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crónicas del siglo pasado

REVISTERO
DE TODAS PARTES


Duvalier: presidente vitalicio

Revista Vea y Lea
junio 1964

 

 

La reciente crisis en el Brasil y otros acontecimientos políticos latinoamericanos, relegaron a un segundo plano una singular maniobra del doctor Francois Duvalier, en Haití. Duvalier que aprovechó las elecciones de 1957 para instaurar un régimen autoritario y hacerse reelegir desde el poder, se hizo proclamar el pasado 3 de abril "Presidente vitalicio". Concurrió a la Asamblea Nacional y declaró: "Me alegro que comprendan que es necesario unirse a la multitud revolucionaria y venir esta mañana a rendir homenaje al jefe constitucional de las Fuerzas Armadas en un nuevo juramento de fidelidad". La Comisión internacional de Juristas, que tiene su sede en Ginebra, publicó el año pasado un informe que adquiere especial interés ante los nuevos acontecimientos producidos en Haití. Ofrecemos en síntesis una parte del informe que produjeron los hombres de Derecho en Ginebra.
 

 

 

La institución clave del sistema político haitiano es la policía. El doctor Duvalier fue elegido en 1957 gracias a una presión muy fuerte del ejército, pero estimó que la fuerza que había llevado al poder podía llegar a ser un peligro para él. Durante estos últimos años, uno de los principios rectores de la política de Duvalier ha sido desmantelar el ejército y despojarlo de sus medios (hombres, material y créditos) en beneficio de la policía. El ejército ha quedado reducido hoy a un efectivo de 5.000 hombres, aproximadamente Duvalier ha cambiado cinco veces el mando de la jefatura de las Fuerzas Armadas, cerrado la Academia Militar y destituido un gran número de oficiales para reemplazarlos por hombres más seguros. El material, el armamento y las municiones son distribuidos a los militares con mucha moderación reservando el grueso de este material para la policía.

Los "tontons macutes"
Los elementos de la policía que dependen directamente del presidente, y sólo de él, son tres: la guardia presidencial, compuesta por unos 500 hombres, que asegura, al mismo tiempo, la protección del palacio de gobierno; la milicia, cuyo efectivo se estima en unos 8.000 hombres que visten uniforme azul; y, finalmente, el elemento más temible, una especie de policía paralela o secreta, sin uniforme, cuyo efectivo no se conoce exactamente pero que se calcula en varios millares de hombres y cuyos gastos de sostenimientos son cubiertos por asignaciones presupuestarias disimuladas bajo puestos ficticios: son los legendarios "tontons macutes", un buen número de los cuales es reclutado entre los criminales de derecho común.
Se estima que la carga financiera de estos diversos elementos de la policía de Duvalier es de unos 15 millones de dólares mensuales, es decir, un poco más de la mitad de los recursos presupuestarios. Se estima en más de un millón de dólares el valor de las armas y municiones suministradas por los Estados Unidos para equipar el ejército haitiano, y que han sido entregadas por Duvalier a la milicia y a los "tontons macutes".
Los métodos de acción de la policía son sencillos. En los países civilizados, la policía no puede, intervenir en la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos si no es por orden o bajo control de la autoridad judicial. En períodos de excepción se admite (aun deplorándolo) que ciertos órganos del Ejecutivo, de un nivel elevado, puedan tomar una decisión para arrestar y mantener en prisión a una persona sin previa decisión judicial: esto es el internamiento administrativo que, por otra parte, se trata de rodear de ciertos controles y garantías. En Haití las cosas son menos complicadas: los integrantes de la milicia y de la policía secreta tienen carta blanca para detener, encarcelar, interrogar, torturar y matar a todo ciudadano, sin que sea necesaria una decisión escrita. Pueden actuar, no sólo por orden de la autoridad superior sino también por su propia voluntad, lo que significa que, prácticamente, pueden disponer a su capricho de la vida, de la libertad y de los bienes de sus conciudadanos.

