del camp: es la crueldad lo que hace que lo camp esté presente en muchos de los escritos de Henry James (por ejemplo The Europeans, The Awkward Age, The Wings of the Dove). Pero es imposible que haya tragedia en lo camp.
El estilo es todo. Las ideas de Genet, por ejemplo; son camp. La afirmación de Genet: "El único criterio para un acto es su elegancia", es el equivalente exacto de la frase de Wilde: "El elemento vital en toda cuestión de importancia no es la verdad, sino el estilo". Pero lo que cuenta, en conclusión, es el estilo en que se sostienen las ideas. Las ideas acerca de la moral y la política que aparecen en El abanico de Lady Windermere y Comandante Bárbara no son camp por la naturaleza de las ideas en sí, sino por la manera frívola de formularlas. Las ideas camp de Notre Dame-des-Fleurs están sostenidas en forma demasiado torva, y la propia escritura de Genet es tan exitosa, seria y elevada, que sus libros no pueden ser camp.
El intento central del camp es destronar lo serio. Precisando, el camp descubre una forma de relación nueva y más compleja con lo "serio". Uno puede tomarse la frivolidad en serio, o frívolamente la seriedad.
Se es atraído por el camp cuando se percibe que la "sinceridad" no es suficiente. La sinceridad puede ser simple ignorancia, pretensión y estrechez intelectual.
Los medios tradicionales para ir más allá de lo serio —ironía, sátira— perecen, débiles e inadecuados para el ambiente cultural sobresaturado donde se forma la sensibilidad contemporánea. El camp introduce nuevas fórmulas: el artificio como un ideal, la teatralidad.
El camp propone una visión cómica del mundo. Pero no se trata de una comedia amarga o polémica. Si la tragedia es la experiencia del compromiso extremo, la comedia es una experiencia de descompromiso y distanciamiento.

DANDISMO Y HOMOSEXUALIDAD

"Adoro los placeres simples, son el último refugio de lo complejo."
¡A Woman of No Importance!

A propósito de esto, Sartre comenta en Saint Genet, comediante y mártir: "La elegancia, cualidad de una conducta que transforma en parecer la mayor cantidad de ser.'"
El desapego es una prerrogativa para una elite; así como el dandy es en el siglo XIX el substituto del aristócrata en materia cultural, el camp es el moderno dandismo. El camp es la respuesta al siguiente problema: ¿cómo ser un dandy en la era de la cultura de masas?
El dandy era un ser excesivamente cultivado. Tomando la pose del desprecio o aun del 'ennui' buscaba sensaciones raras (ejemplos típicos: Des Esseintes en A Rebours de Huysmans; Marius, L'épicurien. de Pater; el Monsieur Teste de Valery). Tenía la vocación del "buen gusto". El gustador del camp ha encontrado placeres más sutiles. No los busca en la poesía latina, ni en los vinos raros o las chaquetas de terciopelo, sino en los placeres más comunes y vulgares: en el arte de consumo masivo. Su objeto de placer no se desgasta por el uso común, ya que él aprende a gustarlo de una forma extraña y particular. El camp —dandismo de la época de la cultura de masas— no hace ninguna distinción entre el objeto único y el producido masivamente. El gusto camp ha superado la náusea de las duplicaciones.
El propio Wilde es una figura de transición. El hombre que en su primera llegada a Londres llevaba boina de terciopelo, camisas de encaje, calzones cortos de pana y medias de seda negra, nunca pudo separarse, a lo largo de su vida, de ese gusto por los placeres refinados de dandy de viejo estilo; esta tendencia conservadora aparece claramente en El retrato de Dorian Gray. Pero sus actitudes tienen con frecuencia resonancias más modernas. Fue Wilde quien formuló uno de los elementos importantes de la sensibilidad camp —el concepto del valor equivalente de los objetos— cuando anunció su intención de vivir de acuerdo a su vajilla de porcelana, o declaró que la perilla de una puerta podía ser tan admirable como una pintura. Cuando proclamaba la importancia de la corbata, los ojales, la silla, Oscar Wilde anticipaba el espíritu democrático del camp.
El dandy antiguo odiaba la vulgaridad. Todo lo que aburriría y ofendería mortalmente a un antiguo dandy, divierte y deleita al moderno. El dandy llevaba un pañuelo perfumado pronto a desvanecerse; el gustador del camp se enorgullece de oler la podredumbre.
Naturalmente, es un truco. Un truco basado, en última instancia, en el terror al aburrimiento. Es fundamental tener en cuenta la estrecha relación entre camp y aburrimiento. El gusto camp es por su naturaleza sólo posible en sociedades de abundancia o en círculos sociales donde se desarrollan los efectos psicopatológicos de la abundancia.

