Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

Espacio
¿Los rusos están en la Luna?

Como de costumbre, el primero en enterarse fue Sir Bernard Lovell; desde su apostadero de Jodrell Bank (en Gran Bretaña) anunció al mundo, el domingo 15 de setiembre, que una sonda rusa volaba hacia la Luna. Lo único que consiguió fue un revuelo de desmentidas oficiales, acrecentadas tres días después cuando afirmó que el aparato había rodeado ya el satélite y viajaba hacia la Tierra.
Hubo que esperar 72 horas más para que la URSS cesara en su negativa y se pusiera de acuerdo con Lovell, que, a esa altura, había divulgado otro detalle: una voz partía del artilugio, hablaba en ruso, y su origen, posiblemente, era una fría cinta grabada. Los soviéticos se conformaron con dar a conocer el nombre de la nave, Zond-5 y su hazaña: haber circunvolado la Luna.
El lunes 23 de setiembre, en fin, Zond-5 amerizó en el océano Indico y —con sote recuperar el instrumental de ese viaje de ida y vuelta de ocho días— la URSS estableció un nuevo liderazgo. El primero lo obtuvo en octubre de 1957, cuando el Sputnik 1 le permitió festejar el aniversario de la revolución con un éxito rotundo. Después, los tres hombres del Voskhod (1964), el paseo de Alexei Leonov por el espacio (marzo de 1965) y el suave descenso de un engendro sin tripulación pero con la hoz y el martillo, marcaron otras primacías. La última, además, reforzada por las prolijas fotos que transmitió el Lunik IX. Algunas de esas conquistas, claro, eran nada más que aspectos promocionales de la carrera que comprometía a las dos potencias; pero el regreso de Zond-5 puso en evidencia que si no se trata de un fuera de combate, sí puede afirmarse que la URSS está triunfando por walk-over. Porque hasta hace dos años los yanquis detentaban el poder electrónico, las mejores miniaturizaciones; los rusos se conformaban con máquinas enormes y el
combustible —secreto y diferente— capaz de impulsarlas.
Ahora, en cambio, las fotografías de la superficie lunar y el irreprochable funcionamiento del equipo electrónico promueven a los rusos justo en el momento en que USA parece abandonar toda competencia.
En 1961, James E. Webb asumió el cargo de Administrador de la NASA en momentos en que la Administración Nacional de Aeronáutica y Espacio contaba con 17 mil empleados y vagos planes de hacer volar un hombre alrededor de la Luna. Cuatro años después —con el presupuesto quintuplicado—, los empleados ya eran 35 mil, a los que debía sumarse el aporte técnico de unos 400 mil ingenieros y la promesa del entonces Presidente Kennedy: "Un navío norteamericano desembarcará hombres en la Luna en 1970".
El plazo de la promesa se ha ido acortando y, al revés de lo que se esperaba, el budget de la NASA sufrió idéntico recorte. Vietnam, las ciudades, los pobres, se disputan, entre tanto, ese presupuesto: no es para menos; al lado de esos problemas inmediatos, alunizar aparece como un gesto inútil y superfluo.
La semana pasada, convencido de que el cielo había dejado de ser el único límite de las ambiciones norteamericanas, James E Webb renunció a su cargo. "No estoy satisfecho con el programa espacial —dijo a los periodistas—, ni me satisface que nosotros, como Nación, hayamos sido inhábiles para conseguir una ubicación de primera línea." Y deploró: "Hace dos años y medio, USA había alcanzado a la URSS en todos los terrenos, salvo en grandes cohetes propulsores o enormes naves; ahora, el Zond-5 se convierte en algo inalcanzable: la demostración de capacidad espacial más importante dada hasta el momento por nación alguna".
El científico Leonid Zedov —obviamente ruso— declaró a Tass que Zond-5 tenía un revestimiento especial que lo protegía del calor; que la resistencia del aire frenó su velocidad al reingresar a la atmósfera; y que paracaídas —y no retrocohetes— sirvieron para amenguarla aún más a una altura reducida. Su colega Vladimir Kessnikh explicó, a su vez, que la información almacenada por Zond-5 cambiaba posiblemente todos los planes rusos sobre el Espacio.
El más laudatorio —sin embargo— seguía siendo Webb: es que la travesura de los rusos coincidía extrañamente con su renuncia, y fortalecía los motivos que él adujo para presentarla. Así, dijo: "La precisión de los instrumentos automáticos, el cálculo de la fuerza de gravedad lunar, el regreso sin dificultades y la resistencia al calor introducen nuevos factores que "desequilibrarían el poder mundial. Cada vez que se dominan técnicas nuevas, las estructuras de poder varían fundamentalmente". El —próximo 11 de octubre, la cápsula Apolo I iba a partir de Cabo Kennedy era el primero de los tres viajes destinados a preparar el abordaje de la Luna. Es obvio que ahora tanta minuciosidad no puede apasionar a nadie.
Primera Plana
1º de octubre de 1968

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