Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


El Funeral de Pablo Neruda

Revista Siete Días Ilustrados
01.10.1973

Dos enviados especiales de Siete Días en los funerales de Pablo Neruda
Patria, mi patria, vuelvo hacia ti la sangre
El redactor Carlos Cúneo y el fotógrafo Mariolino Castellazzo registraron —el martes 25— los pormenores de las exequias del poeta. Su viuda, Matilde Urrutia, condenó el vandálico saqueo de su casa en el barrio de San Cristóbal y rechazó el pésame oficial. El secretario de Neruda y algunas amistades relataron a Siete Días sus últimos días y evocaron su personalidad. Los enviados recorrieron la finca e integraron el cortejo fúnebre.


Patria, mi patria, vuelvo hacia ti la sangre.
Pero te pido, como a la madre el niño
lleno de llanto.
Acoge esta guitarra ciega,
esta frente perdida.
(Primeros versos de "Himno y regreso", poema que inicia el Canto general de Chile.)

Días después de producida la revolución en Chile, tras padecer un prolongado, doloroso cáncer, murió el poeta chileno Neftalí Reyes, Premio Nobel de Literatura 1971, conocido en todo el mundo por el seudónimo Pablo Neruda. Sus íntimos —casi todos militantes de la derrocada Unidad Popular, donde Neruda revistó en su carácter de afiliado del Partido Comunista— no trepidaron en afirmar que el deceso del vate, acaecido a las diez y media de la noche del sábado 23 en la clínica Santa María, de Santiago, fue acelerado por la depresión que le causó !a desaparición de su amigo, el ex presidente Salvador Allende Gossens, y por los primeros, rígidos pasos emprendidos por el gobierno de la junta militar instalada en La Moneda, "El clima de persecución que se vive aquí, los diarios allanamientos, el drama que sufren todos sus camaradas en la clandestinidad, cerraron su vida con un paro cardíaco", interpretó ante Siete Días un funcionario de la universidad chilena, empeñado en no revelar su identidad, clavada su vista en el féretro donde yacían los restos del mayor poeta contemporáneo de América.
Ya para ese entonces —las 10 de la mañana del día 24—, el cadáver de Neruda, vestido con camisa cuadrillé y saco a cuadros, reposaba en la que fuera su casa en Santiago de Chile: una residencia de dos plantas con abundantes ventanales y varios cuerpos de edificación eslabonados entre sí por caracoleantes escaleras, en una de las faldas del cerro San Cristóbal. Hasta allí, aprovechando la tregua del toque de queda que todos los días se cierne sobre Santiago desde las 8 de la noche hasta las 6 de la mañana, tres personas habían conducido el ataúd donde descansaban los restes del autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada: eran Matilde Urrutia, la viuda, Laura Reyes, la hermana, y el secretario literario de Neruda, el poeta chileno Homero Arce. Las dos mujeres fueron quienes acompañaron a Neftalí Reyes —nacido el 12 de julio de 1904 en la comuna de Parral— en los instantes finales en la clínica todavía rodeada por un cerco policial que no pudo ser sorteado por el periodismo.
"Hemos venido hasta aquí para velarlo en la que fue su casa", explicó Laura. Mientras tanto le extendían su pésame el ex ministro de gobierno de la Democracia Cristiana, Máximo Pacheco, el líder de una de las fracciones de ese partido, Radomiro Tomic, el ex rector de la universidad, Juan Gómez Milla; ellos y los familiares contemplaron absortos un saqueo practicado por una horda anónima en el domicilio de Neruda.
Los vidrios y algunos muebles se repartían astillados por el suelo; la biblioteca de 700 volúmenes yacía en un rincón carbonizada; objetos de arte del poeta fueron cruelmente destruidos. "¡Mire cómo dejaron nuestra casa esos vándalos! Por suerte, Pablo murió sin saber de este saqueo: él estaba en la clínica cuando entraron acá", dijo Matilde Urrutia a Siete Días.
Poco después la viuda del poeta caía de bruces sobre el cajón fúnebre, abrumada por el llanto. "No puedo hacer ninguna declaración más, todo el mundo ya sabe por qué murió Pablo —expresó después—. Acá, en Chile, ya nadie puede hablar la soldadesca allana domicilios cuando se le ocurre y protege estos actos de pillaje de la derecha."
Frente a ella, una amiga que quiso preservar su identidad, aclaró: "Mañana, martes 25, lo vamos a enterrar provisoriamente en la tumba de unos amigos. Después, habrá que llevarlo hasta Isla Negra, donde él quiso que sus restos descansaran para siempre".

