Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


La tournée de la Señora Gandhi
Revista Siete Días Ilustrados
07.05.1968

Entre protocolares homenajes, la premier hindú logró la revisión de antiguos acuerdos comerciales con la Argentina, cuarta escala de su itinerario.

El pasado 19 de septiembre, un grupo de diputados hindúes visitó a la primer ministro Indira Gandhi en su residencia, en las afueras de Nueva Delhi. Le entregaron un puñado de arena, teñido con la sangre de uno de los ocho obreros huelguistas muertos el día anterior en violentos choques con la policía: los manifestantes reclamaban mejores sueldos. "Me siento profundamente afectada por esta trágica pérdida de vidas preciosas —alegó ella—. Pero es poco realista presumir que el país está en condiciones de brindar a todos los ciudadanos un salario fundado en sus necesidades". Al día siguiente, la mujer de mayor rango político en el mundo partió hacia América latina "para descubrirla, para aprender, para estrechar lazos de amistad con esos lejanos países".
Sin embargo, muchos observadores del ajedrez político internacional dudan de los objetivos declarados por Indira. Sostienen, en cambio, que las razones de su viaje no son tan sentimentales. Un editorialista hindú, por ejemplo, aventuró la
siguiente hipótesis: "Nuestra primer ministro parte hacia América para atenuar la tensión social que impera aquí. Es una especie de tregua que le permitirá, también, ensayar nuevas aperturas económicas, procurando ampliar los escasos mercados que abastece la recesiva producción nacional. Es muy difícil que Indira Gandhi logre esos propósitos. A lo sumo, su viaje marcará un intervalo, en el que sólo pasará una cosa: el tiempo".
El 21 de septiembre, la Gandhi desembarcó en el aeropuerto de Nueva York. Desde allí inició una larga gira que abarcó 48 mil kilómetros a través de diez estados americanos. Su presencia trascendió de varias maneras, conforme el país que visitaba. En EE. UU., la hija del pandit Nehru destacó que aspiraba descubrir América. En Río de Janeiro, donde arribó el 23 de septiembre, la población tuvo pocas referencias de su visita: los periodistas se negaron a entrevistarla, en protesta por el rígido y exagerado recelo de la policía brasileña. Cinco días después, la viajera llegó a la dinamitada Montevideo. Allí, sus puntos de vista fueron profusamente difundidos: luego de asegurar que su país se opone "a todo tipo de alianzas militares", negó que su viaje obedeciera a un esfuerzo en favor de alianzas entre los países no comprometidos. "La India es un estado no alineado —aclaró— Los que la ubican en una tercera posición están equivocados, pues ese bloque no existe".
El 29 de septiembre, por fin, desembarcó en Buenos Aires. Durante cuatro días convivió con intelectuales, diplomáticos y representantes de la clase alta argentina. A excepción de la fugaz visita a un establecimiento fabril de Villa Pueyrredón, en el Gran Buenos Aires, el programa oficial le evitó todo contacto con representantes de las fuerzas gremiales y políticas del país. Al parecer, no se hizo más que satisfacer los objetivos que motivaron su viaje a la Argentina: "He venido a este país —señaló al pisar el aeroparque— para estrechar los lazos culturales que lo unen a la India".