Métodos drásticos
La Comisión Internacional de Juristas, mediante testimonios de primera mano que ha recogido de personalidades dignas de confianza, puede citar algunos ejemplos precisos de la actuación de la policía de Haití. Entre las personalidades políticas del primer plano se encuentra Clemente Jumelle, que fue candidato a la presidencia de la república enfrentando a Duvalier en las elecciones de 1957; perseguido y herido por la policía, consiguió refugiarse en la embajada de Cuba, pero sucumbió a las heridas. Cuando su familia lo conducía al cementerio, la policía dispersó el cortejo, se apoderó del cuerpo y, en secreto, procedió a su inhumación en un lugar secreto. Dos hermanos de la víctima, Ducasse y Carlos Jumelle, fueron abatidos por la policía el 30 de agosto de 1958; el primero había sido ministro del Interior y de Justicia, y era un reputado abogado. El cuarto hermano, Gastón, fue detenido junto con sus cuatro hermanas y pasaron varios meses en prisión.
En octubre de 1959 seis senadores fueron destituidos de su cargo. Cinco de ellos consiguieron refugiarse en la embajada de México, para finalmente abandonar el país; el sexto, Yvon Emmanuel Moreau, fue detenido y nunca más se tuvieron noticias de él. El Foro de Port-au-Prince, capital de Haití, ha sido castigado duramente. Entre las víctimas de la milicia y de los "tontons macutes" se cita al abogado Clainveau Rateau, desaparecido en 1959; Emilio Cauvin ex presidente del Colegio de Abogados y considerado como el primer abogado de la capital haitiana, detenido en su domicilio en abril de 1961 y que nadie ha vuelto a ver más; el abogado Emilio Noel abatido por la policía; y José Pedro Víctor, que desapareció al día siguiente de haber defendido al Banco de Colombia en un asunto contra un miembro de la milicia.
Han sido muertos o han desaparecido después de su detención el doctor Jorge Rigaud, el doctor Watson Telson, el ex senador Frank Legendre y muchos otros. Citemos también el caso del poeta Jacques Stephen Alexis, detenido en abril de 1961 y del que se está sin noticias desde entonces, y el del joven Eric Briére, de 17 años, que murió bajo torturas en manos del jefe de los "tontons macutes", en el interior del palacio presidencial.
Una veintena de jóvenes fueron detenidos a comienzos del año por haber pintado en los muros inscripciones que fueron juzgadas subversivas; dos o tres semanas después de su detención se supo que dos de ellos habían sido muertos en la prisión. A pesar de todos los esfuerzos del gobierno por ahogar el escándalo, la prensa extranjera reveló el caso de la señora Yvonne Hakim Rimpel, redactora del semanario femenino "Escale" que fue raptada de su domicilio en horas de la noche por miembros de la milicia, violada por sus raptores en presencia de su hijita, torturada y abandonada por muerte fuera de la ciudad.
Sería preciso también citar el caso de los que han sido detenidos sin motivo, encarcelados, maltratados o torturados y que no han sido liberados hasta varios meses después de su detención. Muchos de ellos expiaban la falta de haber empujado involuntariamente a un miliciano entre la multitud, o de haberse adelantado al coche de un oficial de policía. Muchos abogados, asimismo, han pagado con varias semanas o varios meses de detención una independencia excesiva; algunos llevan aún la marca imborrable de las torturas que les han sido infligidas. Es de hacer notar también las condiciones abominables en que están detenidos los sospechosos, pues la policía tiene sus propias prisiones que escapan a todo control.

Única salvación: el exilio
En fin, sería preciso citar a todos los que han sido expulsados del país o que deben su salvación al exilio. Por ejemplo el senador J. David, que en junio de 1959 hizo preguntas indiscretas sobre la gestión de la hacienda pública, fue instantáneamente detenido, conducido bajo escolta de veinte milicianos armados al aeropuerto, y embarcado imperiosamente en el primer avión a punto de partir, sin siquiera haber podido ver a su familia. Los senadores Juan Belizaire, Lucas Stephen. Julio Larrieux y Tomás Desulne fueron destituidos de su mandato en setiembre de 1959. Preveyendo el peligro, pidieron asilo en la embajada de México donde estuvieron cuatro meses antes de poder abandonar su país. Eminentes juristas han tenido también que tomar el camino del exilio: Emilio Saint Lo, ex decano de la Facultad de Derecho, los doctores Lucas Fouché, Alfonso Esmangert y José Dejeans, ex embajador en Londres.
En Haití no se verá ningún proceso político espectacular: las cosas tienen lugar más discretamente; las personas que tienen la desgracia de ser fichadas por la policía como adversarios del régimen o simplemente como sospechosos, desaparecen pura y simplemente sin dejar rastro. Teniendo en cuenta la imposibilidad práctica de conocer el número exacto de estas desapariciones, se estima en varias centenas el número de las víctimas de ejecuciones sumarias.
La policía todopoderosa no teme acusar a los extranjeros. Un francés, miembro de la misión de asistencia de las Naciones Unidas, fue atacado y herido seriamente por los "tontons macutes" Los embajadores británicos Simmons y Corley-Smith fueron expulsados de la isla en condiciones vejatorias.
Duvalier ha puesto en práctica diversos medios para asegurarse, con la ayuda de la policía, recursos extra-presupuestarios. Los "tontons macutes", transformados en recaudadores de impuestos, tasan a su discreción a los hombres de negocios y comerciantes de la plaza; éstos reciben regularmente la visita de policías armados que vienen a exigirles una contribución supuestamente voluntaria, que puede llegar a centenares de dólares. A un cónsul de un país europeo le fue retirado el estatuto diplomático por haberse negado a entregar una contribución de 5.000 dólares. Un grupo de hombres de negocios italianos fue convocado al domicilio de la policía, donde se les pidió que entregaran 10.000 dólares.
Este detalle marca con carácter particular la dictadura del presidente Duvalier. Hay en el mundo actual muchos regímenes autoritarios, pero, por regla general, estos regímenes están al servicio de una ideología. La abominable tiranía que pesa sobre Haití no tiene ni la excusa de estar al servicio de una idea; su solo objetivo es imponer privaciones al país para asegurar el mañana de los que actualmente detentan el poder.

 

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