"QUIERO MUDAR DE SOMBRA"
En Isla Negra —a unos 180 kilómetros de Santiago de Chile— Neruda tenía su residencia fija. Allí se había afincado cuando regresó a Chile el 11 de noviembre de 1972, después de renunciar —por razones de salud— a su cargo de embajador en Francia. Una joven amiga de Neruda —quien sólo consintió al enviado de Siete Días publicar su nombre de pila, Carmen— reseñó esos días del poeta. "A Isla Negra llegó mal: el cáncer venía devorándolo desde Francia. Rengueaba mucho de una pierna y había perdido su jovialidad, aquella que le conocí de niña. Ya no preparaba sus consabidos pichunchos (cócteles de aguardiente y Martini), no tomaba whisky ni vodka, apenas se detenía a contemplar la colección de barquitos metidos en botellas que le había regalado un viejo lobo de mar afincado en Temuco".
Carmen tiene 22 años, es hija de un asesor del ex presidente Allende, actualmente en la clandestinidad, y así rememoró la relación del vate con los niños, en épocas mejores: "Mi hermano y yo lo conocimos de pequeños, desde siempre casi. Lo llamábamos tío Pablo (él siempre les decía a los niños Soy tío Pablo, llámenme así) y nos encantaba concurrir al jardín de su casa. En ese prado, tío Pablo representaba funciones teatrales para todos los niños, apelando a títeres. Éramos diez, quince, veinte niños que todas las tardes lo contemplábamos arrobados. Cuando terminaban esas dulces funciones, nos convidaba con tortas fritas y solía escribimos un poema a cada uno en servilletas de papel, con su lapicera cargada siempre con tinta verde".
Aída Figueroa (50, cinco hijos), esposa del ex ministro de Justicia de Chile —quien se halla actualmente también en la clandestinidad—, fue otra de las componentes del pequeño círculo que rodeó a Neruda en sus últimos momentos: "Estuve con Pablo en la Clínica un día antes de que muriera. Se encontraba lúcido pero lo aquejaban dolores terribles y generalizados. En un momento quedamos solos y Pablo me confesó que quería irse de Chile. En caso de curar, pensó asilarse en la Embajada de México. Quiero ir a ese país a terminar mis días. En Chile no se puede vivir más, me dijo. De todas maneras, estaba preocupado por todos sus amigos. Las últimas palabras que le escuché: Cuídense, cuídense y no dejen de cuidarse, ¡por favor!".
De todas maneras los últimos días de Pablo Neruda pasaron casi inadvertidos para el poeta, desprendido de la realidad social por sus amigos. Por lo menos, en lo referido al fervor de las Fuerzas Armadas chilenas por evaporar todo vestigio de marxismo.