LAS DUDAS DEL PRESIDENTE
"Es una mujer de firme y robusta personalidad, que conoce perfectamente sus responsabilidades y se hace merecedora de toda admiración y apoyo", comentó en una reunión privada el presidente Juan Carlos Onganía. En medios allegados a la Casa de Gobierno, su afirmación produjo algún desconcierto: alguna vez insinuó que no veía con buenos ojos la injerencia femenina en los altos mandos de un gobierno. Se estima que, luego de la visita que el 30 de septiembre efectuó la señora Gandhi a la Casa Rosada, el presidente quedó favorablemente impresionado.
Ese mismo día, la primer ministro se entrevistó con el canciller Nicanor Costa Méndez, en el Palacio San Martín. El Ministerio de Relaciones Exteriores calificó la presencia de la viajera como "una típica demostración de buena voluntad", y negó, apresuradamente, que la gira tuviera objetivos políticos.
En la práctica, Indira Gandhi y los funcionarios de su comitiva procuraron interesar a las autoridades argentinas en la puesta en marcha del convenio comercial suscripto entre ambos países en marzo de 1966, durante la gestión del entonces canciller Miguel Ángel Zavala Ortiz. Ese documento tuvo, sin embargo, la importancia de una simple declaración de propósitos. Durante las conversaciones, reanudadas la semana pasada, se volvió sobre el problema, se discutieron posibilidades de intercambio comercial, pero no se arribó a acuerdos concretos.
Actualmente, la Argentina embarca hacia la India cargamentos de arroz. Los importantes envíos de trigo que se realizaban hace algún tiempo, han cesado por la imposibilidad de competir con los EE. UU. y Canadá, países que otorgan créditos más amplios e incluso obsequian sus excedentes.
La delegación de la India se mostró, a su vez, muy interesada en restablecer los envíos de yute y arpillera. Una demanda que Argentina no puede satisfacer, pues su actual abastecedor es el Brasil, que explota ese mercado como compensación por los recientes acuerdos para la adquisición de trigo argentino. Si bien el escaso potencial económico de la India no parece tentar al gobierno nacional, se pudo saber que el Ministerio de Economía estudia actualmente las posibilidades de explotación que presenta un país de 500 millones de habitantes.
Las conversaciones mantenidas en la Cancillería no se limitaron a un temario comercial. En el plano de la soberanía territorial, la premier ratificó el apoyo de la India a los reclamos reivindicatorios de la Argentina sobre las Islas Malvinas. Una actitud que recoge, recíprocamente, el respaldo argentino en el litigio que la India libra con Pakistán por el territorio de Cachemira.
Finalmente, I. G. y el canciller Costa Méndez suscribieron un acuerdo de seis puntos —fundamentalmente declarativos—, que comprometen la intensificación del intercambio cultural.

EMPANADAS Y WHISKY
Los primeros argentinos que tuvieron el privilegio de conversar sin reservas con Indira, fueron —precisamente— algunos notorios intelectuales, particularmente los vinculados estrechamente a la revista literaria Sur. En la quinta de su directora, Victoria Ocampo, la visitante y numerosos invitados consumieron uno de los muchos asados criollos que se ofrecieron en su honor. La reunión se extendió desde las 12 del domingo 29 —a escasas dos horas del arribo de I. G. a Buenos Aires—, hasta media tarde.
Envuelta en un clásico sari verde, cruzado por franjas azules, doradas y blancas, la agasajada se negó desde el primer momento a beber una gota de whisky. "El alcohol entristece el espíritu", comentó con un dejo de misticismo y en perfecto inglés; aceptó jugo de tomates. Uno de los presentes protestó: "Es una falta de consideración convidar con bebida blanca a alguien que está engullendo una picante empanada".
Como era de suponer, los encargados de controlar la parrillada estaban pulcramente vestidos de gauchos, y prestaban particular cuidado a los pollos, pavos y corderos que integraban el menú del día. Pero la estricta prohibición de ingerir carne vacuna, dispuesta por la religión oficial hindú, estuvo a punto de ser involuntariamente violada por la premier, según infidencia de uno de los comensales. A poco de llegar a la quinta de San Isidro, un distraído mozo le acercó comedidamente una bandeja abarrotada de croquetas de lomo. Cuando la visitante se aprestaba a dar el primer mordisco, un estridente grito sacudió a los presentes: "¡No, por favor!" Una joven de la comitiva se abalanzó sobre la homenajeada, le quitó suavemente el bocado y sin dar más explicaciones lo reemplazó por otra croqueta exactamente igual, pero rellena de la nada herética carne de pollo.
Lamentablemente, el clima campestre que se pretendió dar a la reunión quedó frustrado por un desconcertante pedido de la primer ministro: "Preferiría que almorzáramos sin música", advirtió a Victoria Ocampo. De esa manera, numerosas cuecas, zambas y malambos que descansaban junto al tocadiscos, fueron reservadas para mejor ocasión.
Entre los 80 exclusivos invitados convocados por la Ocampo, se encontraba la escritora y periodista Olga Orozco. "Luego de contemplar detenidamente la sobriedad y nobleza que emanaba Indira Gandhi, sentí que algunas de las mujeres allí presentes parecían gallinas con minifaldas", comentó a SIETE DIAS.
Muchos detalles curiosos rodearon la visita de la gobernante hindú, pero el más destacado fue el que se produjo el lunes 30, durante la visita al Museo de Arte Decorativo de la Capital Federal. En esa oportunidad, la señora Frigeri Bassigiana, miembro de la Asociación Amigos del Museo, preguntó a SIETE DIAS: "¿Cómo podría hacer para que su revista publique una fotografía de la señora Indira Gandhi a mi lado? Como todo el mundo sabe, yo he donado 50 mil dólares a esta institución y estoy dispuesta a pagar tres mil pesos por este recuerdo. Ya me han retratado junto al general Onganía; no quiero perderme este otro halago".

