Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

La Inglaterra de los cabellos largos

Revista 7 Días
3 de mayo de 1966

LONDRES y los ingleses están irreconocibles. Las polleras ultracortas y las melenas largas le cambiaron la imagen a la ciudad y al país. Ya es una antigüedad el discreto pero gracioso sombrero que las señoras maduras compraban para lucir a la hora del té. Tampoco tienen vigencia el bombín, el paraguas y los espesos bigotes de esos señores formales, precisos e inteligentes, vestidos con colores graves, que solo decían ¡Hum! cuando el mundo se les caía encima.
Ahora en Inglaterra se grita —le han puesto música a los aullidos— y los hijos de los lores son tan extravagantes como los beatniks.
Pero el cambio no es exclusivamente formal. El viejo Imperio que comenzó a morir mucho antes que Wiston Churchill, es una triste melancolía. Hoy el déficit es de casi mil millones de libras esterlinas y la otrora potente voz inglesa apenas si es escuchada en Europa.
La muerte del Imperio llevó a los ingleses a replegarse en sí mismos. Y entonces vino el tiempo de la crisis, de la inestabilidad y del desorden.
Vista desde afuera Inglaterra no ofreció una imagen reconfortante. Sobre todo en los momentos de las grandes sacudidas. En la época, por ejemplo, del escándalo Profumo, cuando el sistema de seguridad inglés fue puesto en la picota por la deliciosa pelirroja Christine Keeler (http://es.wikipedia.org/wiki/Caso_Profumo). O en la del escandaloso robo del tren postal, llamado con deleite y con pretensiones, el
robo del siglo, planificado por hombres que Scotland Yard no pudo aún encontrar (http://robosmasfamosos.blogspot.com.ar/2009/12/tren-de-glasgow-el-robo-del-siglo.html).
La crisis había llegado cuando se hizo evidente la imposibilidad de controlar una buena parte del comercio mundial. Por eso cayó el Imperio. Y entonces, en la crisis, debieron imaginarse nuevas formas de lograr divisas e influencia. Inglaterra creó y exportó entonces a Los Beatles. Después a James Bond. Fueron dos éxitos rotundos que aportaban buenas esterlinas pero disimulaban defectuosamente la gloria perdida. Y la reina debió en su momento condecorar a Los Beatles en retribución de servicios, como debería condecorar hoy, si viviera, al padre de James Bond, aquel talentoso corresponsal viajero del Sunday Times llamado Ian Fleming (http://www.archivo007.com/index.php?option=com_content&task=view&id=52&Itemid=109).
Las nuevas formas, las polleras ultracortas, los simpáticos aullidos de Los Beatles y las historias del espía superhombre, son los acompañantes inevitables del nuevo Imperio de la fantasía creado. Pero el cambio es importante. Tan notable es que Harold Wilson, ¡el hombre más mal vestido del Reino!, pudo aplastar a votos a los conservadores y obtener una mayoría más holgada que la que el mismísimo laborismo podía soñar.
Pero el cambio, para los nostálgicos, muestra drásticamente el papel secundario de la Inglaterra de hoy. Uno de ellos intentó definir la situación con resignado humor: "¿Qué estamos en la miseria? Ridículo: ¿quién en todo el mundo puede escuchar antes que Lowell (http://es.wikipedia.org/wiki/Percival_Lowellen Jodrel Bank) en Jodrell Bank (http://www.jb.man.ac.uk/) las señales de los navíos espaciales que los rusos y norteamericanos envían a la Luna?
El pesimismo de los nostálgicos se desvanece sumergiéndose en Londres. Y recién uno se explica por qué los italianos la prefieren. Y por qué los franceses comienzan a revisar su aversión cuando admiten: "En Londres ya se puede comer".
La ciudad es una inmensa vitrina donde reluce toda la riqueza del mundo. Excelentes restaurantes, los mejores cabarets de moda (¿Quién puede extrañar algo en Annabel's o en el Elefante Frío?) las calles invadidas, especialmente las noches de los sábados cuando se hace difícil conseguir un lugarcito en las veredas, turistas fascinados por la alegría y la desenvoltura de la gente, la ciudad iluminada "a giorno" por los avisos comerciales de neón.
Pero lo más atrayente de este espectáculo que es Londres efervescente está en los jóvenes y en sus extravagantes vestimentas. Las muchachas pasean con esas polleras miniaturas que son la sensación de estos días. Las polleras terminan más de una cuarta arriba de la rodilla y las miradas terminan allí, en el limite de ese espectáculo insólito que todavía escandaliza a las formales heredaras del Gran Imperio. Este uniforme que tiene la muchacha londinense en 1966 ha sido más que nada para rejuvenecer a la ciudad: es una nota quitaaños. La Impuso en Kensington Church Street, una extraña boutique con decorado 1900 que le puso precio a la innovación. Una nube de muchachas de 14 a 20 años se disputa la ropa, que ahora se vende en flamantes boutiques que acompañan el éxito. En "Biba", la boutique convertida en enemiga declarada de la vieja Inglaterra, se ha constatado que pese a su apariencia despreocupada la nueva mujer inglesa tiene una preocupación capital: vestirse "bien".
Es posible que la pollera ultra-corta aniquile el uniforme del 65, sweter con inscripciones, pantalón de terciopelo y cabello largo que impuso la exquisita modelo Shrimpton (http://thestylecavalry.com/wp-content/uploads/2012/01/js2.jpg).