SUS ULTIMOS POEMAS
Homero Arce, el secretario, fue claro al respecto: "Pablo sólo estaba enterado de la muerte de su amigo, Chicho Allende. Todo lo demás se lo ocultamos para no afligirlo, no encendíamos la radio ni le alcanzábamos diarios. Sus últimos días, entonces, los pasó escribiendo, ajeno a todo. Cuando llegó a la clínica Santa María, el 19 por la tarde, ya había completado sus últimas ocho obras: Jardín de invierno, El mar y las campanas, El corazón amarillo, El libro de las preguntas, Elegía, La rosa separada, 2000 y De afectos escogidos y otros poemas confidenciales. El último poema que produjo de puño y letra (él acostumbraba dictármelos a mí), fue escrito en la clínica un día antes de su muerte. Lo tituló Muchas gracias, y todavía nadie alcanzó a leerlo en Chile. Con todas las obras de Pablo preparé un paquete el día anterior a su muerte y lo envié a Buenos Aires por expreso pedido suyo. Ustedes, los argentinos, serán los primeros en leerlo cuando los dé a luz la Editorial Losada",
Hasta ese momento, las 3 de la tarde del día del velatorio, no había llegado ningún pésame oficial. Sin embargo, rato después —más exactamente a las cuatro y quince de la tarde—, la junta militar hizo pública una declaración: "El gobierno de Chile y su pueblo lamentan el desaparecimiento, después de larga enfermedad, del poeta nacional Pablo Neruda, que en la descripción de nuestras leyendas, el espíritu de la raza y los sentimientos humanos, alcanzó la consagración dentro del arte. Merecedor, después de la insigne poetisa Gabriela Mistral, del premio Nobel de Literatura, es y será uno de les motivos de orgullo de nuestra cultura nacional".
Tras ese bando, propalado por radio, el general Herman Brady, jefe de la Zona de Estado de Sitio, emitió otro comunicado: "Ni las Fuerzas Armadas ni Carabineros —trasmitió Brady—, han participado en actos vandálicos, condenables, que elementos descalificados han perpetrado en la casa habitación del insigne poeta. Sobre los responsables caerá todo el peso de la justicia militar: son enemigos de Chile porque dañan nuestra imagen en el exterior. Nuestro sentimiento de pesar por la muerte del artista le fue comunicado a la familia apenas se supe la noticia por el edecán del presidente de la junta de gobierno".
"Usted sabe bien cómo pienso —dijo Matilde Urrutia a la persona que le anunció la 'presencia de un militar, portador del demorado pésame oficial—. Pienso igual que Pablo. Entonces pídale que se retire. No lo voy a recibir".
A las 10 de la mañana del martes 25, un grupo de amigos del poeta alzó el ataúd. Luego sortearon los vestigios del saqueo y un patio inundado por el agua de cañerías que la horda había destrozado. Bajo un cielo plomizo, un cortejo de 600 personas, precedidas por dos camiones militares abarrotados de soldados, se encaminó al Cementerio General. Matilde Urrutia caminaba altiva detrás del féretro: "No quiero que nadie diga que vio llorar a la mujer de Neruda en este momento", dijo.
Sin dejar de cantar La Internacional y de repetir la consigna "Camarada Neruda, ¡presente!", la columna arribó al mausoleo de la familia Dirrborn Torres. Allí, intelectuales chilenos, españoles y argentinos despidieron a Neruda; luego, en silencio, despaciosamente, se alejaron de la tumba.

La verdad sobre un poema
El vespertino El Mundo, del 19 de septiembre, y el matutino La Opinión, del día siguiente (ambos periódicos de Buenos Aires), reprodujeron un "retocado" poema de Neruda, anunciándolo como producción flamante e inspirada en los graves sucesos que padeció Chile. En realidad, 20 de los 23 versos que lo componen datan del año 1948. Modificado, el poema fue publicado así: "Nixon, Frei y Pinochet / hasta hoy, / hasta este amargo / mes de setiembre / del año 1973 / con Bordaberry, Garrastazú y Banzer / hienas voraces / de nuestra historia, roedores / de las banderas conquistadas / con tanta sangre y tanto fuego, / encharcados en sus haciendas, / depredadores infernales, / sátrapas mil veces vendidos / y vendedores, azuzados / por los lobos de Nueva York. / Máquinas hambrientas de dólares, / manchadas de sacrificio / de sus pueblos martirizados, / prostituidos mercaderes / del pan y el aire americanos, / cenagales verdugos, piara / de prostibularios caciques, / sin otra ley que la tortura / y el hambre azotada del pueblo."
¿Qué había sucedido? Las Satrapías, que así se llama al original de Neruda, fue ligeramente modificado para su publicación en la primera plana de Nueva Sión (Nº 555), un periódico independiente de los judíos de izquierda. El responsable de las modificaciones es Natán Popik (foto), un poeta y estudiante de filosofía que vive en Tel Aviv desde hace una década, ahora de paso en Buenos Aires a raíz del fallecimiento de su padre.
De acuerdo al pensamiento de Neruda, quien aseguraba que sus poemas pertenecen al pueblo, Popik actualizó los versos primero, cuarto y quinto. Sucesivamente, los versos reemplazados rezaban: "Trujillo, Somoza, Carias / ... / del año 1948 / Morínigo (o Natalicio) en Paraguay / ... ". Ahora se sabe que el último poema de Pablo Neruda fue escrito 24 horas antes de su muerte y se llama 'Muchas gracias'.

 

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Matilde Urrutia viuda de Neruda
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Diciembre del 72: Pablo Neruda en el último homenaje público que se le tributó en el Estadio Nacional de Chile. Ya esaba gravemente enfermo
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Destrozos en la casa del barrio San Cristóbal, donde se hizo el velatorio

 
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El ataúd fue sacado de la casa del barrio San Cristóbal
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los destrozos
Nueva Sión
Natán Popik

 

 

 

 

 

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