ADIOS A BUENOS AIRES
Indudablemente, el lunes 30 fue el día más agitado de la premier hindú. Esa tarde, luego de la visita al museo, se sometió a un homenaje orquestado por la Universidad del Salvador. Antes de recibir el premio Honoris Causa en Relaciones Internacionales, con que la honró la institución, escuchó atentamente uno de los más controvertidos discursos que se elaboraron con motivo de su viaje a la Argentina. Lo pronunció el presidente de la Federación de Estudiantes de esa Universidad, Gustavo Gerard, y lo destinó a la juventud hindú. El sacerdote orientalista Ismael Quiles lo consideró exageradamente político e inoportuno.
En muchos de sus párrafos, Gerard empleó conceptos vertidos por la visitante, cargándolos de significados y ampliando sus alcances. Cuando se refirió al acercamiento entre los pueblos, tan preconizado por la Gandhi, sostuvo que "éste no es válido cuando se limita sólo a sus gobernantes. Diariamente vemos influir a las superpotencias en las decisiones de las naciones en vías de desarrollo. Esto se produce en forma directa, mediante abiertas intervenciones armadas, como indirectamente, a través de organismos supranacionales, que condicionan el desarrollo en base a los intereses de los países más poderosos. Por este motivo, hacemos nuestra la declaración de los obispos del Tercer Mundo cuando dicen que nuestros pueblos forman el proletariado de la humanidad actual, explotados y amenazados en su existencia misma por los que se arrogan el derecho exclusivo de ser jueces y policías de los pueblos materialmente menos ricos".
Con respecto a las tan mentadas tratativas de intercambio comercial entre la Argentina y la India, Gerard aseguró que "la búsqueda de soluciones no puede ni debe darse aisladamente. Es imprescindible que los países no desarrollados intercambien y fomenten su tecnología e investigación, adecuándolas a sus auténticas necesidades. Tratemos de hallar nuevas formas de desarrollo no capitalista para defender nuestra cultura, nuestras industrias nacionales y comercio internacional".
Según Gerard, la unión de los pueblos no sólo persigue objetivos simbólicos. "Debemos agruparnos —arengó—, hacernos fuertes para detener el avasallamiento de nuestras decisiones soberanas por organismos que, pretendiendo ser equitativos, reglamentan el sistema internacional, con la única consecuencia de terminar defendiendo intereses minoritarios".
Cuando la traductora de Indira Gandhi —María del Carmen Pérez Pita— le susurró las últimas palabras pronunciadas por Gerard, la primer ministro no vaciló en aplaudir con un entusiasmo inusitado. "Ese joven parece haber leído mi pensamiento", comentó después.
El miércoles 2 de septiembre, a las nueve de la mañana, la diplomática se embarcó rumbo a Chile. En el momento en que ascendía la escalinata del avión, SIETE DIAS alcanzó a requerirle su opinión sobre la Argentina. La premier hindú reflexionó un segundo, se acarició la frente y contestó: "Este país, como la India, es muy hermoso, visto desde arriba".

 

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Indira Gandhi
Escuchó y aplaudió con entusiasmo un encendido discurso sobre el subdesarrollo pronunciado por un estudiante
Indira Gandhi
"tuve que saludar y firmar autógrafos como jamás lo hice en mi vida"
Indira Gandhi
Indira Gandhi
Onganía, el traductor e Indira Gandhi

 


 

Indira Gandhi