Junio 6, 1967 Guerra en Nigeria

Es una de las guerras más sangrientas del siglo; la peor, hoy, después de la que se libra en Vietnam, y quién sabe. Pero nadie la recuerda, no conmueve a ningún Gobierno ni a las Naciones Unidas, y en los diarios ocupa escaso lugar, diez centímetros de tanto en tanto para anunciar el fin de una batalla, una emboscada feroz, un tiroteo. La lucha se desató hace ahora un año, en Nigeria, el país más poblado del África (60 millones), y parece no tener fin.
La semana pasada, en Kampala, Uganda, emisarios de ambas facciones trataron de clausurar una contienda que es, en el fondo, y como todas las contiendas, una puja por el dominio económico; en este caso, además, un arreglo de cuentas entre tribus enemigas. Pero como las de París, las negociaciones de Kampala se estancaron en la intransigencia; luego de Hitler y las bombas atómicas, el horror no impresiona.

Ciento cincuenta mil muertos
El 30 de mayo de 1967, el teniente coronel Odumegwu Ojukwu, entonces de 33 años, un negro barbado que estudió la carrera militar en Gran Bretaña, declaraba la Independencia de la Región Oriental de Nigeria, una de las cuatro que formaban esa vasta federación; cuyas costas riega el Atlántico. Así, de Gobernador se convirtió en Presidente de la República de Biafra; también, en el dueño de los dos tercios del petróleo nacional y del oleoducto que desemboca en Port Harcourt.
Ojukwu invocó, para separarse, los pactos firmados por los caudillos militares de Nigeria, en Ghana, en enero del 67: esos acuerdos indicaban que, a partir del 31 de marzo, las cuatro regiones gozarían de una semiautonomía. El teniente coronel Yabuku Gowon, de la misma edad, a cargo del Gobierno Federal, se opuso a los designios de Ojukwu; a último momento, para evitar la rebelión del Este, dividió el país en 12 provincias semiautónomas (sólo de palabra; la medida se oficializó, para prevenir nuevos intentos secesionistas, en marzo último). De nada sirvió: los Ibos, una tribu culta, de fe cristiana, que domina la antigua Región Oriental, se emanciparon del Gobierno de Lagos. La guerra no podía tardar: los combates estallaron a fines de la primera semana de junio.
Casi desde el comienzo, la superioridad militar de Nigeria (3 soldados a 1) decidió el curso de las operaciones. Checoslovaquia y la Unión Soviética vendieron a Lagos bombarderos y cazas de chorro, que los aviadores federales pilotearon para estragar las concentraciones de Ibos. Y, para amargura de los biafranos, la Corona inglesa abasteció a Nigeria con blindados, armas automáticas, artillería y municiones.
El 4 de octubre de 1967 caía Enugu, la; capital de Biafra, y los rebeldes pasaban a la guerrilla. Sucesivamente, las tropas federales ocuparon Nsukka, Onitsha, y, el 21 de mayo pasado, Port Harcourt, la máxima puerta de Biafra hacia el exterior; el bloqueo de este puerto suscitó un llamado de la Cruz Roja a Lagos para que permitiese el ingreso de alimentos: 600.000 Ibos estaban muriéndose de hambre. Con todo, a poco de perder Port Harcourt, el Presidente Ojukwu pedía a sus hermanos que iniciaran "la segunda fase guerrillera de nuestra lucha".
Dos días más tarde, al abrirse las conversaciones de paz en Kampala, Biafra había perdido los tres cuartos de su territorio. Sólo ganaba en un campo: el político; en los últimos dos meses, el régimen separatista fue reconocido por Tanzania, Gabón, Costa de Marfil y Zambia. Al mismo tiempo, un millón y medio de los 8 millones de Ibos que residían en el Este se han convertido en refugiados de guerra. Cerca de 150.000 ya están enterrados.
Profesionalmente, la capacidad combativa de los ejércitos de Nigeria y Biafra deja mucho que desear. Ambas partes lucen un puñado de jefes competentes, entrenados en Inglaterra (el más notorio estratego de Biafra, teniente coronel Joseph Achuzia, alias Hannibal, de 36 años, peleó en la Guerra de Corea con los fusileros de Kent). Pero los oficiales inferiores, los suboficiales y la tropa carecen de estudio y arrojo. Un militar de Lagos admite que el 75 por ciento de las bajas sufridas por sus fuerzas al capturar Onitsha (marzo, 1968), fueron autoinfligidas: grupos de la misma bandera se diezmaron por error al confundir sus divisas.
Desde luego, los biafranos están más mal organizados aún. Por culpa del bloqueo federal, debieron improvisar la producción de armas y pertrechos, desde cañoneras hasta balas; naturalmente, carecen de las cañoneras y las balas necesarias, así como de artillería y medicamentos. El corazón de sus ejércitos consiste en reclutas sin instrucción: en la actualidad, el Gobierno de Biafra convoca a los adolescentes (15 a 16 años) y los envía al. campo de batalla después de tres semanas de entrenamiento que incluyen, apenas, dos ejercicios de tiro.

La venganza de los Haussas
A pesar —o a causa— de tanto amateurismo, las bajas son espantosas. Los biafranos acusan a los federales de ser "puro Ferret y mortero", esto es, que sólo se traban en combate después que los blindados ingleses Ferret y la lluvia de los morteros les han ablandado el camino. Es cierto, como que los federales, una mayoría de Haussas —la tribu analfabeta que siempre se sintió manejada por los Ibos—, más que una guerra lleva adelante una venganza.
Onitsha, una ciudad de 150.000 habitantes, fue totalmente demolida. David Robison, de Newsweek, que presenció la caída de Port Harcourt, escribe: "Al llegar, encontré unos 25.000 Ibos, casi todos niños y mujeres, que escapaban. Un capitán biafrano, que contemplaba la escena, me dijo: «Todo esto se lo debemos a los ingleses»".
La toma de Port Harcourt, acaso la mayor derrota para Biafra —pues la deja sin abastecimiento de combustibles y sin la estación terminal de su puente aéreo con Lisboa, donde adquiría armas—, fue otra orgía que se permitieron los federales, esta vez bajo la conducción del coronel Benjamín Adekunle y sus marines. Por eso, en Uganda, las conversaciones nunca progresaron: Biafra solicitó, primero, el cese del fuego y luego el debate de las condiciones; Nigeria, todo lo contrario.
El delegado en jefe de los federales, Anthony Enahoro, fue muy claro: acabará el fuego sólo cuando Biafra anule su Independencia. Pero la posición de Ojukwu es igualmente clara; la semana pasada, desde Umuahia, su nueva capital, volvió a recordar a sus gobernados: "Esta no es una guerra de conquista sino una guerra de supervivencia". El viernes 31, la conferencial de paz naufragaba.
4 de junio de 1968
PRIMERA PLANA

Ir Arriba

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Búsqueda personalizada