AMOR LIBRE
Interviews voluptuosos 
Por Roberto de las Carreras
Fue, quizás, el único dandy verdadero del Río de la Plata; el único, también, que era capaz de dar su vida por un chaleco con dos dragones bordados en oro sobre seda celeste. Y, sin duda, es el primer escritor maldito de estas latitudes. Una madre espléndida y sin prejuicios que habla conmovido tanto a monseñor Mariano Soler como al general Bartolomé Mitre lo predispuso desde la adolescencia a ese destino funambulesco. Roberto de las Carreras, que había nacido en 1873, diría de ella, mientras dictaba sus textos locos a la corte de escribas de que disponía en Montevideo: "Ha sido la única gran señora de este pueblo. Paseaba insolentemente sus conquistas por la faz de la miserable aldea". Enloqueció de calor y hastío en Curitiba, Brasil, donde era Cónsul del Uruguay hacia 1913. Ya entonces había delatado las costumbres íntimas de todas sus amantes en un libro notable: Amor libre, interviews voluptuosos con Roberto de las Carreras. Esa obra y otros delirios que nunca fueron reeditados van a ser compilados por Ángel Rama para Arca, con el título de Psalmo a Venus Cavalieri. Es con la autorización de esa editorial que se publica aquí un fragmento de la tercera interview. De las Carreras murió en un manicomio a principios de 1963, tras una reclusión de 50 años. Sus últimos textos fueron algunas peticiones (seguramente memorables) a la Cámara de Diputados del Uruguay.


 

 

 

 

 

 

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Roberto se incorporó en el diván. El rostro del imitador de Hassán dibujaba en sus líneas trémulas, en la opacidad de su mirar, un agotamiento de amor orgiástico, los estragos trastornadores de una noche heroica: ojeras borrascosas, pupilas dilatadas en que parecía retratarse todavía como el ansia de retener las ráfagas de las delicias ...
—¿La Favorita vuelve de su bégain? (en parisiense: efímero capricho sensual. Dicen las boulevardières de un hombre con el que han tenido un entretenimiento pasajero: "j'ai eu un bégain pour"...)
García de Zúñiga sonrió:
—Es una gata que araña mi puerta para que le abra...
Extendiendo una mano en que centelleaba como una constelación apiñada, un anillo antiguo, heráldico, nos mostró, sobre una mesa, un tropel febril de cartas revueltas: todo un archivo de amante coleccionado en horas...
—Permítanos usted —dijimos con efusión— ilustrar al público poniendo ante su vista esos documentos milagrosos y carbonarios de amor libre, escritos por una mujer, lo cual eleva al paroxismo su mérito de propaganda. Expolearán en el espíritu de nuestras cloróticas, faltas de personalidad y de arranque, el sentimiento latente de la soñada autonomía. La carta de la Favorita que conoce el público fue acogida en los círculos anárquicos con una fiebre de regocijo. ¡Se la reconoce como una obra maestra de convicción y de valentía!
—Tres volontiers. Voy a presentar a usted esas cartas por orden de fechas —y con una sonrisa en que se traicionaba un matiz de orgullo por el talento de la discípula, el Doctor en Anarquía y en Voluptuosidad se orientó en las cartas de la traviesa—: Primera carta —dijo—: ¡Proclamación de los derechos de la mujer!
"Señor Roberto de las Carreras 
"Mi buen amigo:
"Es usted un hombre lleno de queridas en Buenos Aires. Le previne que lo sabía. ¿No es según usted la mujer tan libre como el hombre? ¿No son ésas las máximas anárquicas, las prédicas de Kropotkine? ¿No es usted su más decidido misionero?
"¿Tú no me repetiste millones de veces que tú creías que la mujer, si el amante le era infiel, podía serlo también ella?
"Tú me tratabas con frialdad. Yo era apasionada, vehemente, te idolatraba; pero, ¡pensar que tú vivías con otras mujeres! Juré no perdonártelo, y así lo he hecho.
"Te saluda,
Berta."

Segunda carta —presentó el Maestro—. Divorcio anárquico planteado por la discípula.
—Tentativa de provocarme celos, con fines de aproximación amorosa.
"Mi ex querido oficial.
"Roberto.
"Me voy a Europa. Si quieres tener alguna aventura conmigo, avísamelo con tiempo. Creo que el divorcio legal es una cosa enteramente burguesa, anti-anárquica... Supongo que no caerás en esa debilidad, tú el caballejo de sangre azul y de corona de amantes.
"Fuiste anarquista. Continúa siéndolo. No reniegues. Me aseguraste que te atenías a las consecuencias de lo que predicabas...
"Yo voy a Madrid, a ser feliz o desgraciada. Chi lo sá! Tú sabes mejor que nadie lo que voy a buscar allá!
"Te saluda tu ex-querida oficial,
Berta".

