Junio 1º 1958
Asume de Gaulle

'Así, el Gobierno de la República, investido por la representación nacional y provisto, con extrema urgencia, de los medios de acción, podrá responder de la unidad, la integridad y la independencia de Francia.'
Doce años y medio atrás se había retirado, dando un colérico portazo, de su despacho de Primer Ministro. Ahora, el 1º de junio de 1958, reclamaba ese puesto a la Asamblea, y poderes especiales durante seis meses. Los obtuvo, por 329 votos contra 224; desde ese día sigue a la cabeza de Francia, pero este décimo aniversario encuentra a Charles de Gaulle en medio de una conmoción parecida a la de entonces.

Las dos conspiraciones
A principios de 1958, la guerra de Argelia se tornaba insostenible. Como un cáncer, ya no sólo destrozaba la economía y la política: amenazaba con devorar el país entero. Derrotados en Indochina a mediados de 1954, los ejércitos de París ansiaban librarse de una segunda catástrofe; pero, como los colonos, exigían que Francia conservara Argelia. Las expediciones punitivas, en Argel, entre el barrio blanco de Bab-el-Hued y el distrito árabe de la Casbah, eran apenas un símbolo de esa lucha sorda. Faltaba, con todo, un detonante superior al folklórico complot del general Faure (1956) o el atentado contra Raoul Salan (1957).
El 15 de abril, el Gobierno aceptaba los buenos oficios anglo-norteamericanos para desprenderse de Túnez; desde Argelia, los militares auguraron una inminente y similar negociación para la comarca que ellos dominaban. La crisis del Gabinete no tardó en estallar: la Cuarta República (25 Primeros Ministros desde 1944) estaba en ruinas. En cambio, cundían dos operaciones destinadas a la toma del poder; la de los "ultras", el Comité de los Siete, y la de los gaullistas. La izquierda se mantenía a la expectativa.
El general retirado Paul Cherriére, clave del 'Grand O', la conducta de los derechistas, preconizaba la instauración de un nuevo Gobierno basado sobre los valores tradicionales (Dios, Familia, Patria) y de estructura corporativa, más cerca de Oliveira Salazar que de Mussolini. El plan de los ultras era sencillo: Cherriére, con la ayuda del coronel Jean Thomazo, se haría dueño de Argelia; en París, el general Lionel Chassin sacaría a la calle sus guerrilleros urbanos, hasta la llegada de los paracaidistas. Contaban con el apoyo del general Roger Miguel, jefe de la V Región Militar (Toulouse), y si bien no habían decidido a quien confiar el Estado, cortejaban al Príncipe Napoleón.
Los gaullistas, en esa época sólo pretendían restaurar a su líder; los secundaba un estado mayor compuesto de cinco personas (Michel Debré, Jacques Soustelle, Roger Frey, Jacques Foccart, Olivier Guichard), un comando avanzado en Argelia, fuerzas de choque en París y contactos de primera magnitud dentro del Ejército; por lo pronto, el Ministro de la Defensa era nada menos que Jacques Chaban-Delmas; sus adictos en Argelia: León Delbecque, un civil llamado al servicio con el grado de capitán, y el teniente coronel Jean Pouget.
Rene Pleven debe suceder a Félix Gaillard en la jefatura del Gobierno, y el 25 de abril convoca al comandante de Argelia, general Salan, y a su segundo, el general de aviación Edmond Jouhaud. ¿Qué concesiones puede hacer París? Las Fuerzas —responden— sólo aceptarían un cese de fuego, la devolución de las armas y una amnistía. La independencia, nunca. Al día siguiente, en Argel, una manifestación organizada por Delbecque solicita un "Gobierno de Salvaguardia, Pública", único capaz de preservar la "Argelia francesa". Por primera vez vuelve a sonar el nombre de De Gaulle.
Fracasada la tentativa Pleven, el Presidente Coty encarga la formación de un gabinete a Fierre Pflimlin, que propone la mediación de Túnez y Marruecos para solucionar el conflicto argelino en el marco de una Confederación Francia-Maghreb. El 9 de mayo, a instancias de Delbecque, los cuatro más altos dignatarios militares en Argelia despachan este telegrama a Pflimlin: "Las Fuerzas Armadas francesas, de manera unánime, considerarán como un ultraje el abandono de este patrimonio nacional. Sólo un Gobierno firmemente decidido a mantener nuestra bandera en Argelia puede borrar nuestra angustia". Firman Salan, Jouhaud, el general Allard y el almirante Auboyneau. El 9, el fin anuncia la ejecución de tres oficiales y los golpistas se regocijan por ese argumento inesperado; entretanto, Pflimlin, que se apresuró a develar sus planes, remite un negociador ante los gorilas de Argelia: una debilidad.
En fin, ultras y gaullistas coinciden en la fecha del alzamiento: tiene que ser el 13 de mayo, pues 24 horas más tarde Pflimlin quedará consagrado por la Asamblea. El Comité de los Siete se adelanta a sus adversarios: en la noche del 12, Cherriére recibe desde Argel el santo y seña convenido: "Envíe la mercadería"; pero el anciano general, vencido por las dudas, se echa atrás. Ese cambio, sin embargo, no mejora la suerte de los gaullistas, cuyo programa insurreccional zozobra; entre otras cosas, porque Pflimlin cosecha apoyo abrumador de la Asamblea en la noche del 13 al 14 y los mandos se le subordinan.

El caos o de Gaulle
Sin embargo, algo ha sucedido el 13 de mayo los colonos, acaudillados por el derechista Pierre Lagaillarde, asaltan la sede del Gobernador Lacoste, en Argel, e instalan un Comité de Salvaguardia Pública, de supremacía militar. Esa tarde muere la Cuarta República. A los dos días, cuando el Gobierno Pflimlin se fortalece, Soustelle aterriza en Argelia: su presencia galvaniza a, los pieds-noirs y lanza a los militares al operativo "Resurrección": apoderarse de la Metrópoli.
En vano Pierre de Chevigné titular de Defensa, héroe de la Segunda Guerra, pide carta blanca para purgar los cuadros militares. El Consejo de Ministros teme un baño de sangre; los sondeos entre los altos mandos señalan una mayoría favorable a de Gaulle en las tres armas, y hasta en la Policía y demás tropas de seguridad. Los gaullistas exageran el fantasma del inminente motín: hay que elegir, insinúan al Gobierno, entre el caos y de Gaulle. Es entonces, el 19 de mayo, cuando el jefe de la Francia Libre otorga una conferencia de prensa en el Palacio d'Orsay: "Me parece que quizás ha llegado la hora en que tal vez sea posible que yo vuelva a ser directamente útil a Francia".
Había llegado, porque Francia se desbarrancaba, porque los gaullistas maniobraron con una notable sutileza, porque la democracia representativa era un harapo. El 29 de mayo, el Presidente Coty invita a de Gaulle a constituir un nuevo Gabinete.
28 de mayo de 1968
PRIMERA PLANA

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