Agonías
Como la hierba, como la flor

 

 

 

 

 

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"Nuestro casamiento será un Sí a la tierra de Dios; reforzará nuestro valor para actuar y lograr algo.. Me temo que aquellos cristianos que sólo tienen un pie en la Tierra, también tienen un solo pie en el Cielo." Pero aquel casamiento nunca se realizó, y el autor de estas líneas, Dietrich Bonhoeffer, no tuvo oportunidad de concretar relación alguna con la muchacha que las inspiraba: el 9 de abril de 1945, los verdugos de la prisión de la Gestapo colgaron en la horca a uno de los más célebres teólogos alemanes de preguerra, de cuya vida privada recién ahora se tiene alguna noticia. Hace dos semanas, la que fuera su novia hasta el día de su muerte —María von Wedemeyer-Weller— dio a conocer la mayor parte de la correspondencia que Bonhoeffer le enviara desde prisión, durante casi tres años de martirio ininterrumpido.
Cuando se enamoraron, en 1942, María tenía 18 años y Dietrich 36: para entonces, él era ya conocido como un pastor luterano sin pelos en la lengua, que no tenía reparos en hacer conocer públicamente su oposición a Hitler; entre ambos mediaban diferencias sociales, porque la muchacha pertenecía a una familia de la alta aristocracia, y el sacerdote, en cambio, venía de un hogar de clase media culta. Por eso, y también porque la vida de Bonhoeffer —miembro de la Iglesia Confesional antinazi— se tornaba cada día más peligrosa, la madre de María insistió en que la pareja esperara un año antes de comprometerse. Ella relata ahora, en el último número de la revista Union Seminary Quarterly, que Dietrich se opuso a esa postergación: "Lo hizo en forma clara, decisiva y terminante en varias cartas y discusiones telefónicas". Cuando la madre de la chica cedió, los enamorados se comprometieron; tres meses más tarde él era detenido por la Gestapo, acusado de participar en un complot contra la vida del Führer.
Bonhoeffer nunca creyó que los nazis lo encontrarían culpable, y tampoco le confesó a María que las acusaciones eran fundadas: "Yo sabía que le habían quitado el derecho de predicar, pero no que era miembro de la Resistencia alemana". Parte de la correspondencia, publicada después de 1945 con el título 'Cartas y papeles desde la prisión', llamó la atención de los estudiosos sobre las especulaciones del pastor en materia teológica, especialmente sus reflexiones sobre la necesidad de una "Cristiandad sin religión". Algunos piensan que Bonhoeffer fue un profeta humanista, anticipado a muchas de las presiones actuales que tienden a devolver a la fe cristiana una interpretación secular. Así y todo, el retrato que de él hace María revela las profundas raíces que lo unían a las tradiciones litúrgicas: "Vivía regido por las fiestas religiosas y por las estaciones, más que por el calendario, y las fechas de sus cartas eran, en el mejor de los casos, aproximativas". Antes de la Navidad de 1943, escribió: "Una celda en la que uno aguarda esperanzado... y el hecho de que la puerta de la libertad debe abrirse desde afuera, no son una mala imagen del Adviento".
Las cartas de Bonhoeffer también demuestran que nunca deseó el martirio, y mucho menos la celebridad que se logra por ese camino; en una oportunidad escribió que despreciaba a los 'saeulenheiliger', algo así como los santos sobre pedestales, y agregaba: "Supongo que no querrás casarte con uno de esos". Resulta curioso observar la manera en que Bonhoeffer expresaba su amor a María, siendo como era un hombre dedicado a las disquisiciones sobre cuestiones divinas: según su amigo y biógrafo Eberhard Bethge, su correspondencia muestra "a un apasionado ser humano enamorado de una hermosa muchacha, y que desea colmar su deseo físico".
Por momentos, Bonhoeffer se enfrascaba en la creación de largos poemas, en la tradición romántica germana del siglo XIX; otras veces se deleitaba planeando los menores detalles de su matrimonio: le apostaba a María que aprendería a bailar bien pronto, aunque agregaba que un ministro no debería ser visto bailando en público; discutía el salmo que emplearían en la boda (optaron por el 103, el que dice "Los días del hombre son como la hierba, como la flor"); aseguraba a su novia que estaba trabajando en la confección de un menú para la fiesta de esponsales, que reuniría a todos sus amigos.
María lo visitaba periódicamente en la prisión, pero eran encuentros frustrados, durante los cuales ambos debían fingir bajo la mirada de los guardias, que en alguna ocasión interrogaron a la muchacha y hasta intentaron otra clase de acercamientos, favorecidos por el miedo de la joven. Después de cada visita, él escribía una carta: "Estoy seguro de la guía de Dios aquí. La manera en que nos encontramos y el tiempo, tan corto, hasta mi encarcelamiento, son una señal muy clara... Todos los días me siento subyugado al pensar en cuán inmerecida fue mi felicidad, y emocionado por el duro camino que Dios te ha señalado". 
La última carta de Bonhoeffer llegó a María el día de Navidad de 1944; la ejecución tuvo lugar apenas una semana antes de la caída de Berlín.
En 1948, María —que luego se casó y divorció dos veces, y ahora tiene 43 años —viajó a Estados Unidos con muchas de las cartas del teólogo. Durante un tiempo las guardó en la caja de seguridad de un banco, pero este año donó 38 de ellas a la biblioteca de la Universidad de Harvard. No son todas, pero las que restan sin conocerse deberán esperar: María no está dispuesta a compartirlas con nadie. 
Copyright Newsweek, 1968
PRIMERA PLANA
16 de enero de 1968
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