África: La mecha encendida

 

 

 

 

 

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En el planisferio se distingue un continente con la forma de una piedra caprichosa o de una cabellera abundante. Es África. Entonces, es necesario imaginar a una diminuta hormiga incendiaria recorriendo los países; el fuego desatado borra las fronteras y diluye el color de los estados. Ha llegado la anarquía, posando de independencia, por obra y gracia de un insecto delirante que diseña escalas cromáticas y reduce las líneas divisorias a retazos más pequeños y arbitrarios.
Más ciertamente, el juego de intereses es la antorcha contagiosa. En Nigeria, con la población más vasta de África —supera los 60 millones de habitantes—, situada sobre el golfo de Guinea, hace nueve meses que transcurre una de las guerras más sangrientas y menos divulgadas. Los combatientes son el Gobierno federal y el estado secesionista de Biafra, cuyos habitantes pertenecen en su mayoría a la tribu de los Ibos. En cambio, el ejército federal está compuesto principalmente por hombres de la tribu Hausa. La divergencia entre las tribus es histórica: los Ibos, minoría cristiana, élite cultural más importante, esparcidos en la parte oriental de la nación, dominaban los puestos públicos y, en los últimos tiempos, controlaban más de dos tercios de la producción petrolera, que significa el 85 por ciento de la exportación del país.
El treintañero general y Presidente de Nigeria, Yakubu Gowon, augura el fin de la guerra para el 31 de marzo, Pero este pronóstico es tan falso como sus promesas de arrasar con el enemigo en "pocos días". La semana pasada, sus tropas volvieron a proclamar victorias —esta vez sobre la ciudad de Oji River—, pero los corresponsales de L'Express y Newsweek que visitaron los reductos biafranos coincidían en la continuación de una lucha indefinida.
Biafra resiste, sitiada en el interior de sus tierras y en el litoral, un doble bloqueo de los federales que la condena a una lenta asfixia. Entonces los ocho millones de Ibos miran al cielo. Ya no tienen para comunicarse con el exterior más que la frágil ruta aérea de sus 6 Super-Constellation, que despegan y aterrizan de noche, con las luces apagadas, para no servir de señuelo, a los Mig enemigos. El líder de los secesionistas, Odumegwu Ojukwu, califica a sus 6 aviones como "el cordón umbilical de Biafra".
Ojukwu, también de 33 años, está contento. A fin de enero, en una pequeña ciudad llamada Owerri, durante una reunión de la Asamblea consultiva, con un pase de prestidigitador sacó un puñado de billetes flamantes de su portafolio. Los delegados explotaron de júbilo. En una brillante maniobra, Ojukwu evitó que el Gobierno de Lagos transformase la moneda nigeriana para hundir la economía de Biafra, emitiendo toneladas de notas de banco. Sin duda, los valores no se cotizan del otro lado del mar, pero para los Ibos son tan buenos como el oro.
Desde Lisboa, y por el buen servicio de los gigantescos Super-Constellation, Biafra es abastecida. Material de guerra, víveres y, eventualmente, algún mercenario. Por ahora tiene 30, mientras que los federales, 300. La intención de los separatistas es sostenerse hasta que las discordias tribales enfrenten otros grupos étnicos con pretensiones de independencia. Las miradas se dirigen al norte, donde están las ciudades con población más alógena.
El costo humano de la guerra civil supera los 100 mil muertos) casi como en Vietnam. La moral de los Ibos de Biafra es excelente. Al parecer, no hay un solo hombre, mujer o niño dispuestos a abandonar la lucha. Tienen motivos suficientes: hace dos años, 30 mil Ibos fueron ejecutados en el norte de Nigeria; en la lucha, el paso de los federales es una masacre con todos los Ibos que se rinden. La caridad propuesta por Gowon no existe: la guerra es a muerte, hasta el último hombre.
A pesar del nudo federal, Biafra se alimenta con eficiencia: la planta de Coca-Cola, así como una de cerveza y una fábrica de cigarrillos, continúan su producción. Hasta las transmisiones de televisión biafranas sobreviven a las incursiones aéreas, y los noticieros —como obvia bofetada al apoyo que Gran Bretaña presta a los federales— se deleitan en comunicar poesía revolucionaria irlandesa.
Las posibilidades de paz son remotas. Según el Gobierno de Lagos, los separatistas quieren el reconocimiento de su independencia, y eso "es imposible". Es cierto, el petróleo es una riqueza difícil de compartir. Sin embargo, ante el dramático cariz de la guerra debido a la importación de armas pesadas, Ojukwu deslizó hace quince días una frase insinuante: "Si nos dejan de atacar no pelearemos en defensa propia".
Por supuesto, sus declaraciones caen al vacío. Entonces, como desde hace cinco meses, el barbudo militar pide ayuda a uno de los regímenes más odiados en África: al Gobierno de Portugal. Hay otro intermediario ante Occidente y es un sacerdote, Raymond Kennedy, un irlandés que se enorgullece en pregonar que Biafra es el único país de África donde se puede contar con una iglesia por cada 5 km. USA, Francia y el Vaticano abogan por un
compromiso honorable, pero todo es tan lejano.
Así piensa Dick Tiger, el ex campeón de peso medio pesado, que vive con su familia en Biafra. "No sé oué quieren los Huasas; por qué luchan contra nosotros, en nuestra propia tierra." A los 38 años, ha perdido más de 120.000 dólares en tierras desde que comenzó la guerra en el invierno pasado. Es teniente del ejército biafrano y prepara físicamente a las tropas. "Nunca tuve miedo en el ring. No puedo tener miedo ahora que defiendo mi patria", declaró, mientras golpeaba el puño contra su palma.
Es la mística de los Ibos. Aunque caigan todas las ciudades, aunque todo se pierda, queda la jungla. Un ejemplo es la ciudad universitaria de Nsukka. Allí, la conquista fue de los federales, pero están inmovilizados. No pueden apartarse del pueblo, pues es arriesgar la vida: afuera existe el peligro de una flecha o una bala de fusil de chispa. Cada biafrano es un soldado y pelea más por la vida que por la patria; mañana, quizá, después del triunfo federal, sea un guerrillero obstinado.