Las extravagancias en el vestir fueron impuestas por los Beatniks del Soho y eso nadie lo olvida en Londres. Pero los Beatniks activos, unos dos mil, se mantienen en sus manifestaciones pidiendo el cese de las experiencias nucleares, el fin de la guerra en Vietnam y la no-violencia. Los hijos de los lores retomaron sus argumentos y cualquier joven de la "gentil" puede decirle hoy en Londres: "Qué importa si nuestros padres critican nuestros cabellos largos y las polleras cortas de nuestras amigas. Por supuesto, nosotras aceptamos hablar con ellos, pero lo que deseamos es un diálogo con el gobierno".
Por ahora el gobierno hace que no los escucha pero va abriendo compuertas. Las compuertas se abren, por ejemplo, con el nombre de Salas de Juego para "tenagers". Se cree que ya son 500 en Londres. Pero hay limitaciones: todos cierran, aparentemente, a las 23 y las bebidas de alcohol están prohibidas en estos clubes. Generalmente, las salas son de 2 shillings y los croupiers son mujeres.
Se puede decir que los 3 millones y medio de jóvenes entre 15 y 19 años tienen "monedas" en los bolsillos, siempre abiertos. Pero hay singulares divisiones que incluso se refieren a la riqueza personal que los clasifican en tres categorías:
—Los "mods", recientemente rebautizados "estilistas". Son los super elegantes y exhibicionistas de su apostura. Estos circulan en motonetas de colores, cubiertas por una infinidad de accesorios generalmente inútiles pero de buenas formas.
—Los "rockers", reputados por su violencia. Son los "duros", los rápidos fascinados por la velocidad de las Harley-Davidson. Gracias a ellos la moto es la causa principal de movilidad entre dos jóvenes de 15 a 20 años.
—Los "beats" de los largos cabellos, los extraños amuletos y la actitud indiferente. Son los descorazonados de la era atómica que comienzan a bajar los brazos. Viven como pueden —y como pueden siempre mal— entonces apenas se bañan y no trabajan.
Cometer una torpeza, en inglés, se dice "Poner un pie en la boca". El príncipe Felipe y duque de Edimburgo, que según dicen en Londres no se priva nunca de cometer una, bautizó el fenómeno con cierto humor autocrítico: "dentopodologla". Dentopodología es, pues, meterse un pie en la boca.
La última del príncipe ocurrió durante su visita a Texas. Se encontraba, como embajador de productos fabricados en Inglaterra, en Dallas, esa ciudad famosa por los sombreros de sus millonarios y sus fusiles con miras telescópicas. Allí dijo, como un duque: "Estamos en la miseria".
La declaracioncita indignó a una parte del país y regocijó a la otra, particularmente a los conservadores, partidarios de "no hacer jamás una cosa por la primera vez".
Y la voz del Times se hizo oír. Los 255 mil clientes de sus ejemplares, y por el juego de los derechos de reproducción, otros 10 millones de personas, se enteraron que Inglaterra está sobregirada, que Inglaterra vive por encima de sus medios. En otras palabras, que Inglaterra hace como el avestruz cuando debería ver que su déficit es de 900 millones.
Las críticas al estado de postración económica de Inglaterra tienen sin cuidado a los laboristas. Ellos han dicho: "No hagan caso. Son los berretines de un viejo club-man más o menos chocho que se complace en el muestrario de una degeneración general mientras fuma su cigarro...".
Pero, ¿dónde está la grandeza británica de otros tiempos? ¿Dónde está el Imperio? Evaporado. ¿Cómo es posible ver el Commonwealth así, cuando dos de sus miembros —India y Pakistán — se trenzan en guerra que terminan por mediación soviética? La mayoría cree que no hay que ver estas cosas. Y aquí puede residir la explicación del fenómeno del rejuvenecimiento de Inglaterra.
Quizás sea por esto que los ingleses han elegido a los laboristas para que los administren.
Desde que Harold Wilson traspuso como ocupante los umbrales de 10 Downing Street, las desinteligencias de fondo que preocupan a los ingleses se han expresado a través de hechos formales.
Fue chocante que en la primera entrevista con la reina ocupara un taxi y con toda su familia desembarcara en Buckingham. Faltaba que llevara los perros! Fue chocante que Mary, su esposa, decidiera cocinar personalmente el "steak and chips" en 10 Downing y que decidiera servirle personalmente al "gordo" de Wilson el jamón frío que prefiere por gusto y el salmón en lata que prefiere por el precio.
Pero la prensa conservadora británica debe marchar contra el tiempo porque al resto de los ingleses poco le importaron estas "chocanterías" y decidieron ampliar de un modo abrumador la reducidísima mayoría que apoyaba a Wilson en los Comunes.
Hijo de la pequeña burguesía que los ingleses llaman con precisión "Lower Middle Class", —clase media baja— Wilson supo imponer su imagen. Este antiguo y mediocre futbolista pero excelente jugador de criket, dio un espectáculo durante la campaña electoral. El y otro cincuentón, el conservador Heath, disputaban la primacía y los dos tuvieron que recurrir a la táctica de moda para conseguir el favor de los electores: "ser" jóvenes. Se los vio bailando y saltando como chiquilines. De los dos, solo uno logró convencer. Wilson fue más auténtico. Pero este descomunal triunfo electoral que acaba de obtener el jefe del partido Laborista británico solo es una puerta abierta que lleva, quizás, a violentos sinsabores.
Inglaterra está conmovida en los sólidos cimientos de su solemnidad: una generación de desmelenados beatniks y un "premier" entusiastamente mal vestido han hecho que el antiguo y pomposo Imperio se constituya diariamente en noticia.
Exclusivo de París Match para 7 Días

 

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