—Tercera carta: La discípula continúa fingiéndome, con artera coquetería, un viaje a Europa.
"Estimado amigo:
"Anoche le escribí. Como no he recibido contestación a mi atenta carta, le envío ésta para que no vaya usted a imaginar que he prescindido de su parecer en lo que respecta a mi viaje a Madrid.
"Está usted en un error si se ha figurado que voy en busca de alguna persona. Voy sólo a distraer mi joven imaginación en esa ciudad antigua de chulos, chulas, toreros y verbenas. No voy en busca del «chulo» que usted piensa, pues aunque sé, lo mismo que usted, que sería muy feliz a su lado, no quiero ser yo feliz mientras hay en el mundo una persona que lloraría eternamente mi ausencia, sin consuelo...
"Queda usted sabiendo que su ex-amante se embarca mañana para Vigo en el 'Cap Frío', desde donde se trasladará a ese Madrid que... tantas joyas inestimables contiene.
"Lo saluda,
Su amiga."

—Cuarta carta: La Gata araña mi puerta...
"Mi amigo Roberto:
"Creo poder llamarle así estando tan próxima nuestra reconciliación, la cual se efectuará, lo preveo, a bordo del 'Cap Frío'. Yo me embarco mañana o pasado, aún no lo sé. Es seguro que tú al saber que yo parto, resolverás también tu viaje, fingiendo una resolución de pronto cuyo fin no será otro que privarme de ir a Madrid... o porque no puedes estar lejos de tu 'queridíta' adorada de otros tiempos.
"Espero que me contestes. No creo te halles tan abatido que no puedas escribir. . .
Berta". 

Quinta carta: La Gata finge huir y, a la vez, promete... Deja oír un 'miau' mimoso y suplicante.
"Estimado amigo:
"Esta tarde, a la una y media, me embarco para Europa. Voy directamente a Vigo, y de allí a Madrid. "Usted me ha escrito, al fin, diciéndome que, imitando a Hamlet, me da este consejo: ¡Vé a hacerte artista!
"Puede que recurra a mis condiciones de artista y puede que no.
"Dejo a Raúl. Vé a menudo a verlo, que es hijo y retrato tuyo. (Ahí no hubo fraude)
"¿No te han cicatrizado todavía las heridas que te he causado?... ¿Para qué están los besos de la queridita sino para cicatrizar?...
"Contéstame antes de la 1 y 1/2 cualquier cosa".

—Sexta carta, —El Maestro se dirige a nosotros con exquisitez—: Luego de haber leído la traviesa el primer reportaje que tuvo usted la deferencia de dedicarme en la brillante hoja La Rebelión.
"Señor Roberto de las Carreras. "García de Zúñiga, Príncipe de la Aldea:
"Lo saluda con la debida consideración y le pide a usted, rey del 'esprit' y de la oportunidad, permiso para hablarle, esta humilde, pero honrada mujer.
"Deseo tener una entrevista con usted o con alguno de sus ministros (La Favorita se reviere a los señores Francisco C. Aratta y doctor Domingo Arena, que intervinieron en esta sensacional aventura), para tratar de una cuestión concerniente al estado... de nuestras cosas.
"Yo me conduzco siempre como una heroína de novela elegante. Pretendes que soy tu discípula. ¿No es verdad que habrías dado cualquier cosa porque la discípula no te saliera tan adelantada?
"Si viviera Clara, tu madre, comentaría con ella la indiferencia que finges. Ella me calmaría diciéndome: "¡Amantes como éste he tenido a millones!
"Si quieres a Raúl, te lo entregaré; pero antes quiero hablar a Su Santidad y pedirle de rodillas... que se quede usted en su casa y yo en la mía.
"Ahora seremos dos las grandes señoras. ¿Qué te parece?"
—¿A qué alude ese elegante alarde?
—A que, en una carta a mi hermano materno Raúl García de Zúñiga, yo proclamé a mi madre: "Ha sido la única gran señora de este pueblo. Paseaba insolentemente sus conquistas por la faz de la miserable aldea!" La Favorita ha imitado a mi madre, a la que yo rindo el culto de una exaltada devoción, para engrandecerse a mis ojos... Como todos han visto, ella ha paseado también insolentemente su conquista por la faz de la miserable aldea!
El Doctor sonrió con su fina ironía:
—También ella ha sido una gran señora ...
Zúñiga apuró la sabrosa epístola:
"Te saluda de rodillas o de espaldas, como tú quieras.
Berta".
—¡Soberbio! —nos salió del alma.
—La pequeña se hace leer —comentó modestamente el Iniciador—. Séptima carta: La Gata empuja audazmente la puerta con el lomo:

"Mi amigo o mi enemigo, lo que tú quieras ser:
"¿No quieres hablar conmigo? ¿Tienes acaso miedo de que te domine todavía? No creo que así sea, pues tú has declarado en el 'Interview' que me has fascinado...
"Yo necesito hablar contigo siquiera un cuarto de hora. Deseo comprobar que me dominas... Si no accedes, creeré que temes que sea yo quién te domine a ti...
"Deseando se te cicatricen pronto las heridas, te envío el mejor remedio: la antisepsia de los besos. Si no los quieres aceptar, harás como esos heridos que no creen en la antisepsia y se dejan comer o curar según la enfermedad lo desee.
"Contéstame si me quieres hablar o no. No te hagas el fuerte. En el fondo deseas la reconciliación, hasta me la pides, puede decirse que de rodillas, no porque no puedas vivir sin mí; no! sino porque temes que vaya a ser feliz a la capital de España!
Bertita".