"Lo anormal en la vida es la norma del arte, es lo único que para el arte es normal en la vida."
(A Few Maxims for the Instruction of the Over-Educated)

La aristocracia es una posición en relación con la cultura (así como en relación al poder), y la historia del gusto camp es la historia del gusto aristocrático. Pero al no existir actualmente aristócratas, en el sentido tradicional, para apadrinar gustos exquisitos, ¿quién cumplirá este papel? Respuesta: un grupo autodesignado, principalmente homosexuales, que se constituyen en aristócratas del gusto.
La relación existente entre homosexualidad y camp exige ser explicada. Si bien no es cierto que el gusto camp sea un gusto homosexual, es indudable que existen peculiares afinidades y superposiciones. No todos los liberales son judíos, pero los judíos tienen una particular afinidad por las causas liberales y reformistas. Del mismo modo, no todos los homosexuales tienen una sensibilidad camp. Pero los homosexuales constituyen la mayoría de la vanguardia —y su audiencia más articulada— del gusto camp. (La analogía no fue elegida arbitrariamente. Los judíos y los homosexuales integran la minoría creadora más notoria en la actual cultura urbana. Creadores en el sentido más auténtico: crean sensibilidades. Las dos fuerzas esenciales de la sensibilidad moderna son la seriedad moral de los judíos y el esteticismo y la ironía de los homosexuales).
Las razones de la postura aristocrática entre los homosexuales encuentran paralelo en aquella de los judíos. En ambos casos, la sensibilidad refuerza los intereses del grupo que la promueve. La comunidad judía busca en el liberalismo su autolegitimación. Lo mismo sucede con el gusto camp, que conlleva siempre un elemento de proselitismo. Es obvio que el proselitismo se propone objetivos radicalmente opuestos en cada caso. Los judíos ven en el desarrollo del sentido moral la condición de su integración en la sociedad moderna. Los homosexuales esperan de la promoción de valores puramente estéticos la desaparición del rechazo social que provocan. El camp disuelve la moralidad. Neutraliza la indignación moral, sustenta la superficialidad y el juego.
Sin embargo, aunque los homosexuales hayan sido su vanguardia, la sensibilidad camp es mucho más que el gusto homosexual. Evidentemente, concebir la existencia bajo la forma de una representación teatral conviene perfectamente a la descripción y justificación de ciertos aspectos de la condición homosexual. (El rechazo de lo "serio", la validación del juego, coinciden asimismo con el deseo de los homosexuales de conservarse juveniles.)
Con todo, se tiene la sensación de que si los homosexuales no hubieran, de un modo u otro, inventado el camp, algún otro lo habría hecho. La postura aristocrática respecto de la cultura no puede desaparecer, aunque adopte para sobrevivir los caminos del artificio y la arbitrariedad. El camp —repitamos— valoriza la noción de estilo en una época en la que esa misma noción puede ser cuestionada. (En nuestro tiempo cada nuevo estilo, excepto los francamente anacrónicos, aparecen en escena como antiestilo.)


"Hay que tener un corazón de piedra para leer la muerte de Little Nell sin reírse."
(In Conversation)

Las experiencias del camp se basan en el gran descubrimiento de que la sensibilidad de la "alta cultura" no tiene el monopolio del refinamiento. El camp declara que el buen gusto excede los límites del "buen gusto", y que existe, sin duda, un buen gusto del mal gusto. (Genet habla de esto en Notre-Dame-des-Fleurs.) El descubrimiento del buen gusto en el mal gusto puede ser extremadamente liberador. El hombre que no busca sino placeres serios y consagrados, se priva de placer; restringe permanentemente lo que puede gozar: en el ejercicio constante de su fino paladar, se condena al ayuno, por decirlo así. El camp substituye al buen gusto la forma de un hedonismo satírico y audaz. Hace feliz al hombre de buen gusto que corría el riesgo de una constante frustración. Es bueno para la digestión.
El camp es, ante todo, un modo de goce, de apreciación, y no un juicio valorativo. El camp es generoso. Quiere gozar. Sólo aparenta malicia y cinismo. (Y cuando es cínico, se trata de un cinismo dulce.) El gusto camp no propone como de mal gusto el ser serio; no se burla de quien logra ser seriamente dramático. Lo que hace es encontrar un logro en ciertos apasionados fracasos.
El gusto camp es una forma de amor; amor por la naturaleza humana. Gusta, más que juzga, los pequeños triunfos y la desmañada intensidad de la "personalidad"... El gusto camp se identifica con su objeto de gozo. Quienes comparten esta sensibilidad no buscan burlarse de lo que llaman camp. sino que lo gozan. Camp es un sentimiento tierno.
(Aquí podría hacerse una comparación con mucho del Pop Art. que si bien no es camp se relaciona con él en la actitud. El Pop Art es más seco y chato, más serio, más distante, en definitiva más nihilista.)
El gusto camp se nutre con el amor que encierran ciertos estilos personales y cosas. La ausencia de este amor es lo que hace que ciertas obras "kitsch" como Peyton Place (el libro) y el Tishman Building no sean camp.
La última afirmación camp: es bueno porque es desastroso ... Por supuesto, no se puede decir siempre esto. Sólo bajo ciertas condiciones que he tratado de bosquejar en estas notas (1964).

Copyright Carlos Pérez Editor. 1969.
PERISCOPIO
11/XI/69

 

 

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