El último imperio
El presidente de Portugal, Deus Rodríguez Tomás, visitó la última quincena a la posesión portuguesa más pequeña: la Guinea..Cuando ya se considera al imperialismo como un crimen liso y llano La Guinea es una anacrónica litografía. El pueblo lo saludó con entusiasmo, mientras flameaba la bandera escarlata y verde y sobre las paredes coloniales colgaba el retrato del hombre fuerte de la península: Antonio de Oliveira Salazar. Pero la serenidad de la capital, Bissau, era engañosa. En los pantanos de los alrededores, infestados de malaria, acecha la guerrilla. Como en las otras posesiones más importantes de Angola y Mozambique. Para defender el último baluarte de los grandes imperios en África, el minúsculo Portugal derramó 120.000 hombres por sus colonias. Al revés de Gran Bretaña, Francia y Bélgica, no quiere apartarse del África tropical.
Resulta irónico, pero es la posesión más pequeña la que transfiere mayores inconvenientes. Amílcar Cabral, un nativo de las islas Cape Verde, de 45 años, jefe de la guerrilla, reclama la mitad del territorio fuera de las grandes ciudades, cosa que Portugal niega pero no demuestra. Los rebeldes usan además como santuario a Senegal, por el norte, y a la antigua Guinea francesa por el sur. Sin embargo, los portugueses controlan las ciudades y mantienen las comunicaciones. Lisboa está convencida de que si es forzada a retirar sus tropas de Guinea, los movimientos independientes de Angola y Mozambique se verían estimulados. Y esos dos territorios son los brazos de Portugal.
En 1961 comenzó la rebeldía africana en Angola, pero la represión fue veloz y violenta. El napalm regó libremente los distritos sospechosos y se estima que hubo 30.000 muertos, mientras más de un millón de hombres se escurrían hacia el Congo. Los balbuceos de guerrilla que "hieren y disparan" están carcomidos por dentro. Los nacionalistas, comandados por Holden Roberto y con refugio en las montañas de Dembos, no transigen con el marxismo de otros grupos insurgentes. Portugal, mientras no desaparezca la inmunidad de las bases guerrilleras en los países vecinos, deberá soportar la presión de los rebeldes divididos.
En Mozambique se repite la misma situación, aunque el estallido de la guerrilla se produce en setiembre de 1964. Fue reprimida con la misma ferocidad: devastación de pueblos sublevados, cosechas quemadas, miles de presos. Como en Angola, la rebelión parece contenida, al menos por ahora. Sin embargo, un liderazgo más severo, el del astuto sociólogo Eduardo Mondlane, extiende sus incursiones con audacia y precisión. Pero el jefe admite la supremacía portuguesa, que domina las rutas y el aire, y sueña; "Quizá dentro de 15 o de 20 años tengamos la revolución democrática".
Las razones de la lucha son las riquezas naturales de ambas posesiones: en Angola, yacimientos de hierro mineral y el codiciado petróleo en la costa de Cabinda; en Mozambique, Portugal promete una lluvia de 365 millones de dólares para un plan agrícola. Una inversión de ese tipo asegura jugosos dividendos y aclara la posición portuguesa de no abandonar nunca sus colonias en África. El presupuesto militar rebasó el 42 por ciento.
Además, Portugal tiene el posible apoyo de las Fuerzas Armadas de Sudáfrica, que no permitirán una avalancha independiente sobre sus fronteras. Aunque tenga que pelear solo, Portugal previene un esfuerzo prolongado. No cayó en un exceso retórico, el Gobernador de Angola, cuando afirmó: "En la tierra o dentro de ella, aquí nos quedaremos".
primera plana
27 de febrero 2009
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