ESPAÑA
El Príncipe marcha detrás

Hace muchos años que Francisco Franco no cumplía tan intensa actividad pública. El Caudillo prefiere la labor silenciosa en el Palacio del Pardo —residencia estival de los Borbones, en las afueras de Madrid—, al contacto con las masas, Pero en las últimas semanas casi no pasa un día, sin que presida actos oficiales, o se traslade de uno a otro extremo de la península inaugurando fábricas, aeropuertos, vías férreas.
Esta incesante movilidad de Franco y la claridad y firmeza de sus discursos —hoy frecuentes— han puesto fin a las especulaciones y rumores que circulaban sobre su salud: se decía que el Generalísimo, que tiene 75 años, sufre la enfermedad de Parkinson. Su médico personal, Vicente Gil —presidente de la Federación Española de Boxeo—, acaba de afirmar que su cliente goza de excelente salud y juega una hora al golf todos los días.
Pero más que sus palabras, ha sido la imagen del Jefe del Estado ante las pantallas de televisión, repetida hasta el cansancio —unas veces dedicado a la pesca en los torrentes asturianos; otras presidiendo inmóvil, de pie, durante hora y media, la parada conmemorativa de su victoria de 1939—, la que convenció a los españoles de que "hay Franco para rato".
La semana pasada presenciaba unas maniobras navales en la Bahía de Santander, Se le había traído toda la Armada española; el veterano crucero Canarias, buque insignia de la flota; los seis destructores, las seis corbetas, los dos transportes, el único submarino operacional y una veintena de navíos auxiliares; el Caudillo se instaló en la cubierta del Dédalo, portahelicópteros de 12.000 toneladas, construido en 1942 y recientemente comprado a USA.
En Santander, impuso la Cruz Laureada de San Fernando —la máxima condecoración española— al teniente coronel Palacios, por su heroico comportamiento frente a los rusos durante la Segunda Guerra, y recibió el homenaje del pueblo y la milicia.
El almirante Pedro Nieto Antúnez, Ministro de Marina, expresó "nuestra devoción y lealtad sin reservas hacía su persona, y nuestra fidelidad a los principios del Movimiento Nacional"; la Armada se propone "unirse aún más estrechamente con los Ejércitos de Tierra y Aire y con las fuerzas del orden público", para defender el régimen, ahora y después de Franco.
Esta y otras similares declaraciones de los altos mandos también cancelaron una serie de versiones, según las cuales los líderes militares, partiendo de la delicada salud del Caudillo, estarían dispuestos a apoyar las pretensiones de un sector monárquico para traer de Estoril (Portugal) a don Juan de Borbón, Conde de Barcelona, jefe de la Casa Real española.
Simultáneamente, otro personaje da muestras de una infatigable actividad: el alto y delgado Príncipe Juan Carlos, de 30 años, educado en España por Franco y que vive en Madrid. El Príncipe asistió junto a él al Desfile de la Victoria y ahora a la revista naval.
Para las tertulias políticas madrileñas, agobiadas por los calores estivales, Franco se apresta a designar a Juan Carlos su Delfín. Un decreto de honores oficiales, laboriosamente preparado en los últimos cuatro años, fue aprobado en el último Consejo de Ministros, pero aún no se publicó. Este decreto, al parecer, introduce una nueva figura en el marco constitucional, la del Príncipe Heredero, a quien sólo precederá en las ceremonias el Jefe del Estado.
Armando R. Puente
PRIMERA PLANA
16 de julio de 1968

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Juan Carlos y Franco

 


 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

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