—Octava carta, en contestación a una mía de reproches.
"Amigo:
"Extraño mucho la resurrección de Lázaro en estos tiempos del siglo 19 ó 20.
"No he vuelto a unirme. Yo soy libre; tú, un simple, gran amigo.
"Espero que me contestes por el mensajero.
"Te saluda quien irá a mejorarte de tus heridas.
Bertita".

—Novena carta: Con refinado arte de amante vuelvo a incomunicarme en un riguroso silencio, excitando el deseo de la Favorita... Me llama desenfadadamente a una cita tratando de conmover mi debilidad de padre.
"Queridito:
"Tengo urgente necesidad de hablarle. Raúl está muy grave... Deseo también referirte un gran escándalo social. Cierto ministro de una legación americana ha encontrado a su mujer in fraganti con su secretario y le ha disparado dos tiros. Parece que ha querido después envenenarse románticamente con fósforos, por amores contrariados... Espero hablar contigo esta noche. No vayas a mostrarte burgués, queridito. Sé anarquista. ¿Quieres o no? Nos reinemos mucho del buen diplomático y haremos una elegante orgía.
"Se despide,
La Chiquita".

—Confieso que esta chiquilla me entusiasma —declaró con énfasis Roberto—. Mi discípula en Voluptuosidad, mi discípula en Anarquía, mi discípula en Literatura. Es una naturaleza legítimamente original y creadora. Se le abren dos caminos: la literatura o el teatro.
—¿Ha satisfecho usted el deseo de la gatita? —preguntamos, dirigiendo una discreta mirada de soslayo a las ojeras insondables del Amoroso—. ¿Fue conmovida su debilidad de padre?...
—Era media noche. Fumaba yo un cigarrillo turco, evocando perezosamente en los devaneos de las aureolas efímeras, morbideces de mujer, mirajes alucinantes de una fantástica lujuria. Cerníanse a mi alrededor las hadas del humo...
Suena un golpe en la puerta del cuarto contiguo, suena en la pared, vuelve a sonar en la puerta. Se habría dicho una sesión de Espiritismo, al que soy tan afecto: des esprits frappeurs! Me levanto. Me acerco a la puerta. Silencio. De repente, una voz cuyo timbre me es familiar, canta a la sordina. ..
La voz se interrumpe.
Un nuevo golpe dado a la puerta no me deja duda de que se trata del espíritu burlón y encarnado de la Favorita. Gusté de aquella audacia.
—Roberto —me decía la traviesa, desde el otro lado de la puerta—. ¿Me vas a matar? Si me vas a matar abro lo mismo!
—Abre. No temas. García de Zúñiga no ruega a ninguna mujer, pero se abandona a todas aquellas que solicitan los favores de sus armas corteses ...
Entró. Un pilluelo. La nariz retroussée, rabiosamente parisiense, las alas abiertas, olfateando el Amor. La cara, un rayo de malicia; un chiste. Los ojos, dos almendras exactas; alargados, sombreados, mordaces, juguetones, chispeantes. Una cintura que podría caber en un círculo formado por los dos pulgares y los dos anulares. ¡Una paradoja como madre!
La cabeza dorada, rizada, de cabellos cortos. Un sombrero gris con una bandada de pájaros volando bajo el ala.
Se acercó a mí. Buscó la expresión de mi rostro. Engolfó sus brazos entre mi chaleco y mi saco, envolviéndome cálidamente por debajo de las axilas.
—Te he engañado, Roberto, pero no puedo vivir sin ti! La Chiquita te adora!
Se abalanzó a mi boca, poseyéndola, abarcándola con un gran mordisco clavado, fijo. Sentí su lengua... carnosa, dura, húmeda de licor viscoso. La agitó, trémula en mi boca; impaciente, con prisa; febril por evocar al macho, segura de que mi sensualidad despierta sería su Victoria... Me ablandó, me reconquistó hasta el fondo de los sentidos!...
Fue como cuando después de una inmensa fatiga aflojamos exquisitamente nuestros miembros en la pereza de un lecho... Mis nervios crispados por el dolor, comprimidos como por una inexorable muela de hierro, se distendieron con una impresión de delicia, de inefable alivio...
¡Ah! la amante que nuestra boca desesperadamente nostálgica ha creído perder, que después de haber entrado en nuestros huesos, en nuestra sangre, ha huido, dejándonos la obsesión de sus caricias irreparables, y que, de repente nos empuja con su pecho, nos incita, nos ruega, se restrega, expirante, contra nosotros!... 
primera plana
2 de enero de 1968
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